La Crisis Como Oportunidad De Crecimiento

viernes, 10 de octubre de 2008
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“LAS ESTRELLAS GUÍAS QUE NOS ORIENTABAN, COMENZARON A DESAGREGARSE. NO ENCONTRAMOS SU LUZ. COMENZAMOS A NOTAR QUE URGE ROMPER O CAMBIAR, CORTAR LAZOS Y ABRIR NUEVAS PERSPECTIVAS. LA CRÍTICA SE NOS TORNA AMARGA, Y POR MOMENTOS LA REALIDAD ES ABSOLUTAMENTE NEGATIVA Y DEMOLEDORA. PERO SE EMPIEZA DEMOLIENDO PARA PODER CONSTRUIR ALGO NUEVO. NO PODEMOS DECIDIRNOS, NO SABEMOS COMO HACERLO. NO VEMOS CON CLARIDAD. TODO SE NUBLA. REINA LA DUDA, EL ECEPTICISMO, PERO SE PERCIBE QUE LA CRISIS ES UNA OPORTUNIDAD. OPORTUNIDAD DE COSAS NUEVAS. DON MARTIN HEIDEGER DECIA: TODAS LAS COSAS GRANDES ACONTECEN EN LAS CRISIS, EN EL TORBELLINO. MIENTRAS TANTO OREMOS PARA QUE MARIA APURE LOS TIEMPOS”.

            La actitud que queremos promover ante la crisis es, primero, la de aceptar que es el primer paso hacia la paz. Aceptar que estamos en un mundo de fuertes, intensos movimientos císmicos en sus estructuras ideológicas No ha caído solamente el muro de Berlín que es un poco el punto en el que se hace descansar el inicio de esta crisis global. No han caído solamente los grandes discursos. Yo diría casi ha caído una concepción del ser humano, una concepción del mundo. Hasta las categorías científicas están fuertemente sacudidas por nuevas investigaciones y nuevas hipótesis.

La crisis es el resultado final de una competencia carente de toda ética y de todo principio moral. El más fuerte cae, por lo tanto todos desaparecemos. Esta es la lógica y el temor que se está extendiendo en el mundo. El resultado de esta lógica de la competitividad de todos con todos y de la no cooperación es doble. Por un lado, una fantástica acumulación de beneficios. No nos da la cabeza para darnos cuenta del grado de acumulación de beneficios financieros que hay en el mundo. Se van derrumbando las economías y no saben ni de dónde vienen. Nos han hecho creer que los mercados financieros se manejan como fuerzas cósmicas, que vienen de otro mundo y que vaya a saber uno dónde están. Han construido poderes económicos de tal envergadura que el individuo se siente como frente a un dios, como frente a una barrera inaccesible. En realidad, detrás de esos “dioses” hay personas, hay inteligencias, hay lógicas, hay estudios, y hay también la terrible perversión de la exclusión de la mayoría de los grupos, naciones y personas frente a una fantástica acumulación de beneficios.

En nuestros días, el gran crimen de la humanidad es el de la exclusión social, que trae también aparejada la destrucción del planeta. Allí, acá y más allá hay hambre crónica que se traslada de generación en generación. Hay analfabetismo, carencia de agua, enfermedades que se creían erradicadas y vuelven, depredación de recursos de la naturaleza para unos pocos que consumen en un día lo que familias enteras en África consumen en un mes. Y esto es el origen de muchas de las violencias, y probablemente también de mucha guerra.

Durante siglos este trueque competitivo había conseguido más que bien abrigar a todos bajo su techo. La lógica del trueque competitivo afianzó todas las fuerzas productivas que había creado innumerables facilidades para la existencia humana. Fue un motor del progreso. Era como una competencia casi ingenua –al menos en su embrión-. Pero hoy se están agotando todas las posibilidades de este tipo de economía. Y no es solo economía: es un estilo de vida.

La gran mayoría de los países y las personas ya no caben en ese pequeño techo y se están viendo exclui