14/09/2018 – Celebramos la fiesta de la Exaltación de la Cruz, esta fiesta tiene su origen en Jerusalén en los primeros siglos del Cristianismo.
“Nadie ha subido al cielo, sino el que descendió del cielo, el Hijo del hombre que está en el cielo. De la misma manera que Moisés levantó en alto la serpiente en el desierto, también es necesario que el Hijo del hombre sea levantado en alto, para que todos los que creen en él tengan Vida eterna. Sí, Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en él no muera, sino que tenga Vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él”.
Jn 3,13-17
Contemplamos a Jesús en el momento de mayor entrega, está en su cátedra, está dando su última lección y la da con su mirada penetrada por el dolor. La misma cruz que ha tallado toda su existencia está en el corazón de los hermanos.
Es tiempo de quedar mirándonos, dejando que él nos mire y penetre allí en donde nosotros estamos siendo también crucificados y encontrándonos en ese amor de comunión unos con otros.
La Cruz es el instrumento para levantar a los caídos, la salud del alma y del cuerpo, la destrucción del pecado, y el árbol de la vida eterna. La Cruz se presenta en nuestra vida de muy diferentes maneras: enfermedad, pobreza, cansancio, dolor, desprecio, soledad. Hoy podemos revisar cual es nuestra disposición ante esa Cruz que se muestra a veces difícil y dura, pero que si la llevamos con amor, se convierte en una fuente de Vida y de alegría.
El Señor nos pide que perdamos el miedo al dolor, y nos unamos a El, que nos espera en la Cruz. Entonces comprenderemos que la alegría está muy cerca de la Cruz y que nunca seremos más felices si nos unimos a Jesús en la Cruz. Jesús no inventó la Cruz: la encontró en su camino, como todo hombre. La novedad que el invento fue poner en la Cruz un germen de amor. Así la Cruz se convirtió en el camino que lleva a la vida, en mensaje de amor. ¡Es la Cruz de Jesús!
Jesús, desde la Cruz, nos invita a cada uno de nosotros, hoy, a poner todas estas cruces, y no sólo la nuestra, en relación con la suya. Jesús nos invita a sembrar también en ellas, como El lo hizo, el germen del amor y la esperanza.