La debilidad de Dios

jueves, 12 de octubre de 2006
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Y añadió: “supongan que uno de ustedes tiene un amigo y acude a él a media noche, diciendo: ”amigo, préstame tres panes, porque ha venido a mi casa un amigo que pasaba de camino, y no tengo nada que ofrecerle”.  Supongan que el otro responde desde adentro: ”no me molestes, la puerta está cerrada, y mis hijos y yo estamos ya acostados; no puedo levantarme a dártelo”.  Les digo que si no se levanta a dárselo por ser su amigo, al menos para que no siga molestando se levantará y le dará cuanto necesite.  Por eso yo les digo: Pidan, y Dios les dará; busquen y encontrarán; llamen y Dios les abrirá.  Porque todo el que pide recibe, el que busca encuentra, y al que llama Dios le abre.  ¿Qué padre entre ustedes, si su hijo le pide un pez, le dará una serpiente en lugar del pescado?, ¿o si le pide un huevo, le va a dar un alacrán?.  Pues si ustedes, aun siendo malos, saben dar a sus hijos cosas buenas, ¿cuánto más el Padre del Cielo dará a los que se lo pidan?”.
Lucas 11, 5-13

Es la primera de las parábolas.
Lucas ha transmitido 3 parábolas principales sobre la oración, como dice el Catecismo de la Iglesia Católica.
La primera es la de este día, el amigo importuno.
La segunda va a ser la de la viuda importuna. Ésta es más centrada en las cualidades de la oración. Dice que hay que orar siempre., sin cansarse con la paciencia de la fe.
Y la tercera parábola es la del fariseo y el publicano. Se refiere a la humildad del corazón que ora.

La parábola del día de hoy, referida por Lucas en el cap. 11, bueno, el Señor invita a una oración insistente. Me parece que la oración es un poco la fuerza del hombre. Se diría, es la fuerza del hombre y es la debilidad de Dios. Realmente el corazón de Dios es como que se ablanda. Pero para poder orar correctamente, hay que aprender orar con insistencia. Parte del ejercicio de la humildad es el ejercicio de insistir; muchas veces no nos gusta pedir. Aquí tocamos un punto que tiene que ver con aspectos que en la vida humana nos humillan. Por ej; hay veces que te quieren regalar ropas usadas o cosas así: -Padre disculpe, tengo estas ropas. Mi esposo falleció, tengo esta camisa este traje y un zapato también. ¿Usted no se ofende no?- Te lo viene a ofrecer en la sensación de que estás pidiendo, de que estás mendigando. Humanamente suena fulero, a nadie le gusta andar arrastrándose. Como que uno tiene ese orgullo. Como que uno tiene su dignidad.¿no?

Y cuando digo esto, estoy pensando en la oración, y pensando en lo que enseñó la Iglesia cuando nos habló de la eucaristía hace unos añitos atrás.

La Iglesia tomó una iniciativa muy linda, invitar al pueblo de Dios a que se acerque a la eucaristía a recibir el cuerpo de Dios con la mano. Y ¿Cuál es el fundamento de esto? Y, vamos a pedir, es exactísimo. Es mucho mejor que comulgar en la boca. No hay ninguna duda de que el gesto significa mucho más. Más allá de que uno es libre y que uno dice: yo si no comulgo en la boca me siento mal. El problema es adentro, con qué disposición voy yo a Dios.

Ir a “pedir”, el que extiende la mano es el mendigo. Ante Dios, hay que vencer el orgullo, y ese es el punto al que quería llegar. El evangelio nos va haciendo la invitación a vencer el amor propio, esa suficiencia, esa soberbia. Saberme carente, comprenderme carente, necesitado. No tengo todos los elementos. No tengo todo lo que quisiera. Me siento llamado a lago y no lo puedo lograr solo.

¡Necesito de la ayuda de Dios!

Y esa disposición para orar se transforma en una situación que educa mi mundo interior para mi relación con los demás también. Cuando yo aprendo a pedir a Dios, con humildad, ciertamente que estoy aprendiendo a pedir. A pedirle a Dios, a mi marido, a mi esposa, a mi hijo, a mi vecino, a mi sacerdote, a quien sea. A mi hermano, a mi prójimo. Queda “fulero” tanta gente que vive sola y no quiere pedir. No sabe. Dicen: -no, ni loco voy a andar arrastrándome detrás del otro. Parece que es una cuestión de orgullo. El Señor es muy simple y dice:” Con el orgullo hermano, no vas a ningún lado.”

Nadie es completo, encima, con el pecado original todo somos ¡tarados! Todos venimos a este mundo, heridos. Desviados con las cosas genéticas y además, con las culpas y macanas que hemos hecho. Más las heridas de la educación que hemos recibido.

Todos venimos averiados. ¡Nadie es completo! Todos estamos medio loquitos.

Por eso todos necesitamos de la ayuda del prójimo y fundamentalmente de la ayuda de Dios.

Especialmente, para vivir como discípulos, la oración es fundamental. Y la oración tiene una manera de ejercerse en la petición.

Pedir es propio del que es consciente de su carencia. El que ha aceptado que no puede solo, y que necesita de Dios y de los demás.

Por eso extiende la mano, como extiende la mano para comulgar el cristiano; pidiendo una cosita: “- Una moneda por favor para sostenerme, necesito su ayuda por favor.”

Hay tantos testimonios de cómo Dios escucha, Dios siempre escucha ¿no? Cuando venía de Salta, los últimos tramos, me vengo solo en mi auto, se me rompió el alternador. Quedé tirado, no tenía señal del celular, nada en la zona para llamar al seguro y que me vinieran a buscar. Qué hago acá?! Pasaron unos minutitos y le digo a la Virgen Madre: – Mandame alguno que me ayude porque no puedo quedarme acá tirado. ¿Qué voy a hacer acá en medio del campo solo? Pero pasaron unos minutitos, venía un camión, me enganchó y me llevó 50 km hasta el pueblo, donde me lo arreglaron. Y yo llegué allá y me puse a orar y a dar gracias y dije, te voy a rezar un rosario porque tengo que darte gracias. Igualmente me impresiona la simplicidad a la que nos conduce la oración que tiene este condimento de la certeza de la Providencia. Vivir en las manos de Dios, la confianza ¿no? Por otro lado, la confianza no existe si no existe la humildad, es el saber reconocerse necesitado de ayuda de Dios y de los demás. Y Dios siempre escucha, esto hay que tenerlo en cuenta. El Señor nos invita a que seamos importunos ¿qué quiere decir el amigo importuno? Quiere decir que va a la hora inadecuada a pedir lo que debe y el evangelio, lo que nos está enseñando es que Dios siempre tiene el oído conectado, que Dios siempre tiene el oído atento, está diciendo que para Dios no hay inoportunidad. Que para Dios siempre que le hablemos somos oportunos. Y esto hay que tenerlo en cuenta.

Y ¿es que siempre es oportuno orar? Dios dice que siempre es oportuno orar porque Él como nadie nos conoce y sabe que siempre necesitamos de Él. Y también nos muestra con estas palabras que Él siempre está; que su amor es estable, que es fiel.

Esa fidelidad del Señor es incondicional.

Si hay algo que desea el corazón del Señor, y lo ha expresado de diversas maneras en el evangelio, es nuestro beneficio.

La palabra de Dios nos dice: el Señor se interesa por todas nuestras cosas, ¡claro que sí!

El interés que tiene el Señor por nuestra persona, por nuestra vida, nadie lo puede tener. Nadie nos ama con tanto respeto, nadie nos tiene tanta paciencia, nadie nos está esperando tanto como Él.

Por eso, ¡qué bueno es querer volver a Dios! Si por ahí ando un poco alejado, no tener miedo. Qué bueno es ejercer la confianza.

Yo creo que este tiempo que nos toca vivir, es un tiempo sumamente oportuno para sembrar estos pensamientos; y estos testimonios existenciales.

Mostrar el corazón como el Señor obra en mi vida.

Digo, en este tiempo en que vivimos con tanta desconfianza en la sociedad, justamente, es un tiempo privilegiado para ejercer la confianza en la relación con Dios.

Cuando el hombre fracasa, se nota mejor la obra de Dios.

No hay ninguna duda, pero hay que orar para que Dios se manifieste.

En el evangelio Dios nos dice: “He venido a traer fuego sobre la tierra, y como desearía que ya estuviese ardiendo.” Y creo que esa es la situación del Señor frente a mi. Yo ando corriendo todo el día para todos lados, ¡qué poco me acuerdo del Señor! Por ahí le echo un rezo, por ahí me arrodillo frente a su presencia sacramental, por ahí tengo la misa, por ahí el rosario, por ahí la meditación de la Palabra. Pero después mi tiempo está enredado en medio de los problemas, de las situaciones; me enloquezco y volver a la paz me cuesta un montón. Y eso es lo que le pasa a usted ¿no es cierto? Bueno, a mi también.

Entonces, estar en ese estado de oración, de vivir en paz tiene mucho que ver con el pedir, el don de la paz, de la serenidad, el don de vivir la conciencia de la presencia de Dios. Pedir las cosas fundamentales. La paz por ejemplo. Pedir el Amor, pedir la capacidad de perdonar, pedir el perdón, pedir, ¡pedir! No se cansen de pedir. ¡No tengan miedo!

Yo creo que la parábola, este cuento que cuenta el Señor cuando habla del hijo pródigo, más que el hijo pródigo sería el Padre misericordioso. Este hombre joven, pecador, vuelve a Dios, lleno de culpas, lleno de sentimientos de sentirse indigno. Y el “viejo” no dice nada, sólo lo abraza. Si habla, habla para decir, hagamos una fiesta. Maten el ternero engordado, pónganle sandalias en los pies…

Para Dios es una fiesta cuando nosotros confiamos. No hay cosas más grandes que la confianza en Dios, porque es lo único que necesita Dios para poder manifestarnos su amor de Padre. De que Él se interesa, nos protege y que todo es gracia en la vida. Absolutamente todo. Aún aquello que nosotros labramos con nuestro esfuerzo, con nuestra sabiduría y nuestro entendimiento.

Porque Dios antecede, acompaña y culmina toda acción humana. El hombre no puede vivir fuera del amor de Dios. Pero Dios no sólo no quiere acompañarlo al hombre; quiere ser motor de la vida del hombre, quiere que ese corazón que tiene la tentación de conformarse con cosas solamente felices a nivel humano, descubra el llamado y aprenda a tener la confianza en Él. Para dilatarse, expandirse, abrirse a nuevos descubrimientos, a nuevas donaciones. Para descubrir el Amor de Dios.

Tenemos que pedir. Yo me pregunto: ¿usted le pide a Dios; le pide con confianza; o le pide con desesperación? No conviene pedir así aunque vale pedir así. Cuando uno está desesperado tiene que pedir. Pero de a poco tiene que ir conquistando la confianza esa oración. Y también hay que pedir la gracia de la confianza, porque es un don.

Y yo creo que el Señor se interesa por todo. Él sabe lo que necesitamos, sabe antes de que se lo pidamos. Pero quiere y le gusta que se lo pidamos; le encanta. Se siente bien cuando nosotros vamos y le pedimos.

Porque el Señor sabe que nos cuesta pedir porque somos orgullosos, y cuando vencemos ese orgullo y aprendemos a pedir, entonces Dios se hace chiquitito y se nos agranda el corazón.

El Señor escucha, siempre es cercano al corazón humilde y que sabe confiar.

En la condición humana siempre hay momentos que son “inoportunos”. Pero en el mundo de la oración no hay de estos momentos. Cuando tiene usted fuerte tentaciones tiene que orar, para ser fiel. Para que se manifieste mejor, mejor dicho, el amor fiel de Jesús.

Cuando usted tiene enfermedades que lo someten, que le producen miedo; es el momento oportuno para ejercer la confianza en la oración. Cuando usted está por hacer una empresa, una tarea valiosa, es el momento oportuno para orar. Cuando usted no sabe como educar a sus hijos, como hacer con tal situación, es el momento para orar. Cuando usted no puede dormir durante la noche, porque se desvela, porque hay preocupaciones, es el momento oportuno para orar. Cuando usted está haciendo su comida en su casa, está trabajando, es el momento oportuno para orar. Cuando va de viaje es el momento oportuno para orar.

Hay que saber que todo momento es oración par el cristiano, porque toda la vida del cristiano es oración. La oración es la vida del corazón nuevo. Así dice el CIC. Orar es despertar la memoria del corazón.

Recordar; Cordis en latín es corazón, Rec, es volver, o sea hacer volver a hacer latir el corazón, contemplando lo vivido. Orar no es sólo recordar a Dios, sino también los modos en que Dios fue fiel en mi vida. El que ora siempre tiene la posibilidad de volver a ver, a rumiar. A volver atrás, para agradecer, para admirar. Para, que recordando los momentos en los que el Señor lo acompañó, iluminar el presente con la oración.

Unir el pasado y el presente en actitud de agradecimiento y de confianza, para despertar un nuevo momento de la confianza. Así es la vida, vamos de gracia en gracia. De fidelidad en fidelidad. Recuerde ahora cuando usted pidió. ¿Cómo se le concedió? ¿Cómo pidió?; ¿De qué manera?

Poner el alma en común es poner la obra del Señor en común, porque s un don vivir de la fe.