16/05/2025 – El padre Javier Rojas y Paula Torres invitaron a descubrir a la decepción como una herida que puede abrir paso a la verdad. “Todos hemos sentido decepción. Por alguien en quien confiamos. Por decisiones que tomamos y no resultaron. Por descubrir que no somos lo que esperábamos ser. La decepción, cuando toca el alma, no solo duele: descoloca, enfría, endurece. Pero también puede ser un umbral. Una frontera desde la cual podemos crecer hacia una vida más verdadera, más libre, más nuestra. Hay decepciones que nos visitan desde fuera, como una herida que no pedimos. Pero también hay decepciones que llevamos dentro, como una traición a nosotros mismos. La decepción tiene muchas voces: «no eras quien creí», «no cumpliste lo que prometiste», «te fallé», «no estoy siendo quien quería ser». Y sin embargo, todas esas voces pueden convertirse en oración si no nos defendemos de ellas, si las dejamos hablar con honestidad”, indicó el sacerdote.
“A veces la decepción revela que habíamos puesto demasiadas expectativas en otros. Esperábamos fidelidad, coherencia, cercanía y nos topamos con sus límites. Nos duele, y nos cuesta aceptar que el otro no sea como lo imaginamos. Pero esa caída de la imagen puede abrirnos a un vínculo más real, más libre, más humano. Jesús también fue decepcionado: por Pedro, por Judas, por los discípulos que se durmieron. Y sin embargo, siguió amando, sin negar su dolor. Su amor no era ingenuo, sino maduro. Sabía de qué están hechos los corazones humanos. Otras veces la decepción viene desde afuera: decepcionamos a los demás. Quizás sin querer. Quizás porque no pudimos sostener el ideal que esperaban de nosotros. En el intento de agradar, muchas veces dejamos de ser nosotros mismos. Nos volvemos el reflejo de lo que otros esperan. Pero llega un momento en que ya no podemos seguir sosteniendo una imagen. Y al soltar, algunos se decepcionan. Pero a veces, decepcionar es el precio de comenzar a vivir con integridad”, sostuvo Rojas.