22/09/2023 – En Lucas 8, 1-3 aparece la condición discipular con la que Jesús llama a algunos para que lo acompañen en el camino. Estos son los doce y algunas mujeres, que también se suman a la marcha del peregrino de Nazaret. Es la condición discipular la que queremos rescatar.
Jesús recorría las ciudades y los pueblos, predicando y anunciando la Buena Noticia del Reino de Dios. Lo acompañaban los Doce y también algunas mujeres que habían sido curadas de malos espíritus y enfermedades: María, llamada Magdalena, de la que habían salido siete demonios;Juana, esposa de Cusa, intendente de Herodes, Susana y muchas otras, que los ayudaban con sus bienes. San Lucas 8,1-3
Documento de Aparecida:
La alegría del discípulo es antídoto frente a un mundo atemorizado por el futuro y agobiado por la violencia y el odio. La alegría del discípulo no es un sentimiento de bienestar egoísta sino una certeza que brota de la fe, que serena el corazón y capacita para anunciar la buena noticia del amor de Dios. Conocer a Jesús es el mejor regalo que puede recibir cualquier persona; haberlo encontrado nosotros es lo mejor que nos ha ocurrido en la vida, y darlo a conocer con nuestra palabra y obras es nuestro gozo.
Ser discípulo es aprender a encaminar nuestra vida en la vida del maestro. En el Evangelio vemos cuando los discípulos dicen “Maestro, ¿dónde vives?” “Vengan y vean” responde Jesús. Ellos compartieron todo el día con él y después de esto dijeron “Hemos encontrado a Mesías” Lo pueden afirmar porque lo vieron actuar, vivieron con él.
Una vida que se quiere encontrar con el maestro, que tiene la experiencia de haber vivido con el maestro, ahí nace el discipulado, está la clave.
Si no hay una experiencia de palpitar con del maestro, de latir con su sentimiento pueden ser discípulo de vida pero no con el fundamento de radicalidad y la expresión de aprender a vivir como él vive.
Lo particular de este evangelio está en que no solo los doce estaban con él sino también las mujeres quienes habían sido sanadas. No solo lo habían escuchado sino que habían experimentado en carne propia lo que era tener al Mesías en su propia vida.
Esto marca una diferencia porque en ese momento de la historia las mujeres no podían seguir a un maestro, ellas vivían totalmente marginadas y sometidas. Esto debe haber chocado a las personas de esa época. Parte de estas mujeres fueron testigos de la Pascua de Cristo.
En una época de marcado machismo, la práctica de Jesús fue decisiva para significar la dignidad de la mujer y su valor indiscutible: habló con ellas (Cf. Jun 4, 27), tuvo singular misericordia con las pecadores (Cf. Lc 7,36-50; Jun 8,11), las curó (Cf. Mc 5, 25-34), las reivindicó en su dignidad (Cf. Jun 8, 1-11), las eligió como primeras testigos de su resurrección (Cf. Mt 28, 9-10), e incorporó mujeres a al grupo de personas que le eran más cercanas (Cf. Lc 8, 1-3).
La figura de María, discípula por excelencia entre discípulos, es fundamental en la recuperación de la identidad de la mujer y de su valor en la Iglesia. El canto del Magnifica muestra a María como mujer capaz de comprometerse con su realidad y de tener una voz profética ante ella.
Urge valorar la maternidad como misión excelente de las mujeres. Esto no se opone a su desarrollo profesional y al ejercicio de todas sus dimensiones, lo cual permite ser fieles al plan originario de Dios que da a la pareja humana, de forma conjunta, la misión de mejorar la tierra. La mujer es insustituible en el hogar, la educación de los hijos y la transmisión de la fe. Pero esto no excluye la necesidad de su participación activa en la construcción de la sociedad. Para ello, se requiere propiciar una formación integral de manera que las mujeres puedan cumplir su misión en la familia y en la sociedad.
El rol de la maternidad es un rol insustituible. Sumando esto en que en el camino de la fe se puede asumir gracias a la presencia de la mujer.
El evangelio nos invita a revisar el discipulado. Lo fundamental es vivir el discipulado, experimentar de cerca la vida de Cristo, no hacerlo de oída sino con una profunda convicción.