La entrada triunfal de Jesús en Jerusalén

sábado, 9 de abril de 2011
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Dolor, sentimiento y confusión porque por mis pecados va el Señor a la pasión, demandar en la pasión dolor con Cristo doloroso, quebranto con Cristo quebrantado, lágrimas y pena interna de tanta pena que Cristo pasó por mí. Esta es la expresión que introduce en el sentido de la tercera semana de los Ejercicios, donde vamos a contemplar la pasión y la muerte de nuestro Señor Jesucristo, Vamos a entrar con él en Jerusalén a partir de hoy y empezamos a seguir los pasos que hacen al lugar donde Jesús va a entregar la vida por nosotros. Es por Amor que el Señor lo hace y es desde el Amor donde somos invitados en el conocimiento interno de nuestro Señor Jesucristo a hacernos a esos sentimientos de dolor de pena, de confusión, que brotan de descubrir que es por mis pecados que el Señor va a la pasión y demandar en esta oración de preparación interior en la pasión, dolor con Cristo doloroso, quebranto con Cristo quebrantado, lágrimas y pena interna de tanta pena que Cristo pasó por mí. Ingresamos a la tercera semana de los Ejercicios de San Ignacio.

 

Oramos pidiendo la gracia para este día.

Tu presencia Señor camino a la cruz, entrando a Jerusalén sobre tu burro, el pueblo que te aclama y te reconoce como Señor en el canto de los jóvenes que levantan sus palmas para bendecirte y alabarte. Nosotros con mucha sencillez queremos llevar lo mejor de nosotros mismos en esta mañana para bendecirte, adorarte, alabarte, dar lo mejor de lo nuestro en presencia tuya. Con sencillez queremos ofrendarte Señor lo que somos y lo que tenemos para que en ese lugar de la vida que se ofrenda, podamos reconocerte en tu señorío. Amén

 

A María que reina en la paz de nuestros corazones, a San José su esposo y a Ignacio de Loyola con quien vamos recorriendo este camino de los ejercicios espirituales, les confiamos nuestro compartir de esta mañana.

 

Estamos entrando en la pasión y muerte de nuestro Señor Jesucristo en la tercera semana de los ejercicios, en la semana que pasó hemos hecho mención a la elección que Dios ha puesto en nuestro corazón para reforma y elección de vida, para transformación en el camino, para conversión podríamos decir también. Comienza el tiempo de la confirmación de lo elegido, algo de esto estuvimos diciendo en el día de ayer cuando hablamos acerca del discernimiento de espíritu y de las mociones diversas que el espíritu pone en nuestro corazón para que aquellas que han ido despertando en el encuentro con el Señor, diversos sentidos y orientaciones en nuestra vida sean verdaderamente incorporadas en camino de transformación de la vida, Dios viene a confirmarlas. Empezamos el tiempo de la confirmación de las mociones, en términos de discernimientos estamos en esa etapa, y pedimos una gracia especial para esta tercera semana, que es entrar en sintonía con el dolor de Jesús en la cruz, dolor, sentimiento y confusión porque por mis pecados va el Señor a la pasión.

 

Es muy importante elegir la cruz con la que vamos a orar, si la tenemos colgadita, la bajemos para que esté cerca nuestro, si la llevamos en el pecho, la pongamos delante nuestro en la oración porque contemplando el misterio de la cruz vamos a descubrir que es verdad aquello que Pablo ha dicho en Gálatas 5-20 “El me amó y entrego su vida por mí”.

 

El Evangelio de Marcos del 1 al 11, dice así:

 

“Cuando se aproximaban a Jerusalén, estando ya al pie del monte de los Olivos, cerca de Betfagé y de Betania, Jesús envió a dos de sus discípulos, 
diciéndoles: "Vayan al pueblo que está enfrente y, al entrar, encontrarán un asno atado, que nadie ha montado todavía. Desátenlo y tráiganlo; 
y si alguien les pregunta: "¿Qué están haciendo?", respondan: "El Señor lo necesita y lo va a devolver en seguida""

Ellos fueron y encontraron un asno atado cerca de una puerta, en la calle, y lo desataron. Algunos de los que estaban allí les preguntaron: "¿Qué hacen? ¿Por qué desatan ese asno?" Ellos respondieron como Jesús les había dicho y nadie los molestó. Entonces le llevaron el asno, pusieron sus mantos sobre él y Jesús se montó. Muchos extendían sus mantos sobre el camino; otros, lo cubrían con ramas que cortaban en el campo. Los que iban delante y los que seguían a Jesús, gritaban:

"¡Hosana! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Bendito sea el Reino que ya viene, el Reino de nuestro padre David! ¡Hosana en las alturas!".
Jesús llegó a Jerusalén y fue al Templo; y después de observarlo todo, como ya era tarde, salió con los Doce hacia Betania. Palabra del Señor

 

 

En el texto se continúa con la maldición sobre la higuera estéril, después sobre la expulsión de los vendedores en el templo. En los paralelos, en Mateo y Lucas, ocurre algo semejante. En Juan también Jesús aparece vinculado al templo, es más llega para una fiesta específica dice Juan, es el que precisa la fecha a la llegada de Jesús. Tiene lugar en el día siguiente a la unción en Betania que tuvo lugar seis días antes de la Pascua. El vínculo de Jesús con el templo, la expulsión de los mercaderes, la higuera estéril que no da fruto y que Jesús maldice para que definitivamente quede en esa condición, indican que la llegada de Jesús a Jerusalén está marcada por un sentido de purificación. Jesús viene definitivamente a restaurar el orden que hacía falta para que el nuevo tiempo comenzara. El tiempo del nuevo templo que es el mismo Jesús. El sentido mesiánico del ingreso de Jesús en Jerusalén en Juan termina con la purificación del templo que pone en sintonía con el comienzo de la vida pública de Jesús que también lo hace allí y al final también Jesús aparece señalando que si se destruye ese templo él lo va a reconstruir en tres días, hablaba de él como templo. Esto nos indica todo un sentido a nosotros los ejercitantes ignacianos, la llegada de Jesús a esta hora de nuestros ejercicios, indica que para el camino de la elección y la confirmación de la elección Dios quiere purgar, purificar, y todo el ejercicio está orientado en esta línea. Los ejercicios son para ratificar la elección ya hecha, o para elegir y en la elección ir siempre rectificando la elección hecha, eso es un proceso de purificación interior.

Jesús ha venido y está entrando también en el vínculo con nosotros a nuestra vida con este sentido, viene a poner las cosas en su lugar, viene a purgar y a limpiar, a purificar, a reorientar, a re significar, todo esto tiene que ver con el sentido del encuentro de hoy para nosotros. El que entra es un rey humilde, como ha sido proclamado en las profecías del Antiguo Testamento, pero en la humildad de su reinado viene a establecer un nuevo orden, Jesús de Nazaret es el nuevo templo de Dios, el nuevo lugar que Dios ha elegido para el encuentro definitivo con el hombre. El templo es un espacio donde el cielo y la tierra se unen para que podamos adorar y bendecir a Dios desde una respuesta humana, iniciativa que Dios tiene cuando viene a nuestro encuentro. Ahora el lugar yo no es un lugar físico, es una persona, es Jesús de Nazaret. En él se produce el encuentro definitivo entre lo humano y lo divino. Para que nosotros podamos verdaderamente terminar por orientar nuestra vida en un sentido como Dios la quiere, y esto es justamente la razón de ser de los ejercicios, el encuentro con Jesús viene a liberarnos definitivamente de toda carga con la que hasta acá hemos llevado mal el peso de la vida para que podamos ajustar nuestra vida en opción y en elección al querer de Dios. Por eso es confirmatorio el camino de opción que hacemos en Cristo en la tercer semana, el ejercitante comienza a recibir gracia de confirmación, No es que haya que sellar un pacto de alianza con Dios con la firma de un tratado de compromiso sino sobre las gracias ya recibidas, recibir gracia de confirmación en los mas hondo del corazón. De eso se trata.

La consigna que tenemos para hoy: ¿en que aspecto de tu vida Dios viene a poner las cosas en su lugar, qué necesita Dios purificar, qué necesita Dios re significar en tu vida, dónde ha venido a poner una luz nueva y cómo esperas que Dios confirme, qué tiene que confirmar Dios de todo el camino que has recorrido de los ejercicios hasta aquí? Estamos preguntando por la gracia de elección con la que Dios va obrando en tu corazón y en tu vida y cómo en estos tiempos Dios necesita seguir trabajando en tu vida para orientarla y confirmar la orientación que él ha venido a traer. Eso tiene que ver con la reforma de la vida, con la purificación, con la transformación de la propia historia.

 

Llama la atención la expresión que utiliza Jesús indicándole a los discípulos por dónde ir a buscar lo que hace falta para que el entre a Jerusalén y cumplir así con las profecías, vayan y desaten el asno que está atado en el pueblo y tráiganlo y si alguien les pregunta le dicen el Señor lo necesita, los que estaban alrededor preguntaron ¿qué están haciendo? Y ellos dijeron lo que Jesús les había indicado. Qué es lo que hay detrás de la indicación de Jesús, la acción de los discípulos, la pregunta que hacen los que rodean la imagen, y el silencio frente a semejante acción: el Señorío de Jesús. Impacta en toda la presentación que hace el evangelio del ingreso de Jesús sobre Jerusalén para poner las cosas en su lugar, para purificar, para limpiar, para establecer la nueva condición de encuentro – el mismo Jesús – como dice Juan, el que viene a establecer el nuevo orden. Es el señorío de Jesús, por eso nuestra opción de vida no es una opción de un orden nuevo o de una purificación, de un sentido nuevo de las cosas desde nosotros mismos por propia voluntad sino en función de ir encontrando el señorío de Jesús en ese nuevo orden y en este punto cuando uno entra en contacto consigo mismo – vergüenza y confusión de mi mismo – como hablamos en la primera semana, es mas importante trabajar el señorío de Jesús que lo mucho que le falta a mi vida para encontrar desde donde poner todas las cosas en el lugar donde tienen que estar puestas. Nos pasa que cuando encontramos algún espacio en nuestra vida en lo físico, la habitación, la casa, la alacena, el cajón de los cubiertos, cuando en cualquier lugar de la casa encontramos desorden o adentro nuestro, en las ideas, en los afectos, en la voluntad que no nos alcanza para sostener los compromisos que tenemos, Cuando tenemos esa mirada decimos ¿por dónde comienzo, por dónde empiezo? Yo quería proponerte en esta mañana empezar por el señorío de Jesús, empezar por este lugar, empezar por ponerlo al Señor en el centro.

Yo contaba alguna vez, como la vida a veces es una madeja, como cuando uno va a pescar y se le enreda la tanza, uno dice dónde estará la punta para empezar a desenredar este lío que se me armó acá. Solamente cuando encuentra la puntita empieza a desenredar la madeja. En la vida también, para hacer una buena opción y elección de vida hay que encontrarle la punta al ovillo, y la punta del ovillo es el señorío de Jesús, allí está la posibilidad de empezar a poner las cosas en su lugar. Comenzar a trabajar sobre cada cosa puesta en su lugar, en su tiempo y forma. Porque el otro movimiento que nos sale es el de la desesperación, el arrebato, pero empecemos, una vez descubierto cómo y por dónde los ejercicios Dios nos invita a trabajar en nosotros para una nueva opción, una nueva elección, una rectificación, un trabajo de reordenamiento de la vida, comencemos con Jesús que entra en Jerusalén, que viene a nosotros por el señorío. En el señorío de Jesús está la posibilidad de poner las cosas en su lugar.

 

En el evangelio de Lucas, el caminar de Jesús tiene un sentido de peregrino a Jerusalén en el Espíritu Santo. Al comienzo de Lucas esta el templo, lugar donde Jesús desarrolla la parte más central e importante de su infancia. Es alrededor del templo donde aparecen los acontecimientos mas significativos de la vida de Jesús también es al final de su vida en el templo donde todo viene a ponerse en su lugar. Tanto en Lucas, como en Mateo, Marcos y Juan hay un sentido de la entrada de Jesús en Jerusalén para terminar de poner las cosas en el lugar en que Dios las quiere poner y esto va a resultar de la Pascua de Cristo.

Hoy aparece Jesús en camino a Jerusalén montado sobre un asno y también viene sobre nosotros como un templo para confirmar lo que ha venido haciendo en estos días para poner las cosas en su lugar como Dios quiere que sean pero hay un estilo y un modo de Jesús de hacer esta tarea. Un primer modo que descubrimos del tipo de orden que Jesús viene a establecer es con humildad, con sencillez, no aparece con triunfalismos Jesús, va montado sobre una borrica, una asna, este es el signo de la simpleza, de la sencillez, de la humildad de Jesús. Es otro rasgo, es sencillo el modo como Jesús pone las cosas en su lugar, no es con estridencias, no es a los golpes, no es a los cachetazos, si es con firmeza: vayan y díganles el Señor lo necesita. No hay violencia, nadie siente que es violentado en el momento en que el Señor ejerce su señorío, en este caso tomando este asno sobre el cual va montar. Hay mucha contundencia y consistencia sobre Jesús, que sea sencillo, que sea humilde, que sea sin estridencias no quiere decir que no sea firme y contundente. Hay un paso decidido de Jesús, él lo va a decir mas adelante cuando le digan que le quitan la vida, “a mí nadie me quita la vida, yo he venido a entregarla, yo he venido a ofrecerla” hay determinación en el modo de poner las cosas en su lugar pero por sobre todas las cosas está el amor al Padre que lo lleva sobre ese lugar y termina de expresarlo Jesús en la ofrenda de su vida, en la pasión y muerte cuando le dice al Padre en el Getsemaní, que si fuera posible que pase de él este cáliz pero que en realidad todo su querer, toda su voluntad está en vivir según el amor del Padre, “que se haga tu querer, Padre” “Que tu amor se viva en mí y yo pueda permanecer en él” Estos rasgos que hacen al estilo del nuevo orden que Jesús trae puede ayudarnos a nosotros a la hora de afrontar nuestro trabajo interior y exterior de poner las cosas en su lugar, con humildad, con sencillez, con contundencia, con firmeza, con determinación, con decisión.

 

Contemplemos la imagen juntos, te invito a que entremos en la escena y como si estuviéramos presentes como humildes servidores ver todo lo que acontece. ¿Qué ocurre aquí? Jesús va con los discípulos caminando a Jerusalén y se detiene. En su detener les dice vayan al pueblo y busquen un asno. Los discípulos nosotros los contemplamos sorprendidos, un asno, de dónde lo sacamos, con que lo pagamos – podríamos suponer que están preguntando, tráiganlo sin pagar nada dice Jesús y si alguien les pregunta díganle: El Señor lo necesita. A mi me llama la atención que los discípulos vayan guiados por este “el Señor lo necesita” el señorío de Jesús  opera sobre el corazón de los discípulos, trabaja también con el asno que está allí esperándolo para ser montado por el mismo Señor y a la pregunta de los que dicen, ¿qué hacen? ellos responden como el Señor lo indico: el Señor lo necesita.

En este lugar me detengo, me detengo porque me toma el corazón, me detengo en la imagen, humilde, sencilla, pobre, decidida, firme, al mismo tiempo digna de Jesús y su señorío, me quedo con ella y la contemplo comparándola con otros señoríos con los que se opera en el mundo, desde la altanería – que a veces también es la mía – mi modo de obrar desde la dureza, desde la imposición, desde el lugar del ejercicio de la autoridad sin el peso propio específico de quien la ejerce sino apoyado más en los galones que lo representan que en la autoridad que nace de la coherencia de vida, me cuestiono, cuestiono la autoridad, cuestiono el señorío del mundo, me dejo atrapar por el estilo de Jesús, que me gane el corazón, me quedo en la imagen, la gozo, la disfruto, la contemplo, la veo una y otra vez, vuelvo a repasarla, no hay violencia en ese señorío, no hay estridencias, no hay durezas, hay posición tomada, hay determinación, hay firmeza, hay sencillez, hay mucha consistencia en el estilo de Jesús, y en ese lugar me quedo y con ello voy rumiando interiormente, comparo con otro texto: “todos se admiraban con la autoridad con la que hablaba” y lo confronto con aquel que Jesús dice de los fariseos: “atentos porque ellos dicen pero no hacen” que en ustedes no sea así, y me doy cuenta que la firmeza en Jesús está en la palabra hecha carne, que es el misterio de la consistencia de la palabra hecha vida, hecha carne y recuerdo aquel texto donde Jesús dice, ustedes cuando construyan sobre roca háganlo así, escuchen la palabra y pónganla en práctica, se dan cuenta el valor que tiene, la fuerza de la palabra cuando gana mi corazón y se explaya, se desarrolla en la praxis de todos los días.

Le digo a Dios que renueve en mí el corazón desde el servicio porque también cuando veo la autoridad con la que Jesús opera en su señorío en este momento de poner las cosas en su lugar en Jerusalén y en mi vida, noto que es por el camino de la caridad, por el camino del servicio. Es por el camino de la entrega y de la ofrenda de la vida. Siento que el Señor se me está entregando de nuevo, siento que en lo más profundo de mi ser, Jesús – una vez mas- dice yo he venido a dar la vida por vos, y en ese decir de Jesús tocando lo mas profundo de mi corazón me quedo, desde ahí contemplo y gozo y entiendo lo que Pablo dice cuando sostiene “él me amó y entregó su vida por mí”, lo vivo en carne propia, no me resulta extraño. Me resulta realmente cercana la palabra de Gálatas 5-20, son mías también, y ahora en este momento de la oración sencillamente, contemplo, observo, veo como una vez mas Jesús trabaja el señorío en estas dimensiones que antes había visto, la humildad, la sencillez, la consistencia, la firmeza desde el amor de Dios, la determinación y la decisión, me pregunto cuál de todas estas características virtudes del modo de ordenar de Jesús necesito más. Cuáles son las que Dios mas quiere confirmar en mi corazón y me quedo con la que más siento que me trabaja. Contemplo, observo y hablo después de haber escuchado, después de haber sido interpelado, y en ese hablar posiblemente en un momento determinado me gane el silencio y en el silencio me deje guiar por la pedagogía de Jesús que conduce más allá de las palabras. Que sea  su presencia la que guía por encima de lo que dice, y allí me detengo, allí me quedo y en ese quedarme me dejo atrapar por el amor de Dios que viene una vez mas – en este caso – a mi encuentro para confirmarme en aquello que viene diciendo a lo largo de todos estos días, que en mi vida hace falta esta determinada reforma, este determinado modo de comenzar a reelegir o a elegir definitivamente un camino en él.

 

Nos encontramos el lunes para compartir nuestra catequesis de todos los días.