La esperanza no defrauda

martes, 22 de octubre de 2024

22/10/2024 – El evangelio de Lucas nos presenta esta dimensión de libertad con la que el Señor nos quiere para aligerar la marcha. El motivo es el tesoro grande que nos promete, de modo que nada de lo que retengamos es comparable con su reino. No tengan miedo, Él quiere lo mejor para nosotros. No busquemos seguridades en las cosas recibidas o conquistadas sino sólo en lo que Él nos da y con lo que nos bendice.

Jesús dijo a sus discípulos: “Estén preparados, ceñidos y con las lámparas encendidas.
Sean como los hombres que esperan el regreso de su señor, que fue a una boda, para abrirle apenas llegue y llame a la puerta.¡Felices los servidores a quienes el señor encuentra velando a su llegada! Les aseguro que él mismo recogerá su túnica, los hará sentar a la mesa y se pondrá a servirlo.¡Felices ellos, si el señor llega a medianoche o antes del alba y los encuentra así!” San Lucas 12,35-38


El Señor pide a sus discípulos, y a nosotros también, que estemos preparados, que estemos listos. Yo creo que uno nunca se termina de preparar del todo, que siempre hay cosas para mejorar, que todo depende de la manera en la que esperamos la venida del Señor a nuestra vida, del modo en que dejamos que Él actúe en nuestro corazón. Así que, para tener una buena preparación, es bueno tener unas actitudes que ahora te sugiero y que quizás te puedan ayudar en tu oración de este día martes.

En primer lugar, prestá atención. Qué bueno detenernos en esto de la atención porque lo peor que nos puede pasar es vivir distraídos. El distraído vive pensando en otras cosas, con la cabeza en otro lugar. ¿Te has puesto a pensar cuántas veces hacés las cosas así, con la cabeza en otro lado, sin prestar atención? Fijate cómo a veces se nos pasa el tiempo: ya estamos casi a fines de octubre, ya casi se termina el año y a lo mejor recién estás empezando a caer en la cuenta. Es que el tiempo es relativo cuando uno está atento pero también es relativo cuando uno vive distraído. ¿Te acordás cuáles fueron tus propósitos de principio de año, allá por los primeros meses? ¿Cuáles fueron tus metas, qué cosas te prometiste que ibas a trabajar de tu carácter de tu forma de ser? ¿En qué aspectos querías mejorar tu vida espiritual o tu relación con los demás? Bueno, Dios siempre nos da una oportunidad de hacer una revisión, pero con misericordia por favor. No te castigues si no pudiste alcanzar las metas todavía. Lo que sí, empezá a prestar atención. No hagas las cosas a medias o pensando en otra cosa. Yo sé que es difícil cuando el mundo te quiere llevar por delante, con lo acelerado que estás, cuando tus tiempos no son lo de los demás. Pero, pará un poco. Aunque sea unos minutos al día, pará y acordate de Dios. Poné empeño en vivir lo que te toca porque, si solamente te preocupás del futuro, ahí te va a comer la ansiedad. Hacé el esfuerzo por tratar de descubrir la presencia de Jesús en lo que te toca vivir hoy, pensalo un poco: ¿dónde lo estás descubriendo a Dios? ¿Qué cosas hoy te están distrayendo? ¿Qué te distrae en tu matrimonio, con tus hijos, con tus amistades, en el trabajo, en el estudio, en la oración? Cuántas veces nos hacemos malasangre, nos preocupamos demás o nos come la angustia por cosas que, en el fondo, terminan siendo accesorias. Distraerte es sacar la mirada de aquello que te tenía que importar. Por eso, hoy, ¿estás corriendo la mirada de lo más importante?

En segundo lugar, no te quedes con los brazos cruzados. Es el caso de la Palabra de hoy también. Parte del “estén preparados” que dice Jesús, tiene que ver con tener capacidad de actuar y con poder hacerlo en cualquier momento. Lo peor que nos puede pasar es perder la motivación, perder el sentido y dejar de buscar la voluntad de Dios. Quedarnos con la cabeza gacha, las manos en el bolsillo, diciendo “bueno, yo soy así, no voy a cambiar a esta altura del partido”. No te canses de la búsqueda, no te desilusiones de la conversión, el cambiar es posible si lo dejás trabajar al Señor. Por eso Jesús hoy te pide que veles, que no te duermas, que no dejes de avanzar. No te conformes con ese famoso “todos son iguales, todos lo hacen, yo también”, no te contentes con la mediocridad, ¡vos naciste para hacer cosas grandes! Ponete metas concretas, chicas, pero cumplibles. En esta semana, en estos días, proponete algo concreto: “bueno, esta semana voy a tener un rato de oración más profundo, aunque sea unos minutos más”; “voy a tener un momento de adoración eucarística, voy a tratar de ir a misa, voy a tratar de confesarme”; “voy a hacer el esfuerzo de hacer una visita a esa persona que hace mucho que no veo”; “voy a prestar atención en la mesa”. Bueno, cuántas cosas uno puede hacer, eh. Sé creativo para el bien, empezá a colaborar con Dios para que el Señor vaya trabajando en tu corazón.

En tercer lugar, confía y hacé espacio para Dios. Prepararnos bien significa también abrir nuestro corazón y dejar que Dios actúe en nuestra vida. A veces queremos controlarlo todo, pero nos olvidamos que es Él quien guía nuestro camino. Cuando te cuesta, cuando sentís que todo va mal, recordá que Jesús siempre está a tu lado, listo para ayudarte a seguir adelante. No te preocupes de más, confiá en que el Señor está obrando en vos y en los tuyos, aunque no lo veas en el momento. La clave es confiar, dejarle lugar a Dios, y permitir que sea Él quien transforme tu vida.

Así que hoy, prestá atención, no te quedes quieto, y confiá en el Señor. Que este día sea una oportunidad para estar más cerca de Dios y de los demás, y para seguir creciendo en tu fe. ¡Ánimo, el Señor está con vos!