La fe como piedra fundamental del encuentro con Jesús

viernes, 22 de agosto de 2008
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“Sin fe es imposible agradar a Dios”

Hebreos 11, 6

“Yo hago todo lo que al Padre le agrada”, dice Jesús.

Desde el comienzo de su ministerio, el Señor invita a vivir en esta clave a todos los que e acercan a Él, pide que crean y que con este creer agraden a Dios, despierten el encuentro con Él despierten al encuentro con El desde la fe como respuesta de amor a la iniciativa con la Dios en Cristo ha venido a hacerse uno de nosotros, a confundirse con uno de nosotros menos en el pecado para mostrarnos cuánto nos ama. hasta la misma muerte, lo más doloroso del ser humano, es incorporado en la persona de Jesús, es enfrentado por Jesús para que nos animemos a vivir la vida toda y también la muerte con Él.

Y como respuesta a este vivir con Él está la fe. Es una condición indispensable para entrar en contacto con el misterio del Reino de Dios con el que Jesús viene a proclamar el nuevo orden del mundo nuevo que se está gestando.

Cuando Jesús cura corporalmente, o cuando realiza milagros “en los signos”, como le llama Juan, la fe es la que obtiene estas acciones de transformación, estas acciones de milagros, signos, con los que el Señor actúa.

Los apóstoles entienden esto, y en Hechos 16,31 encontramos esa expresión que viene del encuentro con Jesús y que ha dejado una huella en el corazón de la comunidad apostólica que prolonga la obra de Jesús. “Si crees en el Señor serás salvo”. Es una condición indispensable, la fe, y necesaria para vivir en esta gracia, en esta gracia de comunión, de amor, de transformación, de plenitud.

Ser salvado es mucho más que salir de un peligro, es haber encontrado el camino de la plenitud donde Dios nos lleva, como dice Ignacio de Loyola, “de más, tras más” intentando descubrir hasta la eternidad misma lo que significa el amor de Dios y la respuesta a este amor de Dios para el encuentro grade de vinculo de alianza que tiene con nosotros.

Sin fe, es imposible este encuentro. La fe es el fundamento de este encuentro.

En la enseñanza de san Pablo se ve cómo esta justificación, esta posibilidad de estar bien fundados en la vida, nuestros proyectos de vida bien sólidos se realizan por medio de la fe y reposa en la fe, porque en Él, dice Pablo, se revela la justicia de Dios, de fe en fe, como dice la escritura. El justo, es decir, el que vive feliz, el bienaventurado vive por la fe.

Justicia de Dios por la fe en Jesucristo, dice el apóstol.

La fe es para la vida toda entendida en plenitud.

El magisterio de la Iglesia lo expresa así. En el Concilio de Trento leemos: “la fe es el inicio de la salvación humana, es el fundamento y la raíz de toda justificación. Sin fe es imposible a gradar a Dios y llegar al encuentro de comunión y alianza (consorcio, dice el texto) con los hijos de Dios, con nuestros hermanos”.

“De ahí que nadie obtuvo jamás esta justificación sin la fe y nadie alcanzará la salvación, la plenitud entera y eterna, sin perseverar en ella hasta el final” dice el Concilio Vaticano I.

Ayer viendo la vida de este hombre maravilloso que ha sido el Padre Pío de Pietrelcina, realmente me admiraba de ver cuánta fidelidad, cuánta confianza. Fidelidad, confianza que nace de un encuentro de amor, que le hace responder en amor sabiendo que Aquel que lo ha amado infinitamente hasta hacerse uno con él, no va a fallarle ni va a estar ausente en su vida aún en los momentos de mayor tribulación, como decía él “ cuando todo se ponía oscuro y de repente el enemigo con su burla, con su seducción, con su acechanza, con sus enfrentamientos, en su infinita lucha venía a querer destruir lo que Dios, en su infinito amor venía construyendo en el alma de todos los que formaron parte de su familia, sus hijos, como de hecho se los ha reconocido y se los reconoce ahora a los que han hecho comino discipular junto a este maravilloso hombre, el Padre Pío de Pietrelcina. Humilde hombre de campo, rústico, lleno del amor de Dios, que desde muy pequeño lo fue formando, haciendo suyo, para que pueda dar respuesta de fidelidad hasta hacerse uno con Jesús en le misterio de la Cruz.

El camino de la fe conduce a esto, a empezar a tener los mismos sentimientos de Cristo Jesús. En la vida del Padre Pío, este tener los sentimientos de Cristo Jesús, le hizo decir al final de su vida “has vivido en mí y yo he vivido en Ti, ahora es tiempo de estar juntos para siempre” Se entiende claramente lo de Pablo en la vida del Padre Pío “ya no soy yo, es Jesús que vive en mí, llevo en mí las marcas de Cristo Jesús” Y en él sí que las marcas de Cristo Jesús estaban fuertemente aún clavadas en su corazón, en lo más íntimo de su ser, que también se expresaba en su propia carne, en las llagas que llevo sobre su cuerpo. El único sacerdote en la historia de la Iglesia de 2000 años, junto con San Pablo dicen algunos, que ha llevado en su cuerpo las marcas de las llagas de Cristo.

El Padre Pío nos muestra un camino de confianza, un camino de fe. No como un hábito, sino como un acto de fe.

Hay que distinguir, y la teología distingue, el hábito de la fe que nos viene como una gracia a través del bautismo, nos reviste interiormente como un hábito, un vestido de fe y esto lo recibimos como un niño; y una cosa es esta gracia puesta en potencia en nosotros y otra cosa es esta potencia actualizada, esta posibilidad virtual hecha realidad concreta por un acto concreto de fe necesario para aquellos que somos invitados a ordenar nuestra vida según este camino.

El acto de fe es un acto de confianza en el que tiene autoridad. En cierto sentido, atenta contra la racionalidad, pero no se puede entender un profundo acto de fe que no sea comprensible, es verdad que no es desde la razón desde donde surge “creo porque creo que lógicamente corresponde que crea”. Justamente, el que cree que lo hace por el oído, no tiene delante de sí lo que pudiera ver para entender, sino que otro que le testimonia lo que está viendo le indica que a esto debe sumarse y que es más que aquello que él ve.

“Felices los que creen sin ver” dice Jesús. Santo Tomás de Aquino al respecto dice: “es más el conocimiento sabio que se adquiere por el ver que por el oír, pero salvo que Aquél que nos invita a escuchar sin permitirnos ver, está viendo algo más que lo testifica su autoridad de lo que nosotros podemos ver, y entonces es más importante lo que se adquiere sabiduría por el oír que por el ver”. Esto es justamente lo que pasa en aquél acontecimiento de la primera manifestación de Jesús a sus discípulos, Él como resucitado, y Tomás ausente.

Tomás dice concretamente ”si no lo veo no lo creo”. El testimonio de los hermanos no alcanzó para que él creyera, pero Jesús cuando le permite ver para que crea igual que los demás, le dice: “ felices lo que creen sin ver”. Por el peso de la autoridad de Jesús, nosotros podemos sin ver, creer; porque no solamente creemos en Dios, le creemos a Dios que es distinto. Parece una distinción semántica, no es un creer en abstracto nuestro, es un creer en concreto.

Es un Dios vivo, y con su Palabra nos visita para hacer actos de fe concretos en la vida concreta. Un acto de fe concreto en la vida concreta hoy Dios te pide, que le creas que es posible tu vida distinta, que le creas que esta situación de vida matrimonial, esta situación de vida familiar, esta situación de conflicto laboral, esta situación que estamos pasando los argentinos ante el nuevo escenario mundial que se presenta y todo lo que se nos ofrece y le podemos ofrecer al mundo y que esta trabado en algunos lugares, le creemos a Dios que Él puede transformarnos.

 “Jesucristo, Señor de la historia: te creemos”, le decimos. No es que creemos en vano, creemos que Vos sos Señor de la historia y metes mano en la historia, creemos que sos Señor, que tenés autoridad, en tu autoridad confiamos. No vemos, pero creemos. Y cuando creemos, nos sumamos a un ver y nos subimos a una sabiduría que es más que surge desde nuestro poco ver y desde la sabiduría que tenemos desde nuestro contacto visual con lo que vemos. Es mucho más.

El que cree, dice Santo Tomás de Aquino, se suma a una sabiduría que cree en Dios, una sabiduría que es más de la que cree por sí mismo, por su propia vista. Esta sabiduría es para ser comprendida, razonada; está llamada a ser entendida.

El acto de confianza que surge de la autoridad de Dios que nos invita a ir detrás de Él, supone siempre de parte nuestra, un acto humano racional de comprensión, de que se trata en algo lo mucho que se esconde el misterio del Dios de la vida. Siempre quedará un marco importante, sombra de oscuridad, de no terminar de comprender de qué se trata, pero también siempre se podrá ir entendiendo, poco a poco, de qué se va tratando. La eternidad nos espera para terminar de comprender lo que por nuestras pocas luces de la razón no terminamos de entender frente a toda la luminosidad del misterio de Dios.

Creamos. Renovemos nuestra fe, la pongamos en acto. Movamos los músculos del creer en lo concreto. Para eso hay que estar atentos al oír de lo que Dios nos pide, y en ese entender lo que Dios nos pide, aunque nos parezca imposible, aunque nos parezca incapaz de entender nuestra naturaleza de entender que puedan ser distintas las cosas, ir por ese lugarcito por donde Dios nos va conduciendo.

San Juan de la Cruz, en la noche oscura de la fe, cuando escribe la llama del amor vivo, está encarcelado. En un momento determinado, sus hermanos que lo han encerrado, se distraen y él logra escapar. Cuando va escapando de aquél lugar, se encuentra con que no sabe adónde ir porque es un lugar que desconoce y de repente, encerrado en un claustro grande de un convento, aparece un perro. Y el perrito, entiende él, es el lazarillo que Dios le ha puesto para sacarlo. Así fue. El perrito encontró un huequito por donde salir de las paredes de ese convento y detrás de él fue San Juan de la Cruz.

¿Qué quiero decir con esto? Que siguiendo el indicio más sonso, si se quiere, si uno lo hace en discernimiento y entendiendo que por ahí se abre un camino, después puede venir mucho más de lo uno se imagina.

Pero hay que escuchar. Hay que escuchar en fe. Y hay que discernir, entre el sentir interior y los signos externos se da este discernir lo que Dios dice y seguir, es un acto de confianza que al principio es chiquito, y después Dios muestra cuán grande se hace el camino. A la medida nuestra Dios nos guía y nos conduce.

San Juan de la Cruz, en aquel momento decía “ y ahora por dónde” y de repente, esta pregunta que surgió de su corazón, le mostró un perro al lado suyo, un lazarillo que le mostraba un “por dónde”.

El camino de la fe es así. Te invito a renovar tu fe.

El acto de fe se hace desde el corazón, la razón entiende los motivos que el corazón recibe como revelación del misterio de la fe. Operan allí en la voluntad particularmente, el acto de fe, de confianza, de adhesión, es frente a un amor que se revela; es decir, no adherimos a una verdad abstracta, detrás de la revelación del amor de Dios, todas las verdades acerca de Dios racionalmente comprensibles, comienzan a poner luz en el camino y hacen que nuestra voluntad sea guiada por esta luz que nos va conduciendo por entre las oscuridades propias de la vida.

Es un encuentro en el amor, un encuentro con el Dios vivo, cuando descubrimos cuánto Dios nos ama, la respuesta de la fe brota de un corazón que adhiere a ese amor.

Es un encuentro de alianza de amor el acto de fe. La iniciativa la tiene Dios, Él y su Amor, testimoniado casi siempre, reflejado en un testigo que nos habla de ese amor.

Los primeros cristianos se fueron uniendo a la comunidad de los doce solo por un motivo, ellos decían: “cómo se aman, cuánto se aprecian, cuánto amor hay en ellos” y esto era lo que atraía.

El amor es el que atrae. El amor que es experiencia de Dios en medio de nosotros. El Dios vivo, dice san Juan es Amor.

Cómo es Dios, quién es Dios, Dios es amor, y la vivencia de Dios Amor en medio nuestro es el que atrae.

Esa atracción de Dios Amor viene a traer luz y a poner claridad desde las verdades de fe que Él revela, ilumina nuestra inteligencia, nuestra razón y ordena nuestra vida inteligente como ningún otro ser de la tierra, para que desde esa luz de la fe podamos notros encontrar el camino.

Son verdades objetivas las que Dios revela. El acto de fe, es un acto subjetivo, surge del corazón, de la voluntad que adhiere a una voluntad que se revela y que trae luz.

Puede ser por presencia de sanidad, puede ser por despertar la inteligencia lo que trasciende, puede ser sencillamente porque se entiende esto que no se entendía de la vida. Puede ser porque después de una situación de mucho sufrimiento salimos a flote por la experiencia de este Dios que rescata, que nos salva.

Los caminos a través de los cuales Dios se revela, se presenta, muestra su amor, son tan diversos como diversa es nuestra propia existencia. Tantas historias del amor de Dios cuanto hombre que quiere y adhiere a ese amor pisando sobre la tierra.

Este acto es un acto subjetivo de parte nuestra, pero Dios viene con luces que son para todos. Éstas luces que son para todos les llamamos verdades objetivas a las que Dios nos invita a creer.

La fe cristiana, encarnada en la Iglesia católica, ha construido en estos dos mil años, un modo de profesar la fe en la verdad revelada por Dios, a través de lo que llamamos el símbolo de la fe, o el Credo.

En el credo está todo el contenido de la fe a la que somos llamados a adherir. Sin embargo, este contenido de fe, solo puede ser aprendido cuando nosotros respondemos en las cosas de todos los días aquello que profesamos en la fe que tenemos. Y el camino a través del cual esa adhesión se da, es por un encuentro constante, renovado, permanente de Dios particularmente a través de la oración y la caridad. Por eso la insistencia de orar incesantemente.

Puede ser la oración del rosario, la más amada decía el Padre Pío o Karol Wojtila, o por muchos de nosotros esta muy querida oración; o puede ser otra oración, como era la del peregrino ruso “Señor Jesús, ten piedad de mí, soy un pecador” que estaba todo el día orando esto, y no estaba loco, estaba consciente, tenía más claridad y más luz hasta tal punto que hizo esta oración suya en todo su ser, que podía él en un lugar de su corazón, estar así orando mientras hacía otra actividad, sin dejar de estar haciendo lo que hacía y son dejar de orar en profundidad. Esto se llama vivir en estado de oración.

La oración constante, incesante, es la oración que nos hace permanecer en estado constante de oración. Oremos, porque en el camino de oración nuestra fe se fortalece.

No se puede ser cristiano sin oración. Es como ser un ser vivo sin aire. La oración es el aire de la vida cristiana. Es lo que nos permite respirar hondo. Cuando a uno le falta al aire, se ahoga; y cuando uno se ahoga, se muere.

La fe nuestra sin oración, es una fe que se ahoga.

Pero ¿cómo orar?.  Empezá de algún modo. Lo más importante es que está despierto el deseo de oración. El deseo de la oración es el modo de orar, sólo que este deseo crece cuando más oramos.

La oración se entiende, y el acto de fe se construye desde la oración por el despertar en nosotros el deseo de Dios, el anhelo del Dios vivo.

“¿Cuándo entraré a ver el Rostro de Dios? Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo. ¿Cuándo entraré a ver su Rostro?”

La expresión de Teresa de Jesús “vivo sin vivir en mí y tan alta vida espero que muero porque no muero” dice ella que su vida está como fuera de sí misma porque quisiera estar con Dios con Dios pero no puede estar, tanto deseo tiene de Dios pero no puede estar con Él, se muere por no tener la posibilidad de morir para estar con Dios. Está expresando el deseo profundo que tiene de Dios; y todos nosotros, por el sólo hecho de haber salido de sus Manos por amor, tenemos deseo de encontrarnos con Esto que está en el origen de nuestra existencia.

El acto de fe nos pone en comunión con el Origen y nos da la identidad; nos dice de dónde venimos, quiénes somos y adónde vamos, cuál es el camino. Esto que tantas veces nos los preguntamos sin preguntárnoslo, lo padecemos con la angustia del que sabe que tiene dentro algo suyo que no le deja vivir y que no sabe de qué se trata. Se trata del problema existencial de la vida, las razones de fondo por las cuales nos encontramos viviendo junto a otros sin entender de qué se trata esto de ser hombre, ser mujer en este mundo que no se sabe adónde va.

¿Y yo dónde voy? Y ¿cuál es la razón de ser de mi existencia? ¿qué respuesta se le da al dolor del mundo? ¿Qué es esto de que el hombre quiere lo mejor y desea lo mejor y no hace lo mejor? ¿qué es esto que le llaman pecado?

Todo esto se entiende cuando se entiende el misterio de Jesús y a Éste sólo se lo comprende. Cuando abordamos esta persona que ha abordado nuestra existencia que se ha hecho uno de nosotros y que espera una respuesta de nosotros para entrar en Él sólo por el camino de la fe.

Renovar la fe. Transformar el mundo desde la fe. Nosotros en estos días sufrimos y padecemos la gestación, como un dolor de parto de una Argentina nueva para un nuevo milenio que nos espera florecientes, no para nosotros mismos, sino para ser verdaderamente un signo de esperanza en un mundo que padece.

Hagámoslo desde la fe. Sin esta fe vamos a repetirnos en esta historia del pasado y la verdad que nos espera el futuro. Nada se parece a lo que fue, en lo que viene, es nuevo lo que se nos presenta. Querer entender el tiempo que vendrá bajo los paradigmas de los que fueron y a partir de ahí entonces construir una política de semejanzas a un tiempo que pasó, lo único que hace es demorar la llegada de donde estamos llamados a ir, protagonistas reales de un mundo que tiene que transformarse; si lo abordamos desde la fe, será posible.

Éste es el sentido, que yo entiendo, tiene esta obra en la Argentina. Es fe en Jesucristo nuestra propuesta. El Señor de la historia. Necesitamos renovarlo en el mundo de la Iglesia y necesitamos proponerlo al mundo, que no cree o que tiene otros credos, a Jesús, Señor de la historia en esta argentina nuestra.

Para mí éste es el sentido de por qué Dios ha querido inventar esto, y por qué eligió a María, una vez más, para dar a luz en este tiempo a una Argentina nueva. María está embarazada de una Argentina nueva, como en un tiempo estuvo embarazada de Jesús, como en un tiempo estuvo embarazada de los discípulos al pié de la cruz.

Nosotros somos testigos, acompañemos su camino.