17/05/2020 – Elba Streitenberger forma parte del Movimiento Familiar Cristiano y de la comunidad parroquial de San José en Balcarce, en la provincia de Buenos Aires. “Tengo 59 años recién cumplidos. Soy terapista ocupacional , trabajé siempre en una escuela especial. De allí me jubilé de un cargo, pero continúo trabajando en el centro de Atención Temprana de Balcarce. Soy la mayor de tres hermanas. Me casé con Roberto Capdeville, que es oriundo de General Pirán. Lo conocí aquí cuando Roberto estudiaba agronomía. Tenemos dos hijas, Sofía de 28 años, que es médica y Mariana de 19 años que estudia en La Plata, futura ingeniera”, relató Elba.
“Yo nací en Coronel Suárez, mi familia es descendiente de los alemanes del Volga, tanto mamá como papá nacieron en Pueblo Santa María. Todos mis familiares son de allí. Es una comunidad con una fuerte historia católica. De hecho cuando se instalaron los primeros habitantes, comenzaron construyendo iglesias. Así es como Pueblo San José, por ejemplo, cuenta con un templo hermoso, considerado uno de las más bellos de la provincia de Buenos Aires. Con mi familia vivimos en la ciudad de Coronel Suárez hasta el año 1970 y luego, por razones laborales de papá, nos trasladamos a Balcarce cuando yo tenía 7 años. Por lo tanto me considero prácticamente balcarceña. Nos instalamos en el campo, fuimos a escuela rural, estuvimos pupilas en el colegio rural San José y luego mamá se vino a la ciudad para que siguiéramos el colegio acá porque extrañábamos muchísimo estando pupilas”, agregó Streitenberger.
“Nuestra infancia fue muy muy feliz en el campo. Me traían a la ciudad para hacer la catequesis y tomé la comunión. Me acuerdo de la fiesta en el campo, vinieron mis abuelos, mi tío y mi maestra de la escuela de campo. Ella me regaló mi primer libro llamado “Corazón”, de Edmondo D Amicis. En lo referido a mi fe, creo que mi abuela materna me condujo a Jesús, yo pasaba mucho tiempo con ella cuando era chiquita ya que mi hermana fue prematura y estaba delicada. Entonces mis abuelos me llevaron al campo a pasar unos días para aliviar a mi mamá. Ella me acompañaba a la cama y rezaba conmigo. Después cuando era más grande la acompañaba siempre a la procesión que se hacía el 8 de diciembre hasta la gruta que estaba en la entrada del pueblo, donde hay una ermita de la Inmaculada Concepción. Recuerdo que íbamos cantando y rezando” sostuvo.
“En Coronel Suárez ya de más grande, 6 años, iba con mamá a misa los domingos, me tocó mucho el momento de la eucaristía. Tengo algo lindo para contar sobre eso. Recuerdo que jugábamos con mis hermanas a la misa, yo siempre hacía de cura y nos peleábamos porque ellas se aburría, de estar sentadas, ja ja”, contó risueña.
“Vivíamos a la vuelta del hospital, al lado estaba la capilla. Durante el verano había misiones y nos invitaban a los chicos. Mamá me mandaba con mis hermanas, nos daban charlas. Luego acá en Balcarce me confirmé a los 15 años, siempre veníamos a misa los domingos con mamá, mis hermanas y en fechas importantes se sumaba papa. Cada sacramento provocaba en mí un sacudón interior que me entusiasmaba a continuar ligada a la parroquia. Así llego el furor de los movimientos juveniles cuando llegaron el padre Alfredo Ardanás y el padre Juan Pablo Cayrol. Este último se presentó un día en casa acompañado de 10 jóvenes y me dijo: “Te presento a tu grupo, vas a coordinarlos”. Y así empecé mi actividad con los jóvenes hasta que me casé”, dijo Streitenberger.
“De casada, el primer año viví en Pirán y allí me acerqué a la parroquia San José y empezamos con el padre Ismael, que era salesiano, a convocar jóvenes. Y entre Balcarce y Pirán organizamos un encuentro zonal. Fue maravilloso, cerró con un festival en la plaza, hicimos una procesión por el centro, yo saltando con mi panza de 5 meses de embarazo, fue una locura. De vuelta a Balcarce, participamos de un encuentro conyugal y desde ese momento formamos parte del Movimiento Familiar Cristiano. Actualmente doy catequesis de adultos con mi amiga Mara, con la que compartimos también otras actividades como el coro de la parroquia, prebautismales y el grupo de matrimonios. En mi vida hubieron hechos dolorosos pero tengo que agradezco a Dios por darme fortaleza y poder entender que cada cosa que me sucedió la pude superar gracias a la fe. Este es el mayor regalo que uno puede recibir”, indicó.
Finalmente, Elba rezó la oración de san Francisco de Asís:
Oh, Maestro, que no me empeñe tanto
en ser consolada sino en consolar,
en ser comprendida sino en comprender,
en ser amada sino en amar.
Porque dando se recibe,
olvidando se encuentra,
perdonando se es perdonado,
y muriendo se resucita a la vida eterna.
Amén.
Podcast: Reproducir en una nueva ventana | Descargar | Incrustar
Suscríbete: RSS