La fe, un regalo de Dios

lunes, 4 de diciembre de 2023
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04/12/2023 – Estamos transitando el lunes de la primera semana del Adviento, este tiempo de preparación y de espera gozosa del Salvador, esa espera del Mesías donde vamos descubriendo que Dios quiere venir a salvarnos, que Dios nos primerea, que Dios tiene la iniciativa en nuestra vida. Por eso el camino del Adviento es un volver a empezar.


Al entrar en Cafarnaún, se le acercó un centurión, rogándole”:”Señor, mi sirviente está en casa enfermo de parálisis y sufre terriblemente”.Jesús le dijo: “Yo mismo iré a curarlo”.Pero el centurión respondió: “Señor, no soy digno de que entres en mi casa; basta que digas una palabra y mi sirviente se sanará.Porque cuando yo, que no soy más que un oficial subalterno, digo a uno de los soldados que están a mis órdenes: ‘Ve’, él va, y a otro: ‘Ven’, él viene; y cuando digo a mi sirviente: ‘Tienes que hacer esto’, él lo hace”.Al oírlo, Jesús quedó admirado y dijo a los que lo seguían: “Les aseguro que no he encontrado a nadie en Israel que tenga tanta fe.Por eso les digo que muchos vendrán de Oriente y de Occidente, y se sentarán a la mesa con Abraham, Isaac y Jacob, en el Reino de los Cielos”. San Mateo 8,5-11

Acordate que es propio de la fe este dinamismo de animarnos a volver a comenzar, a convertirnos, a ir preparando el terreno de nuestro corazón para que el Señor siembre su llegada, su venida a nuestra vida y eso bueno nos vaya transformando. Lo peor que nos puede pasar es quedarnos en el molde quietos y dejar que el Adviento se pase como algo más. Es yo ir pasando por el Adviento y que el Adviento vaya pasando por mi corazón. Por eso cada mañana nos vamos a levantar con este propósito de hacer algo para servirlo a Dios en lo concreto. Esta es un poco la función del Evangelio diario, que el Señor hoy nos vaya transformando porque Él espera de nuestra generosidad y eso va renovándonos la vida, especialmente en este fin de año donde a veces uno ya anda de capa caído, un poco cansado, agotado esperando las vacaciones, pero hay algo más importante.

Comenzamos el tiempo de Adviento, que supone una alegre espera porque el que viene, Jesús, ya está llegando. Adviento quiere decir llegada, esperamos la venida del Señor. Viene a nosotros en el nacimiento de Jesús, memoria creyente del acontecimiento salvífico del Señor, que se actualiza. Y también va llegando mientras crece la expectativa de la segunda venida del Señor. La primera en el seno de María, la segunda entre nubes tras situaciones de mucho sacudón cosmológico. Por eso es necesario levantar la mirada. Lo que hace grande la espera es quien viene.

Siempre asociamos el Adviento con la espera gozosa de la venida del Salvador: esperamos a Jesús. Sin embargo, este año pienso en dar vuelta las cosas: no pensar tanto en Jesús que viene, sino pensar en que Jesús espera venir. Es Dios, que “espera” meterse en la historia, comprometerse con lo que somos y elevarnos para que nos dejemos amar por él de una manera radical. El evangelista Juan lo deja claro: “Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros” (Jn 1, 14). Dios hecho hombre nos acompaña y quiere quedarse con nosotros.

¿Qué te parece si en este Adviento cambiás la perspectiva? No pienses solamente en que vos lo esperás a Dios. Él te espera a vos.

El Evangelio de hoy nos presenta el pasaje de la sanación del sirviente de este centurión romano que se acerca al Señor para pedir por su servidor.

En primer lugar, la Palabra nos invita a acordarnos del Señor con humildad. El Evangelio nos presenta el pasaje de la sanación del sirviente de este centurón romano que se acerca al Señor. Es una gran manifestación de fe y esto nos ayuda a poder trabajar también en nuestra vida algunos puntos. En primer lugar viví la humildad. La palabra nos invita una vez más y en este tiempo del Adviento especialmente acordarnos de Dios, acordarnos del Señor. Fíjate que este centurón tiene títulos, es un nombre importante, pero vive con humildad y con sencillez. Humildad y sencillez. Busca Jesús, sabe en su interior que el Señor tiene algo que nadie más le puede dar. Es más, se presenta con respeto y no es prepotente. Estos detalles también nos pueden ayudar a mirarnos a nosotros mismos. ¿Cómo buscamos hoy al Señor? Hoy lo buscas al Señor y ¿de qué manera lo estás buscando? ¿Sos prepotente? ¿Te valés de tus logros, de tus títulos para que Dios te haga caso? ¿Querés negociar con el Señor? ¿Cuándo fue la última vez que le dijiste a Dios hágase tu voluntad, pero que se haga en serio? Qué lindo ¿no? Poder trabajar la humildad y acercarnos al Señor no con prepotencia, sino poder decirle Señor acá te presento esta realidad, pero que se haga lo que vos querés porque siempre lo tuyo es lo mejor para mí.

En segundo lugar, la fe es un proceso. Este centurón que tiene a su sirviente enfermo se acerca al Señor. Esa es lo que al centurón lo motiva a acercarse a Jesús. Y es lindo esto porque el Señor le dice yo quiero ir a tu casa, yo quiero solucionar tu preocupación, yo quiero arreglar esa situación. Y el centurón le dice yo no soy digno de que entres en mi casa. Es algo que repetimos en cada misa. Lo decimos antes de comulgar. Fíjate en qué momento antes de comulgar porque sabemos que la comunión comienza con un acto de fe. No es solamente caminar y abrir la boca, es abrir en primer lugar el corazón. Es un diálogo vivo de amor entre Dios y vos. Qué lindo que Jesús encuentre fe en nosotros. Este centurón no se dirigía a Jesús para pedir nada más, sino que su fe lo lleva a comprender y a reconocer el milagro que se da cuando él se acerca al Señor. Y este proceso tiene que ver con el pedido, con la fe y con la confianza. Vos vas viviendo este proceso en tu vida. ¿Qué le vas a pedir al Señor con fe y con confianza en este adviento? ¿Qué gracia estás necesitando pedirle al Señor?

Por último, no pienses solamente en vos. La palabra nos muestra que este centurón es generoso, no piensa solamente en sí mismo, no es egoísta. Su encuentro con Jesús no pasa por pedirle algo para sí, sino para su prójimo, para este hermano suyo. Por eso la generosidad implica ver y dar la vida al hermano, es cuidar al otro. Esto es lo que es el centurón. No busca otra cosa que ver a su servidor sano, porque lo ve como un hermano, no como un empleado. Se interesa por aquel que vive bajo su techo. Y vos fíjate, ¿no? Qué difícil que es esto a veces. ¿Vos te interesás por aquella persona que vive bajo tu mismo techo? A lo mejor te estás queriendo ir a misionar por ahí en el verano y eso está bien, pero acordate que la misión empieza por casa. No pretendas llevar a Jesús muy lejos si primero no estás misionando con los que tenés al lado. ¿Te cuesta la paciencia? Bueno, pedirle al Señor en tu oración por los que están cerca tuyo. Esa es la actitud en la que debe vivir un cristiano en este tiempo de Adviento, velar por su hermano, pedir por su hermano. ¿Vos te animás a pedir por el que tenés al lado?