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La fortaleza de los cristianos ante las tribulaciones
lunes, 3 de julio de 2006
En cuanto a nosotros, hermanos –físicamente separados de ustedes por un tiempo, aunque no de corazón- sentimos un ardiente y vivísimo deseo de volver a verlos. Por eso quisimos ir hasta allí; yo mismo lo intenté varias veces, pero Satanás me lo impidió. ¿Quién sino ustedes, son nuestra esperanza, nuestro gozo y la corona de la que estaremos orgullosos delante de Nuestro Señor Jesús, el Día de su Venida?. ¡Sí, ustedes son nuestra gloria y nuestro gozo!.
Por eso, no pudiendo soportar mas, resolvimos quedarnos en Atenas y enviarles a Timoteo, hermano nuestro y colaborador de Dios en el anuncio de la Buena Noticia de Cristo. Lo hicimos para afianzarlos y confortarlos en la fe, de manera que nadie se deje perturbar por estas tribulaciones. Ustedes saben que estamos para eso. Cuando todavía estábamos con ustedes les advertimos que íbamos a tener dificultades, y así sucedió, como ustedes pudieron comprobarlo. Por eso, no pudiendo soportar mas, les envié a Timoteo para que me informara acerca de la fe de ustedes, temiendo que el Tentador los hubiera puesto a prueba y todo nuestro trabajo hubiera resultado estéril.
Pero ahora Timoteo acaba de regresar de allí con buenas noticias sobre la fe y el amor de ustedes, y él nos cuenta como nos recuerdan siempre con cariño y tienen el mismo deseo que nosotros de volver a vernos. Por eso, hermanos, a pesar de las angustias y contrariedades, nos sentimos reconfortados por ustedes, al comprobar su fe. Si, ahora volvemos a vivir, sabiendo que ustedes permanecen firmes en el Señor. ¿Cómo podemos dar gracias a Dios por ustedes, por todo el gozo que nos hacen sentir en la presencia de nuestro Dios?. Día y noche, le pedimos con insistencia que podamos verlos de nuevo personalmente, para completar lo que todavía falta a su fe.
1º Tesalonicenses 2, 17 – 20; 3, 1 – 10
En la apocalíptica judía, que es la literatura que habla acerca del final de los tiempos, se imaginaba que antes del fin del mundo, se abatirían sobre los fieles las pruebas y las calamidades hasta que el Mesías llegara para reinar.
En el Evangelio de San Marcos, en el Capítulo 13 y en los textos paralelos en Mateo y en Lucas aparece una parte importante del registro de la apocalíptica en boca de Jesús, expresado en los Evangelios.
Tras la muerte y la resurrección de Cristo, los cristianos creyeron que estaban entrando en este período final de espera de la venida del Señor, Pablo expresa de diversas maneras en distintas cartas a esta expectativa de presencia final de Jesús y de desarrollo apocalíptico de la vida de la comunidad y de los fieles en torno al misterio de Cristo que se acerca por segunda vez.
Es tiempo de pruebas, este es un término que se traduce también por calamidad, o por tribulación, como, de hecho lo hace el texto bíblico que acabamos de compartir, tiempo de tribulaciones. Es un término técnico del vocabulario de la apocalíptica este de la tribulación, y define el conjunto de esas dificultades y de esos acontecimientos hostiles, vivir en las pruebas es para Pablo la condición normal de los cristianos porque el Señor se acerca.
Aun cuando la cercanía definitiva de la segunda venida de Jesús, la última, no está ya presente como una realidad actual, no es mañana ni pasado, no es dentro de unos años, tal vez sea dentro de unos instantes, pero aunque a esto no lo tengamos como certeza en la mano, sabemos que estamos en los tiempo finales y que el camino que estamos recorriendo entre la muerte y la resurrección de Jesús y su segunda venida, nos pone en situación de apocalíptica, podríamos traducirlo así: en situación de prueba, de tribulación, es decir, es un tiempo de purificación.
El tiempo de la cercanía de Jesús es un tiempo de tribulación, de prueba, de purificación. De diversas maneras la Palabra de Dios nos presenta esto, Pablo recuerda en sus catequesis, y particularmente en esta a los de Tesalónica que él ha enseñado sobre el carácter que ha de tener el discípulo frente a la adversidad, frente a la prueba.
En su predicación en la sinagoga de Tesalónica subrayó el carácter ineludible de los sufrimientos del Mesías, y esta misma suerte le toca entonces al que se hace discípulo de Jesús.
Hay otras expresiones bíblicas del Nuevo Testamento que manifiestan la actitud que ha de tener quien pasa por situaciones de prueba interior y exterior por la presencia viva del Señor cerca suyo que genera la tribulación y trae como consecuencia la purificación.
Por ejemplo en Santiago 1; 12 la Palabra nos dice: “dichoso el hombre que resiste la prueba porque al salir airoso recibirá en premio la vida que Dios ha prometido a los que le aman”; en el mismo texto de Santiago en el Capítulo uno, verso 2 y 3 nos dice la Palabra: “ténganse por dichosos hermanos cuando se vean asediados por pruebas de todo género, sabiendo que la prueba de su fe engendra constancia”.
En 1ra de Pedro 1; 6-7 la Palabra nos habla en esa misma perspectiva: “por eso, salten de gozo si hace falta ahora sufrir por algún tiempo diversas pruebas, de esa manera los quilates de su fe resultarán mas preciosos que el oro y alcanzarán premio, gloria y honor cuando se revele Jesús, el Mesías”.
El mismo Pablo utiliza también esta catequesis en Romanos 5; 2-4, allí nos dice la Palabra: “estamos orgullosos con la esperanza de alcanzar el esplendor de Dios, más aún, estamos orgullosos de las dificultades, sabiendo que la dificultad produce la entereza, la entereza caridad, la caridad esperanza, y la esperanza no defrauda”.
Si por algún motivo interiormente nosotros sentimos que por lo que acontece alrededor nuestro, que lo que nos ocurre en el aquí y en el ahora nuestra vida toda se sacude, se tambalea, lejos está de pensar, desde la perspectiva de la Palabra, que esto es ausencia de Dios, a no ser que nosotros hayamos dejado de resistir en Dios a las circunstancias poco favorables con las cuales a veces nos encontramos, mediante las cuales nos hemos tambaleado en nuestra vida.
Cuando la vida tambalea, se sacude, cuando las circunstancias de la vida nos desestabiliza, no es que Dios no está, en todo caso, es un tiempo particular que Dios permite para fortalecernos, como dice la Palabra, para hacer que nuestra fe tenga un quilate, un peso mayor que el peso que tiene el oro como piedra preciosa.
De allí que hoy la Palabra te está invitando desde el apóstol Pablo a no desfallecer, a no dejarte arrastrar por la tristeza, ni por la angustia, ni por la preocupación, ni por la tribulación interior, ni por el desánimo, sino de verdad pararte frente a lo que te ocurre por fuera y por dentro con la certeza de la presencia de Dios que se hace firme y fuerte desde tu fe que confía en que Él no permite que seamos tentados por encima de nuestra fuerza.
El Señor está a tu lado, el Señor permanece junto a vos, Dios es tu fortaleza y tu firmeza, no busques por otra parte lo que está tan cerca de ti, más aún, dentro tuyo, la presencia del Dios Vivo.
A veces pensamos y nos planteamos esta cuestión, si las adversidades, el sufrimiento, no son en definitiva lo que nos hacen desfallecer, nos hacen decaer, sobre todo cuando nos asedia, diría Pablo, por todas partes, por dentro y por fuera, casi como si pudiéramos decir, si, las tentaciones y las dificultades que sufrimos en el momento de tribulación, en los momentos duros y difíciles, no son los que nos hacen tropezar.
En el fondo nos preguntamos: ¿si Dios permite la tribulación, como es que lo permite si este es el fin al que nos conduce la tribulación?, las tentaciones, las tribulaciones soportadas con paciencia y con humildad pasan si uno se aflige, se turba y acusa a todo el mundo o se desespera con uno mismo, haciendo la tentación mas pesada de lo que en realidad es, la tentación no nos aprovecha, sino que nos hace daño, cuando en realidad las situaciones de prueba por las que pasamos, las situaciones de tribulación Dios las permite, como dice la Palabra en los textos que hemos compartido, para purificarnos y hacer que nuestra fe, saliendo al final de la prueba airosos, tenga un peso y un valor mayor al que tiene el oro.
¿Quien es Dios, que no permite que nunca seamos tentados por encima de nuestras fuerzas?, Dios escribe derecho, aún cuando las líneas, los trazos de nuestra vida, estén un poco inclinados, torcidos.
Cuando el enemigo de la naturaleza humana, dice San Ignacio de Loyola, ve que Dios está inclinado sobre alguien para darle su misericordia, para librarlo de sus pasiones, entonces mas lo oprime bajo el peso del dolor, aprovechándose de esa persona, y la ataca con violencia. Sabemos esto por los padres del desierto, no dejan que el tentado se asuste, sino por el contrario, lo invitan a la paciencia, a la calma, a la serenidad, a la confianza, a la humildad, al realismo.
¿Has caído?, levántate, ¿caes de nuevo?, levántate otra vez, otro de los padres desierto declara que la fuerza de aquellos que quieren hacer la voluntad de Dios, consiste en que en vez de desalentarse cuando caen, (el desaliento, como decíamos antes, es peor tentación que la que causó la caída anterior), consiste en renovar allí mismo, desde el lugar de la caída, el propósito de servir a Dios para su gloria, buscar el camino de la santidad y hacer del bien a los demás el pan de cada día.
Todo esto en cada uno de nosotros aconteces según sea nuestra historia, nuestro presente, también nuestros proyectos, para los cuales Dios nos prepara en el futuro. Estamos invitados no solamente a animarnos a enfrentar la tribulación y la dificultad, la prueba, cualquiera sea esta, que venga por el lado de la salud, que venga por el lado de los conflictos familiares, que acontezca en el ámbito laboral, en el vínculo de amistad, que ocurra, como ocurre siempre, primero dentro nuestro y después se traduzca en el ambiente donde vivimos, o que ocurran en el ambiente, y que afectan nuestro interior, no interesa tanto que sea lo que los ocurra sino como y de que manera afrontamos lo que nos acontece.
Como cita el Padre Fiorito en “Buscar y hallar la voluntad de Dios”, donde cita al Martín Fierro y dice: “no importa cuántos sean, lo importante es que vayan saliendo”. No interesan cuantos sean los adversarios, cuantos sean los enemigos internos y externos con los que compartimos la vida, sino que vayan apareciendo, y en el aparecer vayamos afrontándolos con humildad, con paciencia, con realismo, con entereza, con espíritu de fe, sabiendo que Dios vence en nosotros y que Él quiere nuestro corazón puesto en paz siguiendo sus caminos, aunque permita que la tribulación para afianzarnos en la confianza, no para tambalearnos o para hacernos sufrir. Dios permite que nosotros pasemos por momentos difíciles, solo que quiere que los sepamos atravesar con paciencia, con calma, con confianza, con humildad, y también con alegría.
Hay un texto bellísimo que relata como soporta Santo Tomás Moro su martirio, su muerte, después de haberse negado a servir al Rey en algunos pedidos bastante corruptos que le hace, y él permanece firme en sus principios, lo cual desencadena el martirio, ese texto plantea modos muy graciosos de cómo afrontar con cierto humor los momentos mas duros y más difíciles.
Vamos a compartir un relato acerca del Papa Juan XXIII, de cómo él afronta su circunstancia de muerte, la mas dura de todas las pruebas por la que atravesamos los hombres y las mueres de todo tiempo, la circunstancia mas dura que nos toca vivir, y el dolor mas grande es la muerte.
Cuentan que muy poco antes de morir, Juan XXIII recibió la visita de su amigo, el Cardenal Testa, y que en esa visita se desarrolló el siguiente diálogo: ¿Cómo está mi amigo Roncali?, (que era el apellido de Juan XXIII). El Papa, que tenía un humor muy rico y muy exquisito, que siempre lo acompañó durante toda su vida, según él mismo relata en “El diario de mi alma” escrito en el año 1965, haciendo un gran esfuerzo, se esmeró en informarle con la mayor precisión: Tu amigo Roncali está francamente mal, pero he oído por la radio que, gracias a Dios, Juan XXIII está mejorando.
Es verdad, este hombre siempre encontraba alguna forma de reírse de si mismo, lo que es muy saludable, y a partir de allí, hacer reír a los que compartían la vida con él.
Otro texto que vamos a compartir nos lo acerca Mateo Bautista, se refiere a Tomas Edison, uno de los hombres mas importantes en la historia de la investigación.
Tomas Edison tiene una frase que se ha hecho memorable a partir de una experiencia muy dolorosa sufrida dentro de su laboratorio de inventos y de reinventos para abrir caminos a la ciencia en el mundo. Una experiencia nunca es un fracaso, pues viene a demostrar algo, hasta los desastres tienen algo positivo, decía Edison, éste si que sabía ponerle buena cara al mal tiempo.
El científico nació en 1847 y falleció en 1831, tan solo asistió a la escuela durante 3 meses, su madre se encargó de darle la formación elemental. Durante su niñez pasó tiempo estudiando diversas ciencias y experimentando con aparatos mecánicos, mientras trabajaba como vendedor de diarios. Este genio hizo el camino propio del que sabe que los caminos no están hechos, sino que se construyen mientras se van andando, en el peregrinar. Recién en 1876 pudo montar su propio laboratorio, con gran esfuerzo económico. A partir de allí su vida como inventor no se detuvo, se le computan mas de 1000 inventos, algunos de ellos cambiaron el rumbo de la vida del los hombres de su época.
En 1914 sus laboratorios fueron destruidos casi totalmente por un fuego voraz, en una noche Edison perdió 2 millones de dólares en equipos, y además los registros del trabajo de casi toda una vida. De todos modos, a la mañana siguiente, mientras caminaba entre los escombros y el fuego humeante no se entregó a la desesperación, comentando con sabiduría y con entereza, con magnanimidad de espíritu: “El desastre tiene algo bueno, todos nuestros errores se han esfumado, gracias a Dios podemos empezar de nuevo”.
Estos dos testimonios nos alientan a vivir con paz, con alegría, con entereza, con grandeza de corazón, con magnanimidad, las dificultades por las que nos toca atravesar.
Al hecho tribular, al mal tiempo, hay que ponerle buena cara. ¿Cómo son tus buenas caras y como son tus malas caras?, si hoy no tenés buena cara, andá, mirate al espejo e inventá una mueca que te permita despertar a la mañana con todas las dificultades propias que tiene la vida con un ánimo y un espíritu distinto.
Debemos reinventar la vida todos los días cuando nos encontramos con circunstancias que no nos resultan fáciles de afrontar, sobre todo cuando en el comienzo de la semana se nos viene arriba el calendario de los próximos 7 días y descubrimos que mas de una circunstancia que tendremos que afrontar no nos resultará fácil. Ensayá buena cara, es necesario recrear la vida desde las mismas dificultades. La propuesta de esta catequesis es ver como hacés para recrear la vida desde las dificultades. ¿Cómo es que hacés cuando la cosa viene mal, qué cara le ponés?.
Padre Javier Soteras
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