La grandeza de las pequeñas cosas

martes, 27 de octubre de 2015
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27/10/2015 – Jesús dijo entonces: “¿A qué se parece el Reino de Dios? ¿Con qué podré compararlo? Se parece a un grano de mostaza que un hombre sembró en su huerta; creció, se convirtió en un arbusto y los pájaros del cielo se cobijaron en sus ramas”.  Dijo también: “¿Con qué podré comparar el Reino de Dios? Se parece a un poco de levadura que una mujer mezcló con gran cantidad de harina, hasta que fermentó toda la masa”.

Lc 13, 18-21

¡Bienvenidos a la Catequesis! En la Catequesis de hoy, el reino que va creciendo en medio nuestro. ¿Qué actitudes sencillas y simples ayudan a crear un clima familiar en los lugares donde nos movemos?

Posted by Radio María Argentina on martes, 27 de octubre de 2015

El Señor Jesús nos quiere ayudar a descubrir el reino. Él vino a hacerlo presente, por eso por un lado afirma “el reino de los cielos está cerca”. El viene a hacerlo presente, a llevarlo a plenitud. Y a la vez viene a ayudanros a descubrirlo. Los judíos de su tiempo, y quizás a nosotros también nos pase, idealizamos y nos imaginamos un reino a nuestra imagen. El reino de los cielos no es algo que irrumpe, extraordinario y que se impone. Jesús no nació ni en Roma ni en Jerusalén, sino en Belén, la más olvidada. 

Jesús viene a purificar la imagen que tenemos del reino que ya está en medio de nosotros, en realidades tan pequeñas que ni nos damos cuenta. “El reino de los cielos se parece a una semilla”… La semilla de mostaza de la que habla el evangelio es pequeñísima, casi imperceptible, sin embargo tiene el potencial del reino. El desafío es poder ir descubriendo esas pequeñas semillas del reino, que ya están germinando en medio nuestro. Jesús nos invita a descubrir la grandeza de la pequeñez. 

Esa semilla de mostaza, se transforma, crece y se convierte en un arbusto y los pájaros del cielo van a reposar sobre ella. Crece… pero no se convierte en un cedro del Líbano, sino en un arbusto. Acá está la paradoja. Crece y es capaz de dar sombra a los pájaros, y como llega al suelo, también cobija a las lagartijas. Cobija a los que andan por el cielo y a los que se arrastran. El reino de los cielos es capaz de crecer sin excluir a nadie. Es capaz de fortalecer, de descansar, de hacer crecer la vida bajo sus ramas.

En la casa y en el hogar uno crece pero no pierde lo más sencillo. En casa, seguimos siendo pequeños. Por eso es importante cuidar los pequeños gestos porque es la garantía de que vamos a seguir siendo sencillos. Esta imagen del arbusto que da cobijo, refleja la imagen de la Iglesia como madre. Una iglesia capaz de cobijar a sus hijos, de darles descanso, de acariciar. El Papa nos invita a que la Iglesia sea como una tienda de campaña, un lugar para sanar heridos. El reino de los cielos es esa semilla pequeña que permite al hombre que pueda descansar en su peregrinar.

El reino de los cielos no es un lugar para ir con un vestido especial, sino que es un lugar de lo cotidiano y de lo sencillo. El milagros de lo grandes es que sigue siendo pequeño. No renunciemos a la sencillez de la pequeñez. Así fue Jesús, un gigante, y sin embargo nació en Belén, vivió en la sencillez de Nazareth y murió en una cruz.

“¿Con qué podré comparar el Reino de Dios? Se parece a un poco de levadura que una mujer mezcló con gran cantidad de harina, hasta que fermentó toda la masa” se pregunta el P. Diego Fares.

Agarro ahora la levadura. Seguro que de chico Jesús jugaría con pedacitos de masa que le daba su madre mientras amasaba el pan. La imagen del poquito de levadura metido bien adentro de la masa y el olor a pan crudo leudando envuelto en un repasador, era para el Señor imagen hogareña. Y nos tiene que hacer venir a la nariz todo ese olor a pan –amasado y, después horneado y calentito- para sentir mejor la Eucaristía. Todo lo que es del Reino tiene que tener olor a Eucaristía, que es como decir olor a María, olor a su casita de Nazaret.

Este poco de levadura que la mujer mezcla con gran cantidad de harina hasta que fermenta toda la masa, me habla de estar metido entre la gente y las cosas de todos los días con un fermento poderoso. La imagen linda es esta de mezclarse, suavemente, sin hacerse notar, para que el fermento que nos da Jesús se nos pase de uno a otro sin que nos demos cuenta. El reino de Jesús se hace por mezcla (qué curioso ¿no?, para mí, digo, que tiendo a decir que no hay que mezclar…). El reino de Jesús se amasa, con esa confianza natural del que hace el pan, sabiendo que la levadura fermentará toda la masa. “Ya se convencerán” decía una voluntaria del Hogar de Cristo, cuando le pregunté cómo hacían con la gente dura de cabeza para integrarse al proyecto común: “Ya se convencerán”, dijo con una sonrisa (y habían pasado cuarenta años).

El reino se va amasando en medio de la gente. Ahí somos fermentos, ahí somos fecundos. “Yo consagro en el altar cada día, lo que ustedes consagraron en el altar de sus vidas: en sus trabajos, en sus casas, en los talleres, en las fábricas. La semilla de mostaza, el fermento de la masa nos habla de un reino de Dios que rompe nuestros esquemas. Necesitamos ahondar en las parábolas del reino, porque nos quiere ayudar a que nuestra cabeza se abra a lo nuevo que nos trae lo que supone “vino nuevo en odres nuevos”.

Por eso la casa, la familia, tiene que ser un ambiente cálido, familiar y cercano. La paciencia, la sencillez… Preguntarle a alguien “¿Cómo te fue?” no el “¿Alguna novedad?”, la delicadeza en la pregunta y el minuto de escucha en la respuesta. El reino de Dios no llega por Whatsapp. Tenemos que servirnos de toda la tecnología, pero el reino de los cielos se hace presente porque Dios se hijo hombre, carne, corazón.

Jesús sabe que hay tierras mediocres, pero cree en la potencialidad de la semilla. Jesús nos invita a ser tierra para dejarnos fecundar por Dios, y  a la vez ser sembradores esperanzados, laboriosos en la alegría.

Es un Reino misterioso y desconcertante, que no debe ser juzgado con ojos pequeños. Quien mida por la cantidad, por las apariencias pensará que el Reino será un gran fracaso. La ley es aquí la paradoja: lo que parece más pequeño será lo más grande, lo que parece menos importante fermentará a todo lo demás.

P. Alejandro Puiggari