Adelia Setto nació en Wenceslao Escalante, Provincia de Córdoba, en 1952. Su pueblo gringo “plagado” de girasoles y mariposas multicolores la ayudó a hacerse artesana, según cuentan, desde muy pequeña. Así fue como con tortas de barro, canastos de cola de zorro, y alhajas de flores hizo frente a las dificultades de salud. Las enfermedades de la infancia limitaron, mas tarde, su mapa laboral; sin embargo, el deseo de inclusión la llevó a no aceptar nunca esos determinismos.A los doce años, después de la última cirugía de columna, le regalaron una caja de acuarelas, y según cuenta, fascinada con los relieves modernos de las Galerías Ames, Mariano y Cinerama de Córdoba Capital, comenzó a pintar figuras geométricas.
Aún enyesada desde la pelvis hasta el mentón ingresó al secundario con la idea de seguir magisterio, ya que en aquel tiempo se podía ser maestra desde el nivel medio. Sin embargo, solo logró permanecer en su banco tres días porque la radiografía de columna decidió por ella que debía estudiar perito mercantil, sin importar su perfil docente y humanista, que de hecho, nadie sondeó. A los 15 años comenzó a estudiar dibujo con “Coco” Rivolta. Y aunque nunca dejó de estar vinculada con el arte, eligió estudiar Comunicación Social en la Universidad Nacional de Córdoba; quizás por intuición sabía que esa carrera le permitiría el dominio de muy diversas expresiones. A los 22 años diseñó un método de estudio para niños, con el que rememorando sus propias estrategias de la infancia, combinaba todos los lenguajes. Así, desde comienzos de los setenta, sus pequeños alumnos estudiaban escuchando a Mikis Theodorakis, amasando masitas y cultivando flores.
En 1974 viajó por primera vez a Paris, y de paso por Senegal conoció la técnica del batik. De regreso a Córdoba comenzó a experimentarla. Adelia encontró en esta técnica una nueva manera de conectarse con su mundo interior, todavía tambaleante y lleno de huecos insondables. En 1978 realizó su primera muestra. En 1979 y 1980 vivió en Marsella y en Trento. Allí se dedicó a exponer y vender batiks en negocios, mientras estudiaba y buscaba material para su tesis sobre “La comunicación a través de los objetos”. Este objetivo la llevó a conocer a Umberto Eco y a participar de sus clases en Bologna, también cursó Sociología de la Comunicación en la Universidad de Trento. Pero lo más importante que le sucedió por aquellos años fue poder alojarse en la Fundación Jesuita San Ignazio, de Trento. Fue allí donde conoció los principios de la solidaridad internacional y aprendió a vivir en comunidad. Adelia sostiene que a las vivencias en ese lugar le debe la vida y su obra posterior.
De vuelta al país en 1982 abrió las puertas de su taller Añil donde se ganaba la vida desde el arte y las clases de método. Sus batiks se vendían muy bien, especialmente a los extranjeros conocedores de la técnica. En la Argentina de aquellos tiempos las técnicas no convencionales eran poco aceptadas, esto hizo que a Adelia le costara entrar con su obra en las galerías de arte, sin embargo lo logró. Obtuvo el título de Licenciada en Ciencias de la Información y ejerció el periodismo en Ciencias y Arquitectura. Publicó un inventariado arquitectónico de la ciudad de Córdoba que se convirtió en material de consulta en la Universidad. También obtuvo su diploma de Francés, sobre Civilización e Historia del Arte. Sin embargo, el apto físico le dificultó el acceso a la planta permanente de cualquier empresa o institución educativa oficial, a pesar de sus méritos.
En 1984 se casó, no tuvo hijos y su vida transcurrió dedicada a la pintura. El comienzo de la democracia permitió nuevos espacios como “El rincón de los pintores” en las escalinatas del Obispo Mercadillo, donde muchos pintores cordobeses podían exponer y vender sus obras.
La ciudad de Córdoba la vio subirse a los andamio para realizar murales. Durante los 80 estudió pintura con los maestros, Sentieri, Mantegani y Berra. En 1985 concursó la docencia universitaria, pero una vez mas, la radiografía de columna la excluyó sin importar los buenos resultados de aquel examen. Durante 1992, con el dinero de su herencia construyó su casa y se fue a vivir a Villa Allende. Allí creó dos Talleres de Arte y Comunicación, uno para niños y otro para adultos, dependientes de esa Municipalidad.
Su dedicación al arte fue total y en 1992 comenzó a pintar cuadros de gran formato, pero siete años mas tarde los dolores de columna empezaron a impedirle permanecer cotidianamente frente al caballete. Los límites la enfrentaban una vez más a una inminente renuncia. Cuando la crisis del desconsuelo le impedía ver, apareció el pintor Miguel Ocampo para mostrarle cómo Henri Matisse desde su silla de ruedas pudo diseñar la capilla de Vence. Comenzó entonces a pintar al pastel sentada en la posición del Buda. Eran cuadros más chicos, con una técnica que exigía menos esfuerzo a sus brazos. Así pintó retratos por encargo. Después comenzó a buscar rostros infantiles en revistas y diarios de diferentes países; también capturó fotogramas de películas, y de todos los rostros que veía, cada tanto seleccionaba uno y lo pintaba. A veces se sentía atraída por un formato mayor, entonces procedía al collage, para poder realizarlo en fragmentos sin que la fuerza física la abandonara. Fueron años difíciles para Adelia, momentos de cambios espirituales importantes y de gran soledad. La pintura fue su gran compañía. En 2001 realizó la exposición denominada “CHICOS DE ESTE MUNDO” auspiciada por la Escuela de Ciencias de la Información de la U.N.C y diferentes organismos de Derechos Humanos. Después de sentir que una vez más salvaba su vida gracias a sus pinturas de rostros infantiles, pudo experimentar cambios radicales y un salto positivo en su conciencia. La muestra “CHICOS DE ESTE MUNDO”, es su alegato.
También en 2001, convencida de que la exploración del propio potencial es un camino para la salud, creó la Fundación Añil, para ayudar a otros niños frágiles. Hoy Añil es un Centro de Resiliencia[1] pionero en el país con un programa que desde las artes, los idiomas y la salud, trabaja para el rescate de chicos con alto potencial en desventaja física o social. La pedagogía Añil hace foco en la potencia de cada individuo y no en el déficit. (Ver http://www.fundanil.com.ar ).