14/09/2020 – Jorgelina Capra, vive en el Paraje La Herradura, en la zona rural de Villa María (Córdoba) junto a su gran familia. Jorgelina es la esposa de Pedro Olmedo, diácono permanente de la diócesis de Villa María, y mamá de Francisco y Natalia Olmedo, voluntarios de la Radio. “Nuestra casa está a 22 kilómetros de la ciudad, es una antigua fábrica de quesos que actualmente pertenece al obispado local”, indicó.
“Nací en Ballesteros. Soy la hermana mayor, junto a Guillermo. Mi mamá falleció cuando yo tenía 2 años, cuando apenas había nacido mi hermano. Siempre fuimos muy acompañados por mis abuelos y tíos, además de mi papá”, recordó.
Cuando comencé el secundario nos fuimos a vivir a Villa María con mi papá y mi hermano. También lo hizo mi abuela materna, quien nos ayudaba con todo”, agregó. “La fe estuvo presente desde siempre en mí. María es el rostro maternal que tengo, gracias a la familia que me la acercó. En la adolescencia me vinculé mucho con la Iglesia. Siempre soñé con tener una familia grande”, dijo Capra. “Soy trabajadora social, eso también es parte de mi”, añadió.
“Con mi esposo Pedro tuvimos 10 hijos, pero uno de ellos, el mellizo de Francisco, falleció. A Pedro lo conocí cuando estudiaba en la universidad en Córdoba. Él había dejado el seminario porque quería tener una familia y coincidió conmigo en eso. Él de soltero comenzó en la localidad de Morrison con el hogar agrícola Justiniano Posse y yo me sumé a esa obra”, sostuvo Jorgelina.
“Hace 16 años, el padre Fabián Gili armó la comunidad que hoy atendemos aquí en La Herradura. Son entre 10 y 12 jóvenes y niños que se ven beneficiados con esta obra. Esto se llama Proyecto San José”, expresó Jorgelina. Actualmente, el padre Gili es villamariense y forma parte como sacerdote castrense de la misión de Cascos Azules en la isla de Chipre. “Cada vez que estaba embarazada, mi papá sufría, tal vez por lo que pasó con mi mamá. Amo a mis hijos: los más grandes tienen 29, son mellizos, y la más chica 13 años”, manifestó Capra.
Finalmente, Jorgelina compartió esta oración misionera:
Padre Bondadoso, te agradecemos que te hayas manifestado en nuestras vidas
a través de tantas personas que desinteresadamente fueron mostrándonos
los caminos que nos llevan a tu encuentro.
Aprendimos a reconocer a nuestra Iglesia como Madre Protectora
que cuida de manera particular a cada uno de sus hijos,
pudimos encontrar una familia que contiene
y acoge a cada uno de sus miembros,
permitiéndoles vivir en comunión
donde cada uno pueda expresar para lo que fue llamado
haciendo uso de su libertad.
La hospitalidad fue lo que más resonó en nuestros corazones
y se hacen presentes aquellos rostros
que nos enseñaron cómo vivirla
y brindarla con nuestros hermanos que la necesitan.
Como familia que somos se pasa por diferentes momentos:
alegrías, tristezas, preocupación;
pero lo que siempre fortaleció y acrecentó la fe
es saber que La Divina Providencia nunca nos abandona.
Todo lo contrario, nos da la certeza de la esperanza cristiana
del encuentro con Jesús que nos redimió.
Por todos aquellos rostros cercanos y no tanto
que han sido y siguen siendo ejemplo y sostén en este camino
te damos gracias Señor y te pedimos que nos concedas
la gracia de poder mantener siempre viva y con aire joven
la llama de la Fe, Esperanza y Caridad,
que brota de nuestros corazones
y que podamos trasmitir este gran tesoro a otros hermanos
con palabras y gestos concretos.
Amén.
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