“La humildad es el puente de cristal que nos conduce al cielo”, la vida de la Sierva de Dios María Esperanza Medrano

lunes, 11 de noviembre de 2024
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En una nueva emisión del ciclo “Historias de Santidad”, conocimos la vida y el legado de la sierva de Dios María Esperanza Medrano de Bianchini (1928-2004). Laica venezolana, esposa, madre y abuela. Mensajera de la ‘Virgen Reconciliadora de los Pueblos’, conocida como Virgen de Betania.

11/11/2024 – En diálogo con la doctora Silvia Correale, postuladora de su causa en el Vaticano, y María Coromoto Bianchini, hija de la sierva de Dios, conocimos los detalles de la vida cotidiana de una mujer que fue ejemplo de amor a Dios y la Virgen, y que lo expresó en gestos concretos de alegría, compasión y generosidad con el prójimo.

Maria Esperanza nació el 22 de noviembre de 1928 y falleció en el 7 de agosto de 2004, a la edad de 75 años.

“Ella quiso ser religiosa. Desde niña soñaba ser religiosa, de hecho en sus juegos hacía que sus muñecas fueran monjitas y sacerdotes. Pero a la vez ella supo entender cuál fue la voluntad de Dios, porque ella se entregaba la oración y tenía esas mociones. En una ocasión, estando en el convento, sintió que su vida era la de ser una laica y en vez de estar en el encierro del convento, su misión era compartir la oración en el mundo, con la vida del mundo”, relató María Coromoto al referirse a la fe de su mamá.

“Ella tenía ciertas gracias y se valió de eso siempre para llevar a Cristo a los demás (…). Siempre vivimos con la presencia de Jesús y de la Virgen porque ella nos hablaba constantemente. (…) Tenía el don del consejo, entonces prácticamente todos los días llegaban a casa personas que venían a rezar el Rosario, y después ella le los aconsejaba. (…) Siempre supo tener ese equilibrio entre la vida de entrega a los demás, de entrega a Dios y su vida familiar”, expresó la hija de la sierva de Dios María Esperanza Medrano.

El 25 de marzo de 1976 Esperanza vio a la Virgen en un lugar llamado Finca Betania. Luego, en 1984 la Madre de Dios se le apareció a ella y a 150 personas más en ese lugar. Dichas apariciones fueron aprobadas oficialmente por la Iglesia en 1987.

A partir de allí María Esperanza realizó una incansable labor misionera llevando el mensaje de amor, reconciliación y unidad familiar alrededor del mundo. No solo era una madre para sus hijos, sino también para todo aquel que llegara buscando un consuelo, una palabra a tiempo, un hombro sobre el cual desahogar las tristezas y angustias de la vida.

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