La Iglesia invita a las familias argentinas a sostenerse en la fe y la solidaridad

jueves, 16 de octubre de 2025

16/10/2025 – En un contexto nacional marcado por la complejidad y los desafíos que repercuten en la vida cotidiana, el Secretariado Nacional para la Pastoral Familiar ha emitido un mensaje de aliento y esperanza dirigido a todos los hogares argentinos. El organismo, perteneciente a la Comisión Episcopal para la Vida, los Laicos, la Familia y la Juventud, busca fortalecer los lazos de solidaridad y proponer a la familia como el núcleo fundamental desde donde irradiar fortaleza y apoyo mutuo para sobrellevar las adversidades.

Para profundizar sobre el sentido y la oportunidad de este mensaje, Monseñor Andrés Stanovnik, Arzobispo Emérito de Corrientes, destacó la centralidad de la familia no solo para la fe, sino para toda la sociedad. «La familia es la base fundamental para la convivencia humana», afirmó, advirtiendo con claridad que «si la familia se derrumba, se derrumba el colectivo, digamos, de la convivencia». Su reflexión subraya que la preocupación por la familia trasciende las culturas y es un pilar indispensable para la construcción de una comunidad sana y pacífica.

El mensaje episcopal, inspirado en las palabras del Papa Francisco sobre la esperanza, resalta el rol del hogar como cuna de valores esenciales. Monseñor Stanovnik hizo eco de una de las frases centrales del comunicado, describiendo a la familia como «el primer espacio de contención, de escucha, de ternura. Allí es donde aprendemos a compartir, a cuidar, a resistir juntos». Es en este ámbito primario donde la persona no solo recibe afecto, sino que también forja su «propia identidad relacional», un aspecto clave en una época donde las identidades son cuestionadas.

Profundizando en esta idea, Stanovnik explicó que la maduración personal está intrínsecamente ligada a la vida familiar, comenzando por el reconocimiento de nuestro rol más primario. “La dimensión fundamental del ser humano es la filiación. En primer lugar, somos hijos. No terminamos de serlo nunca”, señaló. Madurar como hijos, según el arzobispo, implica desarrollar la capacidad de escucha y acogida del otro, lo que naturalmente florece en fraternidad y en el respeto por la dignidad de toda persona, sin discriminación.

Frente al riesgo de que las dificultades actuales lleven a las familias a replegarse, el mensaje es una invitación decidida a la apertura y la solidaridad. Monseñor Stanovnik alertó sobre el peligro del aislamiento, afirmando que una familia «nunca puede cerrarse. Una vez que se cierra, se derrumba». Advirtió que encerrarse en los propios intereses es «construir algo nefasto, terrible», ya que se convierte en «el principio de la guerra, el de la violencia intrafamiliar y en la violencia hacia los otros».

En última instancia, el llamado de la Iglesia es a que cada hogar se redescubra como protagonista en la reconstrucción del tejido social, no desde una actitud pasiva, sino desde una vocación activa y transformadora. La crisis, vista como una oportunidad, nos invita a volver a lo esencial. Como concluyó Monseñor Stanovnik con una frase tan simple como profunda: «Fuimos creados por el amor y para amar. Y por consiguiente nuestra vocación es ser artesano del amor».

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