30/05/2017 – En la Catequesis de hoy profundizaremos en el misterio de la inmaculada concepción de María.
“En el sexto mes, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen que estaba comprometida con un hombre perteneciente a la familia de David, llamado José. El nombre de la virgen era María. El Ángel entró en su casa y la saludó, diciendo: «¡Alégrate!, llena de gracia, el Señor está contigo». Al oír estas palabras, ella quedó desconcertada y se preguntaba qué podía significar ese saludo. Pero el Ángel le dijo: «No temas, María, porque Dios te ha favorecido. Concebirás y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús; él será grande y será llamado Hijo del Altísimo. El Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre y su reino no tendrá fin». María dijo al Ángel: «¿Cómo puede ser eso, si yo no tengo relaciones con ningún hombre?». El Ángel le respondió: «El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso el niño será Santo y será llamado Hijo de Dios. También tu parienta Isabel concibió un hijo a pesar de su vejez, y la que era considerada estéril, ya se encuentra en su sexto mes, porque no hay nada imposible para Dios». María dijo entonces: «Yo soy la servidora del Señor, que se cumpla en mí lo que has dicho». Y el Ángel se alejó”. Lucas 1,26-38
“En el sexto mes, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen que estaba comprometida con un hombre perteneciente a la familia de David, llamado José. El nombre de la virgen era María. El Ángel entró en su casa y la saludó, diciendo: «¡Alégrate!, llena de gracia, el Señor está contigo». Al oír estas palabras, ella quedó desconcertada y se preguntaba qué podía significar ese saludo. Pero el Ángel le dijo: «No temas, María, porque Dios te ha favorecido. Concebirás y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús; él será grande y será llamado Hijo del Altísimo. El Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre y su reino no tendrá fin». María dijo al Ángel: «¿Cómo puede ser eso, si yo no tengo relaciones con ningún hombre?». El Ángel le respondió: «El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso el niño será Santo y será llamado Hijo de Dios. También tu parienta Isabel concibió un hijo a pesar de su vejez, y la que era considerada estéril, ya se encuentra en su sexto mes, porque no hay nada imposible para Dios». María dijo entonces: «Yo soy la servidora del Señor, que se cumpla en mí lo que has dicho». Y el Ángel se alejó”.
Lucas 1,26-38
Dios quiso que Jesucristo tuviera una verdadera madre humana, pero sólo a Dios como Padre, porque quería establecer un nuevo comienzo, que no se debiera a ninguna fuerza del mundo, sino únicamente a él. [484-504, 508-510]
La virginidad de María no es ninguna idea mitológica ya superada, sino un dato fundamental para la vida de Jesús. Nació de una mujer, pero no tenía un padre humano. Jesucristo es un nuevo comienzo en el mundo, fundado desde lo alto. En el evangelio de san Lucas, María pregunta al ángel: “¿Cómo será eso, pues no conozco varón?” (= no tengo relaciones con ningún hombre; Lc 1,34); a lo que responde el ángel: “El Espíritu Santo vendrá sobre ti” (Lc 1,35). Aunque la Iglesia, desde sus orígenes, ha sufrido burlas a causa de su fe en la virginidad de María, siempre ha creído que se trata de una virginidad real y no meramente simbólica. 117
No. Jesús es el único hijo carnal de María. [500,510]
Ya en la Iglesia primitiva se partía de la base de la virginidad perpetua de María, lo que excluía a hermanos carnales de Jesús. En arameo, la lengua materna de Jesús, hay una única palabra para hermano, hermana, primo y prima. Cuando en los evangelios se habla de “hermanos y hermanas” de Jesús (por ejemplo en Mc 3,31-35), se trata de parientes cercanos de Jesús.
No. Quien llama a María Madre de Dios confiesa con ello que su hijo Jesús es Dios. [495,509]
Cuando la cristiandad primitiva discutía quién era Jesús, el título Theotokos (“la que da a luz a Dios”) se convirtió en el signo de identidad de la interpretación ortodoxa de la Sagrada Escritura: María no sólo había dado a luz a un hombre, que después de su nacimiento se hubiera “convertido” en Dios, sino que ya en su seno su hijo es el verdadero Hijo de Dios. En esta cuestión no se trata en primer lugar de María, sino de nuevo de la cuestión de si Jesús es a un mismo tiempo verdadero Dios y verdadero hombre. 117
La Iglesia cree que “la bienaventurada Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de pecado original en el primer instante de su concepción por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en atención a los méritos de Jesucristo Salvador del género humano” (Dogma de 1854; 0 DOGMA). [487492,508]
La fe en la “Inmaculada Concepción” de María existe desde el inicio de la Iglesia. Hoy, a veces, se entiende mal esta expresión. Significa que Dios preservó a María del pecado original, y además desde el principio. Pero no dice nada sobre la concepción de Jesús en el vientre de María. Y en ningún caso es una minus-valoración de la sexualidad en el cristianismo, como si el marido y la mujer se “mancharan” cuando engendran a un hijo. 68-69 Que sea inmaculada concepción no es porque la concepción se considere pecado, sino que Jesús el inmaculado nació de un seno inmaculado porque quería hacer algo nuevo. Dios quiso aparecer en el escenario como el autor absoluto de la vida de Jesús, dando condición de divinidad sin participación de varón.
Es importante para darle el valor positivo a la sexualidad, querida por Dios. El varón y la mujer se plenifican en el vínculo matrimonial, y de ahí proviene la vida nueva. La vida es fruto de un amor, y no se la puede considerar desde el pecado.
María fue mucho más que un mero instrumento pasivo de Dios. También mediante su asentimiento activo se realizó la Encarnación de Dios. [493-494,508-511]. María no fue un títere de Dios.
Al ángel que le dijo que daría a luz al “Hijo del Altísimo”, María le respondió: “Hágase en mí según tu palabra” (Lc 1,38). La salvación de la humanidad por medio de Jesucristo comienza por tanto con una solicitud de Dios, con el consentimiento libre de una persona, y con un embarazo antes de que María estuviera casada con José. A través de estos caminos tan poco comunes, María se convirtió para nosotros en la “puerta de la Salvación”. 479
María tuvo únicamente un hijo, que es Jesús. Pero María es también nuestra madre porque Cristo, el Señor, nos la dio como madre. [963-966,973]
“Mujer, ahí tienes a tu hijo”. “Ahí tienes a tu madre” (Jn 19,26b-27a). En estas palabras que Jesús dirigió a Juan desde la cruz ha entendido siempre la Iglesia que Jesús confiaba toda la Iglesia a María. De este modo María es también nuestra madre. Podemos invocarla y suplicar su intercesión ante Dios. 147-149
Jesús quería compartir con nosotros su vida y santificar con ello nuestra vida cotidiana. [531-534, 564]
Jesús fue un niño que recibió de sus padres amor y afecto y fue educado por ellos. De este modo creció “en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres” (lc 2,51-52); perteneció a una comunidad rural judía y participó en los rituales religiosos; aprendió un oficio artesanal y tuvo que mostrar en él sus capacidades. El hecho de que Dios quisiera, en Jesús, nacer en una familia humana y crecer en ella, ha hecho de la familia un lugar de Dios y la ha convertido en prototipo de la comunidad solidaria.
Bautizar significa sumergir. En su bautismo, Jesús se sumergió en la historia de pecado de toda la humanidad. Con ello instituyó un signo. Para redimirnos de nuestros pecados sería sumergido un día en la muerte, pero por el poder de su Padre sería despertado de nuevo a la vida. [535537, 565]
Los pecadores -soldados, prostitutas, publicanos- salían al encuentro de Juan el Bautista, porque buscaban “el bautismo de conversión para perdón de los pecados” (Lc 3,3). En realidad, Jesús no necesitaba este bautismo, pues él no tenía pecado. El hecho de que se sometiera a este bautismo nos demuestra dos cosas. Jesús toma sobre sí nuestros pecados. Jesús ve su bautismo como anticipación de su Pasión y su Resurrección. Ante este gesto de su disponibilidad a morir por nosotros, se abre el cielo: “Tú eres mi Hijo, el amado” (Lc 3,22b).
A la verdadera humanidad de Jesús pertenece la posibilidad de ser tentado. Pues en Jesús no tenemos un salvador “incapaz de compadecerse de nuestras debilidades, sino que ha sido probado en todo, como nosotros, menos en el pecado” (Heb 4,15). [538540, 566]
Dios quiere “que todos se salven y lleguen al conocimiento de la verdad” (1 Tim 2,4). El “reino de Dios” comienza en las personas que se dejan transformar por el amor de Dios. Según la experiencia de Jesús son sobre todo los pobres y los pequeños. [541546,567] Incluso las personas que están alejadas de la Iglesia encuentran fascinante que Jesús, con una especie de amor preferencial, se dirija primero a los excluidos sociales. En el sermón de la montaña son los pobres y los que lloran, las víctimas de la persecución y de la violencia, todos los que buscan a Dios con un corazón puro, todos los que buscan su misericordia, su justicia y su paz, los que tienen un acceso preferente al reino de Dios. Los pecadores son especialmente invitados: “No necesitan médico los sanos, sino los enfermos. No he venido a llamar a justos, sino a pecadores” (Mc 2,17).
Padre Javier Soteras
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