La justicia social como condición para la sana convivencia humana

jueves, 18 de octubre de 2018
image_pdfimage_print

18/10/2018 – El padre Alejandro Nicola abordó el tema de la justicia social desde la perspectiva de los Padres de la Iglesia y dijo que “hay un designio de Dios para la sana convivencia humana, que se vive de acuerdo a la justicia. La justicia social es el equilibrio necesario para que existe esta convivencia entre las personas. Esto ya está mencionado en la Palabra, en el libro del Génesis desde el relato de la creación del mundo. Al romperse la justicia se ocasionan distintos problemas en la sociedad”.

Más adelante compartió un texto de San Ambrosio de Milán del Libro sobre los deberes de los ministros, donde “se hace referencia a las características de la justicia social como don de Dios y elemento necesario para el equilibrio de la vida común”. Esto decía San Ambrosio:

“Establecida la justicia, da a cada uno lo suyo, no se apropia de lo ajeno ni descuida su propia utilidad para conservar la igualdad común. La justicia hace referencia a la sociedad del género humano. El Rey David dice: “Repartió, dio a los pobres, su justicia permanece eternamente; el justo es misericordioso y da”. Todas las riquezas del mundo pertenecen al sabio y al justo. El justo tiene cosas comunes por suyas y las suyas por comunes. Antes que a otros, se acusa a sí mismo.

La justicia se refiere a la sociedad y a la comunidad del género humano. La razón o fundamento de la sociedad es doble: la justicia y la beneficencia. A ésta la llaman también liberalidad y benignidad. La justicia me parece más excelsa, la liberalidad en cambio, es mas amable. Porque la una contiene el juicio y la otra la bondad.

Juzgaron los filósofos griegos como forma de justicia que cada uno tenga lo común, es decir, lo público por público, y lo privado por privado como suyo. Esto, ciertamente , no es conforme a la naturaleza, porque esta dio a todos todas las cosas en común. Pues de tal modo dispuso, Dios dispuso la creación de todo que fuese alimento común para todos; y la tierra como una posesión común de todos. Así pues, la naturaleza engendró el derecho común y la usurpación hizo el derecho privado. ¿De dónde tomaron esta doctrina, a no ser de la escritura judeo-cristiana? Porque eso dice el Génesis: “Hagamos al hombre a imagen y semejanza nuestra y tenga potestad sobre los peces del mar y las aves del cielo y sobre todo lo que hay sobre la tierra”.

Por otra parte, el hombre ha sido engendrado en función del hombre. También dice el Génesis. “No es bueno que el hombre esté solo, hagamos una ayuda semejante a él”·. Y así fue creada la mujer para auxilio del hombre. El ser humano no podía sino encontrar en otro ser humano una ayuda semejante. De allí que debamos auxiliarnos recíprocamente, según voluntad divina y vínculo de naturaleza, poniendo todas las utilidades en medio, ayudarnos unos a otros, ya sea con el afecto, o con nuestro trabajo, o con el dinero, con nuestras buenas obras o de cualquier modo para que entre nosotros aumente el beneficio de la sociedad. Grande es el esplendor de la justicia que nacida para otros más bien que para sí, fomenta nuestra comunidad y sociedad. Ocupa un lugar tan elevado que todas las cosas están sujetas a su juicio, presta apoyo a otros, dispensa las riquezas, no rehúsa los trabajos y acepta los peligros ajenos

¿Quién no desearía poseer la fortaleza de esta ciudad, a no ser por la avaricia, que tuerce y debilita el vigor de tan gran virtud? En efecto, cuando deseamos aumentar las riquezas, acumular dinero, ocupar la tierra con posesiones, exceder a los demás en bienes, nos despojamos de la forma de la justicia y perdemos la beneficencia común. ¿Cómo puede ser justo quien se preocupa en arrebatar a los otros lo que desea para si? La codicia del poder debilita también la forma viril de la justicia. Entonces, ¿ de qué modo puede intervenir por otros quien intenta someter a sí a los demás y ayudar al débil contra los poderosos? ¿Quién ataca con su gran poder la libertad?”

Más adelante, el padre Nicola acercó otro texto, en este caso de San Zenón de Verona y su tratado sobre la justicia. “Aquí San Zenón se refiere a la avaricia como el vicio que quebranta la justicia social”. Aquí está su exposición:

“A la avaricia se debe que los graneros de unos pocos estén atiborrados de trigo y el estómago de muchos esté vacío. Y que la elevación de los precios sea peor que la falta de los productos. Por ella existen el fraude, la rapiña, los pleitos y la guerra. Todos los días se busca el lucro a costa de los gemidos ajenos y se ha convertido la confiscación de bienes en una industria: el apetito de los bienes ajenos urge con argumentos apasionados, bajo pretexto de la defensa propia. Gloríese quien quiera de esa justicia. Sin embargo, sepa que es el más miserable de los hombres quien se enriquece con la miseria ajena. ¿Acaso puede ser justo anteponer el aumento de los bienes familiares a la piedad, o alimentar sapos y gusanos mientras los hombres sufren hambre y desnudez? ¿O que alguien con desgraciada tenacidad prive de lo que tienen no sólo a los demás sino también a sí mismo?

Cristiano que te tienes por óptimo, quiero saber qué cosas son tuyas, cuando los que temían a Dios tenían todas las cosas en común. Entre los primeros cristianos no existía entre ellos ninguna distinción.

Siendo así las cosas, sin duda alguna no es distinto el tirano quien posee para sí solo lo que puede aprovechar a muchos. ¿Por qué mientras los pobres perecen todos los días de opresión, hambre, frío o injurias, tú eres amigo del oro, guardas la plata, tienes por sagrados como si fueran ídolos tus vestidos preciosos y los ornamentos lujosos y superfluos? Tú te compones continuamente, rico en publico y más en secreto. Y no entiendes que, con tantas riquezas, no socorres al pobre que muere de miseria. Pareces ser tú mismo causante de su muerte. ¡Oh, cuantas almas asesinadas cuelgan de los collares de las matronas enjoyadas! Si vendieras una sola de tus joyas, distribuyendo su precio entre los pobres, conocerías por las necesidades remediadas cuántos sufrimientos vale tu ornamento”.

Finalmente, el sacerdote cordobés indicó que “los Padres de la Iglesia fueron personas muy concretas en los temas que trataban. Por eso sus expresiones son puentes, son puntos de enlace entre las realidades que ellos vivieron y las que no tocan vivir a nosotros ahora”.