La llave del Reino

lunes, 24 de noviembre de 2008
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Los fariseos le preguntaron cuándo iba a llegar el reino de Dios, y él les respondió:  “La llegada del reino de Dios no está sujeta a cálculos, ni dirán: míralo aquí, míralo allí, Pues está entre ustedes”.  Después dijo a los discípulos:  “Llegarán días en que ustedes desearán ver uno de los días del Hijo del Hombre y no lo verán.  Si les dicen: míralo aquí, míralo allá, no vayan ni les sigan, porque así como el relámpago brilla desde un extremo al otro del cielo, así será el Hijo del Hombre cuando llegue su día, pero primero tiene que padecer mucho y ser rechazado por esta generación”.

Lucas 17, 20 – 25

El Dios, que por caminos inesperados, se apareció de golpe, cuando nosotros estábamos en otra. ¿Cómo es que estabas en otra y Dios te puso en la de Él? De eso se trata. De ese golpe de Gracia, golpe de timón, de orientación de tu vida que te sorprendió. Inesperado Dios, bienvenido seas.

Este Dios que sorprende, y que inesperadamente aparece en el camino de la vida, se manifiesta a través de diversas etapas. Su manifestación, si bien sorprende, al mismo tiempo es progresiva. De hecho decimos, ya está el Reino, y todavía no ha aparecido del todo. Sorprendente presencia del Reino de Dios en el gozo, la paz, la alegría, en la amabilidad, en la bondad, en la sencillez, en la mansedumbre, en la concordia, en el orden y en la vida. En la Vida (con mayúsculas). y sin embargo, un Dios, que arribando con todo esto que nos despierta un nuevo mundo, lo hace con progresividad y crecientemente. Por eso, hablamos de las etapas del Reino.

Debemos valernos del testimonio que nos deja el evangelista San Lucas. En Lucas la historia de la Salvación, la llegada del Reino de Dios, se puede descubrir presente en etapas, más precisamente en cuatro etapas.

La primera etapa, una preparación que lleva todo el Antiguo Testamento, desde la aparición del pueblo con Moisés a la cabeza y la historia posterior que habla de la llegada de Moisés, como el que marca en la liberación de Egipto un hito fundacional del pueblo de Israel, hasta Juan el Bautista. Juan el Bautista, sería la etapa de bisagra entre lo antiguo y lo nuevo. El último profeta del Antiguo Testamento, el primer profeta del Nuevo Testamento.

La segunda etapa, la manifestación del Reino, ya no es una etapa preparatoria, sino una etapa de encuentro. La persona de Jesús que inaugura el Reino, desde su vida y desde su mensaje. Los gestos y las palabras de Jesús, íntimamente ligados unos a otros, hablan de la presencia del Reino en medio de nosotros. “Si no me creen por lo que digo, dice Jesús, crean por las obras”. Las obras hablan de las palabras, y las palabras crean ese multiforme modo que Jesús tiene de hacer presente el Reino.

La tercera etapa, de la manifestación del Reino de Dios, es el Espíritu. Es el reinado del Espíritu, en el tiempo nuestro de ser comunidad, eclesía. Así lo muestra el libro de los Hechos de los Apóstoles. El Reino de los Cielos está presente como germen, en la comunidad de la Iglesia.  Más allá de ella, se manifiesta, pero tiene en ella una germinalidad que la manifiesta de una manera muy clara.

La cuarta etapa, futura y gran manifestación del Reino, en el tiempo final. Mientras tanto nosotros participamos del misterio pascual de Jesús. Es decir, su Cruz, su Muerte, y su Resurrección.
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