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La mesa de la Navidad en el camino de reconciliación
miércoles, 19 de diciembre de 2007
En los tiempos de Herodes, rey de Judea, hubo un hombre que se llamaba Zacarías. Era un sacerdote del grupo de Abías. La esposa de Zacarías se llamaba Isabel y era descendiente de una familia de sacerdotes. Zacarías e Isabel eran personas realmente buenas a los ojos de Dios, vivían en todo de acuerdo a los mandamientos y a las leyes del Señor. No tenían hijos. Isabel no podía tener familia. Ambos eran ya de edad muy avanzada. Mientras Zacarías estaba sirviendo en el tiempo delante de Dios según el orden de su grupo echaron suerte según la costumbre y fue designado para entrar en el santuario del Señor y ofrecer el incienso de la tarde. Mientras el pueblo permanecía afuera en oración se le apareció el Ángel del Señor. El Ángel estaba de pie a la derecha del altar del incienso. Zacarías al verlo se turbó y tuvo miedo. El ángel le dijo entonces: no temas Zacarías porque tu oración ha sido escuchada, tu esposa Isabel te dará un hijo al que llamará Juan. Grande será su felicidad y muchos se alegrarán con su nacimiento porque tu hijo va ser grande a los ojos del Señor. No beberá vino ni licor y estará lleno del Espíritu Santo ya desde el seno de su madre. Hará que muchos hijos de Israel vuelvan al Señor su Dios y logrará caminar delante de Dios con el Espíritu y el poder del Profeta Elías para reconciliar a los padres con los hijos, para que los rebeldes vuelvan a la sabiduría con el fin de prepara al Señor un pueblo bien dispuesto. Zacarías dijo al Ángel ¿ como puedo creer esto? Yo ya soy viejo y mi esposa también. El ángel contestó: yo soy Gabriel el que está delante de Dios. He sido enviado para hablar contigo y comunicarte ésta buena noticia pero tu no has creído en mis palabras las cuales se cumplirán a su tiempo. Por esto quedarás mudo hasta el día en que se realice todo esto que te he dicho.
Lucas 1, 5 – 20
Unos versículos más adelante Gabriel, el Ángel, protagonista de ésta historia en nombre de Dios visita a alguien más de la familia, a María, y en ésta visita ocurren cosas muy semejantes a las que ocurren en el diálogo entre Gabriel y Zacarías, cosas que distinguen la actitud de uno y de otro.
El modo de estar de parte de Zacarías y el modo de estar de parte María delante de Dios es claramente distinto. Son evidentes las diferencias que se dan entre la actitud de Zacarías y de María frente al anuncio del nacimiento de sus hijos.
María desde su fe en la oscuridad sin entender como será esto acepta, cree,.
hágase en mi según lo que has dicho
y luego canta la grandeza del Señor..
Su espíritu se alegra en Dios su salvador
. Su fe es tan grande que contagia a los ambientes donde se mueve.
Su prima Isabel la saluda reconociendo esa fe que la ha vinculado al misterio de Dios que en la oscuridad de su vida ha aparecido poniendo una luz que la ha segado sin terminar de entender como puede ser aquello. Es su noche oscura. Contagia la fe de María en la noche oscura y por eso Isabel cuando la ve dice:
Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor
. Juan el Bautista que está en el seno de Isabel salta de alegría ante la presencia creyente de María. Zacarías no cree.
El ante el anuncio del Ángel dice:
¿como puedo creer esto?
:Y lo que dice Gabriel:
por no haber creído esto quedarás mudo.
Mientras María canta, Zacarías enmudece. El tiempo del Adviento es el tiempo de la expectativa, la manifestación del Señor, el tiempo del nuevo renacer.
En cada uno de nosotros renacer la presencia de Dios que viene a hacer nuevas todas las cosas. Que sería nacer o renacer en ésta Navidad en casa.¿ Desde donde, en que espíritu de fe navideño mariano podríamos nosotros encontrar la respuesta en el creer a que Dios va a hacer aquello que sentimos en el corazón debe ocurrir para que nuestro vida se colme de gozo y alegría? Zacarías queda mudo, no se puede comunicar. María habla de las maravillas que Dios ha obrado en ella cantando además y bailando seguramente. Como ocurrió cuando el Arca de la Alianza llegó a la presencia del Rey David y éste bailó y danzó delante de ella. Aquí el Arca misma de la nueva Alianza baila, danza, canta la grandeza del Señor. Así nos quiere Dios en la Navidad danzando, bailando, cantando, gozándonos de su presencia.
Esto tiene que ocurrir en casa, en medio de nosotros. Tenemos dos posibilidades o la de no creer y dejarnos llevar por lo que la Navidad es ofrecida en estos tiempos de comercio donde el vacío del contenido navideño es muy claro en la sociedad de consumo y entonces pasa como una fiesta más. Pasó la Navidad pero no celebramos la Navidad o podemos verdaderamente creer que es Navidad, que ha comenzado a ocurrir algo nuevo en medio de nosotros y no lo decimos con el énfasis de quien quiere ponerle una inyección de cristiandad a la cuestión porque eso va pasando sino como quien verdaderamente cree que en medio del paganismo en el que vivimos la manifestación oculta, sencilla, pero real, contundente, del misterio de Dios que se repite después de dos mil años acontece en casa.
En la esquina de…, o en la calle…, a la altura de…, en esa geografía tuya mientras ocurre en el mundo. Es interesante como los relatos navideños contextualizar en que geografía o geopolítica podríamos decir así acontece aquel acontecimiento aquel hecho del todo llamativo aunque en el silencio y en la actitud creyente de María, de José y de los que poco a poco se van sumando por esa fe que contagia al misterio de Dios que ha tomado sus vidas. Para poder celebrar Navidad es clarísimo que no es por el camino de Zacarías, el increyente, según le dice hoy el ángel sino por el camino de María, la fiel servidora del Señor, la que cree, la que dice
hágase como has dicho
. Que ésta Navidad podamos celebrarla en espíritu creyente depende mucho que la presencia mariana gane nuestro corazón, que la Gracia de María gane nuestro corazón y su corazón creyente gane nuestro corazón, que podamos sintonizar con su sentir interior, que podamos dejarnos contagiar como Isabel, de su fe, de su creencia, de su amén, de su
hágase en mi
.
¿Es posible Navidad en casa? Si, si nos dejamos llevar por el Corazón de María. Este nacimiento tal vez tenga connotaciones de reconciliación, tal vez de aquello que necesitamos como mucho hoy en éste tiempo, de comunicación, de poder acortar las distancias que nos separan. En éste punto nos vamos a detener particularmente para que al armar la mesa además de pensar en que vamos a comer, cual va a ser la entrada, cual va ser el plato principal, cual va a ser la mesa de dulces, que vamos a beber, donde vamos a comprar la bebida, quien la va enfriar, quien se va a ser cargo de una y otra cosa, que regalito podríamos hacernos para celebrar realmente el nacimiento. Además de todo esto vamos a armar una mesa marcada por el signo de la reconciliación y del encuentro.
Sin esto todo lo demás pasa por algún lugar que no es el espíritu navideño con el que el Señor nos invita a celebrar su nuevo nacimiento en nuestra vida. Armemos la mesa de la reconciliación. Así como armamos la mesa de los dulces y prevemos la bebida que vamos a beber en esa noche y prevemos el plato central también pensemos en la mesa de la reconciliación, armemos la mesa de la reconciliación.
La mesa de la reconciliación la podemos armar desde un diálogo renovado. Nacer al diálogo o renacer al diálogo como clave de construcción de poder armar la mesa de la reconciliación en Navidad. Justamente es en el Espíritu de la Navidad donde surge claramente la posibilidad de la comunicación, del diálogo. Es en la ausencia de la fe donde nos muestra la Palabra de Dios hoy, nosotros nos vamos como cerrándonos en nosotros mismos y nos imposibilitamos para la comunicación.
Es muy clara la diferencia de la actitud comunicativa dialogal por parte de María con su espíritu creyente,
feliz de ti por haber creído
y
por no haber creído quedaras mudo
de Zacarías. Por eso cuando hablamos de armar la mesa de la reconciliación desde el espíritu del diálogo estamos pensando de armarla desde un espíritu renovado creyente mariano que adhiere al mensaje de Dios para nosotros en nuestra geografía, en nuestro acontecer hoy, que no es el ideal ni Dios quiere que así sea como no ocurrió idealmente allá cuando nació en Belén. Por eso no hay excusas para decir no se puede celebrar Navidad mira como estamos.
Crees que el pesebre es un lugar cómodo, crees que los dolores de parto de María mientras va caminando hacia Belén son un lugar de estar bien cuando no hay lugar para ellos, tienen que terminar en un pesebre. Si allá ocurrieron las cosas en una circunstancia x política y geográfica, en una situación no del todo como idealmente uno lo podría soñar porque nuestra Navidad tiene que ser distinta y va a ser Navidad. Es decir sin que tengamos todo para celebrarlo a lo grande como sabemos decir, lo celebremos mejor en lo pequeño. Que cuando celebramos la Navidad a lo pequeño se parece más a Navidad que cuando creemos que lo tenemos que celebrar a lo grande. Las condiciones en la que estamos es para que sea Navidad.
Uno puede decir: pero….en los líos que ando: comerciales, laborales, empresariales. He cerrado un año que mejor que se vaya con las enfermedades que ha habido en casa, con las dificultades con los chicos.
Es Navidad. Es allí donde Dios quiere invitarnos a creer que el puede hacer nuevo todo, a transformarlo todo. También la mirada negativa pesimista de lo que pasó queriéndose desprender de lo que ocurrió y no terminando de descubrir que eso mismo que pasó es la oportunidad para que se manifieste la gloria de Dios, la presencia de El. Porque es allí en la sencillez donde Dios eligiendo a lo que no cuenta muestra su poder para aquellos que creen que valían algo.
Es Navidad y queremos celebrarla en fe armando una mesa a todas las mesas que armamos, la de los regalos, la del plato primero, la del plato segundo, la de la bebida, la de los dulces, la mesa del diálogo que es la que construye la reconciliación. Y el diálogo que es la posibilidad de comunicación tiene algunas características para que podamos desde ese lugar.
El primer ingrediente de la mesa del diálogo es no querer convencer a los otros de a lo que nosotros nos parece la verdad en el asunto que se discute. Típico de una mesa familiar compartida cuando aparecen temas políticos, deportivos que son pasión en la que nos jugamos y donde afirmamos nuestra mirada con una cierta actitud de absoluto que hace que no nos podamos entender porque si lo que yo digo con pasión con espíritu de convicción tiene características de absoluto no hay lugar para que otro se pueda expresar. Suele ocurrir que hay alguien que habla en la mesa y por su elocuencia, por su convicción, por su pasión.
Deja a todos como en un segundo plano y entonces la mesa tiene alguna pata que hace que se mueva y no todo nos podamos apoyar en ella porque si se mueve la mesa cuando nos apoyamos capaz que se caiga, pierde el equilibrio. Cuando ocurren cosas que en el ámbito de la vida familiar suponen miradas distintas nada mejor que dejar que las miradas distintas aparezcan y nada mejor que no querer convencer.
El que se siente amenazado por la verdad absoluta levanta todas las defensas. Huimos, comenzamos a hablar de otra cosa, nos refugiamos en nosotros mismos, nos distraemos pero no nos encontramos. Nos paralizamos. No querer convencer en el diálogo familiar de la mesa navideña, de lo que nosotros creemos. Puede pasar que en la mesa de la Navidad hay quienes participaron de la celebración navideña en clave religiosa y quienes no y entonces aparecen algunos queriendo mover a la fe con algún modo de decir la cosa que no ayuda. Que más bien levanta defensa, que hace que se haga movediza la posibilidad que otros se sumen a la verdadera celebración del acontecimiento.
Jesús ha nacido. Es cuando nuestra afirmación va cargada de una cierta característica de moralina que es una moral de baja altura de una invitación dogmática con el principio como deben ser las cosas: para Navidad hay que ir a misa!!! Pero dicho así en ese deber ser o en esa moralina no atrae. Es más, cuando yo lo digo desde éste lugar donde yo lo cumplí a los otros le genero rechazo, generarles defensas. No querer convencer a los otros para de veras pueda construirse en todo caso yo lo que puedo hacer es testimoniar en el silencio, en el servicio, en la alegría, en el gozo, en la cercanía, en el escuchar más que decir ¿como podemos hacer esto que escasea?.
En donde se compra ésta actitud. En el lugar donde María nos enseña a recibir el mensaje, en la humildad, donde nadie tiene el monopolio de la verdad. Esto que nadie tiene el monopolio de la verdad no es el relativismo donde todo da igual sino es el lugar de la multifacético forma y belleza en la que la verdad se puede expresar y construir que no es lo mismo que decir todo da lo mismo. Por eso el espíritu de discernimiento, el expresar lo que uno piensa sin enojarse antes pensamientos distintos, opuestos en el ámbito de la misma mesa.
De esto necesitamos mucho en la tarea nuestra de vínculo con un mundo que está paganizado, que lo ha corrido a Dios del medio. Tanto que lo ha ubicado a papá noel como en el centro de la Navidad. No querer convencer a los demás es el primer ingrediente para construir la mesa del diálogo para la reconciliación en ésta Navidad.
Una canción navideña que brote de un corazón dialogante tiene como raíz el espíritu de fe mariano que canta la grandeza del Dios y no tiene que ver con cosas extrañas ni caídas del cielo en todo caso con el cielo hecho presente en lo de todos los días como el momento mismo en el que Jesús, el hijo de María, el hijo eterno del Padre, ha venido para quedarse con nosotros.
A partir de allí en todo caso las canciones que son del cielo son muy nuestras y de eso se trata justamente el Espíritu navideño en clave de diálogo para construir la mesa de la reconciliación. Es un canto de paz, un canto de alegría, un canto de felicidad poder estar en paz con los que estamos sentados a la misma mesa compartiendo el mismo destino. Que mejor impulso para la vida podemos recibir. Preparar esa mesa. Disponerla interiormente, armarla desde el corazón y construirla con actitudes que nos permitan llegar a la celebración navideña en esa clave con la que Dios quiere que tanto el lobo como el cordero puedan pasear juntos, el niño, como dice proféticamente Isaías pueda meter la mano donde está la víbora y el león pueda moverse con libertad en el ámbito donde ya no hay miedo porque su presencia lejos de producir temor nos muestra en todo caso fortaleza.
De eso se trata, el espíritu de la Navidad es un espíritu de canto, de gozo y de alegría. De un cielo en todo caso muy cercano, muy nuestro, muy emparentado con la cosa nuestra de todos los días donde todos tienen algo que aportar en el lugar donde nos encontramos para compartir junto un mismo destino en la mesa. La mesa es ese lugar privilegiado.
Tan privilegiado que Dios cuando quiso dejarnos su testamento eligió la mesa del altar para decir
tomen, coman y háganlo en memoria mía
. Es la mesa el lugar que Dios eligió para que nosotros podamos desde allí construir lo nuevo que supone construir desde el espíritu de fe en la Gracia de Navidad en el don de la reconciliación. Un primer ingrediente: no querer convencer a los otros. Un segundo ingrediente para ésta mesa es escuchar y comprender empáticamente.
¿Qué significa esto de escuchar y comprender empáticamente? Mas que imponer la verdad estamos llamados a meternos en el corazón del otro. A sentir desde donde el otro siente. La empatía consiste en eso. En percibir el marco de referencia interior de la persona con la que estoy dialogando ¿de donde viene? ¿ a donde va? ¿Porque dice lo que dice?. ¿Que le habrá pasado? ¿Como es que afirma lo que está afirmando? ¿porqué la mirada?¿porqué el gesto, la actitud?.No como quien se pregunta todo esto analizando fríamente, asépticamente a los otros como excluyéndose de la posibilidad de estar donde el otro está sino como quien se pregunta esto metiéndose en el corazón del otro intentando, comprenderlo, metiéndonos en su mundo para pertenecer al mundo de los otros.
Es un lugar de desapropiación del propio mundo, es un lugar de incertidumbre. En el diálogo hay que animarse a las incertidumbres. Nosotros permanecemos en nuestro lugar de juicio que más de una vez es un prejuicio sin meternos en el mundo de los otros por la inseguridad que nos da el salir de aquellas verdades que sostienen nuestra existencia y nos ponemos entonces al lado de los demás con las piernas que nos temblequean.
Es la capacidad, la empatía, que uno tiene para darse cuenta de las emociones y los cambios internos de las personas con las que nos estamos relacionando. Estar donde los otros están y que los otros puedan tener empatía conmigo, que puedan estar donde yo estoy. A veces estamos en la misma mesa pero cada uno está en lugares distintos. La mesa de la reconciliación y del diálogo se construye desde éste lugar empático. Las personas empáticas están más atentas a lo que les pasa a los demás. Saben prevenir, saben adelantarse a lo que necesitan. María en éste sentido es la mujer de la empatía. La madre de Jesús es un ejemplo típico de una persona empática.
En las Bodas de Caná se muestra claramente esto. Le dijo a su hijo:
no tienen vino
. Se dio cuenta que se acababa la fiesta no que faltaba un ingrediente de que beber. El vino significaba el fin de la fiesta. Se acababa la fiesta. No se puede seguir celebrando la boda.
Las personas poco capaces de empatía fácilmente tienen faltas involuntarias de delicadeza. María es la mujer de la delicadeza. Ser delicado no es ser prolijo. A veces uno piensa una persona delicada y se me representan manos delicadas. A veces gente con manos muy rústicas es de corazón muy delicado, muy respetuoso, muy atento, muy cordial. Cuando decimos cordial no estamos haciendo referencia a un modo protocolar de relación. Estamos hablando de cordialidad que es corazón. La palabra cordialidad viene de ese lugar. Desde el corazón. Cuando una mesa familiar navideña tiene corazón es porque esta embuída de ésta virtud.
Esta llena de ésta Gracia de la cordialidad. De tener un mismo corazón que significa estar todos en un mismo lugar. En un mismo sentir. Ese mismo sentir se construye. Es una gracia que hay que pedir. Pidamos la gracia de la mesa del diálogo y la reconciliación que suponga la delicadeza y la empatía, la cordialidad, el espíritu de la no imposición y la capacidad de estar donde los otros están y que los otros puedan estar donde yo estoy. Mesa del diálogo. Mesa compartida de la reconciliación. Lo necesita nuestra familia para ésta Navidad.
Padre Javier Soteras
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