09/09/2014 – En el espacio de “Destello cotidianos”, Gloria Ladislao, laica y catequista, licenciada en Teología, nos adentra en el significado de algunos símbolos bíblicos. En este caso, centrará su reflexión en la montaña como espacio de encuentro con la voz de Dios.
Entre los simbolismos que presenta la montaña podemos destacar:
Solidez. La presencia de una montaña inspira la imagen de firmeza, de lo inconmovible y al mismo tiempo majestuoso. Desde el punto de vista de la anatomía, se identifica con la columna vertebral, como eje que sostiene.
Superación. Subir una montaña o cerro implica un esfuerzo; quien lo realiza, desafía sus propias capacidades; es un modo de vencer lo arduo, y por eso es símbolo de superación personal. Es ser capaz de seguir adelante aunque las cosas se nos hagan “cuesta arriba”.
Elevación espiritual, acceso a lo santo y comunión con los dioses. En muchas culturas y religiones existe algún monte que es el lugar donde habitan los dioses, o el lugar desde el cual los humanos pueden dirigirse hacia ellos. Los cananeos y otros pueblos de la medialuna fértil realizaban sus sacrificios a los dioses en los “lugares altos”. Para los griegos, los dioses residían en la cumbre del Olimpo, a la cual no llegaban los seres humanos. El cerro Copacabana, a orillas del lago Titicaca, era un santuario cuyo nombre significa “camino por las estrellas hacia el Padre”.
También en la Biblia, los montes son lugar de teofanía, es decir, de manifestación de Dios. Así ocurrió a lo largo de la historia de la salvación, y así ocurrirá también al final de la historia:
2 En los últimos tiempos quedará afirmado el monte donde se halla el templo del Señor. Será el monte más alto, más alto que cualquier otro monte. Todas las naciones vendrán a él; 3 pueblos numerosos llegarán, diciendo: “Vengan, subamos al monte del Señor, al templo del Dios de Jacob.” (Isaías cap. 2)
6 En el monte Sión, el Señor todopoderoso preparará para todas las naciones un banquete con ricos manjares y vinos añejos, con deliciosas comidas y los más puros vinos. 7 En este monte destruirá el Señor el velo que cubría a todos los pueblos, el manto que envolvía a todas las naciones. (Isaías cap. 25)
Este monte también es nombrado en la Biblia como el Horeb. Al pie del Sinaí, por intermedio de Moisés, Dios hace la alianza con su pueblo: Ex 19. Allí Dios entrega su palabra, en los diez mandamientos: Ex 20 y Dt 5. El profeta Elías, perseguido, se refugia en ese monte y allí Dios se le manifiesta en la brisa que pasa: 1 Re 19,9 ss.
La antigua ciudad de Jerusalén estaba edificada sobre el monte Ofel (altura aprox. 780 mts.). En el año 1000 a.C. David conquistó la ciudad que pertenecía a los jebuseos. Luego trasladó allí el Arca de la Alianza, estableciéndola sobre la colina Sión.
Salomón extendió la superficie original de la ciudad, colocando sobre la colina Sión el palacio y el templo. Muchas veces en la Biblia Sión es simplemente sinónimo de Jerusalén. El monte Sión se convierte en el lugar de peregrinación a donde el pueblo acude para alabar a Dios, es el monte santo (Salmo 84). Los caminos que llegan hasta la capital lo hacen desde regiones de menor altura, por eso se usa la expresión “subir a Jerusalén”.
El Señor, el que reina en el cielo, se ríe de ellos; luego, enojado, los asusta; lleno de furor les dice: “Ya he consagrado a mi rey sobre Sión, mi monte santo.” (Salmo 2)
Señor, los que te conocen, confían en ti, pues nunca abandonas a quienes te buscan. Canten himnos al Señor, que reina en Sión; anuncien a los pueblos lo que ha hecho. (Salmo 9)
)¡Qué altos son los montes de Basán, y qué elevadas sus cumbres! Ustedes, que son montes tan altos, ¿por qué miran con envidia el monte donde Dios quiso residir? ¡El Señor vivirá allí para siempre! (Salmo 68)
En el Nuevo Testamento, Sión (al igual que la Jerusalén celestial) representa el lugar del encuentro definitivo con Dios:
18 Ustedes, en efecto, no se han acercado a algo tangible: fuego ardiente, oscuridad, tinieblas, tempestad, 19 sonido de trompeta, y un estruendo tal de palabras, que aquellos que lo escuchaban no quisieron que se les siguiera hablando. 20 Porque no podían soportar esta prescripción: Cualquiera que toque la montaña será apedreado, incluso los animales. 21 Este espectáculo era tan terrible, que Moisés exclamó: Estoy aterrado y tiemblo. 22 Ustedes, en cambio, se han acercado a la montaña de Sión, a la Ciudad del Dios viviente, a la Jerusalén celestial, a una multitud de ángeles, a una fiesta solemne, 23 a la asamblea de los primogénitos cuyos nombres están escritos en el cielo. (Heb 12)
1 Después vi al Cordero que estaba de pie sobre el monte Sión, acompañado de ciento cuarenta y cuatro mil elegidos, que tenían escrito en la frente el nombre del Cordero y de su Padre. (Apoc 14,1)
Citas del Antiguo Testamento que mencionan a “la hija de Sión” para referirse a la población de Jerusalén: Is 1,8; 10,32-34; 16,1; 37,22; Jer 4,31; Jer 6,1-5; Miq 1,12-14
En las Lamentaciones de Jeremías, la expresión aparece en repetidas ocasiones para señalar la desgracia que sufre la población durante el asedio y la posterior invasión de los caldeos: 1,6; 2,1.4.8.10.13.18; 4,22
En ocasiones, el anuncio de salvación para la hija de Sión toma la figura de un parto. La ciudad, como madre, dará a luz a sus habitantes en un tiempo nuevo, donde la presencia de Dios será evidente en medio de la población, en el monte sagrado de Sión que se halla en la ciudad.
6 Aquel día –oráculo del Señor– yo reuniré a las ovejas tullidas, congregaré a las descarriadas y a la que yo había maltratado. 7 De las tullidas, haré un resto, y de las alejadas, una nación poderosa. Y el Señor reinará sobre ellas en la montaña de Sión, desde ahora y para siempre. 8 Y tú, Torre del Rebaño, Altura de la hija de Sión, a ti llegará otra vez la antigua soberanía, la realeza de la hija de Jerusalén.
9 Y ahora ¿por qué lanzas alaridos? ¿Acaso no tienes un rey, o ha desaparecido tu consejero, para que te retuerzas como una parturienta? 10 Retuércete y sufre, hija de Sión, como una parturienta, porque ahora vas a salir de la ciudad y habitarás al descampado. Tú llegarás hasta Babilonia y allí serás liberada; allí el Señor te redimirá de la mano de tus enemigos. 11 Ahora se han reunido contra ti numerosas naciones, que dicen: “¡Que sea profanada, para que nuestros ojos se regocijen a la vista de Sión!”. 12 Pero ellos no conocen los planes del Señor ni comprenden su designio: él los ha reunido como gavillas en la era. 13 ¡Levántate y trilla, hija de Sión! Yo haré de hierro tu cuerno, y tus pezuñas, de bronce: triturarás a pueblos numerosos; consagrarás al Señor su botín, y sus riquezas al Señor de toda la tierra. (Miqueas 4)
El profeta Sofonías (cap. 3) invita a la ciudad a alegrarse, porque Dios ya está en medio de ella.
14 ¡Grita de alegría, hija de Sión! ¡Aclama, Israel! ¡Alégrate y regocíjate de todo corazón, hija de Jerusalén! 15 El Señor ha retirado las sentencias que pesaban sobre ti y ha expulsado a tus enemigos. El Rey de Israel, el Señor, está en medio de ti: ya no temerás ningún mal. 16 Aquel día, se dirá a Jerusalén: ¡No temas, Sión, que no desfallezcan tus manos! 17 ¡El Señor, tu Dios, está en medio de ti, es un guerrero victorioso! Él exulta de alegría a causa de ti, te renueva con su amor y lanza por ti gritos de alegría, 18 como en los días de fiesta.
Los textos del Segundo Isaías anuncian la promesa del regreso después del exilio
1 ¡Despierta, despierta, revístete de tu fuerza, Sión! ¡Vístete con tus vestidos más bellos, Jerusalén, Ciudad santa! Porque ya no entrarán más en ti el incircunciso ni el impuro. 2 ¡Sacúdete el polvo, levántate, Jerusalén cautiva! ¡Desata las ataduras de tu cuello, hija de Sión cautiva! 3 Porque así habla el Señor: Ustedes fueron vendidos por nada, y también sin dinero serán redimidos. (Is 52,1-3)
11 Esto es lo que el Señor hace oír hasta el extremo de la tierra: “Digan a la hija de Sión: Ahí llega tu Salvador; el premio de su victoria lo acompaña y su recompensa lo precede. 12 A ellos se los llamará ‘Pueblo santo’, ‘Redimidos por el Señor’; y a ti te llamarán ‘Buscada’, ‘Ciudad no abandonada’”. (Is 62,10-11)
También Zacarías (cap.2), profeta post-exílico, hace un llamado a la alegría:
11 ¡Vamos! ¡Sálvate, Sión, tú, que habitas en Babilonia! 12 Porque así habla el Señor de los ejércitos a las naciones que los despojaron –ya que el que los toca a ustedes, toca la pupila de mis ojos–: 13 ¡Sí, yo levanto mi mano contra ellos, y serán despojados por sus mismos esclavos! ¡Así ustedes sabrán que me ha enviado el Señor de los ejércitos! 14 Grita de júbilo y alégrate, hija de Sión: porque yo vengo a habitar en medio de ti –oráculo del Señor–.
Y anuncia (cap.9), después de los tiempos de guerra, la llegada de un rey pacífico, que no usará los caballos de guerra sino el burro, animal que simboliza el tiempo de paz:
9 ¡Alégrate mucho, hija de Sión! ¡Grita de júbilo, hija de Jerusalén! Mira que tu Rey viene hacia ti; él es justo y victorioso, es humilde y está montado sobre un asno, sobre la cría de un asna. 10 Él suprimirá los carros de Efraím y los caballos de Jerusalén; el arco de guerra será suprimido y proclamará la paz a las naciones. Su dominio se extenderá de un mar hasta el otro, y desde el Río hasta los confines de la tierra.
Catequesis mariana Santo Padre Juan Pablo II
1. La Biblia usa con frecuencia la expresión hija de Sión para referirse a los habitantes de la ciudad de Jerusalén, cuya parte histórica y religiosamente más significativa es el monte Sión (cf. Mi 4, 10-13; So 3, 14-18; Za 2, 14; 9, 9-10).
Esta personalización en femenino hace más fácil la interpretación esponsal de las relaciones de amor entre Dios e Israel, señalado a menudo con los términos novia o esposa. (24/04/1996)
1. En el momento de la Anunciación María, «excelsa Hija de Sión» (Lumen gentium, 55), recibe el saludo del ángel como representante de la humanidad, llamada a dar su consentimiento a la encarnación del Hijo de Dios.
La primera palabra que el ángel le dirige es una invitación a la alegría: chaire, es decir, alégrate. El término griego fue traducido al latín con Ave, una sencilla expresión de saludo, que no parece corresponder plenamente a las intenciones del mensajero divino y al contexto en que tiene lugar el encuentro.
Ciertamente, chaire era también una fórmula de saludo, que solían usar a menudo los griegos, pero las circunstancias extraordinarias en que es pronunciada no pertenecen al clima de un encuentro habitual. En efecto, no conviene olvidar que el ángel es consciente de que trae un anuncio único en la historia de la humanidad; de ahí que un saludo sencillo y usual sería inadecuado. Por el contrario, parece más apropiado a esa circunstancia excepcional la referencia al significado originario de la expresión chaire, que es alégrate.
Como han notado constantemente sobre todo los Padres griegos citando varios oráculos proféticos, la invitación a la alegría conviene especialmente al anuncio de la venida del Mesías.
2. El pensamiento se dirige, ante todo, al profeta Sofonías. El texto de la Anunciación presenta un paralelismo notable con su oráculo: «¡Exulta, hija de Sión, da voces jubilosas, Israel; alégrate con todo el corazón, hija de Jerusalén!» (So 3, 14). Ese oráculo incluye una invitación a la alegría: «Alégrate con todo el corazón» (v. 14); una alusión a la presencia del Señor: «El rey de Israel, el Señor, está en medio de ti» (v. 15); la exhortación a no tener miedo: «No temas, Sión. No desmayen tus manos» (v. 16); y la promesa de la intervención salvífica de Dios: «En medio de ti está el Señor como poderoso salvador» (v. 17). Las semejanzas son tan numerosas y exactas que llevan a reconocer en María a la nueva hija de Sión, que tiene pleno motivo para alegrarse porque Dios ha decidido realizar su plan de salvación.
Una invitación análoga a la alegría, aunque en un contexto diverso, viene de la profecía de Joel: «No temas, suelo; alégrate y regocíjate, porque el Señor hace grandezas (…). Sabréis que en medio de Israel estoy yo» (Jl 2, 21. 27).
3. También es significativo el oráculo de Zacarías, citado a propósito del ingreso de Jesús en Jerusalén (cf. Mt 21, 5; Jn 12, 15). En él el motivo de la alegría es la venida del rey mesiánico: «¡Alégrate sobremanera, hija de Sión; grita de júbilo, hija de Jerusalén! He aquí que viene a ti tu rey, justo y victorioso, humilde (…). Proclamará la paz a las naciones» (Za 9, 9-10).
Por último, de la numerosa posteridad, signo de bendición divina, el libro de Isaías hace brotar el anuncio de alegría para la nueva Sión: «Regocíjate, estéril que no das a luz; rompe en gritos de júbilo y alegría, la que no ha tenido los dolores, porque son más numerosos los hijos de la abandonada que los de la casada, dice el Señor» (Is 54, 1).
Los tres motivos de la invitación a la alegría -la presencia salvífica de Dios en medio de su pueblo, la venida del rey mesiánico y la fecundidad gratuita y superabundante- encuentran en María su plena realización y legitiman el rico significado que la tradición atribuye al saludo del ángel. Éste, invitándola a dar su asentimiento a la realización de la promesa mesiánica y anunciándole la altísima dignidad de Madre del Señor, no podía menos de exhortarla a la alegría. En efecto, como nos recuerda el Concilio: «Con ella, excelsa Hija de Sión, después de la larga espera de la promesa, se cumple el plazo y se inaugura el nuevo plan de salvación. Es el momento en que el Hijo de Dios tomó de María la naturaleza humana para librar al hombre del pecado por medio de los misterios vividos en su carne» (Lumen gentium, 55).
4. El relato de la Anunciación nos permite reconocer en María a la nueva hija de Sión, invitada por Dios a una gran alegría. Expresa su papel extraordinario de madre del Mesías; más aún, de madre del Hijo de Dios. La Virgen acoge el mensaje en nombre del pueblo de David pero podemos decir que lo acoge en nombre de la humanidad entera porque el Antiguo Testamento extendía a todas las naciones el papel del Mesías davídico (cf. Sal 2, 8; 72, 8). En la intención de Dios, el anuncio dirigido a ella se orienta a la salvación universal.
Como confirmación de esa perspectiva universal del plan de Dios, podemos recordar algunos textos del Antiguo y del Nuevo Testamento que comparan la salvación a un gran banquete de todos los pueblos en el monte Sión (cf. Is 25, 6 ss) y que anuncian el banquete final del reino de Dios (cf. Mt 22, 1-10). Como hija de Sión, María es la Virgen de la alianza que Dios establece con la humanidad entera. Está claro el papel representativo de María en ese acontecimiento. Y es significativo que sea una mujer quien desempeñe esa misión.
5. En efecto, como nueva hija de Sión, María es particularmente idónea para entrar en la alianza esponsal con Dios. Ella puede ofrecer al Señor, más y mejor que cualquier miembro del pueblo elegido, un verdadero corazón de Esposa.
Con María, la hija de Sión ya no es simplemente un sujeto colectivo, sino una persona que representa a la humanidad y, en el momento de la Anunciación, responde a la propuesta del amor divino con su amor esponsal. Ella acoge así, de modo muy particular, la alegría anunciada por los oráculos proféticos, una alegría que aquí, en el cumplimiento del plan divino, alcanza su cima.
Juan Pablo II, catequesis mariana
Poema de imágenes bíblicas en honor de la Santísima Virgen, San Germán obispo, siglo VI
Salve, fertilísimo y umbroso monte de Dios, en el que se crió el cordero espiritual que llevó sobre sí nuestros pecado y debilidades, monte del cual se ha desgajado aquella piedra que ninguna mano había extraído, que hizo pedazos los altares de los ídolos y se constituyó en piedra angular, admirable a nuestros ojos. Salve, trono santo de Dios, tesoro divino, mansión de gloria, hermosísima presea, joyero escogido, propiciatorio de todo el orbe, y cielo que canta la gloria de Dios.
Prof. Gloria Ladislao
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