“La muerte de mi madre me llevó a colaborar con personas que atraviesan por el duelo”, reflexionó el padre Mateo Bautista

sábado, 30 de junio de 2018

30/06/2018 – El padre Mateo Bautista, sacerdote de San Camilo de Lelis, nos contó desde Madrid (España) su testimonio de vida. “Mi madre, que se llamaba Severa, era una mujer muy firme y muy buena. Ella falleció cuando yo tenía 11 años, yo ya estaba en el seminario camilo. Su muerte me marcó y desde allí me sentí llamado a colaborar con personas que atraviesan por el duelo”, dijo.

El padre Mateo también recordó que “yo le había dicho a mi padre, Saturnino, que quería ser sacerdote a los 8 años. Y él me respondió que lo haría cuando fuera hombre. Y eso fue a los 10 años”. El sacerdote camilo también expresó: “Mi padre me solía decir ´tú vas a tener más hijos que yo`. En realidad se refería a los libros que yo escribiría. En total, llevo más de 60 libros sobre la pastoral de la salud, el duelo, la depresión y otros temas”. El padre agregó que nació en la pequeña localidad de Alba de Tormes, famosa por ser el lugar donde están los restos mortales de Santa Teresa de Jesús. “Yo desde pequeño veía el corazón incorrupto de Teresa”, agregó.

También el padre Mateo tuvo un recuerdo grato de monseñor Jorge Novak, el primer obispo de Quilmes: “Fue el primer presidente de la comisión episcopal de la salud de Argentina, por haber vivido una dura enfermedad y por ser un hombre misericordioso. Y yo fui el secretaro ejecutivo de esa comisión junto a Novak”.

Por último, el padre Mateo Bautista nos regaló esta oración:

Señor, concede a mi corazón prudencia y sensatez.

Pon en mi mente pensamientos sin doblez, valores e ideales nobles.

Hazme hombre de buena fe, compasivo samaritano; a la palabra dada, fiel.

Encamina mis pasos por sendas de bien. Haz generosas mis manos para recibir y ofrecer,

enemigas sean del soborno, amantes de la honradez.

Que salgan de mi boca, tan dulces como la miel, palabras suaves,

tonos sin altivez, que serenen el alma, reconforten el ser,

sean saludables al cuerpo y al ánimo den placidez.

Conjura de mis ojos seductoras miradas de poseer,

que desasosiegan mi deseo de un casto ver.

Que tu misericordia y mi pecado caminen siempre a la vez.

Dilata, Señor, mi espíritu para valorar y reconocer

tantas dádivas generosas procedentes de tu merced.

Y otórgame, Dios mío, en la duda, el creer; en la adversidad, esperanza;

en el egoísmo, caridad.

Amén.