La multiplicación de los panes

viernes, 20 de noviembre de 2009
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Este relato lo podemos encontrar en los cuatro evangelios, podemos leerlo, en esta ocasión en el de Marcos, capítulo 6, desde el versículo 31 en adelante.

Jesús y sus discípulos han estado recorriendo toda la región, conversando y enseñando a los habitantes, curando enfermos, ayudando a los pobres… haciendo quizás algún trabajo manual para ganarse la comida del día o pescando en el lago. Necesitaban descansar un poco, y por esa razón buscan un lugar tranquilo, desierto, donde hubiera un poco de silencio y soledad… sin embargo, la gente que necesitaba de Jesús lo sigue.

El relato nos cuenta que a pesar del cansancio, Jesús se detiene y se conmueve. ¿Qué significa ese sentimiento? La necesidad de las personas que lo rodeaban despiertan el amor en el corazón de Jesús, haciendo que su propio cansancio quede en un segundo lugar. Jesús es solidario y comparte su tiempo. Por eso, comienza a enseñarles y se preocupa por lo tarde que se hizo y que esta gente no tiene qué comer.

Un niño, quizás con un poco de vergüenza, pero con mucho entusiasmo, se acerca a Jesús y le ofrece todo lo que traía en su bolsito: 5 panes y 2 pescados. ¿Cuánta gente se imaginan que pueden alimentarse con esa cantidad de panes y pescados? Seguramente, no muchos… sin embargo, Jesús hace un milagro: después de la bendición, parte el pan y los pescados y da de comer a toda la gente… dicen que eran alrededor de 5000.

Los milagros son hechos maravillosos, que salen de lo común. En el tiempo de Jesús igual que ahora, no era común que la gente hiciera esta clase de cosas… Jesús, al ser Hijo de Dios, tiene un poder especial y puede realizar estos signos. Igual que las parábolas, los milagros no buscan sólo asombrar a las personas que lo experimentan, sino que quieren dejar un mensaje.

El compartir y la solidaridad entre nosotros es lo importante de este milagro. Jesús, a pesar de su cansancio atendió a la gente que lo buscaba, porque puso primero la necesidad de su prójimo. El niño que compartió la comida, también ayudó a que se produjera el milagro, porque compartió lo poco que tenía… logrando que fuera mucho.

Hoy, también nosotros estamos invitados a ofrecerle a Jesús todo lo que tenemos y nuestro tiempo, para que Él llegue a través de nosotros a tantas personas que necesitan una palabra, una sonrisa, un abrazo y también un plato de comida.