La Oración

viernes, 17 de abril de 2009

    ¿Qué clase de poder es ese que levanta, anima, fortalece, pone luz, y al mismo tiempo no modifica la circunstancia de este mundo pecaminoso, oscuro, en muchos casos tenebroso, injusto, donde el mal se expande a veces de manera escandalizante para los creyentes? ¿Qué clase de Dios es ese que tiene tanto para decir y al mismo tiempo calla? ¿Qué Dios es ese al que ‘le tiramos de la manga’ pidiéndole algo y muchas veces no responde?-y esta es la experiencia que en más de una oportunidad tenemos.
    Hay un pasaje en la vida de Jesús que puede de alguna manera orientarnos aunque no brinda respuestas. Creo que estas respuestas no van a cerrar nunca. Podremos ir encontrando experiencias, vivencias, pero respuestas propiamente dichas, que dejen satisfacción plena y definitiva a las preguntas de nuestra razón acerca de quién es este Dios, no están.
    Es que esto no es para entenderse, es para vivenciarse, es una vida nueva. Y solamente es desde la vivencia y desde la experiencia, desde el testimonio, que se pueden juntar los opuestos: un Dios que habla y al mismo tiempo calla. Un Dios poderoso e impotente. Un dios luminoso y al mismo tiempo opaco y oscuro. Es solo desde la vivencia del amor de Dios los polos opuestos se unen de una manera difícil de describir.
    Para entender este misterio, uno de los textos es el de Jesús en el Huerto de Getsemaní. Entrar en ese huero es entrar en el misterio de un Dios sufriente, algunos dicen asustado, un Dios agonizante, un Dios que tiene miedo a lo que viene, un Dios que pregunta a su propio Dios y que pide ayuda, y le pide además que si fuera posible cambiara los designios y el modo a través del cual esa Redención sobre los hombres debía hacerse. Un Dios que consuela, y sin embargo después del consuelo, entra en agonía. El ángel viene a consolarlo y El entra en agonía. Es todo un misterio difícil de dilucidar. Pero si entramos en el Huerto y miramos a Jesús, meditamos y oramos respecto de las situaciones que acá se viven, quizá también podemos encontrar un senderito para entendernos a nosotros mismos, para unir nuestros propios opuestos, para armonizar nuestras contradicciones. Porque el Dios que aquí se presenta es verdaderamente paradójico, como lo es la vida, como son nuestras preguntas, como son nuestros sinsabores.

Apóyate en mi, seré tu brazo fuerte cuando sientas morir,
que sepas que yo siempre estaré para ti, que hay momentos feos, pero la vida es así.
Acércate ya, quiero ser tu pañuelo cuando sientas llorar,
que en medio del dolor, no haya mas soledad,
que sientas que alguien te ama y que nunca jamás te dejará.

quien dijo que no habrían tormentas que te golpearan,
quien dijo que no habrían amigo que traicionaran,
quien dijo que no habrían momentos de dificultad,
donde tu piensas que tu mundo se derrumbara,
quien no ha llorado alguna vez sintiéndose impotente?,
porque es tan grande la barrera que tienes en frente,
escuchas voces de fracaso hablando a tu mente,
y repitiéndote constantemente,
que nunca lo lograras, no te podrás levantar,
que no hay razón de luchar, que debes volver atrás,
y te duele el corazón, se te nubla la razón,
se te escapa la pasión y hasta pierdes la visión.
hoy no es tiempo de rendirse, ni volver atrás,
todo en la vida pasa, no hay que desmayar,
tu lugar esta en lo alto vuelve a comenzar,
Dios te da en este momento la oportunidad

recuerda bien, sabes que en la noche mas oscura
es justo en el momento antes de empezar a amanecer,
todo acabara y la luz alumbrara,
y tu cara brillara, mostrara felicidad,
se rompen las cadenas, se van todas tus penas,
comienzas vida nueva, tu fe se regenera,
llega alegría a tu corazón, porque la tormenta ya terminó.
ahora descansa, canta, sonríe a la vida,
disfruta el regalo que te han dado desde arriba,
lo mejor esta por llegar, si tu lo crees lo recibirás,
en el camino encontraras todo lo que haz perdido,
lo que te han quitado y lo que nunca haz recibido,
abrigo en el frío, amor de padre a hijo,
abrazo de un amigo, que estará contigo.

ORACION DEL REMANSO
Soy de la orilla brava del agua turbia y la correntada
que baja hermosa por su barrosa profundidad,
soy un paisano serio, soy gente del remanso Valerio
que es donde el cielo remonta vuelo en el Paraná.
Tengo el color del río y su misma voz en mi canto sigo,
el agua mansa y su suave danza en el corazón,
pero a veces, oscura, va turbulenta en la ciega hondura
y se hace brillo en este cuchillo de pescador.

Cristo de las redes, no nos abandones
y en los espineles déjanos tus dones.
No pienses que nos perdiste,
es que la pobreza nos pone tristes,
la sangre tensa y uno no piensa más que en morir.
Agua del río viejo, llévate pronto este llanto lejos
que está aclarando y vamos pescando para vivir.

Llevo mi sombra alerta sobre la escama del agua abierta
y en el reposo vertiginoso del espinel
sueño que alzo la proa y subo a la luna en la canoa
y allí descanso hecha un remanso mi propia piel.
Calma de mis dolores, ¡ay!, Cristo de los pescadores,
dile a mi amada que está apenada esperándome,
que ando pensando en ella mientras voy vadeando las estrellas,
que el río está bravo y estoy cansado para volver.

…de la ciudad vieja de Jerusalén, que bajó por la calle por las escaleras hacia lo que había sido el arroyo de Tiropeón y que subió al barrio de Ofel, que es la vieja ciudad de David, para luego bajar por el torrente de Cedrón que está casi siempre sin agua, y de ahí seguramente ha tomado el camino para subir al cerro de los olivos esa noche. Se llamaba así porque la pendiente occidental estaba toda cubierta de olivos, y fue en un Huerto llamado Getsemaní donde ocurre la escena de Jesús en el huerto de los olivos.
    Getsemaní significa “prensa de aceite”. El fruto del olivo, la aceituna, es prensado, retorcido, molido, apretado, para sacarle su jugo, en este caso el aceite.
    Aquí estamos viendo claramente una expresión simbólica de lo que es este episodio en la vida de Jesús: una verdadera “prensa”, donde la humanidad de Jesús es estrujada hasta morir, para que el exhuma su espíritu. También así se entiende mejor la imagen de Jesús sudando sangre.  “Entró en agonía y su sudor se convirtió en grandes gotas de sangre que caían hasta el suelo.” (Es posible que se hable de un fenómeno de adelgazamiento de los vasos capilares, fruto de un gran stress, que producen una transpiración sanguínea, o que las gotas de sudor debido a este gran stress, a esta gran tensión interior, hayan sido tan espesas como las gotas de sangre). Independientemente de cual sea la opción interpretativa que se haga, lo que nos está queriendo decir es que Jesús, en esta circunstancia, la estaba pasando muy mal, que estaba tocando la cima de la agudeza de los dolores morales, que a veces pueden ser tanto o más insoportables y agudos que los dolores físicos. Entonces, dice la palabra, “Jesús oraba con más insistencia”. ¡qué verdadero combate en el alma de Jesús entre esta agonía, combate, stress, situación límite, y este remedio que el alma busca para no caer en tentación, que es orar! Y es el mismo remedio que ese Dios le da y le pide a los Apóstoles que lo habían acompañado: “recen para no caer en la tentación”. Como ellos se quedan dormidos, como ellos caen en la tentación, Jesús explicita la razón de la caída: la razón de haberse adormecido por la tristeza es no haber orado lo suficiente.
    El contraste entre Jesús y sus Discípulos está dado por la oración. El está siempre despierto para interceder, y los otros duermen antes de la prueba. ¿No pudieron vigilar y orar ni aunque sea un rato?. La amonestación que Jesús hace a sus discípulos, la podemos también recibir nosotros, que muchas veces, en medio de circunstancias muy difíciles, apelamos al control de la voluntad, al ejercicio de la razón, a tratar de entender las situaciones, al desfile de miles de preguntas: ‘por qué me pasa esto  a mí’, ‘qué es lo que tengo que hacer’ ‘qué culpa estoy pagando’. Y sin embargo, la respuesta errónea- en estos casos, al advenimiento de un gran dolor- es tratar de entender, de dilucidar, de manejar nuestra voluntad, manejar nuestros sentimientos y pensamientos. Esa es una respuesta errónea. La respuesta aconsejada por el mismo testimonio de Jesús es la oración.
    En Juan 15,2 Jesús dice claramente que “el servidor no es más que su Señor” “Si a mi me han perseguido, también los perseguirán a ustedes.” Más aún: hay una cierta identidad entre el cristiano que sufre y Jesús. “Completo en mi carne lo que falta a los padecimientos de Cristo, a favor de su cuerpo que es la Iglesia” (carta de Pablo a los Colocences).
    Esto quiere decir que si seguimos a Jesús no vamos a zafar de las tribulaciones, de las persecuciones, de las tinieblas que muchas veces se enroscan alrededor de quien es discípulo de Cristo. Nos va a pasar, igual que a El, ser signo de contradicción, molestar, ser objeto de envidias, rivalidades, ser blanco de la asedia (que es la envidia por el bien espiritual del otro) que es muchas veces el destino más certero que tiene un discípulo de Jesús.    En medio de todo esto: La Oración como remedio, como fuerza, como energía para resistir la hora mala.

No, sin dolor no hay ganador.
todo cuesta un valor por el cual hay que luchar
a pesar de tropezar, de que importaría ganar
si fue tan fácil llegar a la meta y al final que mas habrá.
Si lo se, a veces hay que ser golpeado para poder crecer
y alcanzar un poco mas de madurez
porque no habría forma de saber manejar lo que vendrá
y aunque el dolor en esos tiempos puede ser tan cruel
pero Dios no nos dejara permanecer allá
mas tiempo del que podamos soportar.
No quieres pasar dificultad, pero a veces servirá
para despertar el don que dentro hay y salir de la comodidad
que te aferrar ese lugar y a la meta con firmeza avanzar

   Según Hebreos, Jesús “debía en todo asemejarse a sus hermanos”, de manera que habiendo sido probado en el sufrimiento, puede ver a los que se ven probados. Se hizo hombre entre los hombres, y también soportó el sufrimiento, nunca serán del todo reflexionadas.
    Venimos de un tiempo muy largo en que el énfasis estaba puesto en la divinidad de Jesús. Y esto es una respuesta a un tiempo bastante intenso donde lo que se negaba era la divinidad de Jesús, que para los primeros cristianos era muy difícil de captar, y era por tanto el aspecto más vulnerable de la fe. Y extendimos demasiado tiempo esa apología sobre la divinidad de Cristo y hoy nos encontramos con la dificultad para completar el rostro de Cristo en nuestra alma, o porque lo divinizamos demasiado y por tanto no lo podemos imaginar padeciendo o viviendo todas las emociones humanas: la alegría, la tristeza, la indignación, la mansedumbre, y en este caso, la angustia o la desesperación. Los nombres aquí son bastante delicados, porque de Jesús en el Huerto solo se nos ofrece una postal “externa”. Pero lo suficientemente clara como para que nosotros nos preguntemos si realmente su presencia es consoladora para nosotros. Porque fijémonos que en verdad Dios interviene (se le apareció un ángel del cielo que venía a animarlo), pero no interviene (porque no modifica nada de su circunstancia: no se reduce la crueldad de quienes lo apresan, lo torturan, ni detiene esta hora terrible de tinieblas en las que el poder, de manera clandestina –como suele obrar- a la hora que el mal se desata, se torna fuerza conspirante contra Jesús.
    ¿Somos nosotros capaces de recibir ese consuelo de Dios, como le consideramos a Jesús tan Dios, nosotros deberíamos estar exentos de esa prueba? ¿O pensamos que la cruz no es un camino para nosotros, sino que es un camino para El, o para otros que no gozan del privilegio de ser cristianos? ¿Están unidas nuestra misión y nuestra angustia como estuvieron unidas en Jesús? ¿Están unidas nuestras angustias, nuestras muertes, con las suyas? ¿Tenemos conciencia de que somos invitados a “completaren nuestros sufrimientos la pasión de Jesús? ¿Tenemos conciencia de que por el mero hecho de que le amo y seguimos, hemos recibido una entrada al Huerto de Getsemaní? Y no precisamente para quedarnos dormidos, sino para asociar nuestra desesperación a la suya.
    “Con un bautismo tengo que ser bautizado, y qué angustiado estoy hasta que se cumpla”. Es el bautismo de sangre, el bautismo de la entrega hasta el final. ¿Seremos capaces de ser sumergidos con Jesús en ese mismo bautismo? ¿Seremos capaces de recibir como único y absoluto consuelo el dolor compartido con El porque le amamos? El dolor que no pudieron compartir sus Apóstoles porque no oraron.

LE HE PRESTADO LA MANO A JESUS, EL QUERIA ESCRIBIR DE SU LUZ
Y ES POR ESO ME OLVIDO DE MI, Y LO DEJO QUE ESCRIBA

ME HAGO A UN LADO Y LO DEJO ESCRIBIR, ES HERMOSO MIRARLO ESCRIBIR
Y ME NIEGO A MI MISMO, Y CONVIENE QUE GUARDE SILENCIO

PORQUE PUEDO APRENDER DE LAS COSAS QUE TIENEN SENTIDO
Y NOS SIRVEN DE MUCHA EXPERIENCIA QUE UNO A VIVIDO

OH SEÑOR PON TU LETRA EN TU SON PON TUS DICHOS EN ESTA CANCION
HACE FALTA ESCUCHARTE OTRAVEZ, PARA SENTIRSE VIVO

Y ME SIGO DEJANDO LLEVAR, NO QUERIA QUE HUBIESE UN FINAL
Y ES QUE CADA PALABRA QUE ESCRIBE, ME LLENA LA VIDA

EL JESUS QUE UNA VEZ CONOCI, SE QUEDO CONMIGO A VIVIR
YO NO CAMBIO PORNADA DEL MUNDO, ESTA GRAN ALEGRIA

    Cuando Jesús dice “El Espíritu está pronto, pero la carne es débil” no se está refiriendo a una separación entre cuerpo material y espíritu inmaterial, sino que se está refiriendo a los dos ámbitos que entraban en pugna dentro de su misma alma: el instinto, la tendencia a la sobrevivencia de todo ser humano,
    El Padre Pío expresa que el horror, la agonía, esta angustia extrema que Jesús sentía en el huerto de Getsemaní no era tanto el miedo a la muerte –porque Jesús no se comportó como una persona que le tuviera miedo a la muerte: hay un escritor que dice que el primer responsable de la muerte de Jesús es El mismo: fue tan audaz en encarar los poderes del mundo que lo rodeaba, en sus críticas, en los enfrentamientos que tuvo con ellos, que evidentemente no les quedaba otra que matarlos, porque no había forma de callarlo. Otros dicen “fue un suicida”. Por supuesto hay que entender esto en el marco de lo que estamos hablando: Jesús en ningún momento se suicidó ni pretendió hacerlo. Las denuncias que Jesús hizo de los poderes religiosos y económicos que oprimían a los hombres mientras El intentaba liberarlos fue tan radical enfrentarlos y decirles “sepulcros blanqueados, llenos de putrefacción por dentro”, es como quitarles hasta los últimos recursos al hombre orgulloso y vanidoso y ponerlo contra las cuerdas.
    No da la impresión que Jesús le tuviera miedo a la muerte. Pero hay una pista que da el padre Pío cuando dice: “El horror de Jesús era sumergirse en el nauseabundo mundo del pecado y tragárselo todo entero”, y esta pista se reafirma en 2 Cor 15,21 “El Padre, le hizo Pecado por nosotros”. Deum 21.23 afirma “El mismo se hizo maldición, pues dice la escritura ‘maldito todo el que esté colgado del madero’”
    Habría una clave de la interpretación del sufrimiento, de la agonía de Jesús, que es el tratar de sondear la profundidad que implica la prueba de ser “todo el  pecado del mundo” para un alma pura como la de Jesús, para un hombre lleno de gracia, para el Hijo de Dios,  “ser maldición” nos lleva a entender de alguna manera esta situación de horror, de desesperación, de repugnancia. Es como que de pronto pasaba de ser “hijo de Dios” a ser “El Maldito de Dios”. El que dice ser “la Vida” para a ser “la muerte”, de ser “la gracia, pasa a ser “el pecado”, el que es “el bien”, pasa a ser “el mal”-.
    En esto hay que entender su desesperación que lo llevan a pedir “padre, si es posible, aparta de mi este cáliz”. En ese cáliz, ese trago amargo que debía beber hasta la última gota, podían leerse muchas cosas: la misma muerte, la traición, el sufrimiento, el abandono de los suyos. También se puede leer: es todo el pecado del mundo el que habrás de beber. El tuyo y el mío.
    De todas maneras, en toda circunstancia, la respuesta sigue siendo ésta: la oración. Y el problema con la oración es que la oración es muy sencilla. Es un remedio que parece de esos remedios caseros que muchas veces se subestiman para grandes enfermedades, y daría la impresión de que la oración es poca cosa para contrarrestar este misterio de la iniquidad que está en el alma de Jesús. Sin embargo es el camino que El elige y privilegia. El no es un estoico. Los estoicos formaban parte de una corriente de griegos que querían fortalecerse en la virtud y para ellos hubiera sido muy mal visto el llanto, el gemido, incluso la oración. El estoico debía fortalecerse en su propia voluntad. En  su lucha, en su angustia, Jesús gime, llora y ora, cosa que para un estoico sería ser un cobarde. Jesús no se encierra en sí mismo sino que abre dolorosamente su queja a Dios y también a sus hermanos, a los miembros de la comunidad. En su lucha Jesús pide ayuda. “Sumido en la angustia, insistía más en la oración” (Lc). “Habiendo ofrecido en los días de su vida mortal ruegos y súplicas con poderoso clamor y lágrimas, fue escuchado no salvándolo  de la muerte, sino resucitándolo después de muerto” Hebreos 5. Esta es una clave grande: Dios no responde a veces con la inmediatez que nosotros queremos. Hay una expresión en el Salmo 22 “Dios mío, Dios mío, por qué me abandonaste?” donde Jesús saca afuera lo que tiene en su corazón. Lo cierto es que muchas veces, en los momentos de urgencia, Dios calla. Pero hay algo de lo que podemos estar seguros, porque nos lo garantiza la Biblia: Dios callará, pero nunca deja de escuchar. Dios siempre escucha. A veces, porque sus caminos son distintos a los nuestros, tarda en responder. Porque esa tardanza es para gloria de Dios.
    Jesús, en la angustia, no se endurece: reza. La angustia pone en el corazón humano el sufrimiento y la queja, y esto es lo que la oración debe expresar en esos momentos. La oración no impone nada, no pretende ni cambiarnos el corazón. Solo es un sencillo y profundo diálogo con Dios en el que Dios, no tengamos duda, siempre escucha.

Dime si me escuchas como yo te escucho
y llegan tus respuestas en este mundo oscuro
oh, por el que vagamos buscando algún sol
que nos de la vida, que encienda nuestro amor

Dentro esta tu voz llamando, dentro esta tu voz al fin
dentro esta tu voz guiando, dentro esta tu voz hablando en mi

A veces oigo el eco de mi llanto al brotar
me nace desde adentro una fuerza especial
oh, callan mis sueños y duerme mi mirar
pero en mi interior tu dulce voz se vuelve a oír

Dentro esta tu voz llamando, dentro esta tu voz al fin
dentro esta tu voz guiando, dentro esta tu voz hablando
dentro esta tu voz llamando , dentro esta tu voz al fin
Dentro esta tu voz, dentro esta tu voz
Dime si me escuchas…

Solo tu me das la paz que mi alma anhela
solo en ti encontró remedio mi condena
tu borraste todo el miedo y todo el daño
y con amor me hiciste un hueco en tu rebaño
Tu me amaste cuando era un mendigo me llamaste amigo
abrigando así mi pobre corazón, solamente en Ti descubrí el perdón
tu eres el refugio de mi corazón, eres el motivo de mi inspiración
eres melodía para mi canción, eres mi luz y mi libertad
solamente en ti puedo descansar
tu me inyectaste vida cuando agonizaba
y le cantaste amor a mi alma mutilada
mi prisión oscura iluminaste, Tú me visitaste
engendrando este romance de pasión
Yo nunca podría pagar tanta bondad, tanto amor
eternamente mi vida queda a tu servicio, Jesús

En el Salmo 22 se van a entender muchos aspectos de la actitud de Jesús y también muchos aspectos de la vida nuestra.
    Jesús apela a este salmo en este momento. Está orando con un salmo: “Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”. La respuesta a esta pregunta es “Anunciaré tu nombre a mis hermanos, en medio de la Asamblea te alabaré”. Allí, en la vuelta a la confirmación en la fe a los hermanos, se encuentra muchas veces el sentido a esos dolores agudos que sentimos y tenemos que vivir.
Pero mientras tanto, tenemos que pasarlos, en una verdadera estrechez. Angustia significa “pasaje estrecho”: Es un lugar incómodo.
    Un aspecto importante de la oración de Jesús en el huerto es la subordinación de su queja y su dolor a la voluntad de Dios. A veces se hace una lectura estoica, voluntarista, y no es la más acertada. Y no ayuda porque por más que haya buena voluntad en que nosotros con nuestros recursos repitamos esta misma fórmula “Padre, aparta de mi este cáliz pero no se haga mi voluntad sino la tuya”, a veces nuestro corazón no lo desea, y se va cultivando en nuestro interior un miedo terrible a que la voluntad de Dios siempre sea la peor.
    Creo que hay que hacer una lectura más amplia y más profunda. Lo que ocurre acá no es que la voluntad de Dios es fea y siempre se contrapone a mis deseos. Lo que ocurre acá es que el sentido de la filiación, el rol de Hijo frente al Padre que es Dios, es lo primero en la jerarquía de los quereres en el corazón. Es decir: no soporto tus caminos, pero menos soportaría ir en contra de tus deseos, Señor. Menos soportaría la voluntad que vos tenés para estas circunstancias, porque sé que tu  voluntad es garantía de plenitud y de vida, de felicidad, porque sé que nada va a superar en belleza la imagen que vos has plasmado sobre mí. Porque me has creado y sabés para qué estoy hecha.
    A veces hay una lectura de esta renuncia a nuestros propios quereres en pos de la voluntad del Padre un poquito retorcidos. Y acá Jesús, en estos momentos de desolación, de tanta transparencia de corazón, tan humillado, tan carente de recursos, angustiado, aparece ese amor: “que se haga tu voluntad”: esto es lo primero, lo más importante, lo que yo más deseo en el fondo. Solo que si es así, dame la fuerza para vivirlo. El espíritu está pronto, pero la carne es débil. La fuerza que emana de este Jesús sufriente que reza con nosotros,  nos ayuda a rezar. Hay muchos testimonios de personas que han pasado por esta situación.
   
    Un ejemplo lo tenemos en Corea del sur, donde reina el régimen comunista. El es encarcelado y torturado repetidas veces por este régimen y por su crítica elocuente de la opresión que reina allí. ¿Chin chi ja? Fue sentenciado de por vida en 1976. No obstante su espíritu permanece firme y su esperanza inamovible. Por encima de su propio sufrimiento y del sufrimiento de su pueblo él se consuela en el sufrimiento de Jesús. En su Drama “Jesús coronado de oro”, un leproso, el más despreciado de todos los marginados de la sociedad de Corea, encuentra a Jesús encarcelado por oficiales del gobierno, de los negocios y de la Iglesia. El leproso le pregunta a Jesús ¿qué se puede hacer para liberarte y para hacerte vivir de nuevo de modo que puedas venir con nosotros? Y Jesús en la cárcel le responde: ‘sólo mi poder no basta. Tienen que ayudar para mi liberación personas como tú. Quienes solo buscan comodidades, riquezas, honores y poder,  quienes solo se preocupan de entrar ellos mismos en el Reino de los cielos y se olvidan de los pobres, no pueden devolverme a la vida y a la libertad. Solo los sufrientes como ustedes, los que son generoso de espíritu y buscan ayudar a los pobres y a los desgraciados pueden darme de nuevo la vida. Ustedes me han ayudado a vivir otra vez. Ustedes han sacado la corona de oro de mi cabeza, y han liberado así mis labios para hablar. Las personas como tú serán mis libertadores’.
    Los seguidores de Jesús no disfrutan con el sufrimiento, no sienten ninguna atracción por él. Solo quieren aliviarlo y aminorarlo, pero en medio del sufrimiento sí se sienten atraídos por el amor del Dios que sufre, y con tal fuerza perciben el sufrimiento y el dolor sólo como una parte de su vocación, que son capaces de aceptarlo cuando llega el momento.
    Hay otra expresión muy fuerte, un testimonio de una persona torturada en Argentina durante la Dictadura:
“Lo que caracterizaba nuestra vida como cristianos en todo este tiempo era la oración, y más concretamente la oración de intercesión. Yo les puedo asegurar que cuando escuchaba los gritos desesperados de los amigos que están siendo torturados y me sentía totalmente impotente e incapaz de hacer algo, caía en la cuenta de la fuerza que tiene la oración, y cómo orar e interceder es la única actividad humana valiosa que uno es capaz de realizar. “
Después de ser liberado, vuelve a la vida normal y dice “no resulta fácil encontrarse a uno mismo devuelto al mundo cristiano normal. Todo parece formal, carente de intensidad y de calma. Todo parece gastado.  La cárcel, aunque no se entienda, fue para nosotros la prueba de que para nosotros la fuerza es el Evangelio, el Evangelio es nuestra arma contra el mal, contra el odio y contra la opresión”.
 El sufrir con otros en oración, es el camino para encontrar a este Dios cuyo amor nos capacita para vivir en un mundo signado por el sufrimiento, la miseria, el dolor y la injusticia.

 “Oh mi Dios, por qué me abandonaste, las palabras que lanzo no me salvan. Mi Dios, de día llamo y no me atiendes. De noche, más no encuentro mi reposo. Tú, sin embargo, estás en el Santuario y allí te alaba el pueblo. Mas yo soy un gusano, y ya no un hombre, sino vergüenza de los hombres y desprecio del pueblo. Todos los que me ven de mí se burlan , muecas hacen y mueven la cabeza. ‘Confía en el Señor: pues que lo libre y que lo salve si es cierto que es su amigo’. Me has sacado del vientre de mi madre, me has confiado a sus senos maternales. Me entregaron a Ti apenas nacido. Tú eres mi Dios desde el seno materno. No partas, que la angustia me rodea. Quédate, pues no tengo quien me ayude. Me rodean novillos numerosos y me cercan los toros de Basán con sus bocas abiertas me amenazan como el león rugiente que desgarra. Yo soy como el arroyo que se escurre. Todos mis huesos se han descoyuntado. Mi corazón se ha vuelto como cera dentro de mis entrañas se derrite. Mi garganta está seca como teja y al paladar mi lengua queda pegada. Me estás reduciendo al pllvo de la muerte. Como perros de presa me rodean., Me acomete una banda de malvados. Mis manos y mis pies han traspasado y contaron mis huesos uno a uno esta gente que me marca y me vigila. Reparten entre sí mis vestiduras y mi túnica se juegan a los dados. Mas Tú, Señor, de mí no te separes, auxilio mío, corre a socorrerme. Libra tú de la espada mi existencia y de las garras del perro salva mi vida. Yo hablaré de tu nombre a mis hermanos. Te alabaré también en la asamblea. Alábenlo sus servidores! ¡Que todo el linaje de Jacob lo aclame! ¡que toda las razas de Israel le teman! Porque no ha despreciado ni ha desdeñado al pobre en su miseria, ni le ha vuelto la cara. Y a sus invocaciones le hizo caso. Los pobres comerán hasta saciarse, alabarán a Dios los que lo buscan, Vivan siempre en sus corazones, vivan. De Dios se acordarán toda la tierra y todas las razas y naciones, ante El se postrarán” Salmo 22