La oración en el huerto de Getsemaní

miércoles, 13 de abril de 2011
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1.- La consigna de hoy

Hay situaciones de vida que hoy son una invitación a orar más. Determinadas situaciones, límites, conflictivas, situaciones donde nos damos cuenta que no nos alcanza con la propia industria, donde la vida misma nos dice que es por el camino de la oración por donde vamos a encontrar la fuerza, luz, esperanza, ánimo, desde donde poder afrontar lo que por nosotros solos no podemos. Ojala siempre podamos hacer esta experiencia y terminar por descubrir aquello que Jesús sostiene en la Palabra: “Sin mí no pueden hacer nada”. Si esta afirmación de Jesús es verdad entonces siempre hay un lugar desde donde hacernos más fuertemente a la oración. Ésta es justamente la consigna para el día de hoy: “Hay situaciones de vida que hoy son una invitación a orar más, ¿cuáles son esas situaciones? ¿Dónde la oración tuya se juega con mayor decisión? ¿Dónde te sentís invitado a dejar más las cosas en las manos de Dios para que sea él quien obre con poder?,  también a través de vos como instrumento, no se trata de tirarle a Dios la cosa para que el las resuelva sino confiar en el para que les de las herramientas y las gracias que necesitamos para resolver lo que está en nuestras manos gracias a su presencia y su ayuda.

 

Oración Inicial

Nos hacemos a vos, Señor, y a tu presencia en la oración queremos abrirnos a la gracia de tu amor para que sea en tu poder donde encontremos respuestas que nos permitan darle una fuerza nueva a nuestro servicio, a nuestra tarea, a nuestra misión. Danos la gracia Jesús de encontrar en vos las gracias que necesitamos para vivir este tiempo de Getsemaní en nuestra vida en profunda fidelidad a vos y tu misterio.

 

2.- Pedir la gracia

Queremos estar en las manos del Señor y queremos hacerlo pidiendo la gracia que corresponde a estos tiempos de los ejercicios en la tercera semana del seguimiento de Jesús según la propuesta de Ignacio de Loyola. Queremos tener dolor, sentimiento y confusión interior porque por nuestros pecados y por mi pecado en particular va el Señor a la pasión. Esto es lo que pedimos como gracia, demandar en la Pasión dolor en Cristo doloroso, quebranto en Cristo quebrantado, lágrimas y penas internas de tanta pena que Cristo pasó por mí. Dolor sentimiento y confusión porque por mis pecados va el Señor a la Pasión. Y allí de cara a la pasión de Jesús, dolor con Cristo doloroso, quebranto con Cristo quebrantado, lágrimas y pena interna de tanta pena que Cristo pasó por mí. 

 

3.- Evangelio Lucas 22, 39 – ss

“Enseguida Jesús salió y fue como de costumbre al monte de los Olivos, seguido de sus discípulos. Cuando llegaron les dijo: Oren, para no caer en la tentación. Después se alejó de ellos más o menos a la distancia de un tiro de piedra y puesto de rodillas oraba: “Padre, si quieres aleja de mí este cáliz pero que no se haga mi voluntad sino la tuya”. Entonces se le apareció un ángel del cielo que lo reconfortaba. En medio de la angustia el oraba más intensamente y su sudor era como gotas de sangre que corrían hasta el suelo. Después de orar se levantó, fue hacia donde estaban sus discípulos y los encontró adormecidos por la tristeza. Jesús les dijo: ¿Por qué están durmiendo? Levántense y oren para no caer en la tentación.”

 

4.- Traer la historia

 Lo que hacemos en el ejercicio de Ignacio frente a la oración en Getsemaní y los momentos propios de trabajo interior para meternos en esta historia de este día veinticuatro, es justamente traer la historia.

Ha pasado la cena y como de costumbre Jesús va a un lugar aparte a orar. Aparentemente este lugar era un lugar conocido por él, un huerto de olivos, y en ese espacio Jesús ora, y ora a su Padre. Hay un ánimo que a Jesús lo acompaña en esta oración, está sumido en angustia, su sudor, dice la Palabra era como gotas espesas de sangre. Junto con las palabras que proclaman y esclarecen el misterio allí contenido de esta profunda congoja interior y esta encrucijada vital ante la que Jesús se encuentra: Si quieres puedes hacer pasar de mí este cáliz, pero que no se haga mi voluntad Padre sino la tuya.

Pueden ser muy bien comprendidas estas palabras por el comienzo y el término del pasaje citado de Hebreos 10, 5-7 “Me has formado un cuerpo y he aquí que vengo, Dios mío, a hacer tu voluntad” dice el texto a los hebreos. Este cuerpo es manifestación de otra realidad más profunda. La carne, con todos sus apetitos, amistad, y con toda su repugnancia, soledad, resistencia a la muerte, con sus cambios de actitud, valentía seguridad al mismo tiempo miedo y confusión, clava sus zarpas en lo que es proclamado celoso campeón de los derechos de Dios; también para Cristo vale el refrán popular: del dicho al hecho hay un trecho, y ese trecho Jesús lo pasa por Getsemaní, Jesús ha dicho que va a entregar su vida por rescate de todos. Lo ha dicho en la Cena Pascual, “Tomen y coman, esto es mi cuerpo que va a ser entregado por ustedes”. El hecho está constituido en la Pascua cruenta de la cruz. El trecho es Getsemaní. Ese trecho, hacia el hecho lo recorre Cristo en su oración en el huerto de los Olivos. La oración cumple el papel de preparación profunda de Jesús, es como una acumulación de energía que después se descarga en la acción, y es muy interesante descubrir esta dimensión para que nuestra oración, que siempre es un Getsemaní, nos ayude a entender que solamente oramos en función del compromiso que asumimos en el lugar mismo en el que oramos. Todo lo que vamos a vivir en plenitud de fidelidad, de entrega y de compromiso a favor del proyecto del Reino en Cristo Jesús, de algún modo lo amasamos, lo concebimos, lo anticipamos, en el acto orante. De allí que la invitación de esta mañana sea a descubrir lugares concretos donde hoy nosotros somos profundamente invitados a orar con mayor insistencia. Hay situaciones de vida que hoy son una clarísima invitación a orar más. ¿Cuáles situaciones y dónde se hace presente tu Getsemaní?

 

5.- Getsemaní, el lugar de la oración

 En el corazón de la oración en Getsemaní está como representado todo el drama de la humanidad que siente la lucha interna por lo que va a ser el proyecto de vida que lleve al hombre, a la mujer, a la humanidad en su conjunto, a su plenitud y al mismo tiempo a lo que atenta a ese mismo proyecto, frente a las amenazas que hay alrededor del mismo, cualquiera sea el proyecto de vida que Dios nos regala, nos confía, porque hemos descubierto que forma parte de lo que nos hace plenamente felices, se ve seguramente amenazado bajos circunstancias diversas que buscan abortar lo que está llamado a ser nuestra plenitud. En ese lugar de encrucijada, el hombre, la mujer, de todos los tiempos, tiene esta experiencia de tironeo, siente la necesidad de ir por lo que lo hace plenamente feliz y al mismo tiempo encuentra las dificultades propias que impiden ese camino. En ese tironeo, en ese dolor profundo, en esa encrucijada, brota a veces del corazón, el deseo de poner las cosas en su lugar y uno se da cuenta que no puede por sí solo, brota siempre el deseo de poner las cosas en el lugar hasta que uno se da cuenta que no puede por sí sólo, y que solamente está en las manos de aquél que todo lo puede la posibilidad de salir delante de ese lugar de contradicción en el que tantas veces nos sentimos, tironeados por ir hacia otro lugar sabiendo que es allá hacia donde tenemos que ir, ese es nuestro compromiso, ese nuestro quehacer, ese es nuestro quicio, esto es lo que más conviene, esto es lo nuestro, mientras vamos sobre ese lugar, que muchas veces para conquistarlo necesitamos esfuerzo, dedicación, entrega, sacrificio, hay una parte nuestra que dice “no”, que se niega al dolor, a la entrega, al sacrificio, ese es el lugar de nuestro Getsemaní, y entonces nos brota del alma, el decirle desde nuestro propio martirio al Señor, “Señor, si es posible que pase de mí este cáliz pero que no se haga mi voluntad sino la tuya” ¿Cuántas veces nos encontramos así diariamente en la vida? No quisiera pasar por esta pero conviene que pase por esta. Este estrecho camino, este estrecho andar que nos lleva a la plenitud es difícil de comprender y de asumir. En realidad esta exhortación desde Getsemaní al corazón cristiano ganó el corazón de los primeros discípulos desde el comienzo de la vida en Cristo, cuando por ejemplo en Juan 5, 2 en boca de Jesús aparece la expresión que los discípulos de aquella comunidad reflexionan: “El servidor no es más que su Señor, si a mi me han perseguido también los van a perseguir a ustedes”. Hay una cierta identidad entre el cristiano que sufre y Cristo, de hecho, Pablo lo pone en Colosenses 1, 24 “Completo en mi carne lo que falta a la tribulación de Cristo a favor del cuerpo que es la Iglesia”. La Pasión de Cristo, en el huerto alcanza su máxima expresión justo después de haber recibido la visita del ángel. Se le apareció un ángel dice, y allí es donde Jesús queda sumido en agonía, es que el ángel de Dios no viene a asumirlo en agonía sino a disponerlo a asumir la agonía de la entrega, porque de eso se trata, es una entrega estrecha que lo lleva a la cruz, es un lugar de decisión y determinación en el corazón que le hace decir a Jesús: “YO tomo esto, yo abrazo esto, no lo hago por mi mismo sino por la voluntad del Padre expresada en mi vida porque por mi mismo digo: Si fuera posible quisiera apartarme de este lugar de sufrimiento, de dolor y de muerte. Un ángel del Señor viene al encuentro de Jesús para consolarlo y en nuestra vida, mientras vamos en ese tránsito pascual, también nosotros haciéndonos cargo valiente y decididamente de lo que más nos cabe en lo que hace a nuestra responsabilidad y lugar en lo persona, familiar, social, también seguramente hay más de un ángel que nos alienta a dar esos pasos, hay más de un ángel que nos invita a caminar sobre ese lugar decidido, y definido, como el lugar en donde Dios nos hace vivir en plenitud. De ahí, dice Ignacio, que cuando uno está bajo la fuerza de la consolación piense como se habrá en las desolaciones, que después vendrán, tomando mucha fuerza para entonces. Getsemaní es un lugar donde el ángel asiste a Jesús para que pueda, desde ese mismo lugar ya en el padecer que supone entregar su vida, definirse para ir a aquél lugar donde cruentamente va a terminar por entregar su vida. Hay muchas situaciones muy dolorosas para nosotros que nos toca asumir, abrazar, que son crucificantes, que no siempre son las más deseadas, es más, son las que tantas veces rechazamos. En ese lugar de prueba Dios te invita a orar más, a orar con insistencia, con confianza, a orar oración de entrega, a orar ofrendando la vida, a orar diciéndole a Dios: “Lo quiero porque lo querés, aunque mi naturaleza no lo quiera, lo quiero, y en ese querer quiero, queriendo querer lo que querés, entregarme para que sea tu voluntad, donde está la plenitud de mi vida”.

 

6.- Vivir en el espíritu

Te invitamos a descubrir en el andar creyente las posibilidades de entregar los dolores de este tiempo, sabiendo que más allá que lo que hoy te hace padecer y sufrir en tu Getsemaní, Dios tiene preparado un vergel de gracias y bendiciones para tu vida. Desde ese lugar te invitamos a asumir con Jesús las molestias propias de los tiempos en los que la carne reclama su lugar y a la que hay que crucificar, como dice Pablo, para que podamos vivir en el Espíritu. Esto hizo Jesús asumiendo todo lo nuestro, también con las consecuencias propias de molestia que trae el hecho de asumir lo humano. Así se lo dice Orígenes a Celso: “Así como asumió un cuerpo queriéndolo, así también asumió todo lo que causa molestia, y ya no está más en él y en su poder el no sentir molestia”, y al punto tal en las consecuencias del pecado que vienen sobre Jesús cuando asume la decisión de dar la vida para sacarnos de ese lugar de muerte a nosotros, le vienen sobre su naturaleza todas las realidades dolorosas de la humanidad que necesitan ser transformadas, cambiadas. Y esta angustia profunda de la naturaleza humana desordenada sobre su propia carne, impecable, sin pecado, las asume Jesús con todas sus consecuencias diciéndole al Padre que si fuera posible lo mantenga apartado de ese lugar pero que si su querer es ese el lo asume, y lo asume de tal manera en la angustia de lo humano que Jesús suda sangre, suda hasta lo más profundo de su ser quiere decir; la laboriosidad que supone la oración para Cristo en el Getsemaní nos hace entender la verdad que muchos padres del desierto dicen respecto de qué es la oración, es eso, es un lugar de combate, de lucha. Así debieran ser todos los que tienen que ocuparse de la ley por su profesión sosteniéndola con la propia sangre, con noble sudor contra los ataques que duran hasta la muerte decía el mártir Eleazar cuando asumía en el libro de los Macabeos la entrega de la propia vida, y en realidad no hay situación humana, cualquiera sea, el lugar, la historia, la cultura a la que se pertenece, que no pase por esta condición de Getsemaní. Solo la oración permite superar el martirio cotidiano, las dificultades que en la vida se presentan. Con buen instinto la Iglesia primitiva se inspiró en el huerto de los Olivos interpretando el pasaje como la oración del dechado de los mártires y la incitación a imitar su ejemplo en toda lucha de un cristiano. Los relatos de Marcos y Mateo, expresan el motivo que funda la necesidad de la vigilancia y de la oración constante en la vida de quién se dispone al combate de la fe. El Espíritu está pronto, pero la carne es débil. Jesús se los deja patente en el huerto de los Olivos cuando el le dice a los amigos: “Muchachos recen para no caer en tentación” y cuando vuelve los encuentra a todos dormidos, la carne es frágil, y está cerca el espíritu. Por eso, para terminar de romper con la fuerza de la carne, en cuánto a fragilidad, debilidad, capaz de enredarnos en las redes y en las fuerzas con las que el mal opera, sacándonos del camino y poniéndonos en tentación, hay que orar. Y cuando se ora desde este lugar se pasa necesariamente por la tribulación. Y sobre este lugar de tribulación hay que disponerse a vivir en espíritu, el espíritu está dispuesto a secundar los planes de Dios, pero esta disponibilidad de poco vale si el espíritu no se une al Espíritu Santo y no penetra hasta la carne hasta logar atraerla, hasta hacerla una con Jesús. Hoy el evangelio de hoy martes de la quinta semana del tiempo de cuaresma nos invita a ir atraídos por el Espíritu hasta donde Jesús está, en lo alto, en la cruz. La cruz, la entrega de Jesús por nosotros en la cruz, es fuerza atractiva que nos une en el Espíritu a él para vencer en nosotros todo aquello que es obstáculo para que el plan de Dios y su proyecto en plenitud sea en la vida. Ahí es donde el Señor nos invita a ir, por eso vuelvo a repetirte la consigna de este día: Hay situaciones difíciles en la vida que nos invitan a orar más y a permanecer en la oración, ¿cuáles son tus Getsemaní de este tiempo?

 

7.- Entrar en la escena

Nos resta, en este día 24 de los ejercicios, entrar en la escena donde se produce Getsemaní y acercarnos allí como humildes servidores y contemplar lo que allí ocurre, ver a las personas, a Jesús, a los discípulos, qué hablan, qué hacen, qué dicen, estar cerca del Señor y dejar que nos suscite en el corazón las mociones que el quiere con las que nos vinculemos en este lugar clave del paso de la muerte a la vida, en donde el Señor entrega su vida y en donde nos invita también a hacer entrega de la nuestra. Que este Getsemaní, de este día 24 de los ejercicios, te permita en la opción que has hecho por Jesús ver confirmada esa opción desde la ofrenda y la entrega de tu vida.

Padre Javier Luís Soteras