La oración, oxígeno del alma

viernes, 11 de octubre de 2019


09/10/19- Con gran alegría iniciamos un nuevo ciclo en Radio María”El camino de la oración clave de la paz” junto al Padre Gustavo Jamut, Oblato de la Virgen María y fundador de la comunidad Mensajeros de la Paz. Durante estas emisiones dialogaremos sobre el don de la oración desde el Catecismo de la Iglesia Católica.

¿Qué es la oración?

El Padre Gustavo tomó las palabras de Santa Teresita del Niño Jesús “Para mí, la oración es un impulso del corazón, una sencilla mirada lanzada hacia el cielo, un grito de reconocimiento y de amor tanto desde dentro de la prueba como en la alegría”.

Orar con el corazón

Orar con el corazón es pasar toda nuestra vida y nuestra historia por la presencia de Señor“. Dice el Catecismo: “¿De dónde viene la oración del hombre?. Para designar el lugar de donde brota la oración, las sagradas Escrituras hablan a veces del alma o del espíritu, y con más frecuencia del corazón (más de mil veces). Es el corazón el que ora. Si este está alejado de Dios, la expresión de la oración es vana.”

¿Desde dónde hablamos cuando oramos?

La actitud de humildad es la base de la oración. La humildad la debemos pedir siempre. Es abrirle la puerta al Espíritu Santo. María en este sentido es modelo de oración; se reconoce esclava del Señor y glorifica a Dios. Por mayor cantidad de logros que tengamos en la vida, debemos reconocer que son todos dones de Dios.”. Por eso nos preguntamos: ¿Desde dónde hablamos cuando oramos? ; ¿Desde la altura de nuestro orgullo y de nuestra propia voluntad, o desde “lo más profundo” (Sal 130, 1) de un corazón humilde y contrito?.

La oración es el encuentro de la sed de Dios y de la sed del hombre

Podemos leer en el Catecismo: La maravilla de la oración se revela precisamente allí, junto al pozo donde vamos a buscar nuestra agua: allí Cristo va al encuentro de todo ser humano, es el primero en buscarnos y el que nos pide de beber. Jesús tiene sed, su petición llega desde las profundidades de Dios que nos desea. La oración, sepámoslo o no, es el encuentro de la sed de Dios y de la sed del hombre. Dios tiene sed de que el hombre tenga sed de Él.

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