La oración y la alegría en el apostolado

jueves, 30 de septiembre de 2010
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Evangelio según San Lucas 10,1-12.
Después de esto, el Señor designó a otros setenta y dos, y los envió de dos en dos para que lo precedieran en todas las ciudades y sitios adonde él debía ir.
Y les dijo: "La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos. Rueguen al dueño de los sembrados que envíe trabajadores para la cosecha.
¡Vayan! Yo los envío como a ovejas en medio de lobos.
No lleven dinero, ni alforja, ni calzado, y no se detengan a saludar a nadie por el camino.
Al entrar en una casa, digan primero: ‘¡Que descienda la paz sobre esta casa!’.
Y si hay allí alguien digno de recibirla, esa paz reposará sobre él; de lo contrario, volverá a ustedes.
Permanezcan en esa misma casa, comiendo y bebiendo de lo que haya, porque el que trabaja merece su salario. No vayan de casa en casa.
En las ciudades donde entren y sean recibidos, coman lo que les sirvan;
curen a sus enfermos y digan a la gente: ‘El Reino de Dios está cerca de ustedes’.
Pero en todas las ciudades donde entren y no los reciban, salgan a las plazas y digan:
‘¡Hasta el polvo de esta ciudad que se ha adherido a nuestros pies, lo sacudimos sobre ustedes! Sepan, sin embargo, que el Reino de Dios está cerca’.
Les aseguro que en aquel Día, Sodoma será tratada menos rigurosamente que esa ciudad.

En el envío de los setenta y dos yo tengo unas Palabras de Isaías que hermoso son los pies de los que anuncian el bien, de los que anuncian la paz. Que lindo el caminar altivo , el paso sereno, firme y bien orientado del que va donde lo lleva el Espíritu porque el que anuncia la paz no puede sino ser movido por el Espíritu y no puede ser la paz sino obra de Dios en el hombre y obra del hombre movido por el amor de Dios. La experiencia de la paz, del anunciador. Que hermoso son los pies de los que anuncian el bien, de los que anuncian la paz el Señor le dijo un día al profeta Isaías y hoy nos recordaba en la segunda lectura el oficio de lectura referida a los escritos de San Jerónimo. El hace ahí todo un análisis del profeta Isaías y nos recuerda el Señor a quien enviaré, quien irá por mi, quien irá delante de mi, quien irá a ese pueblo, a quien voy a enviar, se pregunta. Parece que Dios se hace una pregunta frente al hombre y un hombre chiquito de aquí del suelo siente que se le sacude el corazón adentro y urgido por esa necesidad impetuosa que es la necesidad de responder con un si grandote al llamado de Dios lleno de fe y esperanza dice aquí estoy, envíame, Palabras del profeta Isaías
El Señor nos ha elegido para la misión como los Apóstoles, el bautizado también es enviado por el Señor, tiene el Espíritu del Señor y como a los Apóstoles nos elige y nos manda delante de El, nos manda para ser sus testigos y que le preparemos el camino. Es decir que vayamos ablandando la dureza de los corazones. Detrás nuestro va el Señor. Yo diría que va dentro nuestro y delante nuestro. Cuando nos envía El va delante poniendo el pecho en realidad porque aquello que el Señor nos pide a nosotros El ya lo consiguió en su pasión muerte y Resurrección. El misterio de la cruz, de la redención ya consiguió la Gracia necesaria para la eficacia de mi vida apostólica y más que para la eficacia en cuanto logro la eficacia en cuanto fidelidad  a mi misión apostólica. Todos tenemos que revisar y ejecutar y crecer en ésta disposición a ser apóstoles y testigos del Señor. El testigo tiene algunas cosas fundamentales. Una de las cosas fundamentales del que es enviado por el Señor al mundo es cuando dice el Señor la mies es mucha, los trabajadores son pocos, rueguen al dueño de la mies La primera dimensión de la condición apostólica de un bautizado, de un cristiano es la oración. Hay que orar. Antes decíamos hay que rezar. Para muchos orar no es lo mismo que rezar. La oración es la primera manera de ejercitar nuestra vocación apostólica. El cristiano tiene que ser una persona de oración. Hay un pedido que tiene que escuchar todo bautizado, todo consagrado. Lo pide el Señor que nos dice: la mies es mucha pero hay pocos que trabajan Hay que interceder, hay que pedir pidan y se les dará,dice el Señor, El nos está dando la clave. Hay que aprender que esa primer dimensión, cuantas veces tenemos la misión de custodiar la familia, mi familia, mis hijos, tener responsabilidades. No solo hacer las cosas humanas, hay que poner las cosas en Dios. Dios es el que tiene el designio antes que yo. Esa es la conciencia del Apóstol que sabe que va y tiene que hacer algo con una fuerza que no le es propia y tiene que realizar algo que es limitado, que no está todo en sus manos pero que tiene un servicio concreto. El Señor no pide es uciel que se deja condque resolvamos la conversión del mundo, el Señor lo que pide es que confiemos y abandonemos nuestra vida en sus manos. Primera dimensión apostólica de un bautizado: la oración, la intercesión, la confianza, el poner en las manos de  Dios las cosas que nos pide.
El primer apostolado es un verdadero combate. El Catecismo de la Iglesia Católica habla del combate de la oración. Nosotros nos hemos acostumbrado a quedar medio flojones con los rezos. Reducimos la vida espiritual a una mirada medio desesperada y eso no es la relación de dos personas que se quieren, que confían. Dos personas que se quieren no van solo a los momentos desesperados, comparten muchas cosas, podemos decir todo. La oración debe generar un fuego, un calor, un acto de confianza, y una necesidad de dar, de ir al encuentro
Dice la Escritura que los eligió a los Apóstoles para que estuvieran con El y para enviarlos a predicar. Quiere decir que nosotros tenemos que ser anunciadores y una primer mirada era la oración y una segunda es la alegría del cristiano. Tenemos que tener el gozo del Espíritu Santo para anunciar. Lo que anunciamos no es algo nuestro, no son palabras. Es una presencia, es un estado en la vida, es un sentir, una manera determinada de ver que no se arma, que no se prevé, que no se especula, que no se organiza. Si hay algo que tiene la vida espiritual es la espontaneidad porque la ocurrencia de ser cristiano es ocurrencia de Dios y Dios es libre y original, entonces el que se deja conducir por el Señor es el único que puede dar testimonio del Señor. Entonces el Señor nos elige. Primero nos pide que oremos, que hagamos ese apostolado y segundo que vayamos contentos y confiados al mundo. Unas de las tentaciones que padecen muchos cristianos es encerrarse creyendo que el mundo está malo entonces se disfrazan de seguridad y se encierran en un esquema religioso, en una cosmovisión muy parecida al fariseismo, con la tentación de caer en las seguridades. N nos olvidemos que un cristiano tiene que ser un anunciador
Yo los envío como a las ovejas en medio de los lobos. Las ovejas hablan poco, tienen que ser conducidas y van detrás de alguien. Las ovejas hablan poco. El testimonio principal de un cristiano es la vida. Es su manera de entender, de mirar, de contener, su actitud de compasión, lo concreto humano. Ejercer la caridad sin pretender enseñarla, vivir la verdad sin querer decir yo tengo razón. El simple acontecimiento movido por el Espíritu estar enfrentando las situaciones, conteniendo, escuchando no haciéndonos cargos del mal sino tratando de ser luz, ser fiel en lo poco, ser sal y luz, ser como un fermento claro en mi ambiente y ser un testigo gozoso . La alegría de ser cristianos. Cuantas veces los bautizados estamos en los ambientes con una cara que dicen: ese se llamará cristiano pero no es cristiano Una frase dice: un santo triste es un triste santo. Un cristiano que se encuentra con Dios, con la Palabra de Dios es un testigo gozoso del Evangelio. Seamos alegres en nuestra vida, llevemos alegría y confianza a nuestra gente. Los cristianos tenemos que preguntarnos si nosotros rezamos, si creemos en Dios, si somos amigos del Señor, si vamos a la vida sacramental, si creemos que estamos en Gracia de Dios pero estamos en la oficina, en la calle, barriendo, limpiando, ponele un poco de buen humor a tu santidad y planteate que pasa que no tenes alegría. La conversión del cristiano es un fundamento de su alegría y la alegría es el mayor signo de la evangelización.

                                                                                              Padre Mario Taborda