La oración

lunes, 10 de marzo de 2008
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"Después de mi liberación muchas personas venían y me decían: "Padre, en la prisión habrá tenido mucho tiempo para orar”.

No era tan simple.  El Señor me permitió experimentar toda mi debilidad, mi fragilidad física y mental.  El tiempo en la prisión pasa lentamente, especialmente durante el aislamiento.  Imagínense una semana, un mes, dos meses de silencio.  Son tremendamente largos pero cuando se transforman en años se convierten en una eternidad.

Un proverbio vietnamita dice: “Un día en prisión, vale mil años fuera”.  Hay días que al límite del cansancio y de la enfermedad, no podía dormir ni recitar una oración”. 

Monseñor Francisco Xavier Nguyen Van Thuan

 “Cinco panes y dos peces”

Editorial Ciudad Nueva

La oración no siempre es una experiencia gozosa y satisfactoria. Muchas veces es como la vida.

Oración y vida van en una misma línea. Son prácticamente lo mismo. No se puede vivir sin la oración y no se puede entender la oración sin la vida. Hablando de la vida. Diciendo lo que me toca vivir y lo que tengo que asumir, enfrentar, reconocer, elegir, cambiar, soportar, callar y abrazar con el corazón cada día.

Según aquello de Jesús: “El que no carga su cruz cada día y me sigue, no puede ser mi discípulo”

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En este tiempo de cuaresma, hay que descubrir la comunión que hay entre oración y vida. Lo esencial es vivir para orar y orar para vivir. Por eso el retorno a la experiencia del dolor en la oración de la experiencia de la prisión de un obispo. El Señor le pidió mucho. Un hombre que podría haber hecho tanto bien estando en la vida de su diócesis. Los criterios humanos son tan diferentes de los criterios de Dios. ¿Cuantas veces nosotros creemos de nuestra presencia indispensable de la actividad, de nuestro trabajo, de nuestra entrega generosa hecha santamente con un sí? Pero Dios tiene otro designio y este hombre podría haber hecho tanto bien ¡Cómo lo van a tener privado de la libertad! ¡Cómo Dios va a permitir esa injusticia! Nada más porque es un creyente cristiano y obispo. Por que sigue a Jesús, por que cree en Jesús.

Eso pasó hace dos mil años con Jesús y sigue pasando actualmente en 2008 en muchas existencias, donde tantos que podrían hacer una vida fructuosa al servicio de los demás, están llamados a la postración, a la pérdida de la libertad, al sometimiento del silencio.

¡Cuánto obra Dios a su manera! Esto es lo más increíble.

¡Cómo el Señor necesita a veces que la oración haga que la vida de una persona sea sacrificio! Que ese sacrificio sea según el plan de Dios, una herramienta no sólo de identificación con Jesús en la cruz, sino por lo tanto una participación de la redención de Cristo. Así, muchos son llamados a una forma de corredención, por eso la oración y la vida van juntas. Por que a veces no se puede orar pero se puede vivir y entregar la vida. Aceptar lo que Dios manda.

“Un proverbio vietnamita dice: “Un día en prisión, vale mil años fuera”. Hay días que al límite del cansancio y de la enfermedad, no podía dormir ni recitar una oración”.

Un obispo que no puede rezar ¡Qué increíble! Cuantas personas no pueden rezar. Me he encontrado con tanta gente que quisiera rezar pero no puede. Es tan grande su dolor, su desazón y su sequedad y buscan a Dios. Pero no pueden orar. Y cuantos ni siquiera en la prueba de la oración, le encuentran sabor a decir las oraciones. Se aferran a las oraciones vocales. Las que hemos aprendido en las catequesis: Padrenuestro, Avemaría, Gloria y el Credo, y cuantas se encuentren en un libro.

Cuanta gente no solo tiene un gran dolor sino también, pruebas más hondas que un dolor. A veces uno en el dolor puede orar pero cuando uno quiere orar y ni siquiera tiene sabor de eso. Esa prueba es grande. No solamente es una prueba de la sensibilidad sino una prueba del espíritu.

Cuando hay que confiar sin el sentido en nosotros. Cuando el hombre pierde esa capacidad de comprender el sentido de las cosas.    

Esa prueba de la fe se hace profunda cuando no se puede orar. Van Thuan vivió esta experiencia. La han vivido todos los grandes hombres de fe y la tenemos que vivir todos para llegar al Padre. Ser purificados. Por eso la oración es una experiencia de transformación muy grande donde es espíritu de Dios nos va educando. Quizá con el dolor. Pero nos va educando para que aprendamos a vivir de Dios. A poner nuestra vida en las manos de Dios.

 

“Se me viene a la memoria una historia, la del viejo Jim”.

Cada día a las doce, Jim entraba en la iglesia no más de dos minutos y luego salía.   

El sacristán que era muy curioso, un día paró allí y l preguntó:

         ¿A qué viene todos los días?

         Vengo a rezar.

         ¡Imposible! ¿Qué oración puede decir en dos minutos?

         Soy un viejo ignorante. Rezo a Dios a mi manera.

         Pero ¿Qué dices?

         Digo “Jesús, aquí estoy, soy Jim”. Y me voy.

Pasaron los años y Jim estaba cada vez más viejo y enfermo. Ingresó en el hospital en la sección de los pobres. Cuando parecía que Jim iba a morir, el sacerdote y la religiosa enfermera estaban al lado del lecho:

         Jim, dinos ¿Por qué desde que tu entraste en esta sección, todo ha mejorado y la gente se ha puesto más contenta, feliz y amable?

         No lo sé. Cuando puedo andar, voy a todas partes visitando a todos. Los saludo y charlo un poco. Cuando estoy en la cama los llamo a todos. Los hago reír y a todos hago felices. Con Jim están siempre felices.

         Y tú ¿Por qué eres feliz?

         Ustedes cuando reciben a diario una visita ¿No son felices?

         Claro, pero ¿Quién viene a visitarte? Nunca hemos visto a nadie.

         Cuando entré en esta sección, les pedí dos sillas. Una para ustedes y otra reservada para mi huésped ¿No ven?

         ¿Quién es tu huésped?

         Es Jesús. Antes iba a la iglesia a visitarlo. Ahora ya no puedo hacerlo. Entonces a las doce, Jesús viene.

         Y ¿Qué le dice Jesús?

         Dice: “Jim, aquí estoy, soy Jesús”.

Antes de morir, lo vimos sonreír y hacer un gesto hacia la silla cercana a su cama invitando a alguien a sentarse. Sonrió de nuevo y cerró los ojos.

 

“Cuando me faltan las fuerzas y no puedo siquiera recitar las oraciones repito: Jesús, estoy aquí, soy Francisco. Me invade la alegría y el consuelo. Experimento que Jesús me responde: “Francisco, aquí estoy, soy Jesús”.

Me preguntáis cuáles son tus oraciones preferidas. Sinceramente me gustan mucho las oraciones breves y sencillas del evangelio: No tienen vino (Jn 2, 3), Magníficat (Lc 1), Padre, perdónalos (Lc 23), Que todos sean uno, como tu Padre en mí, yo en ti (Jn 17).

Como no pude llevar conmigo la Biblia a la cárcel, entonces recogí todos los pedazos de papel que encontré y me hice una pequeña agenda. En ella escribí más de trescientas frases del evangelio. Este evangelio reconstruido fue mi vademécum diario. Mi estuche precioso en el cual sacar fuerzas y alimento mediante la Lectio Divina.

Me gusta hacer oración con la Palabra de Dios completa. Con las oraciones litúrgicas. Los salmos y los cánticos. Me gusta mucho el canto gregoriano que recuerdo de memoria y en gran parte. Gracias a la formación del seminario estos cantos litúrgicos han entrado profundamente en mi corazón. Luego las oraciones en mi lengua nativa que toda la familia dice en cada tarde en la capilla familiar. Oraciones conmovedoras que me recuerdan mi primera infancia sobre todo las tres Avemaría y el “Acuérdate oh piadosísima Virgen María”, que mi madre me enseño a recitar por la mañana y por la tarde”.

 “Cuando oren no hablen mucho, no digan muchas palabras. No hagan como los fariseos que les gusta ser escuchado y ser tenidos en cuenta. Tú cuando ores, entra en lo secreto de tu habitación y ora en lo secreto, y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará”.

Qué concreto se hizo esto en la vida de Van Thuan. Quizá esto concreto deba ser en mi vida. Que pocas palabras se necesita para entrar en comunión con el Señor. El se entretenía largo tiempo con una frase del evangelio “No tienen vino”. La Virgen le dijo a Jesús esta frase.

¿Que hizo que Van Thuan haga de esto oración? ¿Que es lo que hace que una palabra del evangelio se convierta en el motivo de tus oraciones, de tu encuentro con el Señor? ¿Cuántas palabras hay en tu encuentro con Dios?

Si hay poco espíritu de dedicación será difícil que crezca nuestra vida espiritual y que sea auténtica nuestra vivencia de Jesús, sin ese “perder el tiempo” en lo poco de Dios, de la revelación.

Quizá con esta frase podemos explicar o ayudar a entender que importancia tiene nuestra manera de orar, lo poco de Dios y lo mucho de disponibilidad de nuestra parte. Quizá con eso podamos entender un poco más. Que lindo que Van Thuan nos diga “me gusta hacer oración con la Palabra completa”. Fíjense que bárbaro. El hombre no tenía siquiera un evangelio, no digo una Biblia. Nosotros seguramente tenemos una Biblia en casa. Capaz que la usamos bastante. Podemos organizar nuestro tiempo. Si estamos muy ocupados vamos en el ómnibus y podemos abrir la Biblia. En un espacio. No es cuestión de tener mucho tiempo sino es una disposición profunda al diálogo con Dios. Este tiempo es para orar.

Estamos aprendiendo del testimonio de Van Thuan. Él no podía rezar ¿Usted que haría con todo el tiempo del mundo, si tuviera ganas de rezar? ¿Cuánto rezaría? ¿Cuántos Rosarios rezaría? ¿Cuánto tiempo dedicaría a lectura de la Palabra de Dios? ¿Cuántas lecturas espirituales haría? ¿Cuánto tiempo de lectura dedicaría a la vida de los santos? ¿Cuantas cosas escribiría?

Se puede teniendo todo el tiempo del mundo hacer todo eso. Pero ¿Siempre lo permite Dios? Quizá cuando teniendo todo el tiempo del mundo, estoy pensando en nada.

Jesús fue llevado por el espíritu al desierto para orar. Jesús se pone tan intenso en la oración. Se centra tanto en Dios y sale tanto de uno mismo que no hay experiencia de amor más grande que esta posibilidad de salir de sí mismo en la oración. Este salir de sí para entrar en el corazón de Dios y ser abrazado por él.

Este que se nos despoja de todo follaje. Pienso en trámites de las fábricas papeleras. Tengo un eucaliptos muy erguido, muy bien parado derecho, tiene un montón de hojas arriba y de ramas. Lo cortan abajo. Le despojan de todas las ramas. No le queda ni una hoja ni una rama. Queda pelado. Es más, lo cepillan entero y después lo cortan bien. Después lo usan de poste de luz.

¡Cuánto dolor! ¿Por qué privarlo de la vida si daba sombra? ¿Por qué privarlo de su existencia si era un compañero? Es más, lo que él consideraba con el paso del tiempo que ya no tenía sentido, eran sus ramas que caían de ese árbol desde la altura y se quebraban. Caían en mis manos preparadas para el fuego, para hacer la comida, para mantener mi horno encendido en el invierno ¿Por qué cortarlo? ¿Cuántos designios los de Dios?

¡Que distintos los designios de Dios de los de los hombres! ¿Cómo disponernos de esta poda?

La oración también es poda. Es tiempo de despojo. Es estar ante el Señor para que él vaya ganándonos, puliéndonos, llenándonos de luz y de   del sabor del evangelio en aquellos lados oscuros de nuestra vida escondidos. Aquellos que todavía necesitan redención: en mí carácter, mi humor, mi manera de hablar, de entender, de jugar, de decidir los tiempos. Por eso es esencial la oración. La oración es vida. Oro para vivir como hijo de Dios. Es decir, para que Dios pueda realizar su proyecto en mí. Para que Dios pueda ser libre en mí. Para que el mundo pueda ser libre. Pues no oro para mí sino que me dispongo para que Dios obre en mí y en otros. Cuando el viejo Jim, amigo de Dios, que con tan poco encontraba tanto, que disponibilidad habrá tenido para que con tan poco pudiera lograr tanto.

Fue al hospital y cambió el ambiente por el solo hecho de estar. Y ¿Qué hacía? Los hacía rezar, los saludaba, les contaba cuentos, les reía, los miraba, los atendía. Solo eso. Es lo que haría cualquiera que tenga buen humor.

Había una diferencia. Dios estaba en él, estaba lleno de la amistad del Señor y el Señor pudo ser libre en él y en otros.

 “Me gusta hacer oración con la Palabra de Dios y no la tenía allí, en la cárcel”. Entonces, Van Thuan empezó a recordar distintas frases. Tanto tiempo que estudió la Palabra de Dios, que la habrá meditado y recitado. Ahora el Señor le pedía despojarse de todo.

Me encontré con un monje benedictino ya grande, el padre Angelito que tiene una hemiplejía y dice: “Mario, el Señor te endulza toda la vida y después te despoja”.

 “Como ya he dicho, yo estuve nueve años en aislamiento vigilado por dos guardias. Caminaba todo el día para evitar las enfermedades causadas por la inmovilidad, como la artrosis. Me daba masajes, hacía ejercicios físicos. Rezando con cantos como el Miserere, el Veni Creator, el himno de los mártires Santorus Emeritis. Esto cantos de la Iglesia inspirados en la Palabra de Dios, me comunican un gran ánimo para seguir a Jesús”.

Para apreciar estas bellísimas oraciones fue necesario experimentar la oscuridad de la cárcel y tomar conciencia que nuestros sufrimientos se ofrecen por la fidelidad a la Iglesia. Esta unidad con Jesús en comunión con el Santo Padre la siento de manera irresistible cuando repito durante el día por Cristo, con él y en él. Que pocas oraciones, es como un árbol con poca presencia pero con mucha raíz.

Esto de Van Thuan es impresionante. Él dice que tuvo que tocar fondo. Cuantas veces es necesario esta experiencia de tocar fondo para poder experimentar la gracia de Dios y el poder de la oración. Dios les pide a esas personas que rezan que se dejen despojar un poco más. Una cosa que a veces no se puede entender desde lo humano, desde los sentimientos. Los sentimientos quedan como absolutamente impotentes frente a la presencia de Dios. No es tan sencillo pero hay que pedir al Señor la gracia.

Pablo dice: “el espíritu gime con gemidos inefables”.

Los discípulos dicen: “Señor, enséñanos a vivir, enséñanos a ser”.

Orar es dejar que Dios nos haga. Haznos, Señor que seamos lo que tenemos que ser. Obra en nosotros y realiza tus designios. Esta intensidad con esta pequeña frase uno puede orar mucho tiempo, estar, descansar, abandonarse, disponerse. La oración vocal es importante en los momentos difíciles. Es importante para lo comunitario. Es importante la oración compartida y el silencio compartido. La oración de los grupos, no sólo es importante cuando se reza y canta sino también, cuando se pronuncia la Palabra y se hace silencio. Pocas palabras van suscitando como una red que va uniendo esa comunidad y la va haciendo vigorosa. Jesús va derrotando el poder de la muerte en esa oración. Es necesario estar dispuesto al desprendimiento y al despojo en la oración. Es esencial para encontrarse con Jesús y ese encuentro en la oración, provocará una identificación con Jesús. La cruz es el mayor signo de la oración. Alguien me decía alguna vez: “mira la cruz, mira la cruz”. En los momentos no sólo de prueba sino siempre y particularmente cuando no tenemos ganas, estamos tentado y sin ánimo, mirar la cruz. Es como la síntesis del orante. Es el viviente, es el amante, es el que se sacrifica, es el que llega al abandono total.

Orar es vivir e identificarse con la cruz de Cristo. Orar es el camino para encontrar y conocer a Cristo. Que Cristo sea en nosotros. Vivo yo pero no soy yo, es Cristo quien vive en mi.

 “Me viene a la mente la oración de un comunista que primero fue un espía y después, se hizo mi amigo. Antes de que él fuera liberado me prometió: “Mi casa dista tres kilómetros del santuario de Nuestra Señora de La Vang. Iré allí a rezar por usted”. Yo creía en su amistad pero dudaba que un comunista fuera a rezar a la Santísima Virgen. Pero un día, seis años después, en mi aislamiento, recibí una carta suya y escribió: “Querido amigo, te había prometido que iría a rezar por ti ante Nuestra Señora de La Vang. Lo hago cada domingo sino llueve. Tomo mi bicicleta cuando oigo sonar la campana, la basílica está destruía por el bombardeo por eso voy al monumento de la aparición que aun permanece intacto. Rezo por ti, así: Señora, no soy cristiano, no conozco las oraciones. Te pido que le des al señor Van Thuan, lo que él desea”. Estoy conmovido hasta el fondo de mi corazón, ciertamente la Señora lo escuchará”.   

Jesús rezó antes de darle de comer a tanta gente hambrienta, de resucitar a Lázaro, de dar la vida en la cruz. Antes del trabajo o de tomar una decisión hay que rezar. La esencia es la oración. El primer trabajo de un sacerdote es la oración. Si no se hace esto, lo otros no están hechos.

Si hay capacidad, dedicación, empeño, creatividad, puede que todo eso haga que las cosas vayan adelante pero no con la suficiente acción de la gracia. Lo esencial es la gracia. Orar antes del trabajo social o caritativo. Antes de amar y entregarnos al prójimo es necesario orar.

Juan Pablo II decía: “Conversad con Jesús en la oración y en la escucha de la Palabra. Gustar de la alegría de la reconciliación en el sacramento de la confesión. Recibir el cuerpo y sangre de Cristo en la Eucaristía. Descubriréis la verdad sobre nosotros mismos y la unidad interior. Descubriréis al Tú que cura las angustias, las preocupaciones y ese subjetivismo salvaje que no nos deja paz”.

 

Padre creo firmemente que tu amor nos sobrepasa infinitamente.

 ¿Cómo puede el amor de tus hijos competir con el tuyo, con la inmensidad de tu amor paterno? Todo lo tuyo es mío.

Me has aconsejado orar con intensidad por eso me confío a ti.

Padre lleno de bondad, todo es gracia.

Padre creo firmemente que desde siempre has ordenado todas las cosas para nuestro mayor bien.

No dejas de guiar mi vida.

Me acompañas en cada uno de los pasos en mi vida.

Que puedo temer. Postrado adoro tu voluntad.

Me pongo totalmente en tus manos. Todo viene de ti.

Yo que soy tu hijo, creo que todo es gracia.