La paciencia: la «ciencia» que lleva a la paz y sostiene la esperanza

martes, 24 de junio de 2025

24/06/2025 – ¿Sentiste alguna vez que la impaciencia le ganaba a la esperanza? ¿Te abruma la inmediatez de la vida moderna, donde todo parece tener que ser «ya»? En este encuentro del ciclo «Peregrinos de Esperanza», la Hermana Marta Irigoy, consagrada de Manos Abiertas, nos invita a una profunda reflexión sobre la paciencia como la virtud que nos sostiene y fortalece en el camino de la fe, permitiéndonos superar las adversidades. Inspirada en las enseñanzas del Papa Francisco y la sabiduría de los Padres de la Iglesia, la Hermana Marta nos ofrece una mirada esperanzadora sobre el tiempo, los procesos y el amor incondicional de Dios.

La Hermana Marta, con su habitual dulzura y abrigadita desde Buenos Aires, comienza destacando cómo la paciencia se vuelve esencial en tiempos de procesos difíciles, como las adicciones o las situaciones de impotencia. Nos recuerda esa frase que resuena: «la paciencia es la ciencia que lleva a la paz». En el contexto del Año Jubilar y las reflexiones previas sobre la vida como un camino, la Hermana Marta nos invita a levantar la mirada, a no quedarnos solo viendo dónde pisamos, sino a mirar el horizonte de la esperanza.

El documento del Papa Francisco para el Jubileo es su guía, y de él toma una frase central: «la esperanza se cimenta en la certeza de un Dios que nos amó hasta el extremo». Aún en medio del sufrimiento, la oscuridad y las situaciones que parecen derrumbar nuestra esperanza, como las que San Pablo enumeraba (tribulaciones, angustias, persecución), la Hermana Marta nos asegura que «ninguna otra criatura podrá separarnos jamás del amor de Dios». Y es justamente en esos momentos de desolación, donde la alegría, regalo de la resurrección, toma la forma de la paciencia. Así, la paciencia es esa alegría profunda que nos sostiene y nos permite atravesar las noches oscuras de la fe y las pérdidas de la vida.

La Hermana Marta nos advierte sobre lo que atenta contra la paciencia: la prisa y la inmediatez de nuestro mundo, donde «queremos todo y de inmediato». Esto ha relegado a la paciencia, dando lugar a la intolerancia, el nerviosismo y la violencia gratuita. En la era del internet, donde «el espacio y el tiempo son suplantados por el aquí y ahora», la paciencia resulta extraña. ¿Cuántas veces nos volvemos locos si la señal de internet es lenta o si se corta el agua? Nos hemos acostumbrado tanto a la comodidad que cualquier interrupción nos descoloca.

Sin embargo, la Hermana Marta nos anima a entender que la vida es un proceso, al igual que la naturaleza en invierno. Los árboles, despojados de hojas, soportan el frío y se abonan con lo que cae, preparándose para la primavera. Del mismo modo, nosotros, en nuestros procesos personales y de crecimiento, necesitamos tiempo. La impaciencia es a menudo una falta de reconocimiento del amor de Dios hacia nosotros y hacia los demás. Nos recuerda una anécdota de un sacerdote que decía a las esposas: «tengan mucha paciencia, porque todos se van ahora con un cartel que dice ‘hombres trabajando'». Y extiende esa imagen: todos, hombres y mujeres, estamos «en proceso», trabajando en nosotros mismos.

¿Cómo pedir paciencia en medio de la vorágine familiar o las exigencias de la sociedad? La Hermana Marta sugiere los «pequeños gestos» de presencia y amor, mezclados con firmeza y ternura. Son semillas que quedan en el corazón y que, con el tiempo, dan fruto. Nos recuerda que Dios mismo se hizo proceso en la Encarnación, experimentando el tiempo, lo que nos enseña sobre la paciencia divina. Incluso la parábola de la higuera que no da fruto nos muestra la invitación de Jesús a esperar y a seguir abonando, con amor, para que la vida dé su fruto.

La Hermana Marta enfatiza que la paciencia es un gran gesto de amor, una cualidad esencial para vivir con otros, reconociendo que todos necesitamos tiempo para crecer. Nos invita a «aceptar el tiempo y amarlo como a un amigo», aún cuando estemos en «distintas sintonías» con quienes compartimos la vida o el trabajo. Nos deja con dos preguntas para la semana: ¿vivo en el apuro y la impaciencia? y ¿cómo puedo cultivar la paciencia para fortalecer mi esperanza y mis relaciones? Para sellar este momento, nos regala el hermoso poema «Esperaré» de González Buelta, una invitación a esperar con fe, abonando el árbol con nuestras secas hojas, despejando el cauce y sacudiendo la noche, para que la tierra y el lamento se abran a la esperanza.

Poema de Gonzales Buelta, sj                                                                                                                             

ESPERARÉ 

Esperaré a que crezca el árbol y me dé sombra.

Pero abonaré la espera con mis hojas secas.

Esperaré a que brote el manantial y me dé agua.

Pero despejaré mi cauce de memorias enlodadas.

Esperaré a que apunte la aurora y me ilumine.

Pero sacudiré mi noche de postraciones y sudarios.

Esperaré a que llegue lo que no sé y me sorprenda.

Pero vaciaré mi casa de todo lo conquistado.

Y al abonar el árbol, despejar el cauce,

sacudir la noche, y vaciar la casa,

la tierra y el lamento, se abrirán a la esperanza.