La Paz

miércoles, 12 de mayo de 2010
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Buenos días para todos desde la ciudad de Resistencia – Chaco, compartiendo la catequesis con el Evangelio de Juan, estamos supliendo al Padre Javier Soteras que está ausente en estos días.

Vamos a continuar con el evangelio de San Juan, Capítulo 14, versículos del 27 al  31 y  a pedirle a Dios el don de la  paz en esta jornada. Vamos a invocar al Espíritu Santo,

Ven Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles, enciende en ellos el fuego de tu amor, Señor envía tu Espíritu para darnos nueva vida y renovar la faz de la tierra. Dios que has iluminado los corazones de los fieles con la luz del Espíritu, danos el gustar todo lo recto según el mismo Espíritu y gozar siempre de su consuelo, por Jesucristo nuestro Señor, Amén

Ave María Purísima, Sin pecado concebida

“Les dejo la paz, les doy mi paz, pero no como la da el mundo. ¡No se inquieten ni teman. Me han oído decir: “Me voy y volveré a ustedes”. Si me amaran, se alegrarían de que vuelva junto al Padre, porque el Padre es más grande que yo.  Les he dicho esto antes que suceda, para que cuando se cumpla, ustedes crean.
Ya no hablaré mucho más con ustedes, porque está por llegar el Príncipe de este mundo: él nada puede hacer contra mí, pero es necesario que el mundo sepa que yo amo al Padre y obro como él me ha ordenado. Levántense, salgamos de aquí.” Palabra del Señor, Gloria a ti Señor Jesús

Que linda palabra “la paz”, era el hábito de saludo de los judíos y el Señor tiene esta presencia en medio de los suyos, él se va a identificar con ese saludo. En este ámbito de encuentro de amistad es cuando el Señor empieza a mostrarse como gran revelador del Padre, y cuando les dice que él les va a mandar otro paráclito otro consolador para que esté siempre con nosotros, y que ese será el espíritu de la verdad a quien el mundo no puede recibir porque no lo ve ni lo conoce, en cambio Uds. sí lo conocen porque el permanece con Uds. y estará con  Uds. El  anhelo de Jesús y su proyecto  es que nosotros podamos vivir conforme al Espíritu Santo. En Jesús, la experiencia de su amor por el Padre y el Espíritu Santo le daba a Jesús una claridad, una firmeza y una paz tan grande que era lo que ahora podía darles a los discípulos: “les doy la Paz, les dejo mi Paz” Jesús se sale de sí mismo porque esta Paz lo mueve, lo desborda, empieza a hablar de que se cumpla la voluntad del Padre, de que el representa y hace presente al Padre, que para llegar a Dios hay que encontrarse con él y que él es el camino y empieza a mostrarse así.
Recordamos también esta experiencia de ágape, de intimidad, de comunión, como de un gran sinceramiento. Jesús no tiene miedo de estar desnudo frente a nosotros, ya lo dijo: “Uds. no son siervos, son mis amigos” y yo ahora les he confiado los secretos de mi corazón.
Entonces cuando Jesús empieza a hablar en este tenor, con esta gravedad, con esta honestidad, con esta transparencia, los discípulos empiezan a ponerse muy receptivos, no entienden pero saben que se trata de algo bien definido, Jesús viene a mostrarse y a darnos la Paz.
A veces nosotros en nuestro tiempo vivimos nerviosos, alterados y tratándonos mal. Qué poca experiencia de paz hay! El corazón esta turbado, vivimos en un mundo atormentado. Y, ¿por qué será que el mundo está atormentado?  ¿Qué es lo que hace que no haya paz en el mundo?  A dónde se genera? Es una cuestión del corazón, el mundo depende del hombre. Cuando San Pablo habla de la caída de la creación a causa del pecado, dice que toda la creación está expectante, está a la espera del despertar del hombre. ¡Cuanta verdad! La paz no es algo que viene de las cosas, la paz es algo que viene de las personas, somos nosotros los que generamos paz. Que necesidad que hay de restablecer una forma de vida que se instaure en una cultura de la paz.  Como cristianos deberíamos hacernos un desafío, a veces pienso que estamos llegando al bicentenario de nuestro país y cómo nos encuentran estos doscientos años? Si uno pudiera hacer una mirada sobre nuestra realidad. Estamos en paz o estamos locos, qué nos está pasando? Donde está la causa de nuestro nerviosismo? Quizá estamos como San Agustín buscando lo bueno y la verdad afuera y no nos damos cuenta que está adentro. El corazón es el gran protagonista y el autor de una cultura de encuentro, de relacionamiento, es el gran actor del dialogo, de la valoración de las cosas, de un orden de vida, el corazón pacificado. Desde dónde partimos para la vida? La gente se levanta mal, nerviosa, estresada, contracturada, han crecido los gimnasios de manera impresionante, el reiki, de todo tipo de filosofía y ninguna de ellas viene de algún orden superior, todas son respuestas nacidas del mismo nivel en que se encuentra la tensión y la angustia del hombre. Es decir que no son respuestas que lo ayuden a ir mas allá de si mismo al hombre, pero son respuestas y son signos. Signos de un mundo carente de la paz, y a dónde están los cristianos? A dónde están los bautizados? A dónde están que no cambian!, cuanta gente hace falta para cambiar algo? Tenemos experiencia de que una o dos personas toman una decisión, y esa decisión modifica todo un ambiente y son dos personas. Y nosotros que somos tantos, no podemos generar una cultura de la paz, qué nos está pasando en el corazón? Por eso la pregunta: ¿Desde dónde partimos para la vida? desde el concepto claro de las cuentas bancarias, desde el corazón endurecido por una herida,  y andamos así por la vida y ni siquiera nos preguntamos si tenemos algo que ver con la experiencia de la paz. San Agustín decía en el libro “La ciudad de Dios” que la paz verdadera era la tranquilidad en el orden. Tenemos que darnos cuenta que por algo tenemos corazón, y un corazón pacificado es el único lugar digno y apropiado para pensar en la transformación y la creación de cosas nuevas. Un corazón pacificado, no un corazón interesado, mezquino, lleno de odio y de resentimiento, de competitividad malsana, de atropello e indisposición hacia la vida, sino un corazón sereno que está dispuesto a contemplar, a recibir, a mirar bien y a esperar un poco más. Un corazón pacificado… la paz les dejo mi paz les doy. Eso es lo que está faltando, aprender a partir cada día hacia la vida desde la experiencia de un corazón pacificado.
Conocí un matrimonio que me decía: nosotros nunca nos dormimos sin reconciliarnos, sino hemos hablado y aclarado los tantos, habiendo tratado de serenar las cosas, porque sino después las cosas son peores. Es interesante, no? un orden, una experiencia de acomodamiento, buscar lo importante, necesitamos estar bien entre nosotros, necesitamos acordar, tenemos que tener sintonía en el corazón, cordialidad, la paz no es un sentimiento que se improvisa en la vida, no va a nacer caída del cielo, tiene que nacer de mi opción de vida, ser pacífico. Hay una bienaventuranza que dice: Bienaventurados los pacíficos, los que tienen paz, los que luchan por la paz. Nosotros tenemos que ser generadores de una cultura de paz, y para eso tenemos que aflojar nuestro nerviosismo, tenemos que saber parar y tenemos que saber entrar adentro en el corazón donde está lo importante.

Pensaba yo en la  frase “dar la paz”, la paz viene a ser como un signo, un saludo, un gesto, y como todo signo está mostrando algo que no se termina de describir, de alcanzar o de mostrar. El gesto de vivir pacífico no se puede improvisar, no se puede generar en el momento, es un hábito de vida porque es un estado del corazón. La gracia de la paz, el Señor está hablando del Espíritu Santo cuando dice les doy la paz. Se puede en medio de las dificultades ser pacífico? se puede conservar la paz en medio de las cruces? A veces creemos que tenemos paz, pero es una paz mundana, superficial, tenemos paz mientras todas las cosas andan bien, pero cuando nos sentimos humillados, nos desestabilizamos totalmente, qué pasó, no es que había paz?  Habrá paz en tu corazón?
El Señor dice: cuando venga el hijo del hombre, encontrará fe sobre la tierra? Es un lindo parámetro que tenemos para darnos cuenta de la seriedad con que vivimos nuestra experiencia de discípulos y nuestro vínculo con el Señor y darnos cuenta si realmente nos anima el Espíritu Santo. Hasta qué medida puedo vivir lo que creo en las dificultades? Vivo realmente o estoy dependiendo del estímulo, del reconocimiento. Donde está mi fuerza para la vida, afuera o adentro? La paz no debe vivirse solo como una experiencia libre de dificultades, no será que esa humillación o eso que me desestabiliza  que me genera malos sentimientos es un regalo que Dios me hace para conducirme también a la paz?  Hasta cuando vamos a ser esclavos de nuestros nervios, broncas, impotencia, hasta cuando le vamos a tener tanto miedo a las injusticias y a la calumnias y a los malos dichos sobre nosotros?  Nos daremos cuenta alguna vez que Dios nos quiere enseñar a vivir mas profundamente y que es posible y necesario que en mi corazón viva con una clara entrega en medio de la sospecha, de la indiferencia y de la crítica superficial y gratuita y en medio de los palos que nos ponen en la rueda.
Lo miro a Jesús, caminando con la cruz a cuestas y sin embargo consuela a las mujeres que lloran a la orilla del camino, en medio del sufrimiento tenía el recurso de consolar a las mujeres que lloraban. Ese es un hombre que tiene paz, es tan lindo ver a una persona que tiene la paz que da Jesús, no la que da el mundo, es de otra manera, la da el Espíritu Santo, Jesús sopla el Espíritu, por eso tenemos que invocar al Espíritu para vivir la experiencia de la paz. El que se entrega a Dios con confianza no depende de los obstáculos ni de las sombras, solo el que tiene paz puede darse cuenta de lo que significa caminar con proyectos, tener norte, tener fidelidad y tener convicción – no solo humana – sino alegría de vivir esa convicción con entrega desde el corazón pacificado.

Voy a tomar la carta en el capítulo 5 de los Galatas cuando habla del espíritu y de la carne, San Pablo dice: Se sabe muy bien cuales son las obras de la carne, fornicación, impureza, libertinaje, idolatría, superstición, como se pierde con todo esto, las enemistades, la rivalidad, la violencia, las ambiciones, la discordia, los sectarismos, la envidia, las ebriedades, las orgías, todo los excesos. Les vuelvo a repetir decía San Pablo, los que hacen estas cosas no poseen el reino pero por el contrario, el fruto del espíritu es el amor, la alegría  y la paz, eso es lo que pedimos a Dios y lo que necesitamos para nuestra cultura, para nuestra convivencia. Necesitamos que la gente sea magnánima, que quiere decir ánimo grande, que se nos distinga la capacidad de dar lugar, de creer, de esperar, de relacionarnos, de confiar, la capacidad de soñar sueños grandes, fruto del espíritu: la afabilidad. El don de la paz produce una gran experiencia de libertad, la bondad, la confianza, la mansedumbre. San Pablo nos dice si vivimos animados por el Espíritu dejémonos conducir por el Espíritu.
Cuando yo digo creo en Jesús, adhiero a Jesús? Eso significa que desprecio el pecado o sigo conservando algunas cosas que me hacen vivir al límite,  San Agustín decía; “ayúdate y Dios te ayudará” también dice, el que te creo sin ti no te salvará sin ti, si vos invocas a Dios, si querés la paz, querés tener ese estado interior de serenidad en medio de las dificultades y no lo logras, fijáte si realmente estas interesado en vivir el proyecto de Dios en tu vida, para eso Dios te dio los ojos de la fe, para descubrir un llamado y decirle aquí estoy de un modo incondicional. Fijáte si hay incondicionalidad, no digo perfección, digo si estás decidido. Entonces quizás empieces a sentir el gran don del Espíritu Santo, tendrás paz en medio de las dificultades, le habrás entregado el corazón desafectado decididamente a Dios.

Anímate a vivir así la fe, como una entrega sincera a Jesús y después EL se encargará de todo.