“La presencia de la Virgen de Luján y de Eduardo Pironio bendice nuestra familia”, dijo Laura Carozza

sábado, 14 de mayo de 2022

14/05/2022 – Laura Carozza es profesora de música en Mar del Plata. Hace 15 años, un milagro salvó la vida de su hijo mayor Juan Manuel Franco y este evento se le atribuye a la intercesión del venerable Eduardo Pironio. Juan Manuel estuvo al borde de la muerte cuando era bebé por haber ingerido e inhalado purpurina. El pequeño tenía quince meses de vida en diciembre de 2006 y los médicos no le daban esperanza de sobrevivir. “No es una intoxicación muy común, pero según los registros, no hay datos de que se haya sobrevivido ante estos casos por la toxicidad de la sustancia” comentó su mamá. Laura y su marido Mariano son docentes en escuelas católicas de Mar del Plata. Al día siguiente de ocurrido el accidente con Juan Manuel se hacía en Mar del Plata la Marcha de la Esperanza, que el cardenal Pironio había promovido cuando era obispo de esa ciudad, entre 1972 y 1975. La marcha, encabezada por una imagen de Nuestra Señora de Luján, hizo una parada frente al hospital materno infantil donde estaba internado el pequeño.

Laura recordó que “hubo mucha gente rezando por Juan Manuel en la marcha y también nuestra comunidad de San Antonio. El padre Silvano De Sarro me entregó una estampa de Pironio y nos pidió que le rezáramos y que le diéramos la posibilidad de hacer un milagro para que pudiera ser beatificado. Los días siguiente leímos su oración y ahí estaba su historia que fue lo que nos impactó y lo que hizo que rezáramos con mucha fe y le pedimos la intercesión de Juan Manuel. Siempre el pronóstico era muy grave, había que hacerle un análisis de sangre y cuando se llevan las muestras se encuentran con que en la sangre no tenía nada Juan Manuel, que no necesitaba ninguna medicación. Después empezó a responder y sin ninguna secuela de todo lo que nos habían dicho”, comentó la mamá y contó que “fue saliendo y a los poquitos días ya estábamos en casa como si nada hubiera pasado”.

Al momento de presentarse, Laura dijo: “Tengo 45 años. Nací y vivo en Mar del Plata. Mis padres son Franco, que es italiano y vino a la Argentina cuando era pequeño, pescador y muy dedicado a su trabajo y María Cristina, oriunda de la ciudad de Tandil. Ella es ama de casa, de oficio repostera y muy buena cocinera. Tengo dos hermanos varones: el mayor Franco y el menor Fernando. Mi infancia transcurrió rodeada del afecto y cuidado de mis abuelos y de toda la familia. Donde vivía de pequeña y actualmente, también viven mis tíos y primas y a unas pocas cuadras mis abuelos paternos. Bien de familia italiana. De ellos conservo muchas de sus tradiciones, costumbres, recetas, sus modos de ser y también su ferviente creencia en Dios. Recuerdo un paseo hermoso con mi abuela materna Ana, cuando yo tenía 9 años, que nos llevó, junto a una de mis primas, a conocer la basílica de Luján. Mi abuela era muy devota de la virgen de Luján. Recuerdo la medalla que llevaba en su pecho con su imagen. De ese paseo aún conservo el olor del río y los juegos y stand en la feria, la inmensidad del templo y la pequeñez de la Virgencita que a partir de ese momento se quedó para siempre en mi corazón”.

“Hice la primaria y el Jardín de Infantes en la escuela parroquial Nuestra Señora del Camino, que quedaba a tres cuadras de mi casa. Es la escuela y parroquia de mi barrio. Allí recibí la catequesis y la mayoría de todos mis sacramentos. Con una de mis primas íbamos los sábados a los grupos de perseverancia. Habíamos empezado a aprender a tocar la guitarra y nos gustaba cantar entonces íbamos también todos los domingos a tocar en las misas. Nos hicimos de muchos amigos, pero especialmente allí comenzó mi amistad con Jesús. Con algunas chicas formamos un grupo perteneciente al Movimiento de Schoenstatt. Allí hice la consagración a la Virgen. Fueron muchos encuentros y retiros de los cuales hoy tengo un hermoso recuerdo y me han dejado muchas enseñanzas y vivencias. En una oportunidad viajamos a Florencio Varela a conocer el Santuario y fue una experiencia inolvidable”, agregó Carozza.

“Cuando egresé de la primaria comencé mis estudios en el Centro Polivalente. Allí me recibí de Maestra de Música y luego hice el Profesorado de Música. Cursando esta última carrera fue en donde conocí a quien hoy es mi esposo. Mariano fue mi compañero de clases y hoy es mi compañero de vida. En ese momento no podíamos imaginarnos la familia que hoy formamos. Tenemos tres maravillosos hijos. Juan Manuel de 16 años y los mellizos Facundo y Joaquín de 11 años. Mariano y yo trabajamos como docentes de música y hemos dado clases en distintos niveles y escuelas de nuestra ciudad. Actualmente yo estoy dando clases en el ¨Camino¨, aquella escuela que me vio crecer. Como siempre pasa, y en toda historia, hay dificultades que nos hacen tropezar, caer, que no nos dejan ver, la vista se nos nubla, se nos estruja el corazón sobre todos cuando te pasan cosas imprevistas, que no las esperás ni te imaginás que te pueden pasar a vos.

Una tarde y en un descuido ocurrió un accidente en casa. Juan Manuel tenía 15 meses y agarró de una cajita de pinturas un frasquito que contenía purpurina. Se lo llevó a la boca y envuelto en una nube de polvo dorado, aquello que parecía una travesura se convirtió en una terrible pesadilla. En la clínica, casi sin poder respirar nos dieron el peor pronóstico. No había casos registrados de personas que hayan sobrevivido a este tipo de intoxicaciones. Había que “respetar a la muerte” esas fueron las palabras del mismo pediatra que apenas una horas antes, por la mañana nos había felicitado por la salud de Juan. Pero siempre hay un ángel guardián que pese a todo está y aparece en el momento justo: Marcelo Sigismondi fue uno de los médicos que atendió a Juan en esas horas y nos prometió hacer lo imposible y nos dijo que si sabíamos rezar, lo hiciéramos. En ese momento se nos vino el mundo abajo. No podíamos entender nada”, recordó emocionada.

“Estábamos perdidos, desorientados, abrumados por el dolor. Lo trasladan al hospital Materno en estado crítico. Sus pulmones, invadidos por este polvo provocaron una neumonía química y no solo eso: todo su cuerpito (hígado, riñones y cerebro) no tardarían en reaccionar y nos hablaban de que si sobrevivía habría secuelas severas en sus órganos. Este polvo es muy tóxico por contener limadura de cobre, zinc y muchas veces plomo. Casualmente en el hospital hay una capilla: Nuestra Señora de la Asunción, en la cual esa misma noche se casaban unos conocidos e íbamos a tocar, pero nunca imaginamos que íbamos a coincidir en ese lugar, esa misma noche, pero en otras circunstancias: arrodillados ante la cruz implorando por la salud de nuestro bebé. Esas horas fueron tremendas. Pasamos la noche pegados a la terapia intensiva. Nos sentíamos muy perdidos. Pero pronto nos comenzó a llegar el abrazo de la oración de mucha gente que se enteraba de lo que nos había pasado. Al día siguiente sería la Marcha de la Esperanza: peregrinación muy popular de nuestra ciudad que recorre desde la Gruta de Lourdes en el puerto, distintas parroquias, hasta llegar a la Catedral, encabezada por la imagen de la Virgen de Luján y una de las paradas es la capilla del hospital. Allí acudimos cuando la Marcha llegó. Recuerdo encontrarme junto a la imagen de la Virgen y tanta gente que nos decían que rezaban por Juan. Nos encontramos con el padre Silvano De Sarro, sacerdote de la parroquia San Antonio de Padua, comunidad a la cual pertenezco hace varios años por ser maestra en la escuela. Caminamos algunas cuadras juntos, bajo la lluvia suave, rezando y conversando. Entonces el padre Silvano nos entregó una estampa del cardenal Pironio, quien fuera obispo de nuestra ciudad e impulsor de esta popular marcha. Volvimos al hospital porque ya era hora del parte médico y la visita. Pero volvimos distintos: llenos de esperanza y un poco más confiados”, sostuvo Laura.

“Era de mañana, bien temprano, estábamos, mi marido y yo, sentados en el piso frente a un ventanal enorme, muy cerquita de la terapia cuando me dispuse a leer la estampa que el P. Silvano nos había obsequiado. A penas leí el Testamento Espiritual del Cardenal Pironio y en él su historia, la emoción me invadió y me iluminó como el sol de esa mañana. En esa estampa contaba la historia de la madre de Pironio quien luego del nacimiento de su primer hijo enfermó gravemente y los médicos le dijeron que no podría tener más hijos por resultar riesgoso para su vida. En cierta ocasión y afligida por esta circunstancia ella acudió a confesarse con el Obispo Auxiliar de La Plata, quien le dijo ¨A veces los médicos se equivocan¨ y fue así que llegó a tener 22 hijos y el Cardenal Pironio fue el menor. Con la fe renovada y convencidos de la Gracias de Dios, leímos la oración del Cardenal pidiendo su intercesión por la sanación de Juan. A partir de ese momento nos convencimos que había que esperar, confiados en Dios y fortalecidos por la oración, las buenas noticias no tardaron en llegar. Habían mandado una muestra de sangre a un Hospital de La Plata, allí lo analizarían y mandarían medicación para barrer en sangre residuos de purpurina. Pero para sorpresa de todos, los resultados dieron que Juan no tenía nada y que no necesitaba medicación alguna. Los médicos no podían comprender los resultados ya que en análisis anteriores habían dados cifras exorbitantes. A partir de allí lo sacan del coma y Juan logra despertar sin signos de secuelas neurológicas tal como nos habrían advertidos los médicos. Lo pasan a una habitación común y en algunos días más volvimos a casa como si nada hubiese pasado. Hoy en día Juan hace deportes, estudia música, tiene amigos, va a la escuela y no hay rastro ni secuela de este accidente. Convencidos de que su sanación ha sido un milagro enviamos nuestro testimonio a la postulación por la causa de Beatificación del Cardenal lo cual hoy está en estudio”, destacó.

La presencia de la Virgencita de Luján en nuestra historia y también en la del Cardenal Pironio nos hace sentir muy bendecidos y por eso siempre que podemos vamos a visitarla a la Basílica, en la cual también descansan los restos de Pironio. He participado de varias peregrinaciones a pie a la Basílica llevando pedidos, intenciones y por supuesto agradecimientos. Me hace muy feliz llegar hasta allí, a los pies de la Virgencita, como cuando fui por primera vez cuando era pequeña junto a mi abuela. Algunos años después del accidente de Juan Manueo, nos encontrábamos de visita en la basílica y rezando junto a Pironio le volví a pedir su intercesión por un hermanito para Juan y fue así que a los pocos días tenía el resultado positivo de embarazo y al tiempo la sorpresa de que eran mellizos: Facundo Eduardo y Joaquín Francisco. Llevan en sus nombres al cardenal Pironio como signo de gratitud por su presencia humilde en nuestras vidas. La fe y la oración son un regalo que el Señor Dios, que Jesús me ha regalado y nos regala a todos. Que en los momentos difíciles son nuestro ¨salvavidas¨ y que a la Fe tenemos que cuidarla y alimentarla siempre y a la oración hacerla con convicción. También agradezco a Dios el don de la música y siempre le ruego me haga instrumento de su voz”, manifestó Carozza.

Finalmente, compartió esta oración misionera:

Señor Jesús, Divino Maestro

Enséñame a dar testimonio fiel de tu misericordia.

Hazme alegre anunciadora de tu Evangelio y de tu Palabra.

Me ofrezco a Ti como instrumento de voz,

instrumento de tu paz.

Te doy gracias por cuanto me bendices.

Te pido Dios por quienes a Ti acuden

En la enfermedad, en el dolor, dales esperanza y fortaleza.

Virgencita María, a Ti me consagro.

Cúbrenos con tu manto y ayúdanos a mantenernos

firmes en la fe, en la oración.

Bendícenos oh Señor.

Amén.