La presidencia litúrgica

jueves, 15 de septiembre de 2022
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15/09/2022 – En “Enseñanzas desde el Magisterio de la Iglesia” el padre Javier Soteras, continuó reflexionando en la Constitución  Sacrosanctum Concilium  sobre la Sagrada Liturgia.

Para ello, el Director de Radio María está iluminando la reflexión de la primera parte del Documento con un texto de Monseñor Piero Marini, Arzobispo titular de Martirano y Maestro de las celebraciones litúrgicas pontificias.

La presidencia litúrgica

“La calidad de los signos exige sobre todo la calidad en la presidencia de la celebración. El que preside la asamblea no sólo es contemplado, sino también aprobado y juzgado en el desempeño de su función, que se realiza in Persona Christi. Con todo, esa presidencia no puede desempeñarse sin tener en cuenta la calidad de la asamblea y sin ser capaz de responder a las expectativas del pueblo de Dios. En efecto, el que preside, de algún modo, preside también in Persona Ecclesiae”.

Con respecto a lo anterior, el padre Javier dijo que el que preside es un ministro ordenado que lo hace en persona de Jesús: “Cuando uno preside, por ejemplo, en un lugar donde no te conocen, te miran y mirás –expresó el padre Javier- y eso es necesario, según dice el texto, para que se produzca clima en la asamblea”.

El texto sigue diciendo: “Evitando cualquier forma de protagonismo, el presbítero, impregnado de un auténtico espíritu de la liturgia, presidirá la celebración «como el servidor» (Lc 22, 27), a imagen de Aquel de quien es un pobre signo. Por eso, la calidad de la presidencia litúrgica, en su forma más alta y fecunda, es mucho más que un simple arte de presidir, mucho más que un mero savoir fair; debe llegar a ser principio de comunión, con la íntima convicción de que el conjunto de los dones del Espíritu Santo se encuentra únicamente en el conjunto de la Iglesia”.

“Es importante que el cura no aparezca como un showman. No va a montar un espectáculo, sino que va a participar de un acontecimiento del espíritu que celebra Cristo en medio de la comunidad reunida en su nombre y, por lo tanto, al que hay que dar la bienvenida es al Espíritu Santo que nos hace presente a Jesús en la asamblea”, señaló padre Javier.

La belleza y la dignidad del culto

“Al inicio del tercer milenio, es necesario dar la imagen de una Iglesia que celebra, ora y vive el misterio de Cristo en la belleza y la dignidad de la celebración. Una belleza que no es sólo formalismo estético, sino que se funda en la «noble sencillez» capaz de manifestar la relación entre lo humano y lo divino de la liturgia. Se trata de la dinámica de la Encarnación: lo que e Unigénito, lleno de gracia y de verdad, hizo visiblemente, ha pasado a los sacramentos de la Iglesia”.

La belleza debe dejar traslucir la presencia de Cristo en el centro de la liturgia; eso será tanto más evidente cuanto más se puedan percibir en las celebraciones la contemplación, la adoración, la gratuidad y la acción de gracias. «Honor y majestad lo preceden, fuerza y esplendor están en su templo» (Sal 95, 6). El salmista no sólo canta la belleza de la morada del Señor; en otro salmo, confiesa: «Esplendor y belleza son su obra» (Sal 111, 3). ¿Qué otra realidad de la Iglesia, mejor que el espacio litúrgico y la acción litúrgica, está llamada a unir y expresar la belleza? No sólo el lugar, sino también la acción, o sea, el gesto, la postura, el movimiento, las vestiduras, deben manifestar armonía y belleza. El gesto litúrgico está llamado a expresar belleza, puesto que es gesto de Cristo mismo.

Acerca de este apartado, el padre Javier expresó que al concepto de belleza hay que purgarlo en el mundo de la estética ya que, se nos impone como bello a través del mercado y desdibuja por sobrecarga de lo mismo en el aspecto de la sensibilidad particularmente por el marketing”.

Además, el sacerdote resaltó: “El texto apunta a reinterpretar lo ‘bello’ en un contexto de trascendencia y de espiritualidad que habitualmente no está en el mercado”.

Te invitamos a escuchar el programa completo en el audio que acompaña esta nota.