La progresividad en el vivir la ley del amor

miércoles, 10 de junio de 2015
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10/06/2015 – Jesús dijo a sus discípulos: «No piensen que vine para abolir la Ley o los Profetas: yo no he venido a abolir, sino a dar cumplimiento. Les aseguro que no desaparecerá ni una i ni una coma de la Ley, antes que desaparezcan el cielo y la tierra, hasta que todo se realice. El que no cumpla el más pequeño de estos mandamientos, y enseñe a los otros a hacer lo mismo, será considerado el menor en el Reino de los Cielos. En cambio, el que los cumpla y enseñe, será considerado grande en el Reino de los Cielos.»

Mt 5,17-19

¿Qué es la ley?

La ley necesariamente en algunos aspectos va mutando. En este sentido, primero va la vida adelante y después el ordenamiento.. cuando no es así es como si intentáramos meter la vida en una caja. Cuando no es así es la racionalidad, la ideología, las pautas frías y una falta de percepción de lo que está pasando o intereses particulares lo que prevalece.

En lo de todos los días nosotros también vamos poniendo pautas de convivencias que nos permiten ir diseñando un camino. La vocación a lo público es propiamente de los laicos. Por supuesto que el contexto del mundo es sumamente complejo, pero si nos quedamos como espectadores nada va a cambiar. Es propio del laicado intervenir en lo público como “sal y luz de la tierra”, impregnando de sabor lo que es común. 

Dice el Catecismo de la Iglesia Católica:

“1951 La ley es una regla de conducta proclamada por la autoridad competente para el bien común. La ley moral supone el orden racional establecido entre las criaturas, para su bien y con miras a su fin, por el poder, la sabiduría y la bondad del Creador. Toda ley tiene en la ley eterna su verdad primera y última. La ley es declarada y establecida por la razón como una participación en la providencia del Dios vivo, Creador y Redentor de todos. “Esta ordenación de la razón es lo que se llama la ley” (León XIII, enc. “Libertas praestantissimum” citando a S. Tomás de Aquino, s. th. 1-2, 90,1)

La Ley Antigua

La ley en cuanto tal tiene la posibilidad de revelarnos el camino, es pedagoga. Así aparece la Ley antigua, revelada por Dios a Moisés.
Dice el Catecismo:

“1961 Dios, nuestro Creador y Redentor, eligió a Israel como su pueblo y le reveló su Ley, preparando así la venida de Cristo. La Ley de Moisés contiene muchas verdades naturalmente accesibles a la razón. Estas están declaradas y autentificadas en el interior de la Alianza de la salvación.”

La ley promulgada en el monte Sinaí viene a despertar la ley natural que Dios grabó en nosotros cuando nos creó.

“1962 La Ley antigua es el primer estado de la Ley revelada. Sus prescripciones morales están resumidas en los diez mandamientos. Los preceptos del Decálogo establecen los fundamentos de la vocación del hombre, formado a imagen de Dios. Prohíben lo que es contrario al amor de Dios y del prójimo, y prescriben lo que le es esencial. El Decálogo es una luz ofrecida a la conciencia de todo hombre para manifestarle la llamada y los caminos de Dios, y para protegerle contra el mal: Dios escribió en las tablas de la ley lo que los hombres no leían en sus corazones (S. Agustín, Sal. 57,1).”

La ley antigua tiene otras perspectivas

“1963 Según la tradición cristiana, la Ley santa (cf. Rm 7,12), espiritual (cf Rm 7,14) y buena (cf Rm 7,16) es todavía imperfecta. Como un pedagogo (cf Gal 3,24) muestra lo que es preciso hacer, pero no da de suyo la fuerza, la gracia del Espíritu para cumplirlo. A causa del pecado, que ella no puede quitar, no deja de ser una ley de servidumbre.”

El texto habla de la ley antigua en relación a la traída por Cisto. En este sentido, como dice Pablo, la ley es ocasión de pecado: al no ser plena en su acompañamiento de gracia para el cumplimiento de lo dado, la ley antigua se queda a mitad de camino en el precepto, salvo que se abra a la consecución de gracia con la que la ley perfecta, la nueva, viene a secundar el camino que nos muestra lo que está marcado dentro de nosotros mismos como lo bueno a alcanzar y lo malo para evitar. 

Es sano saber que tenemos una progresividad de crecimiento en todos los aspectos de nuestras vidas frente a lo que se nos pide. Hay una progresividad en el modo de ir avanzando en lo que se nos plantea como ideal o como mandato. Pero la ley es la ley y no cambia, si nuestra progresividad en alcanzarla.

La Ley Nueva o Ley Evangélica

En el capítulo 5 del Evangelio según San Mateo esto está sintéticamente dicho cuando casi en muletilla plantea “a ustedes se les dijo (y no está mal lo que se les dijo, era lo que podían entender en aquel momento) pero Yo les digo (y lo que Yo les digo supera lo que se les dijo)”. Entonces podemos hablar de una progresión en el crecimiento de la ley: a ustedes se les dijo pero Yo les digo.  La ley antigua prepara la ley nueva, la ley evangélica.

“1965 La ley nueva o Ley evangélica es la perfección aquí abajo de la ley divina, natural y revelada. Es obra de Cristo y se expresa particularmente en el Sermón de la montaña. Es también obra del Espíritu Santo, y por Él viene a ser la ley interior de la caridad: “Concertaré con la casa de Israel una alianza nueva, pondré mis leyes en su mente, en sus corazones las grabaré; y yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo” (Hb 8,8-10; cf Jr 31,31-34).

Es el Espíritu el que la graba a fuego en nuestros corazones. Por eso, encontrar el rumbo en lo que se nos da como posibilidad de elección en nuestra vida es vincularse en el Espíritu.

Padre Javier Soteras

 

* Lo que está entre comillas es cita textual del Catecismo de la Iglesia Católica.