La puerta estrecha: un llamado a la caridad verdadera

miércoles, 30 de octubre de 2024

30/10/2024 – Jesús nos invita a entrar por la puerta estrecha, simbolizando el amor comprometido y profundo hacia los demás. Ser cristiano es amar y servir, con una entrega generosa y desinteresada que transforma nuestras vidas y fortalece nuestra fe.

Jesús iba enseñando por las ciudades y pueblos, mientras se dirigía a Jerusalén.
Una persona le preguntó: “Señor, ¿es verdad que son pocos los que se salvan?”. El respondió: “Traten de entrar por la puerta estrecha, porque les aseguro que muchos querrán entrar y no lo conseguirán.

En cuanto el dueño de casa se levante y cierre la puerta, ustedes, desde afuera, se pondrán a golpear la puerta, diciendo: ‘Señor, ábrenos’. Y él les responderá: ‘No sé de dónde son ustedes’.
Entonces comenzarán a decir: ‘Hemos comido y bebido contigo, y tú enseñaste en nuestras plazas’.

Pero él les dirá: ‘No sé de dónde son ustedes; ¡apártense de mí todos los que hacen el mal!’. Allí habrá llantos y rechinar de dientes, cuando vean a Abraham, a Isaac, a Jacob y a todos los profetas en el Reino de Dios, y ustedes sean arrojados afuera.
Y vendrán muchos de Oriente y de Occidente, del Norte y del Sur, a ocupar su lugar en el banquete del Reino de Dios.

Hay algunos que son los últimos y serán los primeros, y hay otros que son los primeros y serán los últimos”. San Lucas 13,22-30.

La estrecha amplitud de la caridad

Es bueno o necesario aclararlo aunque parezca innecesario, cuando Jesús habla de la estreches de la puerta se refiere a la exigencia de la caridad que supone amar a los demás como a uno mismo, amar al estilo de Dios que hace salir el sol sobre buenos y malos, amar hasta llegar a dar la vida. Es el amor comprometido que pone en actitud de servicio el que nos permite encontrar la plenitud deseada.

Lo dicho hasta acá hace que descartemos del horizonte interpretativo, la estreches moralista de mínima desde donde muchas veces se plantea de manera sesgada el evangelio, igualmente quedan al margen las estrecheses en sentido doctrinal, que reducen el evangelio a una ideología apagando la fuerza transformadora de vida que supone la buena nueva que se identifica con la persona de Jesús.

La exigente manera de ajustar la vida a los demás aprendiendo a ponernos los zapatos de los otros en actitud empática lejos de reducirnos a un ámbito limitado, nos universaliza capacitándonos para ser hermanos de todos.

En el proceso de crecimiento exigente de la vida de caridad, ella nos guía y disciplina para hacernos madurar

Para amar al estilo de Jesús llamados a la Madurez

Psicológica:
Las personas inmaduras se muestran en la susceptibilidad, los cambios bruscos en su estado de ánimo y sin motivo aparente, las reacciones caprichosas, y a veces histéricas, la necesidad de llamar la atención, con dependencia al que dirán, la escasa tolerancia a la frustración, la inconstancia, pasividad y la escasa fuerza de voluntad no son buenos augurios para quien pretenda encontrar la felicidad a su lado.
Esa llamada transformadora que tiene en su lógica el amor cuando es auténtico nos lleva a buscar una personalidad equilibrada, donde seamos dueño de nuestros actos, independientes y autónomos, conocerse a sí mismo con limitaciones y habilidades, ser capaz de adaptarse a circunstancias cambiantes y de enfrentar dificultades, solucionar problemas y tolerar el fracaso, tener constancia para completar lo que hemos comenzado, ser responsable en los compromisos asumidos y leal a la palabra dada. Y querer continuar, el proceso de mutua maduración con los vínculos a los que se pertenece.

Afectiva:

Muy posiblemente las carencias de afecto impiden un normal crecimiento afectivo. El abandono o sobreprotección convierten a las personas en individuos hambrientos de afecto; el miedo, la soledad y el rechazo los hacen inseguros; la rebeldía es su forma de protestar; creen que el mundo gira a su alrededor y se aprovechan de los demás, porque se han sentido utilizados; establecen relaciones manipuladoras porque han sido manipulados; se portan como niños consentidos y niñas malcriadas, exigentes y caprichosos.
Es algo tan simple y tan sencillo, pero también tan exigente, como saber amar y poder amar. Se trata de ser capaz de dar afecto y saber recibirlo, algunos no saben recibir afecto, en especial algunos hombres; piensan que recibir afecto es cosa sólo de mujeres. Poder comprender lo que él o ella necesita, es querer crecer en el amor como personas.

Intelectual y Emocional:

.Por desgracia “Los analfabetos sentimentales”, no pueden tener vínculos estables. O hacen parejas enfermas debido a su dificultad para comunicarse y para interpretar sus emociones y expresar sus sentimientos. También debido a su pesimismo, a su apatía, a que no reconocen los errores y les echan siempre la culpa a los demás. El pronóstico es tampoco alentador.
Es haber conquistado una cierta estabilidad emocional que permita manejar sanamente las emociones. Es haber adquirido la habilidad para entender lo que nos pasa y entender a los demás, es saber comunicarnos, es inteligencia emocional como capacidad para identificar los sentimientos, saberlos dirigir y poderlos expresar. Es reconocer los errores y asumir las consecuencias de los actos. Es tener los pies en la realidad y poder disfrutar la vida, es querer avanzar por la vida compartiendo sentimientos y emociones

Dedique sus labios para rezar su corazón para amar y sus manos para servir ( Madre Teresa de Calcuta)

Es curioso observar cómo la Madre Teresa de Calcuta, apenas hable de caridad, ella prefiere hablar de servicio hasta llegar a plasmar en una frase lapidaria su filosofía sobre el servicio: “la fe en acción es amor y el amor en acción es servicio”

Según ella la prueba del amor está en servicio, si amamos serviremos y si no servimos es prueba evidente de que no amamos. Amor y servicio van de la mano.

La misma Santa nos dejo este legado: “el amor no puede permanecer en si mismo, no tiene sentido, el amor tiene que ponerse en acción. Y en esto aclaraba: “no nos preocupemos por cuanto hacemos, sino por cuanto amor ponemos en lo que hacemos”.

Al final de la vida no se nos va a preguntar por los títulos o diplomas que hayamos conseguido, ni por el dinero que hayamos ganado, ni por las grandes obras que hayamos hecho, se nos juzgará por los pocos o muchos hambrientos que alimentado, por los desnudos que hemos vestido, por los sin techo que hayamos acogido. El pobre es Cristo y cuantas veces lo hicimos con un pequeño a Jesús se lo hicimos Mt 25