25/10/18 – “He venido a prender fuego en el mundo, ¡y ojalá estuviera ya ardiendo!” dice Jesús en el Evangelio de hoy. El Señor viene a derramar la gracia del Espíritu Santo en nuestros corazones y ésta nos pone en sintonía con el plan de Dios. Que Él nos de la gracia de discernimiento para poder ver como actúa la vida del espíritu en nosotros y así diferenciarla de todo lo que nos aparta del Padre.
Jesús dijo a sus discípulos: “Yo he venido a traer fuego sobre la tierra, ¡y cómo desearía que ya estuviera ardiendo! Tengo que recibir un bautismo, ¡y qué angustia siento hasta que esto se cumpla plenamente! ¿Piensan ustedes que he venido a traer la paz a la tierra? No, les digo que he venido a traer la división. De ahora en adelante, cinco miembros de una familia estarán divididos, tres contra dos y dos contra tres: el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra”.
Lc 12,49-53
La vida auténtica sólo puede brotar, de la certeza de sabernos amados por Dios, con amor personal e infinito. La experiencia del amor de Dios no es auténtica si no provoca la respuesta de amor. En la lucha entre el bien y el mal, el hombre se demuestra más fuerte gracias a la potencia del Espíritu Santo que, actuando dentro del espíritu humano, hace realmente que sus deseos fructifiquen en bien.
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