11/11/19- “Si nuestros seres queridos no están resucitados en Dios y viven sólo en el recuerdo ¿Podemos amar y ser amados por ellos?”, preguntó el Padre Mateo Bautista al inicio de la charla.
El amor a nuestros seres queridos fallecidos es de subida y de bajada
Muy pocas veces se escucha: “¡Cómo me siento amado por mi ser querido fallecido!”. En este sentido la Virgen María tiene mucho para enseñarnos; Ella vivió para, de, por y con Jesús Resucitado. Negar la fe en la resurrección corporal de los muertos es negar, en definitiva, nuestro ser cristiano y la salvación total obrada por el Señor. Lo nuestro es ser dignos de vivir integralmente resucitados, tenemos un compromiso de vivir como resucitados.
Apego y desapego
Cuando retenemos las cosas de nuestros seres queridos que han fallecido, estamos apegados a él. “Si pienso que reteniendo sus pertenencias, retengo a mi ser querido; tengo que hacer un desapego mental, afectivo; pasar de la lógica del sufrimiento a la lógica del duelo. El proceso del duelo nos tiene que sacar de nuestro egoísmo, de nuestra manipulación, de nuestra posesión. La Resurrección nos da una cosmovisión de la vida y de la muerte, del tiempo, del decir para qué he sido creado y cómo tengo tengo un destino de vida eterna.”
La resurrección de Jesús: barco, faro y puerto del proceso saludable del duelo
La Resurrección es barca que me va llevando y es faro que me ilumina; es puerto y destino de felicidad. La Resurrección no es una mejora de esta vida, la Resurrección es la plenitud de la vida. Es, dentro del misterio pascual, la expresión plena de la «vida abundante» (Jn 10,10); y no solo de ella, sino también de la única vida auténtica, por eso la resurrección marca nuestro pasado, nuestro presente, nuestro futuro. Por ello, hemos de vivir ya como resucitados.
No te pierdas de escuchar la entrevista completa en la barra de audio debajo del título.
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