Con la Resurreción, el Espíritu de Jesús nos hace respirar la vida nueva

miércoles, 2 de mayo de 2018
image_pdfimage_print

Viento

02/05/2018 – En este martes, la profesora María Gloria Ladislao tomó el simbolismo bíblico del viento y comenzó diciendo que es “una de las formas en que el Espíritu Santo aparece en la Sagrada Escritura como soplo”. Y añadió: “Desde la primera página del Génesis, se habla de ese soplo de Dios que sobrevolaba las aguas y el caos original. La palabra soplo también se puede traducir como aliento. Pensemos cuánto significado tiene esta expresión para nosotros, por ejemplo cuando decimos que alguien ´nos da aliento` o incluso en el deporte cuando hablamos de alentar a un equipo. Esa es la imagen que la Biblia nos da del Espíritu Santo: el que nos alienta, el que nos anima y con su fuerza nos empuja y nos conduce”.

Por otra parte, la especialista sostuvo que “cuando Jesús Resucitado se aparece en medio de su comunidad, el gesto que hace sobre ellos es darles el soplo de la vida. Con su Espíritu, con ese soplo que trae la renovación y la fuerza de la Resurrección, Jesús nos alienta. Nos da de su propio aire y nos hace respirar en esta nueva vida de resucitados. Como el aire de la respiración, también el Espíritu Santo actúa renovando desde adentro, llenando cada espacio de nuestro ser, y llevándose con su soplo todo lo que no sirve, lo tóxico, lo que impide la vida”.

Ladislao recordó que “celebrar Pentecostés es renovar el aire y dejarnos alentar e impulsar por el Espíritu de Dios que da vida. Cuando respiramos, el aire penetra por la nariz, pasa por el conducto nasal, atraviesa la faringe, llega a la laringe, a la tráquea, a los bronquios, y por último, a los alvéolos pulmonares. Es aquí donde se realiza el intercambio gaseoso: se toma oxígeno que luego viajará por las arterias, y se expele el exceso de oxígeno junto con el dióxido de carbono, producto de los procesos vitales. Respirar es para el hombre una necesidad y un misterio. Vemos en esta función el secreto de la vida. Por eso diversas religiones han visto en el aire y la respiración un símbolo de la energía creadora y reparadora, donde el ser humano descubre la reserva inagotable de su propia existencia”.