La Santa Indiferencia

martes, 14 de julio de 2009
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AT: Parece ser que en esta SANTA INDIFERENCIA hay muchísimas respuestas a nuestro ser, a nuestro caminar, a  nuestro seguir hacia delante y cómo transitar nuestra vida. Algunas catequesis que hemos tenido pueden hacernos “temer a la voluntad del Señor!”: ‘si se cumple la voluntad del Señor, es posible que pierda mi madre’ , algo así como si la voluntad de Dios fuera siempre que nos pase lo peor.

AR:. Para nosotros la palabra indiferencia hace alusión al “no sentir”, a la “apatía”, en general una palabra despectiva. El término INDIFERENCIA es un término Ignaciano. El sentido original que San Ignacio le daba es más bien DISPONIBILIDAD. Disponibilidad ¿para qué? Para hacer la voluntad de Dios. Este es justamente el sentido de los ejercicios espirituales ignacianos: buscar y hallar la voluntad de Dios para poder seguirla. Y no solo en los ejercicios sino en toda la vida, la condición para encontrar la voluntad de Dios es la disponibilidad.
    Y esto vale para todo lo que a diario elegimos hacer: si yo elijo ir a cuidar un enfermo, es porque estoy disponible para eso.
    La disponibilidad es una gracia de Dios que es condición esencial para hallar su voluntad. Para esa disponibilidad, San Ignacio pone una regla en sus Ejercicios Espirituales que le llama la regla del “tanto-cuanto”: tanto usar de las cosas cuanto a mí me hacen bien, y tanto dejarlas cuanto a mi no me ayudan al fin para el que fui creado, que es hacer la voluntad de Dios” Este es el principio fundamental del discernimiento de los espíritus.
    Para San Ignacio las cosas no son solo las cosas materiales o las personas, sino también los pensamientos, sentimientos, afectos, en general todas las experiencias interiores. Y no estamos hablando precisamente de cosas malas, de pecado-gracia. Hasta entre las cosas buenas hay que discernir.
    Pongo un ejemplo: puede que para un monje 5 horas de oración sean una gracia: es algo objetivamente bueno y para su vida monacal podemos pensar que esto es de Dios. Si eso que es objetivamente bueno viene a plantearlo una persona que tiene 10 hijos y trabaja 8 horas, es posible que podamos decir: esto no es de Dios. Es más: uno puede llegar a decir: esta propuesta es diabólica, bajo forma de bien: Dios no puede pedir a una persona que vive esta situación, 5 horas diarias de oración. Sería una indiscreción, es decir: está perdida la medida. La discreción significa “la justa medida en cada cosa”.
    Discernir es, entonces, tomar lo que me ayuda, y dejar lo que no me ayuda, y esto no solo en las cosas sino también en los pensamientos, las relaciones, los vínculos, los afectos, los sentimientos.

AT: La voluntad del Señor siempre está relacionada con nuestra felicidad, pero no nos resulta fácil en lo cotidiano, en nuestros discernimientos. Esta capacidad de ‘estar dispuestos’ no nos es tan habitual, tan natural. Muchas veces estamos en un lugar, por ejemplo, porque alguien nos mandó, o porque queda bien que estemos allí.

AR: Por eso San Ignacio dice que “no somos disponibles, sino que nos hacemos disponibles”. Dada esta necesidad de poder discernir, San Ignacio agrega a continuación que por esto de tener que elegir y tomar o dejar, e