La segunda infancia

lunes, 24 de enero de 2011
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La inocencia y la ingenuidad son conceptos distintos. Sin embargo podemos asociarlos. Hoy podemos vincularnos a ellos a través de un texto evangélico que tiene que ver un poco con los significados populares que se han adoptado para el día de los Santos Inocentes, (quizá porque pensar en los hechos que se evocan: en una masacre de niños, es un hecho tremendamente traumático) y los pueblos le han buscado una vuelta y han leído este tema desde el punto de vista de la inocencia o de la ingenuidad. Y de allí, con el correr del tiempo le han quitado ese tinte dramático y le han colocado todo lo que tenga que ver con la ingenuidad, haciendo chistes con lo que tenga que ver con la ingenuidad latente en las personas.

            Desde este significado, un poco popular, un poco cultural, un poso psicológico, nos remitiremos a otro texto evangélico: un texto donde Jesús alaba a los niños, y los pone como principales habitantes del Reino de los cielos. Incluso en los evangelio los pone al menos dos veces como “modelos” a los cuales remitirnos y con los cuales comparar nuestro estado del alma y nuestra vida para  poder ir buscando nuestro nivel de evolución, de transformación.

            Es decir: los ciudadanos naturales de primer nivel en el Reino de los cielos son los niños.

            Cuando los Apóstoles comienzan a debatir sobre el lugar que ocuparía cada uno en un reino que ellos imaginaban temporal, obviamente, Jesús se molesta, manda a llamar a un niño y les dice “les aseguro que el que no se haga como ellos no entrará en el Reino de los cielos”. Allí nos queremos quedar hoy: ¿qué nos quiso decir Jesús cuando nos puso como modelos de ciudadanos de su reino a los niños?

            Uno puede hacer muchas apreciaciones, simplistas: ser como niños es jugar, es ser transparentes… Y sin embargo el niño tiene muchas características que no nos hacen asociarlos  a un habitante ejemplar del Reino de los cielos. Basta ver cómo se pelean por un juguete, cómo son capaces de decir mentiras con tal de cubrir su propio ego, basta ver cómo compiten entre ellos, se lastiman diciendo cosas, sobreactúan sus dramas, se quejan, hacen cosas para llamar la atención todo el tiempo, se encaprichan, no entienden razones… Todo el costado egocéntrico que tienen los niños…¿eso también va al Reino de los cielos? ¿de qué infancia habla Jesús cuando nos pone como modelo algo que podríamos decir ‘es involucionar’. Mientras la psicología se encarga mediante sus distintas terapias de hacernos emerger ese niño interior herido, lastimado, caprichoso, que no acepta límites…mientras las parejas se divorcian porque uno dice del otro que es un inmaduro, un chico… mientras tenemos personas a las que nos resulta difícil aceptar por sus conductas infantiles…Jesús nos pone como modelo a los niños…

            La infancia de la que nos habla Jesús es una “segunda infancia”, y vamos a ver si podemos entrar.

 

Volver a los diecisiete despues de vivir un siglo
es como decifrar signos sin ser sabio competente
volver a ser de repente tan fragil como un segundo
volver a sentir profundo como un nino frente a Dios,
eso es lo que siento yo en este instante fecundo
 
Se va enredando enredando, como en el muro la hiedra
y va brotando, brotando como el musguito en la piedra como el musguito en la piedra, ay si, si, si
 
Mi paso retrocedido, cuando el de ustedes avanza
el arco de las alianzas ha penetrado en mi nido
con todo su colorido se ha paseado por mis venas
y hasta la dura cadena con que nos ata el destino
es como un dia bendecido que alumbra mi alma serena
 
Lo que puede el sentimento no lo ha podido el saber,
ni el mas claro proceder ni el mas ancho pensamiento
todo lo cambia el momento colmado condescendiente,
nos aleja dulcemente de rencores y violencias
solo el amor con su ciencia nos vuelve tan inocentes
 
El amor es tordellino de pureza original
hasta el feroz animal susurra su dulce trino,
retiene a los peregrinos, libera a los prisioneros,
el amor con sus esmeros, al viejo lo vuelve nino
y al malo solo el carino lo vuelve puro y sincero
 
De par en par la ventana se abrió como por encanto
entro el amor con su manto como una tibia manana
y al son de su bella diana hizo brotar el jazmin,
volando qual serafin al cielo le puso a retes
y mis anos en diecisiete los convirtio el querubin
 

 

            Freud ha creado una teoría sobre el inconciente. Jung, psicólogo y filósofo, dice que el inconciente no es solo pulsiones libidinosas, energía sexual… Hay muchas otras cosas. Y comienza a estudiar el alma humana y su itinerario existencial. Y habla del ‘camino de la vida’ como ‘el camino del héroe’. Dice que de una u otra forma el camino de la vida, el camino del alma humana, es el camino de un héroe que pasa por distintas instancias, por distintos roles, hasta llegar a su plenitud, que es la madurez, la realización, y allí aparecen los roles mayores como son el mago, el bufón, etc. El primer eslabón del camino del héroe, el camino no iniciado es el del niño inocente.

            El niño inocente es el que no ha iniciado ningún camino todavía, es decir, esta allí viviendo en un estado paradisíaco –en términos de existencia humana- con la expectativa natural de que todos lo atiendan, se siente protegido, cuidado.

            El niño eterno, el que nunca crece, tiene todas esas características. Podríamos decir entonces que si ese es el modelo que Jesús ha planteado de infancia, en realidad dependemos mucho de las circunstancias. Hay muchos ‘niños eternos’ en este mundo, que de alguna manera dependen del amor de su familia, o les han tocado en suerte hermosas circunstancias, no conocen ninguna gran pena, y los vemos vivir y no parecieran ser el modelo ni mucho menos de los que entrarían en el Reino. Y sospechamos que si les toca vivir algún gran dolor, a duras penas lograrán sobrevivir. Porque hay surcos que solo abre el arado. Y sus tierras (sus circunstancias) son verdaderos oasis de vida, pero son como muy superficiales, porque frente al dolor quedan como paralizados sin saber qué hacer porque nunca han vivido una circunstancia de pérdida. Eso nos recuerda a los niños felices que juegan con la muerte de cualquier forma, porque para ellos la muerte es como un cuento de hadas.

            Jung dice que ‘el camino del héroe’ está plasmado en la cultura universal y ancestral, en la cual los hombres han tratado de dejar huellas de los enormes desafíos que han atravesado en este camino, que después de pasar por distintas instancias, roles y pruebas, vuelve a retornar a ese niño eterno. Solo que el que vuelve a esa primera infancia, vuelve con una madurez, con un desarrollo intelectual y espiritual diferente. Y aunque vuelve a esa inocencia, a esa dicha, a esa simplicidad en la que claramente podemos ver a algunos queridos y amados viejos, sabios viejos que  recuperan ese candor, esa capacidad de reírse de cualquier cosa, esa capacidad de charlar de cosas simples, de darle trascendencia al canto del pájaro, que saben disfrutar de una sentadita al sol, ahí uno vuelve a ver a esta ‘segunda infancia’  de la que probablemente hablaba Jesús. Es bueno diferenciar esta inocencia, ingenuidad, candor, transparencia, de aquellas otras inocencias e ingenuidades que no caben con las que fácilmente nos confundimos.

            Y hablando de cuentos de hadas, hay uno, el de “Barba Azul” que lo pinta de cuerpo entero. Lo que intenta advertir el cuento es: ojo, que esa ingenuidad, esa pureza, esa inocencia, ese no estar buscando lo malo sino lo bueno, bello y noble que hay en el mundo, no te haga caer en el error de pensar que hay que desconocer la presencia del mal, de lo terrible que puede ser en algunas personas, en algunas circunstancias, la fuerza depredadora con que la existencia amenaza nuestras vidas físicas y existenciales. Y la advertencia está hecha especialmente a las mujeres porque son ellas las que más tardan en madurar esos aspectos, las que más ingenuas pueden ser durante más tiempo porque tienen esa tendencia al vínculo, a la relación con el amor, a la fusión con el otro, y a veces se pegan unos porrazos terribles porque no terminan de advertir la “barba azul” en el otro. Barba Azul es un asesino, y una doncella se casó con él a pesar de que esa barba azul era una clara advertencia de que algo anormal había. Y se casó porque era muy ingenua. Barba azul es un mago frustrado: tiene un gran poder, pero para usarlo para el mal

 

Érase una vez un hombre que tenía hermosas casas en la ciudad y en el campo, vajilla de oro y plata, muebles forrados en finísimo brocado y carrozas todas doradas. Pero desgraciadamente, este hombre tenía la barba azul; esto le daba un aspecto tan feo y terrible que todas las mujeres y las jóvenes le arrancaban.

Una vecina suya, dama distinguida, tenía dos hijas hermosísimas. Él le pidió la mano de una de ellas, dejando a su elección cuál querría darle. Ninguna de las dos quería y se lo pasaban una a la otra, pues no podían resignarse a tener un marido con la barba azul. Pero lo que más les disgustaba era que ya se había casado varias veces y nadie sabia qué había pasado con esas mujeres.

Barba Azul, para conocerlas, las llevó con su madre y tres o cuatro de sus mejores amigas, y algunos jóvenes de la comarca, a una de sus casas de campo, donde permanecieron ocho días completos. El tiempo se les iba en paseos, cacerías, pesca, bailes, festines, meriendas y cenas; nadie dormía y se pasaban la noche entre bromas y diversiones. En fin, todo marchó tan bien que la menor de las jóvenes empezó a encontrar que el dueño de casa ya no tenía la barba tan azul y que era un hombre muy correcto.

Tan pronto hubieron llegado a la ciudad, quedó arreglada la boda. Al cabo de un mes, Barba Azul le dijo a su mujer que tenía que viajar a provincia por seis semanas a lo menos debido a un negocio importante; le pidió que se divirtiera en su ausencia, que hiciera venir a sus buenas amigas, que las llevara al campo si lo deseaban, que se diera gusto.

-He aquí, le dijo, las llaves de los dos guardamuebles, éstas son las de la vajilla de oro y plata que no se ocupa todos los días, aquí están las de los estuches donde guardo mis pedrerías, y ésta es la llave maestra de todos los aposentos. En cuanto a esta llavecita, es la del gabinete al fondo de la galería de mi departamento: abrid todo, id a todos lados, pero os prohíbo entrar a este pequeño gabinete, y os lo prohíbo de tal manera que si llegáis a abrirlo, todo lo podéis esperar de mi cólera.

Ella prometió cumplir exactamente con lo que se le acababa de ordenar; y él, luego de abrazarla, sube a su carruaje y emprende su viaje.

Las vecinas y las buenas amigas no se hicieron de rogar para ir donde la recién casada, tan impacientes estaban por ver todas las riquezas de su casa, no habiéndose atrevido a venir mientras el marido estaba presente a causa de su barba azul que les daba miedo.

De inmediato se ponen a recorrer las habitaciones, los gabinetes, los armarios de trajes, a cual de todos los vestidos más hermosos y más ricos. Subieron en seguida a los guardamuebles, donde no se cansaban de admirar la cantidad y magnificencia de las tapicerías, de las camas, de los sofás, de los bargueños, de los veladores, de las mesas y de los espejos donde uno se miraba de la cabeza a los pies, y cuyos marcos, unos de cristal, los otros de plata o de plata recamada en oro, eran los más hermosos y magníficos que jamás se vieran. No cesaban de alabar y envidiar la felicidad de su amiga quien, sin embargo, no se divertía nada al ver tantas riquezas debido a la impaciencia que sentía por ir a abrir el gabinete del departamento de su marido.

Tan apremiante fue su curiosidad que, sin considerar que dejarlas solas era una falta de cortesía, bajó por una angosta escalera secreta y tan precipitadamente, que estuvo a punto de romperse los huesos dos o tres veces. Al llegar á la puerta del gabinete, se detuvo durante un rato, pensando en la prohibición que le había hecho su marido, y temiendo que esta desobediencia pudiera acarrearle alguna desgracia. Pero la tentación era tan grande que no pudo superarla: tomó, pues, la llavecita y temblando abrió la puerta del gabinete.

Al principio no vio nada porque las ventanas estaban cerradas; al cabo de un momento, empezó a ver que el piso se hallaba todo cubierto de sangre coagulada, y que en esta sangre se reflejaban los cuerpos de varias mujeres muertas y atadas a las murallas (eran todas las mujeres que habían sido las esposas de Barba Azul y que él había degollado una tras otra).

Creyó que se iba a morir de miedo, y la llave del gabinete que había sacado de la cerradura se le cayó de la mano. Después de reponerse un poco, recogió la llave, volvió a salir y cerró la puerta; subió a su habitación para recuperar un poco la calma; pero no lo lograba, tan conmovida estaba.

Habiendo observado que la llave del gabinete estaba manchada de sangre, la limpió dos o tres veces, pero la sangre no se iba; por mucho que la lavara y aún la refregara con arenilla, la sangre siempre estaba allí, porque la llave era mágica, y no había forma de limpiarla del todo: si se le sacaba la mancha de un lado, aparecía en el otro.

Barba Azul regresó de su viaje esa misma tarde diciendo que en el camino había recibido cartas informándole que el asunto motivo del viaje acababa de finiquitarse a su favor. Su esposa hizo todo lo que pudo para demostrarle que estaba encantada con su pronto regreso.

Al día siguiente, él le pidió que le devolviera las llaves y ella se las dio, pero con una mano tan temblorosa que él adivinó sin esfuerzo todo lo que había pasado.

-¿Y por qué, le dijo, la llave del gabinete no está con las demás?

-Tengo que haberla dejado, contestó ella allá arriba sobre mi mesa.

-No dejéis de dármela muy pronto, dijo Barba Azul.

Después de aplazar la entrega varias veces, no hubo más remedio que traer la llave.

Habiéndola examinado, Barba Azul dijo a su mujer:

-¿Por qué hay sangre en esta llave?

-No lo sé, respondió la pobre mujer, pálida corno una muerta.

-No lo sabéis, repuso Barba Azul, pero yo sé muy bien. ¡Habéis tratado de entrar al gabinete! Pues bien, señora, entraréis y ocuparéis vuestro lugar junto a las damas que allí habéis visto.

Ella se echó a los pies de su marido, llorando y pidiéndole perdón, con todas las demostraciones de un verdadero arrepentimiento por no haber sido obediente. Habría enternecido a una roca, hermosa y afligida como estaba; pero Barba Azul tenía el corazón más duro que una roca.

-Hay que morir, señora, le dijo, y de inmediato.

-Puesto que voy a morir, respondió ella mirándolo con los ojos bañados de lágrimas, dadme un poco de tiempo para rezarle a Dios.

-Os doy medio cuarto de hora, replicó Barba Azul, y ni un momento más.

Cuando estuvo sola llamó a su hermana y le dijo:

-Ana, (pues así se llamaba), hermana mía, te lo ruego, sube a lo alto de la torre, para ver si vienen mis hermanos, prometieron venir hoy a verme, y si los ves, hazles señas para que se den prisa.

La hermana Ana subió a lo alto de la torre, y la pobre afligida le gritaba de tanto en tanto;

-Ana, hermana mía, ¿no ves venir a nadie?

Y la hermana respondía:

-No veo más que el sol que resplandece y la hierba que reverdece.

Mientras tanto Barba Azul, con un enorme cuchillo en la mano, le gritaba con toda sus fuerzas a su mujer:

-Baja pronto o subiré hasta allá.

-Esperad un momento más, por favor, respondía su mujer; y a continuación exclamaba en voz baja: Ana, hermana mía, ¿no ves venir a nadie?

Y la hermana Ana respondía:

-No veo más que el sol que resplandece y la hierba que reverdece.

-Baja ya, gritaba Barba Azul, o yo subiré.

-Voy en seguida, le respondía su mujer; y luego suplicaba: Ana, hermana mía, ¿no ves venir a nadie?

-Veo, respondió la hermana Ana, una gran polvareda que viene de este lado.

-¿Son mis hermanos?

-¡Ay, hermana, no! es un rebaño de ovejas.

-¿No piensas bajar? gritaba Barba Azul.

-En un momento más, respondía su mujer; y en seguida clamaba: Ana, hermana mía, ¿no ves venir a nadie?

Veo, respondió ella, a dos jinetes que vienen hacia acá, pero están muy lejos todavía… ¡Alabado sea Dios! exclamó un instante después, son mis hermanos; les estoy haciendo señas tanto como puedo para que se den prisa.

Barba Azul se puso a gritar tan fuerte que toda la casa temblaba. La pobre mujer bajó y se arrojó a sus pies, deshecha en lágrimas y enloquecida.

-Es inútil, dijo Barba Azul, hay que morir.

Luego, agarrándola del pelo con una mano, y levantando la otra con el cuchillo se dispuso a cortarle la cabeza. La infeliz mujer, volviéndose hacia él y mirándolo con ojos desfallecidos, le rogó que le concediera un momento para recogerse.

-No, no, dijo él, encomiéndate a Dios; y alzando su brazo…

En ese mismo instante golpearon tan fuerte a la puerta que Barba Azul se detuvo bruscamente; al abrirse la puerta entraron dos jinetes que, espada en mano, corrieron derecho hacia Barba Azul.

Este reconoció a los hermanos de su mujer, uno dragón y el otro mosquetero, de modo que huyó para guarecerse; pero los dos hermanos lo persiguieron tan de cerca, que lo atraparon antes que pudiera alcanzar a salir. Le atravesaron el cuerpo con sus espadas y lo dejaron muerto. La pobre mujer estaba casi tan muerta como su marido, y no tenía fuerzas para levantarse y abrazar a sus hermanos.

Ocurrió que Barba Azul no tenía herederos, de modo que su esposa pasó a ser dueña de todos sus bienes. Empleó una parte en casar a su hermana Ana con un joven gentilhombre que la amaba desde hacía mucho tiempo; otra parte en comprar cargos de Capitán a sus dos hermanos; y el resto a casarse ella misma con un hombre muy correcto que la hizo olvidar los malos ratos pasados con Barba Azul.

 MORALEJA

La curiosidad, teniendo sus encantos, a menudo se paga con penas y con llantos; a diario mil ejemplos se ven aparecer.
Es, con perdón del sexo, placer harto menguado; no bien se experimenta cuando deja de ser; y el precio que se paga es siempre exagerado.

OTRA MORALEJA

Por poco que tengamos buen sentido  y del mundo conozcamos el tinglado, a las claras habremos advertido
que esta historia es de un tiempo muy pasado; ya no existe un esposo tan terrible, ni capaz de pedir un imposible,
aunque sea celoso, antojadizo.
Junto a su esposa se le ve sumiso y cualquiera que sea de su barba el color, cuesta saber, de entre ambos, cuál es amo y señor.
Referencia: Barba Azul, cuento de Charles Perrault

UN INOCENTE JUEGO

Hubo una vez una niña en la esquina de mi infancia que le gustaba jugar a que formaba una banda
"dale que yo soy el piano…"  "y yo soy la batería…" y en libertad la música crecía.
Pero lamentablemente nos oyeron los que saben y quisieron nuestro juego encasillar.
Repartieron instrumentos nos pusieron un maestro y nos enseñaron a jugar…

A jugar a Antón Pirulero y que cada cual atienda su juego y el que no una prenda tendrá.

Y aquel inocente juego sigue aquí grabado a fuego. Y aquella banda quedó partida en bandos opuestos.
Unos vamos a Berlín-Berlín para cumplir nuestras prendas y los otros perfeccionan el "sálvese quien pueda".

Basta ya de Antón Pirulero quiero atender tú juego y mi juego busco un juego común al mundo entero.

 

            La vida es un juego a veces dramático por momentos. Y este cuento de Barba Azul intenta advertirlo. Y dice algo que los adultos solemos decirle poco a nuestros hijos: la vida es dura, y tiene que advertir la presencia de la ‘barba azul’, esas anormalidades que se van haciendo naturales. Cuántas cosas en nuestra sociedad se van naturalizando: la violencia, la pornografía, el maltrato, como si formaran parte de una sociedad normal. En este cuento las tres mujeres advierten una situación de amenaza, y sin embargo se dejan encantar por todas las herramientas de seducción que pone este Barba azul. Pero seducen sobre todo a la más inocente, porque las otras dos, cuando logran tomar distancia de este personaje se dan cuenta de que ‘algo no cierra’. La menor representa esta inocencia, fantasía, romanticismo que no tiene nada que ver con la segunda infancia de la que habla Jesús, pero que lamentablemente muchas veces confundimos: conservar la ingenuidad, la inocencia, hace que muchas veces entremos en situaciones de alto riesgo.

            Hay un detalle bastante claro que tiene que ver con estas inocencias que ‘no caben’, estas ingenuidades que son mas fruto de la inmadurez y del infantilismo que se dan cuando uno deja de lado su propia intuición, cuando uno no escucha la voz profunda de su corazón que dice “¡prudencia!” por lo cual a veces pagamos costos muy altos y seguimos adelante. Casi todos hemos vivido alguna experiencia de éstas.  Y tratemos de recordar cómo nos vamos convenciendo de que “barba azul” no es peligroso, sino algo extraño, excéntrico. Y esto ocurre muchas veces con la complicidad de nuestros tutores, de nuestro guías, que en vez de aportar la advertencia, la luz que hace ver la realidad tal cual es, colaboran para que los sistemas de alarma que se encienden encienden en nuestro corazón, no se escuchen. Y esto se podría evitar muchas veces: aprender a ver lo violento o lo depredador de las personas, lo engañoso. Y si esta guía no funciona, no tardaremos en convertirnos en presa.

            Entonces ¿por qué Jesús habla de los niños? Y terminamos enojándonos con estos textos, o enojándonos con la bondad, con esta maravillosa imagen de que el amor todo lo puede… ¿qué es esto? ¿acaso el Evangelio va en contra de la naturaleza humana? ¿nos quiere a ser bobos? No. El Evangelio no nos enseña a ver bonitas toda clase de cosas grotescas. Ni siquiera nos enseña a considerar agradables las cosas que no lo son.

            Este mismo Señor que nos que nos dice “si no se hacen como niños no entrarán en el Reino de los cielos” también nos dice “los envío como ovejas en medio de lobos. Sean mansos como palomas y astutos como serpientes”. No siempre se subraya esto de la manera necesaria, y salimos a dar un paseo con Barba Azul y nuestra prudencia –o nuestra serpiente-, nuestra astucia, está totalmente dormida, y queremos que siga así.

            Curiosamente, siempre en la vida hay alguna ‘hermana mayor’ como la del cuento que da muestras de conciencias y que su conciencia termina haciendo de contrapelo a nuestras visiones paradisíacas, ingenuas. Siempre hay alguna voz que nos induce a no idealizar, a no fantasear con la vida, que es dura. Y el hombre que no ha sido iniciado en el camino de la vida, no escucha estas voces. Y se equivoca una y otra vez. Y en algún lugar de su mente sabe que ese patrón es inútil, está enfermo, y sin embargo vuelve a tropezar con la misma piedra. Una especie de pinosos que nos induce a pensar que las pautas destructivas no lo son tanto. Y aquí van en caravana todos los versos que nos metemos para sostener adicciones de cualquier índole: adicciones a determinados vínculos, a determinadas sustancias, y ahí todos los argumentos de una puerilidad inaceptable entran en nuestra cabeza.

 No usemos el Evangelio para justificar este tipo de inocencias.

            Nos damos cuenta de que nos hemos dejado atrapar a veces a un altísimo costo. Y algunos, cuando se dan cuenta de lo duro que es este espectáculo de oportunidades perdidas, no obstante preferimos no ver, no hacernos cargo, no deprimirnos, no sufrir, y nuevamente apelamos a algún tipo de argumento fantasioso e infantil.

            “Como niños” no es sinónimo de infantilismo. Jesús no dice permanezcan como niños, sino crecer y hacernos como niños. Se trata de volver, a veces después de experiencias traumáticas como las que relata este cuento. La tarea no es fácil. Es una aventura, pero es hermoso. Significa una conquista. No es un estancarse o volver hacia atrás. Hay que entrar en la clave que de Juan 3,3 cuando nos dice “amen a sus enemigos, recen por aquellos que los maldicen, bendigan a los que los maldicen, si te pegan en una mejilla ofrece la otra…” Y Nicodemo fue a preguntarle “¿cómo es esto?” Y Jesús contesta nuevamente con algo misterioso: “hay que nacer de nuevo” El que no nace del Espíritu no puede entender esto.” Es una síntesis que solo se puede ver, entender, con el camino, con la tarea y con la gracia. Nadie se vuelve un niño fruto del esfuerzo.

Queda claro que ‘como niños’ no es retener y quedarse en un grado de inmadurez. Una falsa interpretación que a veces algunas espiritualidades o algunas personas hacen circular es un infantilismo dulzarrón. Estos cristianos que no saben dar un solo paso por su cuenta si ayuda de una excesiva ayuda espiritual, que invocan la autoridad como protección, que consideran la obediencia como una abdicación de su propia responsabilidad. Que se consideran dispensados de las grandes resoluciones, o peor aún, de las consecuencias de sus decisiones. Cristianos vacíos, siempre irresueltos, indefinidos, que se quejan de todo. Ese infantilismo es un sustitutivo de la infancia espiritual que Jesùs está queriendo decir. Y es un un adversario al producto genuino que Jesús quiere lograr en nosotros. Estos infantilistas son bastante cansadores porque están siempre entre la queja y la victimidad, y que alguien se ocupe de sus vidas. Nada que ver con esta infancia.

La infancia que plantea Jesús es acoger el Reino con sencillez, sin restricciones, con decisión generosa. Los adultos estamos llenos de pretensiones, de cálculos, de sospechas. Esta supuesta adultez que es supuestamente estar viendo mas que lo bueno, lo noble, lo bello, viendo las segundas intenciones cuando haya o no signos. Nos defendemos por miedo, sacando la artillería por las dudas. Nos ponemos viejos de tanta prudencia mala, que es como un ‘huevo de piedra’ que los viejos van guardando de generación en generación esforzándose por calentarlo para ver si alguna vez da un pollo. Y en vano intenta Dios convencerlos y sugerirles con dulzura que abandonen ese ridículo objeto, esa prudencia muerta, para buscar el ‘oro vivo’ de las bienaventuranzas.

Pero nosotros, los adultos, hombres viejos, miramos este mensaje tiritando de miedo. Es una incapacidad para ese espíritu de aventura, de ganas de seguir creciendo, que exige también poner la mano en el arado y no mirar atrás. Los cristianos viejos son incapaces de seguir el pequeño sendero de esta infancia que el Señor quiere compartir con nosotros, porque nos hemos  hecho una coraza donde no hay lugar para que Dios haga un agujerito por donde entrar un germen de novedad. Y encima llamamos a esa coraza ‘tengo mucha calle’, ‘tengo muchos años’, ‘estoy de vuelta’. Y encima la rubricamos con un sello religioso, y nos asociamos a los clubes de los sacrificios, de las buenas obras, y de los títulos, y nos asociamos en  todo lo que tenga que ver con alcanzar el reino con el esfuerzo, y no como los niños. Jesús no nos habla de ninguna clase de esfuerzo, solo del esfuerzo de poner los medios. Y entramos en un quietismo que hace tan vieja nuestra fe, y establece un clima tan pesado, sombrío, tan insoportable, que nuestros jóvenes huyen.

Aquella advertencia de Jesús de que acojamos al Reino como un niño está muy ligada a “vende lo que tienes”, ¡pero es tan difícil! ¡y supone un desapego tan doloroso! Vender nuestras estructuras mentales, nuestras complicaciones intelectuales, nuestro sentido común, nuestras vacilaciones, nuestra experiencia, nuestra prudencia… Vender lo que somos para volver a encontrarnos con nuestra infancia. Ese es el lugar al que hay que volver.

No es tan difícil. Tenemos adentro un niño interior. Recordemos las ilusiones, las ganas de crecer, y sobre todo y por encima de todas las cosas, la capacidad de jugar.

Esa segunda infancia es un triunfo muy grande. Es tan grande como nuestra arrogancia, o más. Y es el gran remedio para recuperar las dichas perdidas.

 

EL NIÑO QUE FUI "Nelson Jhon"

Estuve buscando en mi arca interior, la que guarda en mi los recuerdos,
estuve mirando el niño que fui, aquel que soñaba despierto.

Traje la vida me trajo hasta aquí, de tanto correr nunca vi,
que estaba llorando el niño que fui, que siempre me hablo y nunca oí.

Donde han quedado los sueños, en que ruta los perdí,
quien ha cerrado las puertas que me llevan a mi jardín,
donde han quedado los sueños, pregunto el niño que fui,
quizás el tenga las llaves del cofre que no puedo abrir.

Estuve buscando en mi arca interior, en un rincón lo encontré,
corriendo, abrazarme, llego y me dijo, porque te alejaste de mi,
te pido perdón conteste, estaba tratando de huir,
deseo lo que todos querían de mi, así fui olvidando quien fui. .  

 

Tratemos de hacer una pausa para conectar nuestra alma y nuestro corazón con Dios. Si no creemos en Dios, con el espíritu de aquellos sabios que nos han antecedido y que creemos viven de alguna manera en nuestro recuerdo, o como quiera que llamemos a esa dimensión trascendente que nosotros llamamos “Señor”, y que creemos que por medio de María llega a nosotros con ternura, con generosidad, y con posibilidades de ofrecernos lo