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La semilla
martes, 13 de noviembre de 2012
La
semilla
,
simiente
o
pepita
es cada uno de los cuerpos que forman parte del fruto que da origen a una nueva planta; es la estructura mediante la cual realizan la propagación las plantas que por ello se llaman espermatófitas (plantas con semilla). Una semilla contiene un embrión del que puede desarrollarse una nueva planta bajo condiciones apropiadas. También contiene una fuente de alimento almacenado y está envuelta en una
cubierta protectora
.
En la Medialuna Fértil, la agricultura comenzó a desarrollarse durante la
revolución neolítica:
la primera transformación radical de la forma de vida de la humanidad, que pasa de ser nómada a sedentaria y de economía recolectora (caza, pesca y recolección) a productora (agricultura y ganadería). Este cambio ocurrio ocho mil años antes de Cristo.
Los hebreos fueron en sus inicios nómades pastores; su contacto con las culturas sedentarias y agrícolas se produce probablemente en el siglo XI a.C.
En la tierra de Jesús, los sembrados más comunes eran trigo y cebada. Los granos de trigo pueden comerse crudos, y por supuesto, también se usaban para hacer el pan.
La producción de semillas es un proceso esencial de la agricultura. Gracias a él, los campesinos han domesticado las especies vegetales que hoy consumimos, creando una enorme variedad dentro de cada especie al irlas adaptando a distintas condiciones ambientales y necesidades culturales. Este proceso se ha mantenido en algunas regiones durante al menos diez mil años.
Las técnicas agrícolas incluyen conocer cuál es el tiempo adecuado para sembrar determinada semilla. Esto tanto en lo que respecta a la época del año, como así también al ciclo lunar (ciclo sobre el cual se basaban muchos calendarios en la antigüedad).
9
Dios dijo: “Que se reúnan en un solo lugar las aguas que están bajo el cielo, y que aparezca el suelo firme”. Y así sucedió. 10 Dios llamó Tierra al suelo firme y Mar al conjunto de las aguas. Y Dios vio que esto era bueno. 11 Entonces dijo: “Que la tierra produzca vegetales, hierbas que den semilla y árboles frutales, que den sobre la tierra frutos de su misma especie con su semilla adentro”. Y así sucedió. 12 La tierra hizo brotar vegetales, hierba que da semilla según su especie y árboles que dan fruto de su misma especie con su semilla adentro. Y Dios vio que esto era bueno. 13 Así hubo una tarde y una mañana: este fue el tercer día
.
(Gén 1,9-13) Ver también Gén 7,3
Como dice la Escritura: El justo ha prodigado sus bienes: dio a los pobres y su justicia permanece eternamente. El que da al agricultor la semilla y el pan que lo alimenta, también les dará a ustedes la semilla en abundancia, y hará crecer los frutos de su justicia. Así, serán colmados de riquezas y podrán dar con toda generosidad; y esa generosidad, por intermedio nuestro, se transformará en acciones de gracias a Dios.
(2ª. Cor 9,9-11)
La semilla es potencia
“En la semilla está encerrada toda la vitalidad que se desplegará; la semilla es potencia. Así es el grano de mostaza: tan pequeño, tan ínfimo, pero llevando en sí mismo la fuerza para un crecimiento que nada podrá detener. Así es el Reino: desde esta pequeñez en la que se nos hace difícil vislumbrarlo hasta la grandeza de esa frondosidad donde todos tienen lugar.
También les propuso otra parábola:
«El Reino de los Cielos se parece a un grano de mostaza que un hombre sembró en su campo. En realidad, esta es la más pequeña de las semillas, pero cuando crece es la más grande de las hortalizas y se convierte en un arbusto, de tal manera que los pájaros del cielo van a cobijarse en sus ramas».
(Mt 13,31-32)
¿Qué pasa cuando Jesús habla en parábolas? Para quienes ya estamos familiarizados con el evangelio, se hace difícil que la parábola nos diga algo. Ya contamos con siglos de explicaciones que han alegorizado y muchas veces fijado un único sentido para la parábola. Hay que hacer el esfuerzo de despojarse de todo ese bagaje y "entrar" en el mundo de la parábola, que no es siempre tan evidente como parece. En el caso de la parábola del sembrador, por ejemplo, a un habitante de ciudad ni se le ocurriría la pregunta, pero sí a un chacarero que vive de su propia huerta. ¿Cómo un sembrador va a desperdiciar semilla tirándola al borde del camino? ¿Para qué va a dejar que caiga en terreno pedregoso, sin haber preparado la tierra? Este es un primer nivel de comprensión, captar "de qué habla" la parábola; primer nivel en el cual no siempre nos detenemos porque ya sabemos "la explicación".
Y después viene el otro nivel, el salto de comprensión necesario para ver en la parábola otra realidad. Esto es lo que Jesús indica utilizando palabras de Isaías: Se puede oír sin entender, se puede ver y seguir negando lo que sucede.”
María Gloria Ladislao, PALABRAS Y PASOS, Ed. Claretiana, 2004
Los profetas usaron la imagen de la semilla para hablar del germen que dará lugar a un pueblo renovado:
11
Yo dije: “¿Hasta cuándo, Señor?”. Él respondió:
“Hasta que las ciudades queden devastadas, sin habitantes,
hasta que las casas estén sin un hombre
y el suelo devastado sea una desolación.
12
El Señor alejará a los hombres
y será grande el abandono en medio del país.
13
Y si queda una décima parte,
ella, a su vez, será destruida.
Como el terebinto y la encina
que, al ser abatidos, conservan su tronco talado,
así ese tronco es una semilla santa”.
(Isaías 6,11-13)
27
Llegarán los días –oráculo del Señor– en que yo sembraré la casa de Israel y la casa de Judá con semilla de hombres y semilla de animales. 28 Y así como yo he velado sobre ellos para arrancar y derribar, para demoler, perder y hacer el mal, así también velaré sobre ellos para edificar y para plantar –oráculo del Señor–.
(Jer 31,27-28)
Y la semilla es también figura del Mesías:
12
Tú le dirás: Así habla el Señor de los ejércitos: Aquí hay un hombre llamado “Germen”: allí donde esté, algo va a germinar, y él reconstruirá el Templo del Señor. 13 Él reconstruirá el Templo del Señor, llevará las insignias reales, se sentará y dominará en su trono. Habrá un sacerdote a su derecha, y habrá un perfecto acuerdo entre los dos. 14 Y la corona será para Jeldai, Tobías y Iedaías, y para Josías, hijo de Sefanías, un memorial en el Templo del Señor.
15
Entonces los que están lejos vendrán y reconstruirán el Santuario del Señor. Así sabrán que me envió a ustedes el Señor de los ejércitos. Esto sucederá si escuchan verdaderamente la voz del Señor, su Dios.
(Zac 6,12-15)
La semilla, muerte y resurrección
Dado que la vida física de una determindada comunidad depende del alimento en base a un grano o a una planta, la semilla pasa a significar la vida prolongada o la inmortalidad. En muchos mitos, las semillas están ligadas a la idea de renacimiento: la semilla muere en tierra y de allí surge nueva vida.
Esta imagen toma Jesús para hablar de su Pasión:
Les aseguro que
si el grano de trigo que cae en la tierra no muere,
queda solo;
pero si muere,
da mucho fruto.
El que tiene apego a su vida la perderá;
y el que no está apegado a su vida en este mundo,
la conservará para la Vida eterna.
( Jn 12,24)
Y la retoma San Pablo para hablar del futuro de nuestro cuerpo glorioso y resucitado:
Alguien preguntará: ¿Cómo resucitan los muertos? ¿Con qué clase de cuerpo? Tu pregunta no tiene sentido. Lo que siembras no llega a tener vida, si antes no muere. Y lo que siembras, no es la planta tal como va a brotar, sino un simple grano, de trigo por ejemplo, o de cualquier otra planta. Y Dios da a cada semilla la forma que él quiere, a cada clase de semilla, el cuerpo que le corresponde.
No todos los cuerpos son idénticos: una es la carne de los hombres, otra la de los animales, otra la de las aves y otra la de los peces. Hay cuerpos celestiales y cuerpos terrestres, y cada uno tiene su propio resplandor: uno es el resplandor del sol, otro el de la luna y otro el de las estrellas, y aun las estrellas difieren unas de otras por su resplandor.
Lo mismo pasa con la resurrección de los muertos: se siembran cuerpos corruptibles y resucitarán incorruptibles; se siembran cuerpos humillados y resucitarán gloriosos; se siembran cuerpos débiles y resucitarán llenos de fuerza; se siembran cuerpos puramente naturales y resucitarán cuerpos espirituales.
1ª. Cor 15,35-44
La semilla escondida en la oscuridad de la tierra
La semilla, en su proceso, en parte escondido y en parte visible, nos muestra que oscuridad y luz se conjugan para dar lugar al nuevo ser.
“La tierra, ante todo como globalidad, es hierofánica* por excelencia. La experiecia de la vida, de los ciclos estacionales, de la fecundidad agraria, la muestran como depósito de la vida y la asocian a todo lo femenino. La tierra es así la gran Madre, procreadora y regeneradora. Es el receptáculo de las fuerzas sagradas de la vida, fuente inagotable de existencia. Es como el seno materno.
Así se manifiesta la tierra; su modalidad incluye también la oscuridad y la profundidad. La oscuridad de la tierra no es la de la superficie, que se opone a lo visible, a la acción, y hasta a la vida (el sol luminoso es fuente de vida); es la oscuridad interior, también
asociada a la vida
, como en el seno de la madre; a la vida como misterio por un lado, a la vida como pre-formada por el otro.
La figura de la Tierra Madre está muy extendida, desde la
Pacha Mama
aymara-quechua hasta la
Ge (Gea)
helénica.”
* Hierofanía: manifestación de lo sagrado.
Severino Croatto, Los lenguajes de la experiencia religiosa, Ed. Docencia
Este proceso de la semilla, que se realiza “a escondidas” de la mirada humana, es figura del misterio del Reino de Dios. En esta parábola Jesús destaca dos aspectos:
* El tiempo. El uso de los opuestos – dormir/levantarse, noche/día – señala la amplitud del tiempo, es como decir:
todo el tiempo.
Así es el proceso de la semilla, y así es el proceso del Reino: no tiene descanso, abarca todo el tiempo. Este desarrollo ininterrumpido tendrá un fin, habrá un momento en el que se detendrá: será el tiempo de la cosecha. En el evangelio, la cosecha es figura de la llegada definitiva del Reino y con esto, del juicio.
* El misterio. El hombre no puede manipular ni manejar este desarrollo. Es más, ni siquiera sabe cómo se produce.
Jesús
decía: «El Reino de Dios es como un hombre que echa la semilla en la tierra: sea que duerma o se levante, de noche y de día, la semilla germina y va creciendo, sin que él sepa cómo. La tierra por sí misma produce primero un tallo, luego una espiga, y al fin grano abundante en la espiga. Cuando el fruto está a punto, él aplica en seguida la hoz, porque ha llegado el tiempo de la cosecha».
(Mc 4, 26-29)
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