La Señora Pepita

martes, 19 de junio de 2007
image_pdfimage_print
La señora Pepita, bien equilibrada y orgullosa, de 92 años de edad, completamente lista cada mañana a las 8 en punto, con su cabello peinado al estilo de peluquería y un maquillaje perfectamente aplicado, aún siendo casi ciega, se mudó hoy para un asilo de ancianos. El que había sido su marido durante 70 años, había muerto recientemente, obligando a que esta mudanza fuera necesaria.

Después de muchas horas de esperar pacientemente en la recepción del asilo de ancianos, ella sonrió muy dulcemente cuando le avisaron que su habitación estaba lista. Mientras maniobraba su andador hacia el ascensor y yo le iba dando una descripción detallada de su pequeño cuarto, incluyendo las sábanas y cortinas que habían sido colgadas en su ventana, dijo: "me encantan", con el entusiasmo de un chiquillo de 8 años al que acaban de mostrar un nuevo cachorro.
– Sra. Pepita, usted aún no ha visto el cuarto… espere.
– Eso no tiene nada que ver, contestó. La felicidad es algo que uno decide con anticipación. El hecho de que me guste mi cuarto o no me guste, no depende de cómo esté arreglado el lugar, depende en como yo arregle mi mente. Ya había decidido de antemano que me encajaría.

Es una decisión que tomo cada mañana al levantarme. Estas son mis posibilidades: Puedo pasarme el día en cama, enumerando las dificultades que tengo con las partes de cuerpo que ya no funcionan, o puedo levantarme de la cama y agradecer por las que sí funciona. Cada día es un regalo y, durante el tiempo que mis ojos se abran, me enfocaré en el nuevo día y en las memorias felices que he guardado en mi mente… sólo en este momento de mi vida. La vejez es como una cuenta bancaria… uno extrae de lo que ha depositado en ella.

Entonces, mi consejo para ti sería que deposites gran cantidad de felicidad en la cuenta bancaria de tus recuerdos. Gracias por lo que has hecho para llenar mi banco de memorias. Sigo depositando, ¿y tú?