La septima morada: Comunion de vida en Cristo.

lunes, 25 de julio de 2011
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Buen día, buen comienzo de jornada para todos, ojalá que el sol que viene de lo alto y que compartimos todos los días gane tu corazón. Bendecimos a Dios entre nosotros, él nos viene a llenar de su sol y de su luminosidad, de su presencia, por eso ponemos la mirada hacia adelante, como Pablo, ponemos la mirada en lo que está por venir, dejamos atrás lo que fue y decididamente alcanzados por Cristo miramos hacia adelante para ver si es posible que nosotros también lo alcancemos a él.

 

A Teresa de Jesús le damos las gracias por todo el camino que hemos podido recorrer con ella, como lo haremos con San Juan de la Cruz  en la próxima semana y con algún otro hermano, son ellos los que nos acompañan en la marcha y se lo agradecemos.

 

El que me ama – dice Jesús en el evangelio de Juan, del verso 21 en adelante – y cumple mis mandamientos, ese será amado por mi padre y yo lo amaré y me manifestaré a él. El que me ama, será fiel a mi palabra y mi Padre lo amará, iremos a él y habitaremos en él. Palabra del Señor

 

En el camino que Teresa nos viene acompañando nos ha  introducido en el castillo interior que es todo nuestro ser personal, llevándonos por los distintos lugares donde Dios en toda nuestra existencia nos habita completamente y nos ha ido mostrando cuarto por cuarto, morada por morada, tiempo  por tiempo, etapa del camino espiritual por etapa del camino espiritual, toda la belleza y riqueza, todos los riesgos y las atenciones que debemos tener hasta llegar a este punto a donde Dios nos invita a ir, a la séptima morada, al lugar donde Dios nos espera para establecer con nosotros una profunda comunión de vida, desposorio interior le llaman algunos místicos, comunión de vida toda en Cristo.

 

Pareciera que todo está dicho en este camino espiritual pero el poder de Dios no tiene límites y tampoco lo tiene su amor – dice Teresa , en los éxtasis Dios se comunicaba en forma secreta y escondida. Aquí en esta última morada es distinto, aquí ya no hay secretos, se quitan las escamas de los ojos, como Pablo cuando también fue develado en el misterio de Cristo, y la persona que llega a esta etapa del camino espiritual se encuentra con el misterio de Dios en su totalidad, es el encuentro que la persona tiene de manera viva con las tres personas, con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, con una calidez inaudita. Llega, dice Teresa, como una nube luminosa y se entiende esta verdad de la fe – por así decirlo, ya no de cualquier modo sino con la propia mirada interior, con los propios ojos. Se le comunican al alma las tres divinas personas y le dan a entender aquellas palabras que dice Jesús, que él, el Padre y el Espíritu Santo vendrán a habitar en el alma de quien lo ama y guarda sus mandamientos.

El camino por el cual llegamos a este lugar es sin duda el impulso del amor de Dios en su iniciativa, quien purgando todo nuestro ser de maneras diversas nos lleva a ser uno con él. Este es el motivo por el cual uno recorre el camino detrás de Jesús, en términos de la amistad, el don de la amistad tiene esta posibilidad de ser uno en el otro. El amigo no es solamente un compañero de camino, es uno viviendo en el otro. Cuando la amistad viene de Dios, somos nosotros en él, y él es en nosotros. Pablo en este camino interior en el culmen de su peregrinar llega a decir , ya  no soy yo es Cristo que vive en mí. Y vivo en la fe del hijo de Dios que murió y entregó su vida por mí.

No es que la persona se confunda en su identidad, al contrario, encuentra su mas honda identidad a partir de esta in habitación de las tres personas en Cristo con el que ha recorrido camino de interioridad hasta llegar a lo mas profundo del corazón.

 

Esta situación – dice Teresa, no deja a la persona ensimismada sino la hace expansiva. Este grado de pertenencia al misterio de Dios no nos saca de nosotros mismos ni del vínculo con los demás, al contrario, profundiza la relación con nosotros mismos desde la mas honda identidad y nos pone de cara de modo expansivo al vínculo con todos sin excluir a nadie. Es la gracia de expansividad que nace de la centralidad en Jesús, es como que la vida ha encontrado su eje central, es la centralidad de la vida en Cristo la que surge de este encuentro de profunda intimidad que no es intimismo sino presencia de Dios habitándonos de lo profundo de nuestro ser haciéndonos expansivos en nuestra manera de vincularnos desde Él con todos. Y siente el alma, dice Teresa, el deseo de ser universal, esto que decía Teresita, “quería ser todas las cosas”, hasta que ella encontró la centralidad en Cristo en esta expresión, “he decidido ya no ser todas las cosas, y pudiendo ser todas las cosas me decidí a ser el amor en el corazón de la Iglesia”.

Es decir, no perdió la universalidad y al mismo tiempo encontró el secreto de la centralidad, el amor. Para cada uno de nosotros tiene rasgos distintos la centralidad, algunos lo encuentran en el servicio a los pobres sin perder de vista la convocatoria interior que Dios hace cuando servimos a los que mas necesitan; otros lo encuentran en la palabra de Dios, centran la vida, por ejemplo la experiencia de encuentro con la espiritualidad teresiana me resulta centrante, tiene un don Dios para mí en el seguimiento del modo de ser y el camino de Teresa de Jesús. Para otros es la figura de Francisco de Asís y la capacidad que tiene Francisco de ser todo siendo pobre, y el camino franciscano le ofrece toda una posibilidad.

 

Te quiero conducir a descubrir que cualquiera sea el modo por donde Dios te ha ido llevando por la vida, el busca ocupar el centro de tu corazón. La vida centrante en Cristo, ¿porque caminos Dios te ha llevado para hacer centro en tu vida?

 

La habitación definitiva de Dios tiene lugar en esta morada, dice Teresa, aunque, a decir verdad, la comunión total y perfecta solo se da en la otra vida. Cuando sucede por primera vez, se presenta Cristo visible a los ojos del alma, con gran resplandor, hermosura y majestad, como después de resucitado y le dice al alma que ya es hora de que tome sus cosas como propias, pues él se ocupará de las suyas.

 

Esta visión, dice Teresa, es muy diferente a las anteriores, sus palabras poseen una fuerza única, son reales y eficaces, cumplen y realizan lo que dicen es como  una toma definitiva del alma, da la impresión de que Dios da un anticipo de toda la alegría, gozo y paz que va a haber en el cielo, no hay palabras ni comparaciones para describir lo que se vive aquí, dice Teresa, se realiza la unión de Dios y la pequeñez nuestra como una gota de agua se confunden en la inmensidad del océano.

 

Hay como una perspectiva de universalidad cuando el alma está centrada en Dios y cuando Dios está centrado en el alma, es como que uno es todas las cosas y todas las cosas están en uno, es la experiencia de Francisco de Asís cuando a todo lo reconoce fraterno, cercano, no hay lugar con el cual no pueda vincularse en este lugar parado. En Francisco hasta la misma muerte le resulta fraterna, no hay lugar para el desprecio, es la universalidad que deja el amor vivido en su plenitud, aquella que Jesús proclamaba cuando hablaba del amor a todos sin excluir a nadie, también a los que no nos son familiares cercanos y pueden resultarnos enemigos que atentan contra nosotros. Esta universalidad de entrega de amor en Cristo nos lleva a territorios cada vez más amplios, esta experiencia de universalidad no es fruto de una lógica de razonabilidad sino que es fruto de un amor que lo copa todo dentro de sí mismo y más allá de sí mismo. Los resultados de esta unión en el centro con Dios son similares a los relatados anteriormente, dice Teresa refiriéndose a la sexta morada, pero aquí está puesto en su grado más alto. La persona que recibe este don se entrega enteramente a las obras de Dios sin acordarse para nada de sí misma. Parece que se cumplen las palabras que le dirigió Cristo ya no le interesa ser nada ni que le consideren nada, si se preocupa de su propia fama es en la medida en que eso sirve para la honra y la gloria de Dios, sino no. Tampoco desea, como antes, morir para ver a Dios, ahora prefiere vivir muchos años para trabajar por él, para dar a conocer el evangelio. Se trabaja para que todos conozcan a Dios y no solo para que sea conocido sino para que sea servido, para que sea amado con todo el corazón.

 

Aun cuando todo se mueva alrededor de uno el alma en esta etapa del camino, da a entender Teresa de Jesús, se encuentra en una profunda quietud, se encuentra junto a Jesús, lo cual no quiere decir que falte la cruz, pero sin pérdida de la paz interior. Algunas veces el Señor deja sola al alma por un día para que entienda más que lo que tiene, lo tiene regalado, para que se mantenga en humildad, sencillez. Tampoco quedan estas almas, dice Teresa, libres de faltas en esta etapa de centralidad, cometidas por inadvertencias, para terminar hay que recordar que las personas que más cerca estuvieron de Cristo son las que más sufrieron.

 

El otro día compartiendo la celebración de la Eucaristía yo les refería una anécdota de la vida de Teresa en relación a lo que acabamos de decir recién, que los que más cerca están de Dios son los que más padecen y sufren porque ese es el camino que el Señor quiso elegir para regalarnos la amistad en la entrega de la vida, no se sufre por sufrir sino en la entrega del darse, del entregarse, del donarse. Cuenta la historia y Teresa lo refiere en su biografía de que en un momento de mucho combate, de mucha lucha en la reforma del Carmelo, Teresa se quejó al Señor en una de sus manifestaciones por todo lo que la hacía sufrir, entonces el Señor le dijo, así trato yo a mis amigos y Teresa, sin pelos en la lengua le dijo: con razón que tenés tan pocos.

 

Maximiliano Herráiz  García, un autor muy recomendable a la hora de leer la vida y las obras de Teresa de Jesús en este texto de “La oración historia de amistad” plantea sobre este lugar donde estamos parados ahora, la séptima morada, lo que vamos a reflexionar a la luz de lo que él nos regala, el matrimonio espiritual o lo que podríamos llamar también la unión transformante, estamos ubicados en esta centralidad de vida en Cristo con la que el Señor nos llama a dejarnos transformar por su presencia en el corazón y en el centro de nuestra vida.

Hablando de esta séptima morada, Maximiliano Herráiz  García dice, el proceso llega a su plenitud, el movimiento de interiorización ha culminado en el centro, en la morada de Dios, allí el hombre descubre a Dios en lo muy interior, en una cosa muy honda, cita allí a Teresa en la sexta morada y comienza a hacer citas en torno a la séptima. Algo inefable dice Teresa, apenas pueden balbucearse unas palabras para explicar lo que allí acontece, fallan aquí las comparaciones, “no se puede decir más de que queda el espíritu de esta alma hecho una cosa con Dios” en general señala que hay gran y grandísima diferencia de todas las gracias pasadas a la de esta morada y tan grande es el desposorio interior, el matrimonio interior, como la hay entre los dos desposados que ya no se pueden apartar. Hermosa expresión como para que podamos darnos cuenta de que se trata esto de estar profundamente en Dios.

Siempre queda el alma con este Dios en el centro, por la descripción que hace Teresa, no es que falte la cruz, no es que no haya combates o sacudidas alrededor y dentro de uno mismo, pero en el fondo del corazón hay paz. En lo más hondo del ser hay experiencia del encuentro de Jesús el resucitado con los discípulos y allí radica la gracia transformante, la gran purificación a que ha llegado hace posible recibir la comunicación de Dios con fortaleza, sin el más mínimo estorbo, con deslumbrante claridad en lo muy interior notoriamente ve que están las tres divinas personas en lo interior de su alma y en faltando las ocupaciones se queda con aquella agradable compañía, como diciendo, cuando se está solo no se está solo, cuando se está solo se está muy bien acompañado, y cuando se está con otros no se deja de estar con quien se está dentro, por decirlo de alguna manera. Se da una comunicación íntima trinitaria aquí se le comunica todas tres personas y hay una experiencia de estar metido dentro del interior trinitario y que el misterio trinitario nos habita desde lo más hondo. La presencia del hombre en Dios es total, sin fisura, lo esencial en su alma jamás se mueve de aquel aposento, es una experiencia de centralidad, no es estar absorbido en Dios sino es permanecer en Dios.

Es un poco lo que la palabra dice en el evangelio de Juan como invitación que nos hace en el capítulo 15 para llamarnos a dar mucho fruto, utilizando la imagen del sarmiento y la vid. Dice Jesús allí, permanezcan en mí como yo en el Padre, si ustedes permanecen en mí como permanece la vid en el fruto del racimo de la vid, ustedes van a dar muchos frutos.

 

Teresa dice, a veces Dios da la gracia de ausentarse para que uno mismo descubra que solo esta gracia de centralidad y de presencia de él en lo más íntimo del corazón es un regalo, es un don del cielo, no es fruto de un esfuerzo, no se logra queriéndolo conquistar. En todo caso, dice Teresa, en todo el camino, como Dios se siente atraído a venir al alma es por el camino de la humildad, por eso aquí como en ningún otro lugar Dios invita a la sencillez y a la humildad.

 

De qué presencia se habla aquí, de Dios en lo más hondo del alma, de una presencia en la raíz del ser, se manifiesta como polarización existencial dice Herráiz García comentando a Teresa de Jesús, de ese amor y de esa vida de Dios en nosotros y cita Teresa, sentía yo un olvido de mí misma y verdaderamente parece que uno ya no es, su gloria tienen puesta en si pudiesen ayudar en algo al crucificado. Esta expresión es la de todos los santos, querer llegar a ser en Cristo uno hasta el punto de que la vida también se vaya con la de Jesús, el deseo de morir para gozar de Dios se convierte en el deseo de vivir para servir más y si pudiese ser parte de siquiera de un alma que le alabase más por mi intercesión que aunque por poco tiempo, me parece importa más que estar en la gloria.

 

Ayer decíamos que la sexta morada explica ese texto hermoso de Teresa, vivo sin vivir en mí y tan alta vida espero que muero porque no muero …

 

En la séptima morada sucede otra cosa, la persona ya  no se quiere morir sino que se da cuenta que viviendo aquí es como puede hacer mucho bien y con eso llevar a muchos para que se encuentren con Dios, porque toman conciencia desde lo más hondo del ser del clamor que Dios tiene por todo.

Este grado de profunda presencia del Señor en lo más hondo del ser, hace el alma ciertamente más expansiva, mientras mayor intimidad, mayor expansividad y así volvemos sobre lo mismo, atención con experiencias falsas al respecto, es expansión de la vida, es entrega de la vida lo que surge de este lugar de profundo encuentro con el Señor.

 

A partir del lunes vamos a dejar a Teresa y a comenzar con su amigo Juan de la Cruz, vamos a seguir un texto de las obras completas de Juan de la Cruz comentado por Maximiliano Herráiz García