19-03-2021 – En el día de la Solemnidad de San José y con mucho gozo concluimos el triduo de oración y reflexión junto a Monseñor Ernesto Giobando, obispo auxiliar de Buenos Aires. Un espacio de reflexión, basado en la Carta apostólica Patris corde (Con corazón de padre) del Papa Francisco y de oración.
Monseñor Giobando reflexionó en este último día sobre el punto número siete “Padre en la sombra”:
< El escritor polaco Jan Dobraczyński, en su libro La sombra del Padre, noveló la vida de san José. Con la imagen evocadora de la sombra define la figura de José, que para Jesús es la sombra del Padre celestial en la tierra: lo auxilia, lo protege, no se aparta jamás de su lado para seguir sus pasos. Pensemos en aquello que Moisés recuerda a Israel: «En el desierto, donde viste cómo el Señor, tu Dios, te cuidaba como un padre cuida a su hijo durante todo el camino» (Dt 1,31). Así José ejercitó la paternidad durante toda su vida>.
En este sentido, monseñor Giobando expresó que “La imagen, la sombra, qué lindo es estar sentados a la sombra de un árbol, qué lindo es poder estar a la sombra cuando hace calor”. “Estar a la sombra, debajo de un árbol, en el patio, ya eso nos habla de serenidad, de encuentro”. “Este libro que cita el Papa, habla de esta imagen, la sombra, la sombra del Padre”. “Creo que es quizá la mejor imagen para describir a San José”. Y agregó que “Cuando escuchamos el anuncio del Ángel a María dice: <El Espíritu Santo descenderá sobre ti > y será la sombra que la cubrirá”. “La imagen de la sombra está presente a lo largo de la Biblia y es la que nos evoca una figura mayor, porque siempre la sombra se alargan, porque es así, por el reflejo del sol, por la altura del sol en ese momento preciso, pero en general uno dice la sombra me acompaña, y es así, el Padre siempre está con nosotros, ese Padre del cielo, y nosotros debemos estar siempre junto a Él, debemos cobijarnos en su sombra”.
<Ser padre significa introducir al niño en la experiencia de la vida, en la realidad. No para retenerlo, no para encarcelarlo, no para poseerlo, sino para hacerlo capaz de elegir, de ser libre, de salir. Quizás por esta razón la tradición también le ha puesto a José, junto al apelativo de padre, el de “castísimo”. No es una indicación meramente afectiva, sino la síntesis de una actitud que expresa lo contrario a poseer. La castidad está en ser libres del afán de poseer en todos los ámbitos de la vida. Sólo cuando un amor es casto es un verdadero amor. El amor que quiere poseer, al final, siempre se vuelve peligroso, aprisiona, sofoca, hace infeliz. Dios mismo amó al hombre con amor casto, dejándolo libre incluso para equivocarse y ponerse en contra suya. La lógica del amor es siempre una lógica de libertad, y José fue capaz de amar de una manera extraordinariamente libre. Nunca se puso en el centro. Supo cómo descentrarse, para poner a María y a Jesús en el centro de su vida.
“Y una imagen que utiliza el Papa aquí es que la verdadera paternidad se vive, sólo cuando se ha hecho “inútil”, cuando ve que el hijo ha logrado ser autónomo y camina solo por los senderos de la vida, cuando se pone en la situación de José, que siempre supo que el Niño no era suyo, sino que simplemente había sido confiado a su cuidado. Siempre que nos encontremos en la condición de ejercer la paternidad, debemos recordar que nunca es un ejercicio de posesión, sino un “signo” que nos evoca una paternidad superior. En cierto sentido, todos nos encontramos en la condición de José: sombra del único Padre celestial, que «hace salir el sol sobre malos y buenos y manda la lluvia sobre justos e injustos» (Mt 5,45); y sombra que sigue al Hijo.
“Y describe la acción del Padre en la tierra, auxilia, protege, no se aparta jamás de su lado para seguir sus pasos, y es silenciosa, por eso San José guarda silencio, como Dios Padre guarda silencio, porque el silencio de Dios Padre está inundado de palabra, en el silencio de Dios Padre es donde se gesta la palabra y se hace carne, del silencio de Dios Padre es que viene Jesús a hablarnos, a comunicarnos la buena noticia”.
Finalmente, monseñor Giobando indicó que “Hoy vivimos un mundo muy autosuficiente, muy soberbio, pero tenemos que insistir en la humildad, tenemos que aprender a vivir en la humildad”. Monseñor Ernesto Giobando concluyó la reflexión de hoy rezando esta oración a San José, titulada “Enséñanos San José”:
Enséñanos, José, cómo se es “no protagonista”, cómo se avanza sin pisotear, cómo se colabora sin imponerse, cómo se ama sin reclamar.
Dinos, José, cómo se vive siendo “número dos”, cómo se hacen cosas fenomenales desde un segundo puesto.
Explícanos cómo se es grande sin exhibirse, cómo se lucha sin aplausos, cómo se avanza sin publicidad, cómo se persevera y se muere sin esperar un homenaje.
Amén
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