La Trinidad que se comunica

viernes, 10 de septiembre de 2021
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10/09/2021 – Este Dios que siempre está y que nos conoce a la perfección, se comunica con nosotros: “No soy un Dios extraño entre ustedes” (Is 43, 12). Él de distintas maneras, nos escucha, nos responde, nos orienta, nos comparte su gozo: “Te doy gracias Señor de todo corazón, porque escuchaste las palabras de mi boca. En presencia de tus ángeles tañeré para ti y me postraré hacia tu santo templo” (Sal 138, 1-2). “Enséñame a cumplir tu voluntad. Tu espíritu que es bueno me guíe por un camino llano” (Sal 143, 10). “Yo los conduciré hasta mi santa montaña y los colmaré de alegría en mi Casa de oración” (Is 56, 7). Descubrir que vivimos en su presencia es un consuelo, que nos permite tener la certeza de que no estamos caminando abandonados y sin rumbo por este mundo.

La Trinidad donde habitamos. Pero hay otra presencia diferente, única, que se produce en un ser humano cuando está en gracia de Dios. Alguien que está en gracia de Dios es templo de Dios que habita allí como amigo suyo. Por eso Jesús dice: “El que me ama será fiel a mi Palabra, y mi Padre lo amará, iremos a él y habitaremos en él” (Jn 14, 23). Y dice más: “Y yo rogaré al Padre y él les dará otro Paráclito para que esté siempre con ustedes” (Jn 14, 16). Allí están los tres, habitando en cada ser humano que ama al Señor. También lo podemos expresar de otra manera: ese ser humano ha sido elevado a la amistad con Dios y habita en el seno de la misma Trinidad. Así se relaciona de un modo diferente con cada una de las Personas divinas y no sólo con “Dios” de un modo general.

¿Cómo es posible? Porque la gracia de Dios derrama en nuestros corazones el amor sobrenatural, la caridad, y de ese modo nos unimos de un modo directo al Amor, que es el Espíritu Santo. Al mismo tiempo, de ese amor surge una forma de conocimiento espiritual que provoca más y más amor. Es la sabiduría de la gracia, que nos une de un modo directo con el Hijo de Dios. ¿Por qué? Porque es Hijo de Dios es la Palabra, la sabiduría, la luz de la verdad. Pero al tener en nuestros corazones el amor y la sabiduría, nos sentimos especialmente atraídos hacia el Padre de donde todo procede. De ese modo, el Espíritu habita en nuestra experiencia del amor, el Hijo habita en nuestra experiencia de sabiduría, y el Padre habita en nuestra experiencia de atracción hacia su plenitud. Esto abre paso a los próximos programas, porque en ellos nos detendremos en el Padre, en el Hijo y en el Espíritu Santo, para que nos enamoremos más y más de cada uno de ellos y entremos en la santísima Trinidad.