Invitados por Jesús a anunciar un nuevo tiempo de gracia

lunes, 2 de septiembre de 2019
image_pdfimage_print

Catequesis en un minuto

 

02/09/2019 -En el evangelio, hoy Jesús abre el libro de Isaías y lee: “El me envió a llevar la Buena Noticia a los pobres, a anunciar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, a dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor”. Y aclara que ese tiempo se ha cumplido.  Junto a los oyentes compartimos los lugares donde sentimos que el Espíritu Santo nos envía, como discípulos y misioneros, a ponernos de pie y levantar a otros.

 

“Jesús fue a Nazaret, donde se había criado; el sábado entró como de costumbre en la sinagoga y se levantó para hacer la lectura. Le presentaron el libro del profeta Isaías y, abriéndolo, encontró el pasaje donde estaba escrito: “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha consagrado por la unción. El me envió a llevar la Buena Noticia a los pobres, a anunciar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, a dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor”.

Jesús cerró el Libro, lo devolvió al ayudante y se sentó.

Todos en la sinagoga tenían los ojos fijos en él. Entonces comenzó a decirles: «Hoy se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de oír». Todos daban testimonio a favor de él y estaban llenos de admiración por las palabras de gracia que salían de su boca. Y decían: «¿No es este el hijo de José?».

Pero él les respondió: «Sin duda ustedes me citarán el refrán: “Médico, cúrate a ti mismo”. Realiza también aquí, en tu patria, todo lo que hemos oído que sucedió en Cafarnaúm». Después agregó: «Les aseguro que ningún profeta es bien recibido en su tierra. Yo les aseguro que había muchas viudas en Israel en el tiempo de Elías, cuando durante tres años y seis meses no hubo lluvia del cielo y el hambre azotó a todo el país. Sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una viuda de Sarepta, en el país de Sidón. También había muchos leprosos en Israel, en el tiempo del profeta Eliseo, pero ninguno de ellos fue curado, sino Naamán, el sirio».

Al oír estas palabras, todos los que estaban en la sinagoga se enfurecieron y, levantándose, lo empujaron fuera de la ciudad, hasta un lugar escarpado de la colina sobre la que se levantaba la ciudad, con intención de despeñarlo. Pero Jesús, pasando en medio de ellos, continuó su camino”.

Lc 4,16-30

 

El símbolo de la unción con el óleo, en las Sagradas Escrituras y en la tradición de la Iglesia, asumido por el magisterio y la práctica sacramental de la vida de la Iglesia, es presencia significativa del Espíritu Santo, hasta el punto de que se ha convertido en sinónimo suyo.

Sinónimo del Espíritu es el aceite con el que somos ungidos, esto se nota en la iniciación cristiana, es el signo sacramental de la confirmación, llamada por la Iglesia de oriente crismación, pero para captar toda la fuerza que tiene es necesario volver a la unción primera realizada por el Espíritu Santo, esta es la de Jesús, el Cristo.

Mesías en hebreo significa ungido, ungido del Espíritu de Dios, en la Antigua Alianza hubo ungidos del Señor, especialmente el Rey David entre los ungidos por Dios, pero Jesús es el ungido de Dios de una manera única, la humanidad que el hijo asume está totalmente ungida por el Espíritu Santo, el texto de Lucas 18, 19 dice: “Jesús es constituido Cristo, es decir ungido, por la acción del Espíritu Santo”. Jesús, el sanador herido nos unge.

La Virgen concibe a Jesús del Espíritu Santo, quien por medio del ángel lo anuncia como Cristo, como ungido en su nacimiento, y es ese mismo Espíritu el que impulsa a Simeón a ir al templo, a ver al ungido, al Cristo. En Jesús, el Padre nos hace renacer a todos. ¿Es posible nacer de nuevo? Sí, si reconocemos la unción en Cristo. Nacemos a la vida nueva cuando somos ungidos en el Espíritu Santo y así lo reconocemos.

Ser ungido es ser habitado por el Espíritu Santo con todos sus dones y potencias, sus caricias y su capacidad de luminosidad con la que nos visita.

 

Catequesis completa