14/10/2025 – Un estudio pionero realizado en conjunto por el Ministerio de Desarrollo Humano y Hábitat de la Ciudad de Buenos Aires y el Observatorio de la Deuda Social Argentina de la UCA ha puesto cifras concretas a una realidad que se percibe en el día a día: el malestar emocional de los porteños. La investigación, que relevó 6.000 casos entre octubre y diciembre del año pasado, ofrece una primera fotografía detallada del bienestar en la capital, confirmando que el 28,6% de los adultos presenta síntomas de ansiedad o depresión, un dato que demanda una respuesta coordinada tanto a nivel de políticas públicas como de acompañamiento comunitario.
Lo más preocupante del informe es cómo este malestar se intensifica en los sectores más vulnerables de la sociedad. La cifra se dispara a un alarmante 53% en aquellos hogares que sufren inseguridad alimentaria, demostrando el profundo impacto que la precariedad económica tiene sobre la salud mental. De igual manera, afecta al 40,9% de los hogares monoparentales con niños a cargo, evidenciando el peso de la sobrecarga de responsabilidades. Como señala la Dra. Solange Rodríguez Espínola, psicóloga e investigadora del Observatorio, es en estas situaciones de «dobles funciones y estas dobles responsabilidades es donde el malestar psicológico despunta».
Para comprender cómo se llegó a estas conclusiones, es clave entender la metodología. El estudio no se basó en percepciones vagas, sino en una herramienta validada internacionalmente, la escala de malestar psicológico K10 de Kessler. Según explica Rodríguez Espínola, esta escala mide la intensidad de sentimientos experimentados en el último mes, a través de preguntas específicas como si la persona se ha sentido «muy cansado que nada podía ayudarme» o «tan inquieto que no podía calmarme». Este enfoque permite obtener un diagnóstico preciso y graduable de la situación emocional de la población.
El informe también establece conexiones directas entre el malestar y ciertos comportamientos de riesgo contemporáneos. Se observó que «aquellas personas que más utilizan el celular o tienen comportamientos de riesgo con el celular, juegos de apuesta y o consumo de sustancias, son las que también mayores índices de malestar psicológico» presentaban. Esta correlación subraya cómo las dependencias conductuales y el uso problemático de la tecnología no son fenómenos aislados, sino que a menudo se entrelazan con cuadros de ansiedad y depresión preexistentes o emergentes.
Si bien epidemiológicamente las mujeres tienden a reportar mayor inestabilidad emocional, el estudio destaca que son las jefas de hogar en familias monoparentales quienes muestran los picos más altos de sintomatología. La investigadora aclara que esto se debe a que «las cargas de cuidados habitualmente caen en mujeres», quienes además deben asumir en soledad la responsabilidad económica. Esta doble presión, sumada a la de trabajos precarizados o el desempleo, crea un terreno fértil para el desarrollo de un profundo malestar psicológico que requiere atención específica.
Finalmente, al ser consultada sobre cómo calificar el panorama, la Dra. Rodríguez Espínola lo define como «un amarillo, una alerta». Si bien es una primera medición para la Ciudad, confirma una tendencia de crecimiento del malestar observada a nivel nacional post-pandemia. Ante esto, su llamado es claro: la sociedad debe estar atenta y fomentar la búsqueda de ayuda profesional. El primer paso, afirma, es «reconocer que no estamos bien», y el segundo, y más crucial, es superar el aislamiento y acceder a los servicios de salud. Su mensaje final resuena como un imperativo social y personal: «el que no se sienta bien no deje de buscar ayuda».
Para escuchar el desarrollo completo de la noticia accede al video del inicio