La venida del Señor es un Evangelio de esperanza y liberación

viernes, 26 de noviembre de 2010
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Cuando vean a Jerusalén sitiada por los ejércitos, sepan que su ruina está próxima.
Los que estén en Judea, que se refugien en las montañas; los que estén dentro de la ciudad, que se alejen; y los que estén en los campos, que no vuelvan a ella.
Porque serán días de escarmiento, en que todo lo que está escrito deberá cumplirse.
¡Ay de las que estén embarazadas o tengan niños de pecho en aquellos días! Será grande la desgracia de este país y la ira de Dios pesará sobre este pueblo.
Caerán al filo de la espada, serán llevados cautivos a todas las naciones, y Jerusalén será pisoteada por los paganos, hasta que el tiempo de los paganos llegue a su cumplimiento.
Habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas; y en la tierra, los pueblos serán presa de la angustia ante el rugido del mar y la violencia de las olas.
Los hombres desfallecerán de miedo por lo que sobrevendrá al mundo, porque los astros se conmoverán.
Entonces se verá al Hijo del hombre venir sobre una nube, lleno de poder y de gloria.
Cuando comience a suceder esto, tengan ánimo y levanten la cabeza, porque está por llegarles la liberación".

En ésta semana los Evangelios que nos proponen, las lecturas de la liturgia de cada día, son los llamados escatológicos porque Jesús nos habla del fin de las cosas que son transitorias y del fin del mundo que es una realidad que transforma la creación entera. El Evangelio de hoy tiene una connotación dramática y apocalíptica porque muchas veces lo hemos escuchado a Jesús que nos ha hablado de la paz y nos ha ofrecido la misericordia del Padre que nos ha dicho hay más alegría en el cielo por un pecador que se convierte que por noventa y nueve justos que no necesitan conversión. Cristo ha aparecido como Señor de la historia mostrando esa misericordia de Dios y esa intimidad en la que Dios es amor. De pronto cuando lo escuchamos a Cristo con éstas palabras apocalípticas nos parece no estar con la misma persona y por eso necesitamos reflexionar acerca del más allá, del término de las cosas, de lo que la fe nos dice acerca de lo transitorio de ésta vida y de lo permanente de estar junto a Dios. Nos permite reflexionar también que nos quiere decir Cristo con éstas palabras que pueden sonar chocante a nuestro corazón necesitado y en búsqueda de paz. Al estar terminando el ano litúrgico con éstas palabras puede ser una mala honda que se nos tire. Este capítulo 21 de San Lucas y los versículos que acabamos de escuchar nos presentan dos realidades. Hay una que es profecía de Cristo sobre Jerusalén que va a ser destruida Es ésta profesía del corazón del amor de Dios que se rasga para decirle al pueblo amado que no había podido descubrir el paso de Dios por su historia y porque Dios había pasado en su historia en Cristo hecho hombre y éste pueblo no había sabido recibirlo y entender esa Palabra iba a sufrir ésta soledad. De hecho, cuando Tito invade Palestina destruye toda Jerusalén y ésta profecía de Jesús se cumple en aquella destrucción total que se llora aun hasta el día de hoy, pero también hay una Palabra de Cristo para nosotros, para quienes queremos vivir la Buena Noticia que El nos trae y queremos descubrir que esa Buena Noticia es esperanza porque Dios es esperanza y vida. Para nosotros ésta Palabra, y ésta es la segunda parte del Evangelio de hoy, nos viene a decir que antes las realidades que los hombres vivimos que han existido siempre y existirán de conflictos más o menos difíciles, de situaciones históricas, sociales, personales, eclesiales, familiares, éstas situaciones que son verdaderas catástrofes a veces tienen un fin de esperanza. Cuando los primeros cristianos leían estos Evangelios y estaban en medio de la persecución y vivían en las catacumbas, cuando parecía que se terminaba todo. Imagínense que en la persecución de Dioclesiano casi las tres cuartas partes del cristianismo fue martirizada. Cuando aquellos cristianos leían estos  textos llenaban el corazón de esperanza porque lo importante en ellos era Tengan ánimo levanten la cabeza porque está por llegarles la liberación. En definitiva la venida del Señor es un Evangelio de esperanza y liberación porque es la Buena Noticia de la revelación final de su amor. El Maestro que sigue dando ésta lección apocalíptica y de advertencia anuncia la destrucción de Jerusalen pero anuncia que ésta esperanza que Cristo suscita en el corazón sigue realizándose a lo largo de la historia porque El está presente en medio de nosotros. El levantar la cabeza porque se acerca la liberación nos está hablando de una presencia y venida gloriosa del Señor en medio nuestro  con el Bautismo que nos hace hijos de Dios y depositarios de su vida, en la Reconciliación, en todo acontecimiento histórico. Esta venida escondida en los acontecimientos de cada día sigue revelando el paso liberador de Dios que vino a la tierra en carne mortal porque quiso abrazar nuestra vida y se hizo uno de nosotros y ésta Revelación actual se manifiesta en la liberación de todos los hombres. Esta es la llegada gloriosa  del hijo de Dios y ésta llegada gloriosa provoca la sacudida de toda la creación. San Pablo va decirnos la creación entera gime dolores como de parto porque experimenta en su interior ésta movida y transformación y el género literario apocalíptico va a decirnos el sol terminará abrá señales en la luna y en las estrellas, en la tierra los pueblos serán presa de la angustia. Es decir hay toda una provocación y toda una sacudida en toda la creación porque el hijo de Dios se ha hecho hombre y porque es el liberador de la historia. Nada pasa desapercibido ante éste misterio del Dios que se hizo hombre para liberar nuestra humanidad por eso es un signo de esperanza. Esta palabra que nos puede parecer tremenda a nosotros es la esperanza de saber que porque Cristo está presente nada queda quieto, todo tiene que transformarse, realizar ésta transformación que la Gracia de Dios viene a realizar en nosotros. El modo en la ue Cristo lo expresa usando un género de su época es hablándonos de ésta sacudida universal, de ésta explosión que no nos deja quietos porque el misterio de la Encarnación prorrumpe en la historia y da un nuevo sentido a la vida del hombre. Es la esperanza que no defrauda. ¿ cómo vivís ésta liberación  de Dios en tu  corazón? ¿ Tenés m                                                                                                                       iedo, te provoca temor el fín de tus días? O tenés esperanza en éste amor de Dios que se ha hecho tan cercano que camina nuestra historia. La Pa labra que en un primer momento puede sonarnos controvertida como presentándonos una violencia interior pero es la Palabra de esperanza porque El está, se transforma todo lo que está a su alrededor y Jesús que nos habla de su venida gloriosa nos está diciendo que esto atañe no solo a Jerusalén también a todo el pueblo. Cuando San Lucas en el Evangelio describe la Parusía, es decir ésta venida en gloria de Cristo su objetivo no es satisfacer nuestra curiosidad haciéndonos conocer detalles del fin del mundo. Lo que se quiere en el Evangelio es destacar la figura del hijo del Hombre que vendrá glorioso en medio de fenómenos llamativos que solo sirven para destacar su venida como llamando la atención de la humanidad entera colocan estos símbolos extremos del sol, la luna, las estrellas y si esto pasa con la creación es porque alguien más importante viene. Ese es el género literario con el que se quiere provocar en el oyente esa preparación interior para decir algo importante aquí está pasando. Esa venida será causa de temor para los que no le han dado un sentido a sus vidas por eso van a desfallecer de miedo pero para los verdaderos cristianos será un alivio y un regalo porque nuestra vida ha tenido sentido y entonces va a tener la plenitud. Una vez más se nos vuelve a insistir en la importancia de que nuestra vida tenga sentido, de que una vida sin sentido causa terror, algo que desorienta al hombre, le hace perder el rumbo, que no da paz al corazón pero una vida con sentido allí es donde esa paz está para darle un valor de eternidad. Lo que parece destrucción y fin es en realidad es liberación y crecimiento. Toda transformación es dolorosa, esto no nos tiene que causar terror porque es una exigencia para asumir esa transformación. Para el que cree todo final es el comienzo de algo mejor pero hay que saber discernir cuando algo debe terminar para permitir un nuevo nacimiento y en definitiva ese es el gran desafío. Por eso Jesús que nos da la esperanza nos dice:  levanten la cabeza porque está por llegarles la liberación. San Pablo en una de sus cartas va a mencionar éste esfuerzo de transformación y va a decirnos: La  creación entera se transforma y nosotros también nos tenemos que transformar. En nosotros el modelo es Cristo, la imagen del hombre nuevo, del Resucitado y nosotros tenemos que ir dejando el hombre viejo para que ésta transformación que provoca en nuestra vida día a día nos transforme en nuevas criaturas, en éste hombre nuevo a imagen de Cristo, el Hombre Nuevo ¿ de que te tiene que liberar Dios para que te transformes en hombre nuevo?Las palabras de Jesús para nada nos tiene que aterrar. Cada texto está dirigido a mi persona, a su vez al mundo, a la Iglesia, la familia, la comunidad parroquial. Esta Palabra de Dios por ser tal  va iluminando cada instancia en la que es proclamada. Puede ser en forma personal, en el ámbito familiar, para la Iglesia, para el mundo todo, para una realidad concreta, porque es Palabra de Dios abraza todas las realidades de los hombres. Entonces como está dirigida a nosotros vemos que en nosotros la transformación que ésta Palabra va haciéndonos vivir se puede comparar a veces con ésta eclosión de la naturaleza porque algo grande pasa en el corazón del hombre, de la sociedad, de la comunidad que quiere convertirse para ser vida nueva en Cristo es una transformación tan grande que ni siquiera la eclosión de la naturaleza enparda lo que la Gracia de Dios hace en el corazón del hombre. Al fin de los tiempos el Reino de Dios llegará en su plenitud después del juicio final los justos reinarán por siempre con Cristo glorificados en cuerpo y alma y el mismo universo será renovado, nos dice el Catecismo Católico en el nº 1042. Citando al texto conciliar Lumen Gentiun, luz de las gentes sigue diciendo el Catecismo: la Iglesia solo llegará a su perfección en la gloria del cielo cuando llegue el tiempo de la restauración universal y cuando con la humanidad también el universo entero que está íntimamente unido al hombre y que alcanza su meta a través del hombre quede perfectamente renovado en Cristo. La Sagrada Escritura llama cielos nuevas y tierras nuevas a ésta renovación misteriosa que transformará la humanidad y el mundo. Esta será la realización definitiva del designio de Dios de hacer que todo tenga a Cristo por cabeza, lo que está en los cielos y en la tierra. En éste universo nuevo, la Jerusalén celestial, Dios tendrá su morada entre los hombres y enjugará toda lágrima de sus ojos, no habrá muerte ni llanto, ni gritos ni fatigas porque el mundo viejo ha pasado. Ignoramos el momento de consumación de la tierra y de la humanidad y no sabemos como se transformará el universo. Ciertamente la figura de éste mundo deformada por el pecado pasa pero se nos enseña que Dios ha preparado una nueva morada y una nueva tierra en la que habita la justicia y cuya bienaventuranza llenará y superará todos los deseos de paz que se levantan en los corazones de los hombres. Esta es la gran esperanza, lo que Jesús siembra en nuestro corazón. Todos estos frutos buenos de nuestra naturaleza tras haberlos propagado por la tierra en el Espíritu del Señor y según su mandato los encontramos después de nuevo limpios de toda mancha, iluminados y transfigurados cuando Cristo entregue al Padre el Reino eterno y universal. Dios será entonces todo en todos, aquí terminamos de leer el texto del Catecismo católico. Esta realidad de transformación permite que tomemos nuestra vida cristiana desde una nueva dimensión que es la esperanza con la que abrazamos cada momento que nos toca vivir porque si nuestra vida tiene ésta dimensión de saber que se va transformando a la medida de Cristo por lo tanto cada acontecimiento que nos toca vivir ya sea una cruz, un dolor, alegría, momentos de decisión, las situaciones en la convivencia que nos dificulta. Cada realidad personal y concreta no son casualidades sino que deben ser asumidas con ésta mirada de saber que son pasos de Dios que nos permiten transformar nuestra historia en algo nuevo, algo mejor. Allí es donde se   va dando el hombre y la mujer nueva. Las cosas que nos tocan vivir personalmente, comunitariamente, socialmente a nivel mundial no son casualidades. Nosotros creemos en la providencia de Dios. San Agustín va a decirnos: si Dios permite esto siempre es para nuestro bien. Aunque aquí y ahora muchas cosas nos cuesten aceptarlas pero si Dios está permitiendo en nuestra vida es para algo bueno, para un bien mayor y el bien absoluto para nosotros es la salvación que el mismo Cristo nos ha traído. Allí está la esperanza que no defrauda. De allí que Jesus nos invita a no bajar la cabeza, a levantarla, porque la liberación está llegándonos en esto, en alguien que nos habla, en un consejo que se nos pide, en un hecho que tenemos que asumir con amor a pesar que nos cueste, en una realidad personal, en la familia que uno no entiende, que lleva tiempo para superarla, asumirla. Allí va pasando la liberación. Si la creación explotara nos llamaría la atención y estaríamos todos pasmados. Porqué no quedarnos pasmados,porqué no explotar nuestro corazón cuando tenemos que descubrir que Dios está pasando en los hechos concretos de nuestra vida y que yo no puedo agachar la cabeza por esto. Al contrario tengo que sentirme firme, de pie con la esperanza cristiana de saber que el Señor me está liberando porque Dios me está haciendo a su imagen, me está haciendo mejor.
                                                                                               

                                                                     Padre Daniel Cavallo