La verdad

viernes, 23 de octubre de 2009
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Cuando la Iglesia critica al relativismo, no es  porque no admita los tan distintos matices que la verdad puede contener y cada una de las resonancias personales de la verdad que es Dios. Por cierto una Verdad viviente, no una letra muerta. Pero la Iglesia ha sostenido siempre no sólo la existencia de la Verdad, sino la posibilidad de hallarla, de comprenderla, de convertirse a ella.

¿Con quién tengo que estar de acuerdo? ¿A quién debo apoyar? ¿Qué debo hacer si aquel a quien he apoyado se equivoca o miente?  A todas esas dudas Jesús responde “La verdad los hará libres”. Toda otra opción nos ata, nos sujeta a una falsedad en la cual cada vez nos enredamos más…

Es muy interesante este enfoque de la Verdad como una persona viva, porque Cristo en realidad está vivo, está en medio nuestro, nos habla ahora, nos dice ahora, respecto a cada circunstancia, cuál es la verdad…

Se habla mucho de los “dogmas” de la Iglesia. Pero no son los dogmas los que nos vuelven dogmáticos. Se sorprenderían de los pocos dogmas que existen. ¿Alguien podría decir cuántos son? ¿Alguien imagina que caben en realidad en los dedos de una mano?

En el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, el término Verdad aparece mencionado muchísimas veces. Por ejemplo, se señala que “Jesucristo es el Hijo de Dios hecho hombre en el cual y gracias al cual el mundo y el hombre alcanzan su auténtica y plena verdad. El misterio de la infinita cercanía de Dios al hombre —realizado en la Encarnación de Jesucristo, que llega hasta el abandono de la cruz y la muerte— muestra que lo humano cuanto más se contempla a la luz del designio de Dios y se vive en comunión con Él, tanto más se potencia y libera en su identidad y en la misma libertad que le es propia. La participación en la vida filial de Cristo, hecha posible por la Encarnación y por el don pascual del Espíritu, lejos de mortificar, tiene el efecto de liberar la verdadera identidad y la consistencia autónoma de los seres humanos, en todas sus expresiones” (45).

También podemos leer que “El significado profundo de la existencia humana, en efecto, se revela en la libre búsqueda de la verdad, capaz de ofrecer dirección y plenitud a la vida”, y subraya en este punto la importancia de la libertad religiosa: “Cuando se indaga ‘el porqué de las cosas’ con totalidad en la búsqueda de la respuesta última y más exhaustiva, entonces la razón humana toca su culmen y se abre a la religiosidad. En efecto, la religiosidad representa la expresión más elevada de la persona humana, porque es el culmen de su naturaleza racional. Brota de la aspiración profunda del hombre a la verdad y está a la base de la búsqueda libre y personal que el hombre realiza sobre lo divino” (15).

Por su parte el Santo Padre Benedicto XVI se refiere a la verdad en su última encíclica: “Caritas in Veritate”, y la presenta como íntimamente unida al amor: “La caridad en la verdad, de la que Jesucristo se ha hecho testigo con su vida terrenal y, sobre todo, con su muerte y resurrección, es la principal fuerza impulsora del auténtico desarrollo de cada persona y de toda la humanidad. El amor —«caritas»— es una fuerza extraordinaria, que mueve a las personas a comprometerse con valentía y generosidad en el campo de la justicia y de la paz. Es una fuerza que tiene su origen en Dios, Amor eterno y Verdad absoluta. Cada uno encuentra su propio bien asumiendo el proyecto que Dios tiene sobre él, para realizarlo plenamente: en efecto, encuentra en dicho proyecto su verdad y, aceptando esta verdad, se hace libre. Por tanto, defender la verdad, proponerla con humildad y convicción y testimoniarla en la vida son formas exigentes e insustituibles de caridad”.