La Vida se cocina a fuego lento

martes, 25 de agosto de 2009




 

Estamos muy lejos, los científicos lo saben, de que una máquina –una computadora por ejemplo- llegue a la complejidad, la riqueza, la plasticidad, a la maravilla que es nuestro cerebro. La ciencia logra muchas cosas, es cierto, pero aún está muy lejos de lograr la belleza que logra la naturaleza. En la cocina, veo la posibilidad de hacer un pacto entre naturaleza y cultura. Y es por eso que te decía que “la vida se cocina a fuego lento”. La naturaleza provee de toda la belleza de los ingredientes con toda su perfección y su maravilla, con toda su variedad. Pero también es una maravilla, una delicia, el plato que nosotros preparamos con esos ingredientes. Pero todo tiene sus secretos, y tiene su tiempo. Las mejores cosas son las que se cocinan a fuego lento

 

Esta expresión, un tanto simbólica, tiene que ver con el ritmo de vida que tenemos y con esta diferencia que tenemos entre nuestro reloj biológico, y el reloj máquina, el ritmo que la sociedad imprime a nuestra vida.
    Está ocurriendo un fenómeno que me hacía recordar a estos malabaristas que hacen girar platos sobre la punta de un palo, y van corriendo de un lado a otro para que los platos no se caigan cuando dejan de girar. Esta imagen a mi me dice muchas cosas, sobre todo cuando entro a llenarme de demasiadas cosas y entro a correr de un lado a otro para que ‘no dejen de girar los platos, porque se me caen y se me rompen’. Cada uno de estos platos es una necesidad que demanda ser atendida, que a veces uno mismo crea, responsabilidades que uno mismo asume. Y parece que en este tiempo ‘atender las cosas’ es cuestión de ‘moverse’: si no me muevo, si no corro, si no me apuro, me caigo. Es un miedo a la quietud, a la lentitud, porque muchas veces nos lleva a encontrarnos con nuestro propio vacío.
    Parece que nos hemos convertido en una suerte de máquinas que comienzan a activarse ni bien nos levantamos a la mañana. Máquinas neuróticas, y en dosis regulares, debidamente administradas por nuestra cultura, nos vamos volviendo con estas neurosis maquinarias, que en realidad nos viene de la cultura, pero es la cultura que nosotros mismos hemos creado.
    El proceso por el cual se fabrican seres como máquinas neuróticas en cada uno de nosotros puede ser también comparado con el proceso por el cual la civilización se tornó en un gran sistema de fabricación de seres mecánicos. Tienen mucho que ver con la ruptura del vínculo entre el hombre y la naturaleza, y en la incorporación del sistema industrial, de la fábrica propiamente dicho: ese trabajo seriado, con un ritmo generalmente acelerado.
    Chaplin hace una muy buena crítica al sistema industrial a principios del Siglo XX. El trabaja en una fábrica que tiene como misión ‘ajustar unas tuercas’. Allí se percibe claramente entre el ritmo ‘chaplinesco’ –divertidísimo por estar filmado un tiempo más rápido del normal- de la película muda, y la parodia que él hace de la actividad de un obrero de fábrica que está continuamente ajustando las tuercas a un ritmo frenético, en un momento Chaplin se vuelve neurótico y comienza a ajustar todo lo que ve redondo: los botones del mameluco del amigo, el ombligo, los pezones de una mujer que aparece dando vueltas…
    Muchas veces nosotros nos volvemos como este operario, convertidos en una especie de máquinas, nos vamos entremezclando mucho también con las máquinas, con la tecnología y esto también ayuda. La técnica que estos últimos cientos de años ha comenzado a organizar nuestro comportamiento y nuestra vida en torno a la producción industrial, en torno al modo de obrar de la máquina, la concepción de los obreros y de la gente que trabaja como máquinas, el desplazamiento de gran cantidad de mano de obra por máquinas, es una opción que nos enferma: la máquina no se enferma, no tiene hijos, no tiene problemas familiares, no tiene estados anímicos. Y de alguna manera, esta preeminencia de la máquina sobre el ser humano ha generado una presión sobre las personas de convertirnos en máquinas.
    Un ejemplo de esto es el surgimiento de McDonald: surge como necesidad de atender en muy poco tiempo a obreros que tienen que volver a su trabajo después de un tiempo de descanso mínimo.. Por eso, tiene cronometrados los minutos en que cada pedido debe ser satisfecho. Hubiera o no esa necesidad de la prontitud, como esa es la premisa, el empleado debe responder a ella automáticamente. Es decir, el surgimiento de la empresa es bueno: proporcionarle al obrero lo que necesita: comer en poco tiempo. Pero en realidad, lo que habría que cuestionar es más bien al empresario, que debiera dar más tiempo de descanso para que el empleado pueda comer más tranquilo.
    Pero esto hace que aparezca el “hombre máquina”, que luego, sin necesidad de apuro, sin que nadie demande prontitud, se mueve al mismo ritmo de cuando hay demanda. Deja de actuar como hombre inteligente, prudente, sabio. Y lo peor es que hay gente que se apura, porque el mostrar una imagen de persona apurada es sinónimo de un profesional exitoso, de cierto status social, de persona demandada, ocupada, que tiene que correr de un lado a otro porque tienen muchos compromisos, muchas responsabilidades, muchas demandas, y eso de alguna manera les levanta la autoestima, les nutre el ego. Corren porque están habituados. Y peor aún: muchas veces nos encanta ser máquinas. Esa es la mayor eficiencia del sistema: haber entrado en nuestra propia mente, ocuparla, transformarla, hacernos un buen lavado de paradigmas ideológicos, de cerebro, y ya no solo convertirnos en máquinas sino además generar el deseo, la ambición de ser máquinas.

TOCANDO AL FRENTE
Ando despacito porque ya tuve prisa
y llevo esta sonrisa porque ya lloré de más

Hoy me siento más fuerte, más feliz quién sabe
y llevo la certeza de que muy poco sé, o nada sé

Conocer las mañas y las mañanas, un sabor de mazas y de manzana.        
Se precisa amor para poder latir, se precisa paz para sonreír,
se precisa lluvia, para vivir

Siento que sentir la vida sea simplemente
emprender la marcha de ir tocando al frente

Como un viejo arriero va llevando la manada
desandando días por largos caminos voy, caminos hoy

Todo el mundo ama un día, todo el mundo llora,
un día gente llega y otros te abandonan

Cada uno busca componer su historia
y cada ser en sí cargará el don de ser capaz, y ser feliz

    Tenemos la ilusión de que las máquinas no envejecen, y como en el fondo las idolatramos porque queremos parecernos a ellas, vamos a los talleres. Y allí en los talleres tenemos el mismo tratamiento que las máquinas: aspiramos a colorear los neumáticos blanquecinos, endurecer un poco los asientos, lubricarnos por aquí y por allá: clínicas especialistas en hacer todos los retoques necesarios: endurecer los senos, aumentar la potencia sexual, etc etc. Todo esto tiene que ver con la lectura del cuerpo como una máquina, que se puede hacer ‘chapa y pintura’. Además, idolatramos el ‘auto veloz’. A veces los hombres acarician el auto como si acariciaran una mujer. Pero nosotros no somos máquinas: no tenemos engranajes ni tornillos ni tuercas por el hecho de ser seres dotados de un cuerpo, no tenemos la resistencia ni la rigidez ni la durabilidad, ni la estabilidad ni la fuerza de los aparatos, y no estamos del todo conformes. Hemos transformado tantas cosas, que casi tenemos la quimera de alcanzar esa estabilidad, durabilidad, fuerza, rigidez, precisión, rapidez que tiene la máquina. A cambio de eso, te cuento que somos seres bastante frágiles, inestables, y que de no asumirlo, tarde o temprano pagaremos un altísimo costo, porque ‘no podemos dar un paso mas largo de lo que nos da la pollera’. Nuestra mente es un territorio bastante desconocido. Produce reacciones inesperadas, segrega humores que desajustan nuestra máquina: traba órganos, traba movimientos. En definitiva: como máquinas, somos muy imperfectas. Somos impredecibles, y esa es la peor de las calamidades que puede ocurrirle a una máquina. Y sin embargo, la máquina, desde hace un tiempo, se ha convertido en nuestro modelo, nuestro ideal y nuestro sueño. Nos entregamos a la computadora porque realiza el milagro de la transmisión a distancia a mayor velocidad y cada tanto hay que ir cambiándola porque lo que viene es siempre más rápido.
    Cuando la cultura mira hacia el pasado con nostalgia esos autos viejos que iban despacio, es por la necesidad de contrastar este ritmo tan vertiginoso que no sabemos dónde nos va a llevar.
    ¿qué hay detrás de la ambición de adquirir ‘lo último’ en tecnología? Una cuestión de status. Un celular, por ejemplo, es una máquina que tiene que ver con esta concepción del tiempo, de lo rápido, de lo fuerte, de lo potente en materia de comunicación o de eficacia. La vivencia que se tiene y que es para algunas personas más opresiva que para otras es que si usted no se torna una máquina, no tiene salida. La vivencia que se tiene es que en este sistema en el que estamos bombardeados con mensajes que estimulan todo el tiempo esta visión del mundo : “llama ya”, no cuando quieras o cuando quieras. Todo es YA. En esta visión del mundo, de un vértigo y de un proceso de concepción del tiempo cada vez más rápido, la sensación que tenemos es de que si no nos adaptamos no vamos a poder sobrevivir, y esto es preocupante. Estamos siendo adiestrados de esta manera para la denominada “vida” profesional, que es lo mismo que una selva en la que tendremos que pelear como animales en peligro de extinción, pero ya no mordiendo o rasguñando o comiéndonos al otro, sino a través de este proceso de convertirse en máquina. En algunos trabajos se dan ambientes tales como para desconfiar de entrada de nuestro enemigo que es el compañero de al lado: aunque tenga buena onda conmigo, se nos adiestra a –por las dudas- desconfiar de que éste en algún momento va a adquirir mi puesto. Ya no lo vemos como nuestro colega sino como nuestro ‘cazador’, que me toma como presa el afecto, la estima, la fama que yo estoy buscando para mi. Y el miedo se expande como una pandemia. De tal manera, acabaremos tirando de su alfombra aunque no nos haya hecho nada, solamente conducidos por la fantasía de que si no lo hago yo primero, lo va a hacer él.
    Desde este punto de vista, toda la humanidad ha comenzado a funcionar como una gran máquina. No siempre fue así. ¿Cómo se organizaba la humanidad hasta hace 500 años? Organizaban su cotidianeidad sobre la lógica de la naturaleza: se levantaban con la luz del sol y se iban a dormir con el ocaso. La formación de una pareja, su reproducción y la continuidad de las generaciones, sintonizaban con el ritmo del movimiento de la siembra, de la recolección, del cultivo, de la cosecha de frutos, con la época favorable de los cardúmenes, con la procreación del ganado…había una sincronía con todo lo que venía de la naturaleza. Hasta la mayoría de nuestras fiestas litúrgicas tienen que ver con eso. Al mismo tiempo, ese ritmo acompasado, cósmico, de estaciones, de luz y noche, ritmo repetitivo, la hablaba al hombre de que la vida era eterna, de que lo que hoy moría, podía resurgir mañana, de tal forma de que la concepción que el hombre tenía de la vida, la realidad y el tiempo, era de eternidad. Y el ritmo que esa vida temporal tenía durante lo que duraba su existencia que era un fragmento ínfimo, hacia que la muerte tenga una presencia cotidiana. Se dejaba partir al que moría con dolor, pero con una cierta actitud para la resignación, porque se tenía grabado en la piel la experiencia de que lo que muere resucita, y que nuestra vida, en esa infinita línea no termina nunca. Y esa vivencia estaba aceptada.
    Toda la sociedad pasó por una transformación cuando el hombre inventó el reloj, o el cronómetro. En el pasado existía el reloj de sol, como un puntero en el que el sol va alumbrando sobre esa aguja que indica la hora. De manera que el reloj era el sol. Pero cuando el hombre desarrolla este aparato que marca con precisión la hora, los minutos, los segundos, todo se  va transformando. El mundo, que estaba regido por los movimientos celestes del sol, la luna, las estaciones, va a empezar a ser regido por los punteros del reloj, y entramos en otra concepción del tiempo, y en otra sensación del tiempo, que es el tiempo abstracto, el tiempo interno: el tiempo que yo demoro para leer un libro, para escribir una carta, para asistir a una clase. Es un tiempo que tiene mucho que ver con mis sentimientos, con el placer, con el fastidio: si el libro, la clase, la carta, fueran tediosos, el tiempo dura una eternidad. Si son hermosos, el tiempo voló. Espero que este programa vuele.

SE FUERZA LA MAQUINA
               
Este género divino, esta música excelente,
que es la música del pueblo con la que baila la gente.
Tiene un gran problema amigo, tiene un serio inconveniente:
exige tantas energías que la salud se nos resiente.

Es la rumba y es el tango, son el jazz y el rock’n roll
un boyar de sentimientos por donde habla el corazón.
Así se gasta adrenalina y se bebe mucho alcohol
para afinar las emociones y acordarse del dolor.

Se fuerza la máquina de noche y de día
y el cantante con los músicos se juegan la vida.

Si el cantante va cargado, casi expresa lo que siente,
si va fresco canta triste y no conecta con la gente.
Melodías eternas encadenan la armonía,
cuando el músico es sincero  toca trozos de su vida.

Cuando el público se vuelca y se prende a las canciones,
una magia misteriosa se apodera de la gente.
Música, música, música, música y palabras,
que se combinan en un diálogo inédito y profundo.

    La ruptura entre el tiempo concreto –yo le llamo concreto al tiempo abstracto: a ese que se mide desde afuera, fue muy fuerte y sigue siéndolo, y tiene un altísimo costo de insana para la especie humana.
    Después que con el cronómetro los hombres inventaron ese ‘ajuste del tiempo del otro’, a partir de que un obrero tenía que levantar una pared en determinado tiempo impuesto desde afuera y no en el tiempo que pudiera o que disfrutara al hacerlo, comenzaron a comportarse como máquinas: el trabajo humano tiene que comenzar a funcionar como una máquina. En la sociedad como está pensada es así. Y yo no estoy diciendo que esto es mejor o peor. Estoy diciendo “así estamos hechos”, o al menos “así hemos vivido durante un millón de años. Y por lo tanto, nuestro organismo no está adaptado a otro sistema, y esto es científicamente comprobable. Estamos acelerando la cuerda de nuestro reloj biológico para acompasarlo con la cuerda del reloj máquina. Y ya desde la escuela comenzamos a adiestrarnos en la competencia, en el rendimiento, en la prisa, en comportarnos como una pequeña máquina de producción: aprendemos la ciencia, los idiomas, la historia, la geografía, y todos los ejercicios que nos enseñan a triunfar en la vida, porque la maestra y el papá y la mamá dicen que si no hacemos eso, “no vamos a ser “nadie”. A partir de determinado momento, toda la producción social pasó a ser organizada al ritmo del reloj. Hubo una década, la del 50 , la del 60, la del 70, en que esto se denunció ampliamente: la transformación del hombre en máquina, porque ya se estaba comenzando a ver el impacto que esto generaba en la sociedad, y en la vida psíquica y espiritual de las personas. La sociedad se comenzó a mover sin pulsar el ritmo humano, en una cadencia extraña a nuestra naturaleza, y en una exigencia de guardar en un cajón las emociones y las vivencias concretas. Ya no nos reconocemos. El sistema está pensado para que reprimamos nuestros sentimientos porque obvio: las máquinas no sienten. Esto parece ser algo bastante revisado últimamente.
    Es muy común que para consolidarse una persona, un empresario, un tecnócrata, un emprendedor, utilice la agresividad, la violencia, la utilidad, la brutalidad, la perversidad, la intolerancia. Son todas características de la máquina. La máquina va: no discierne, no reflexiona, no discrimina. El emprendedor tiene que pasar por encima de todos y tiene que vender su alma y tiene que echar mano a toda su sensibilidad para imponerse. Y cuando se detiene, muere. Lo mismo que el plato: cuando deja de girar, se cae. Esta es la vivencia muy profunda, tan profunda que a veces uno tiene que remover muchas capas para darse cuenta de que “yo no soy eso, ni estoy hecha de esa manera”.
    El horror al vacío es prácticamente una constante en nuestra civilización tecnológica. Es el distintivo de nuestra era. El slogan de nuestra mente es “hacer, hacer, hacer, hacer” jamás dejar de hacer.
    Los adolescentes están a veces horas, según nuestro criterio, “sin hacer nada”. Pregunto: ¿no está haciendo nada? ¿ no estará fantaseando, soñando , imaginando, no estará ‘estar estando’? ¿Eso es no hacer nada? Porque un ser humano no ‘produce algo’ está haciendo nada? Si pusiéramos un termómetro en su actividad cerebral en ese momento , nos ensordecería el ruido de la actividad psíquica, mental  y espiritual que ese ‘vagoneta’ está llevando a cabo en esas horas que aparentemente no hace nada. Por eso: ¡más respeto cuando entramos en ‘el mundo de sus nadas’! Porque GRANDES GENIALIDADES SE HAN IDO COCINANDO A FUEGO LENTO EN EL MUNDO DE NUESTRAS NADAS.

Nace, el hombre nace, porque es un niño, 
y al despertar  cree que ha despertado el mundo  y comienza a andar. 
Ríe, cuando descubre que no esta solo, que la amistad 
tiene siempre el color del agua  y el gusto del pan. 
Si en cada cosa, en cada amigo hay una razón para vivir… 
Vive, aunque no entiendas que de la noche nace la luz 
vive, porque al nacer un fruto  se pierde una flor. 
Vive, hay una casa, una mañana, una mujer 
vive, hay un lugar, un cielo hay en que creer.

    El mundo que transcurre “debajo del metro de altura”, nos enseña el valor de las pequeñas cosas. Ese mundo pequeño, el mundo de los pequeños, es el mundo hacia el cual está yendo la ciencia. El mundo de lo cuántico.
    Eso que llamábamos ‘vacío’, ¡está tan lleno! Y sin embargo hay que seguir considerándolo vacío. Tenemos horror al vacío. Quizá eso tenga que ver con ‘la crisis del domingo’. Muchas personas se deprimen el domingo. Dicen que no encuentran nada para hacer, todo es vacío. Esta civilización maquinaria le tiene horror al vacío. La máquina nunca para. Cuando nosotros paramos, tenemos horror al vacío, así que: prendemos la tele o la radio para no escuchar el silencio, o hablamos con alguien –no importa si no tenemos nada para decirle-, o nos enganchamos con la comp., o prendemos un cigarrillo, o tomamos algo. Con algo hay que llenar el vacío.
    En este sentido el budismo tiene un importante aporte para hacer al mundo occidental. Este lema de la filosofía budista “UNIFIQUE SU ATENCIÓN. NO ESCUCHE CON EL OÍDO. ESCUCHE CON EL CORAZÓN. NO ESCUCHE CON EL CORAZÓN, ESCUCHE CON EL ALMA. QUE AQUELLO QUE USTED OIGA, NO SOBREPASE SUS OREJAS. QUE SU CORAZÓN SE CONCENTRE, QUE EL ALMA ESTARÁ ENTONCES VACÍA, Y CUANDO ESTÉ VACÍA CAPTARÁ LA REALIDAD”.
    Dios crea a partir de la nada. En el vacío es donde se crean las cosas.
    La física cuántica está investigando muchas cosas, pero los orientales están hablando de este vacío, porque dicen que el hombre está lleno: tiene tanto ruido interno! Intentemos parar por un rato nuestros pensamientos y nos daremos cuenta que la mente es una máquina permanente de ideas, de situaciones, de fantasías. Claro: no estamos hechos para eso. Por eso comenzamos a enfermarnos. Lo que nos estresa tremendamente y termina enfermándonos es esto que nuestra mente proyecta permanentemente en contraste con el tiempo real. Si analizamos nuestros pensamientos nos daremos cuenta que en general, o se van hacia el futuro o se van hacia el pasado. Casi nunca están en el presente. Estamos pelando una papa, y con la mente no estamos experimentando la textura de la cáscara, la tierra que se desgrana, la humedad de la papa. No la estás disfrutando. La propia acción de pelar la papa es todo un disfrute. La esencia de la vida, para mi gusto, es un gozo. La naturaleza de la vida es un gozo. Probá: hacé la comida tratando de concentrarte en lo que estás haciendo…
    En cambio, tenemos una montaña de tiempo no vivido, de presentes que no fueron presentes, que siempre fueron transferidos a un futuro o a un pasado, o a un deber ser, o a una exigencia, o a una ocupación, o a lo que sea. Pero los placeres relacionados con amistades, son dejados para otro día, para más adelante. Con la infancia de los hijos ‘dejada para otro momento’, se te fue el placer de esa infancia. Los placeres que cada día: cada día tiene en su afán, cada día tiene su pan, cada día tiene sus cosas hermosas y sus cosas desagradables. Pero todo ha sido pospuesto para mañana. Y ahora ¿de qué te sirve todo el tiempo que conquistaste, si abrís tu ‘ropero interior’ y se viene abajo, como en un ropero abarrotado, todo ese tiempo no vivido, no disfrutado? Los pedazos de tiempo caen sobre tu cabeza y el armario ya no soporta tanto tiempo abarrotado, tanto tiempo guardado. Y allí está ese tipo de tiempo concreto que resignamos por ese otro tiempo abstracto: el tiempo de una buena comida, el tiempo de los hijos, el de los amigos, el de los padres, el que no le diste a la persona amada, el que no te diste a vos mismo…el placer de obtener un buen trabajo hecho por placer, el placer de cantar como si nadie te estuviera escuchando, de bailar como si nadie te estuviera viendo y el de trabajar como si no necesitaras un sueldo. Y todo ese tiempo acumulado ahí, se cae a pedazos de tu armario, y en un momento de la vida, te das cuenta que son pedazos de tu vida los que te fueron quitados: pedacitos de felicidad enmoheciéndose en esta ‘caja de ahorro de capital de tiempo’. Y después, claro: empezamos a tener síntomas físicos, porque ese placard, en realidad, es nuestro cuerpo.

Si pudiéramos hablar, encontrarnos un momento
Te podría confesar el amor que estoy sintiendo
Yo preciso respirar el aire que a ti te rodea
Y en la piel quiero tener el mismo sol que te broncea
Yo preciso acariciarte y otra vez verte sonriendo dentro del sueño mas lindo
Ya no quiero mas vivir un sentimiento sin sentido
Yo preciso descubrir la emoción de estar contigo
Juntos ver amanecer, que todo pueda suceder como un día de domingo
Haz de cuenta que aun hay tiempo y que solo nos importa esta emoción
Haz de cuenta que aun hay tiempo y dejemos que nos hable el corazón

    El desfasaje entre nuestro tiempo real y concreto y el tiempo de la máquina, ¡Cómo nos enferma!
Supongamos que estoy leyendo un libro y veo que me faltan 10 páginas. Supongamos que yo demoré media hora en leer esas 10 páginas, pero tengo solo 5 minutos, entonces voy a apurarme para leerlo rápido y terminarlo a tiempo ¿qué pasó? Yo “gané tiempo”, corrí. Probablemente aprendí poco del libro, ya no lo disfruté: lo desgasté, y además, mi cerebro necesitó enviar mensajes de emergencia a todo el cuerpo para reaccionar a la orden de librarme rápidamente del libro. Mi ritmo normal, sereno, natural, fue perjudicado. El cerebro estaba funcioinando con acompasamiento, con regulación. En el momento en que yo doy la orden de leer las 10 hojas en 5 minutos, comienza a consumir más energía. (Eso ocurre con todas las situaciones: de nerviosismo, de enojo, de peleas, de discusiones, de contrariedad) La nueva situación ya no es tranquila, sino excitada. El tiempo normal de lectura fue sacrificado, comprimido. Es como querer meter el pie en un zapato más chico o como querer inflar una pelota con más aire de lo que la pelota soporta. Hablando de tiempo, es igual. Es querer encajar 30 minutos que es el tiempo real que necesita la cosa, en los 5 minutos que me marca el reloj de afuera: de la orden, o de lo que fuera. En ese momento, nuestro pensar conciente es como si dijera “tengo que terminar este libro ahora”. Eso, trasladado al sistema inconciente, introduce una nueva preocupación y genera un malestar interno. Inconcientemente surge esta pregunta “¿podré realizar esto?” Y de ahí a la ansiedad, hay un solo paso. Porque la ansiedad es miedo de no poder.  Nosotros no lo percibimos, porque son mecanismos inconcientes que trabajan en diferentes niveles de nuestra mente y tienen casi una autonomía propia, pero podemos sentir físicamente las reacciones de ese mecanismo: pulsaciones más aceleradas, estado de nerviosismo, etc. Todo eso está hablando de que hay una ansiedad que se ha establecido adentro. Y el fruto de esa carga de exigencia se traduce generalmente en algún tipo de malestar o enojo. Y a veces los que pagan el pato son los hijos pequeños. Por ejemplo ¿cómo afecta esto en el estómago? De la misma manera que cuando tenemos hambre va una orden al estómago de comer algo,  ahora la orden que va al estómago es ‘comer ese tiempo’, y por eso el estómago segrega jugo gástrico, pero como no hay nada para digerir, solo ansiedad, entonces ese jugo gástrico vulnera las paredes del estómago y produce una gastritis. El cuerpo se organiza con una sobrecarga de energía, y en realidad no tenemos nada para quemar. La lectura de las 10 páginas no descarga la adrenalina. Con esto quiero decirte que ‘la orden de no perder tiempo’, termina matándonos. Entramos en contacto con la realidad del distress, y terminamos buscando remedios. O la orden de “tengo que escuchar mi cuerpo”, y hacemos cursos para escuchar el cuerpo, y no nos damos cuenta que estamos añadiéndonos una exigencia más. Porque la máquina infernal que está en nuestra mente y en nuestra sociedad, no se detuvo, no se revirtió. La alternativa a la determinación “voy a realizar este trabajo dentro de una hora que me queda” debería ser “Voy a realizar este trabajo en el tiempo que sea necesario, lo termine hoy o no”. Eso es revertir esa maquinaria infernal que nos está enfermando. De esa manera se logra reducir parcialmente el stress, porque se envía un contra-mensaje al cerebro, tratando de anular ese mensaje anterior que está a punto de volvernos locos a todos.

Estamos muy lejos, los científicos lo saben, de que una máquina –una computadora por ejemplo- llegue a la complejidad, la riqueza, la plasticidad, a la maravilla que es nuestro cerebro. La ciencia logra muchas cosas, es cierto, pero aún está muy lejos de lograr la belleza que logra la naturaleza. En la cocina, veo la posibilidad de hacer un pacto entre naturaleza y cultura. Y es por eso que te decía que “la vida se cocina a fuego lento”. La naturaleza provee de toda la belleza de los ingredientes con toda su perfección y su maravilla, con toda su variedad. Pero también es una maravilla, una delicia, el plato que nosotros preparamos con esos ingredientes. Pero todo tiene sus secretos, y tiene su tiempo. Las mejores cosas son las que se cocinan a fuego lento

…la sabiduría del hombre antiguo, la sabiduría del hombre que contemplaba los ritmos de la vida y descubría cosas como éstas: “hay un tiempo para todo bajo el sol, hay un tiempo para cada cosa:  un tiempo para nacer y un tiempo para morir, un tiempo para plantar y otro para arrancar lo plantado, hay un tiempo para matar y otro para curar, un tiempo para demoler y un tiempo para edificar, un tiempo para llorar y un tiempo para reír. Un tiempo para lamentarse y un tiempo para bailar, hay un tiempo para arrojar piedras…

El tiempo de los monasterios, el de los hospitales, o el tiempo de las enfermedades, nos introduce nuevamente en ese tiempo natural, cósmico, que nos reconcilia –cuando lo tomamos bien- con lo que realmente somos.
    Muchas de las crisis puerperales tienen que ver con la reticencia de la mujer de entrar en ese tiempo: el tiempo del bebé. El ritmo del bebé es un ritmo natural: come cuando tiene hambre, duerme cuando tiene sueño,no cuando lo marca el reloj…y ¡qué importante para el bebé y reparador para la mamá permitirse entrar en ese ritmo biológico, natural, personal, concreto (porque está ligado a la cosa, no ligado a la mente, a nuestros apuros)
    El tiempo de los ancianos: todo lo hacen despacito, hasta se dan tiempo para hacer un chiste con las macanas que se mandan o con los achaques de la edad.
    Y cuando entramos en la dimensión de “don cronos” sentimos que nos amamos, con que nos reencontramos con nosotros mismos y eso es muy saludable.
    Por eso, la propuesta es tratar de vivir en el presente. No podemos, del todo, desvincularnos del sistema en el que vivimos inmersos, pero cada uno desde su lugar puede hacer los aportes para enfermarse menos y para ir modificando la escala de esta civilización a una escala más humana. En nuestra sociedad el hombre está al servicio de la economía y no la economía al servicio del hombre. ¿qué necesidad tenemos de hacer una sociedad de tanta infelicidad? Al menos, de nuestra parte, no permitamos que la competencia destruya los vínculos de solidaridad entre los que estamos juntos. Si no, no sé quien va a quedar vivo: por esta desenfrenada búsqueda de siempre más y más, por esta idolatría de la máquina, se nos mueren las plantas, los animales, se nos altera el ecosistema…

Participan los oyentes
–    En el trueque encontramos una comunidad de intercambio con distribución de producción. Al comienzo era una cosa bellísima. Es una forma de poder zafar de un sistema que oprime, exige. Juntémonos todos los que queremos tener un estilo de vida diferente. La terrible recesión económica y la crisis del país fue el estímulo. Ahora uno tiene que apurarse y tener dinero  porque si no, no conseguís nada.

    Muchas veces aplicamos el lenguaje de máquinas a los seres humanos. Se suele escuchar decir, por ejemplo, “voy a hacerle el service al bebé” en lugar de “voy a llevarlo al pediatra”. O “mi mujer se fue a hacer chapa y pintura”. Esto está hablando de un estilo de vida, de una cosmovisión, de un deber ser que nos hemos impuesto los seres humanos. No sé quien va a quedar vivo, porque todas las culturas más antiguas, más ligadas a la naturaleza, también padecen las consecuencias del avasallamiento de este estilo de vida. Nos enfermamos, y mucho. Hemos extendido la vida, pero a base de remedios. No hemos extendido la calidad de vida: la vejez termina siendo un calvario. Y por este mismo ritmo que se nos ha impuesto o nos imponemos, muchas parejas se abstienen de tener bebés, porque “no tienen tiempo” o ”no tienen espacio”. En los úteros ya no hay más lugar para la vida.

    El entorno en general valora a aquellas personas que se levantan temprano, hacen todas las cosas rápido. El que es distinto, con un ritmo más lento para todo, por un lado disfruta pero por otro no deja de sentirse mal porque no es lo que se ve bien a los ojos de la mayoría.
    Tenemos el ejemplo de “Manuelita, la tortuga”: ella se tomó todo su tiempo, pero llegó a donde soñaba.

"El tiempo pasa, nos vamos poniendo viejos, yo al amor no lo reflejo, como ayer.
En cada conversación, cada beso, cada abrazo, se impone siempre un pedazo de razón."…

"Vamos viviendo, viendo las horas, que van muriendo,
las viejas discusiones se van perdiendo entre las razones.
A todo dices que sí, a nada digo que no,
para poder construir la tremenda armonía,
que pone viejos, los corazones."…

    La prudencia es la madre de todas las virtudes, pero he conocido gente harta, mal, enferma, a punto de la disolución de la familia, y el quit de la cuestión estaba en esta presión permanente del sistema por correr y correr. Nadie tiene tiempo, todo el mundo está apurado. Y por tanto, si dependemos del tiempo de los otros, vamos a tener que encontrarle la vuelta para ni enfermarnos ni perdamos el trabajo. Seguramente habrá que establecer negociaciones, establecer nuestro límite, para no tener que soportar luego todo el enojo y la carga negativa de los demás puesta sobre nosotros. Y una vez que uno toma una posición, es importante quedarse tranquilo y no volver marcha atrás a revisar una y otra vez si hemos hecho lo correcto. Si optamos por correr durante el día, tendremos que optar también por compensar con un ritmo diferente durante lo que queda de la jornada: aprovechar muy bien los momentos de reposo, de desconexión, cargar las pilas, nutrirse afectivamente, espiritualmente, descansar…No entrar en la vorágine. Hay que aprender a conectar y desconectar. No es fácil. Yo siempre digo que un gran servicio de la educación para la sociedad sería el aprender a entrar y salir. Como necesariamente estamos en un sistema donde hay un determinado ritmo, por ejemplo laboral, tenemos que aprender a entrar y salir de ese ritmo, de modo tal que el organismo, la mente y el alma, encuentren momentos de alimento en el que podamos reencontrarnos con nuestro tiempo, nuestro espacio natural, interno, con los tiempos familiares y salir del tiempo del apuro. Sería importante incluso para la educación de los hijos, que una mamá, cuando llegue a casa “llegue a casa”, y no siga enganchada ni con las preocupaciones, ni con la carga emocional –que generalmente son negativas- que trae de la calle. Eso es clave sobre todo para la mamá quie transmite casi con la piel la vivencia de las emociones.

Seguir siguiendo al corazón y coquetear con la intuición, seguir creciendo y esquivando las rutinas
seguir soñando en un rincón seguir creyendo que hay un Dios que me endereza de un tirón la puntería
Siempre me voy detrás de lo que siento, cada tanto muero y aquí estoy
Tantos desiertos que crucé tantos atajos esquivé, tantas batallas que pintaron mis heridas
tantos incendios provoqué tantos fracasos me probé que no me explico como canto todavía
y es que siempre voy detrás de lo que siento, cada tanto muero y aquí estoy
POR ESOS DÍAS POR VENIR, POR ESTE BRINDIS PARA MI, POR REGALARLE A LA INTUICIÓN EL ALMA MÍA
PORQUE LOS DÍAS SE NOS VAN QUIERO CANTAR HASTA EL FINAL. POR OTRA NOCHE COMO ESTA DOY MI VIDA
tantos festejos resigné, tantos amigos extrañé, tantos domingos muy lejos de mi familia
tantas almohadas conocí, tantas canciones me aprendí que los recuerdos me parecen de otras vidas
siempre me voy detrás de lo que siento, cada tanto muero y aquí estoy
Tantas palizas esquivé, tantas traiciones me compré, tantos enojos me hicieron mostrar los dientes
con mil abrazos me cuidé, con mil amores me curé, juntando heridas sigo creyendo en la gente
siempre voy detrás de lo que siento, cada tanto muero, pero hoy no

y en esas noches de luna donde los recuerdos son puñal
me abrazo a mi guitarra y canto fuerte mis plegarias
y algo pasa, pero ya nada me hace llorar
yo me abrazo a mi guitarra y canto fuerte mis plegarias
y algo pasa, pero ya nada me va a cambiar.
Nuestro organismo es fruto también de una evolución, de un proceso de adaptación muy complejo y a la vez rico, hasta encontrar su equilibrio con la naturaleza y hasta encontrar también el legítimo dominio sobre la naturaleza.
    Pero nos estamos dando cuenta, por la cantidad enorme de enfermedades psicosomáticas y derivadas del stress, que aún no estamos aptos para este ritmo de vida que idolatra y pone como referencia a la máquina y que aspira de alguna manera a que el hombre se le parezca. El hombre ha sido capaz de crear una maquinaria que ahora le domina a El.
    En la ciencia ficción a veces se fantaseaba con que la máquina iba a adquirir vida propia. ¿Dónde está el paso a la conciencia., a lo que podemos llamar ser humano? Anda rondando la idea –plasmada en muchas películas- de que la máquina cobra vida. Esta fantasía tiene que ver, creo, con esa idolatración de la máquina, en la pretensión de que seamos invulnerables, estables, predecibles, con una capacidad de trabajo productivo igual a la de la máquina…Generalmente, cuando se elogia a una persona en su trabajo, se apela a calificarlo con las mismas calificaciones que tiene una máquina. Decimos “es responsable” ¿qué queremos significar con eso?: que cumple en tiempo y en forma, nunca le pasa nada. No solemos hablar, por ejemplo, de que la persona es solidaria, generosa, sensible, intuitiva… no apelamos a las cualidades emocionales, vinculares, morales, espirituales… definimos al “buen trabajador” porque es “una máquina de trabajar” ¡qué horror!

    Conclusión: estamos tristes porque no sabemos vivir, o no llegamos a vivir. No sabemos darle importancia a cada momento singular en la vida, que se nos escapa, se nos escurre entre los dedos. El filósofo Marco Aurelio en el año 120 aconsejaba “no actúes como si fueras a vivir mil años”. Esa es una característica también propia del pensamiento maquinario.
    Las personas que tienen contacto con la naturaleza, tienen incorporada la experiencia de la muerte, y al mismo tiempo saben que su vida es muy corta, y creen que la vida es eterna porque la misma naturaleza se los está mostrando. Hoy es exactamente al revés: no se cree en la vida eterna –o no se vive como si se creyera-. Digamos: no se piensa.
    ¿Nos damos cuenta de que después de la muerte algo pasa? ¿Y nos hemos preguntado seriamente qué es lo que pasa después de la muerte? Y si lo que pasa después de la muerte es lo eterno ¿qué es esta vida al lado de aquello? Esta vida se fue, en un suspiro. Y si aquella vida es lo definitivo ¿vale la pena arriesgar aquello por esto que forma parte de una circunstancia? Yo creo que una reflexión seria sobre la vida eterna tiene que cambiar nuestra  óptica sobre la vida. Pero en la mayoría de los casos solo queda a nivel de ‘noción’. Este pensamiento escatológico de ‘hacia dónde va mi vida?’: mi vida va necesariamente hacia una dimensión diferente si creo.
    Hace tiempo, conversamos con un muchacho que propiciaba un movimiento de apostasía con la Iglesia católica, y yo le preguntaba: “¿cómo es vivir la vida sin creer que hay vida eterna?”, y me dijo “es muy duro. La muerte, para el ateo, es el gran problema”
    Pero por más que se crea en la vida eterna, el tema es ‘cómo se vive’ y no lo que se proclama o las ideas intelectuales. Los seres humanos prefieren posponer cada instante de la vida para ‘más adelante’, para ‘cuando llegue el momento justo’ ¿Y cuándo llega ese momento? ¿y qué pasa con la salud? ¿y de qué sirvió posponer todos los momentos de la vida para vivir bien únicamente en el final, cuando se es viejo y cuando muchas veces las enfermedades nos dejan ya sin ganas de disfrutar?
    Séneca, filósofo que nació en el año 4 d.C., mantiene un diálogo con un hombre público de la época. Dice así: “Habiendo llegado a lo último de la edad humana, teniendo cerca de 100 años o más, ven aquí. Llama a cuentas a tu edad. Dime: ¿cuánta parte de ella te consumió el acreedor? ¿cuánta el amigo? ¿cuánta la república? ¿cuánta tus allegados? ¿cuánta parte de la vida te la llevaron los disgustos con tu mujer, cuánta el castigo de los esclavos, cuánta el apresurado paseo por la ciudad? Junta a esto las enfermedades tomadas con tus manos. Añade el tiempo que se pasó en ociosidad, y hallarás que tienes muchos menos años de los que cuentas”. Esto es como decir: tenés 100 años, pero en realidad, has vivido 20,

    Y ahora viene otro tema: para la visión Evangélica, la vida es el amor y el amor es la vida. Jesús nos dijo que “al final de la vida, seremos juzgados en el amor”. El amor es lo único que cuenta. El tiempo vivido, es el tiempo del amor. Si no amo, hay alguna clase de muerte.
    Volvamos hacia atrás en nuestra vida, y juntemos los momentos en que hemos amado. ¡Qué tremendo sería concluir en que no hemos amado!

Bendito eres, si comprendes que mis manos tiemblan y que mis pies se han vuelto lentos.
Bendito eres, si te acuerdas que mis oídos ya no oyen tan bien y que ya no entiendo todo.
Bendito eres, si sabes que mis ojos ya no ven bien y que ya no entiendo todo
Bendito eres, si no te pones violento porque dejé caer la taza más bonita o porque por enésima vez te repito el mismo cuento
Bendito eres, si me sonríes y me preguntas por los días de mi juventud.
Bendito eres, si me tratas con ternura, entiendes mis lágrimas silenciosas y me haces sentir que soy amado.
Bendito eres, si te quedas un poco más conmigo y me tomas de la mano un ratito cuando deba entrar solo en la noche,
la noche de la muerte
Bendito eres, y yo cuando esté en el cielo alumbraré las estrellas para tí.

Hacía de su trabajo la vida misma. Manos de andar, caricias por la herramienta
Corazón de cumplir, no lo sabía, Se escapaba la vida tras de la puerta
Pobre asado ni tierra no lo sabía. Llegaba a las cansadas, pero seguía
Pobre surco y adobe, triste recuerdo, se quedó con las ganas de hacerse viejo…

Lo vi por las mañanas robando soles, con el paso cansado, por el sendero
Corazón de pasarse sin un reproche. Se escapó de la vida sin ver el cielo
Se escapó de la vida mi dulce abuelo
Puso un ala en la orilla sin importarle no volver a su tierra más que en los sueños
Con las ala en los ojos del inmigrante, no sabrá de mi canto mi dulce abuelo
El creía contarnos la misma historia y era siempre distinta, no lo sabía
Porque lo traicionaban viejas memorias, inventaba relatos su fantasía

SILVIO RODRíGUEZ – HACE NO SÉ QUÉ TIEMPO YA

Hace no sé qué tiempo ya que no le digo a alguien “ te quiero”.
Qué extraño es todo por donde he estado. Qué días más lejos del amor.
(Hace no sé qué tiempo ya que tengo un sobre engavetado
porque le temo, y yo no sirvo para sentir cosas así.)

Hace no sé qué tiempo ya que estoy sentado maldiciendo,
sumando noches, restando sueños, maldito por mi maldición.

Nunca he servido para lo que me ha tocado, desde que no sé qué causa te alejó.
Puede que fuera causa mía, pero quién recuerda causas cuando el tiempo es más dolor.

Mis labios se han endurecido para decir palabras bellas.
Qué duro es todo lo que yo digo. Qué suave todo lo que sueño.

    Es bueno que podamos transferir y al mismo tiempo recibir la experiencia de genraciones anteriores. Porque parece que el hombre de hoy vive como si viviera mil años. Y lo que generalmente ocurre es que comienzan a vivir con realismo recién en el final de la vida. Es un contra sentido: la mejor parte de nuestra existencia  la ocupamos en peleas, discusiones con otros: parientes, vecinos, cónyuges, empujones, competencias, pisotones, andando a la deriva por la ciudad… Y Séneca, por aquel entonces, ya había advertido lo que es stress, que hoy supera todas las cifras imaginadas. Perdemos años y años, décadas de vida, corriendo en el tránsito, atropellando las actividades sin mirar las cosas, sin escuchar a las personas, siempre absortos detrás de algo, siempre evasivos, con nuestra cabeza bien lejos del aquí y ahora, pensando en los proyectos, en el futuro. Siempre postergando: ausentes, fuera de la realidad, nos pasamos la vida volando, y creemos que vamos a llegar a los cien o doscientos años, porque la verdad es que vivimos como si tal cosa. Tonterías, porque si alcanzamos esa edad, no estaremos haciendo otra cosa que esperar la muerte. Porque quitándonos los momentos no vividos, nos preguntamos ¿cuánto sobró? ¿sobró alguna cosa? ¿tuvimos algún placer en la vida? ¿tuvimos días en que realmente fuimos felices?
    Hay un escrito muy bonito que se le atribuye a Borges, pero también se le atribuye a otros autores, que relata todo lo que harías si pudieras volver a vivir otra vez, cosas tan sencillas como andar en calesita o caminar más tiempo descalzos. Alguien que en la sabiduría de los años que han pasado se da cuenta de que de todos los años que él vivió, en realidad, le faltó vivir.
    Dicen que por ahí los dinosaurios se extinguieron por no tener la capacidad de adaptarse a los cambios climáticos, y sí otras criaturas, pudieron. No seamos como los dinosaurios, para no terminar extenuados y perdiendo el rumbo. Sepamos abrirnos a la realidad para darnos cuenta de que así como estamos no vamos a llegar muy lejos ni como sociedad ni como cultura. Sepamos abrirnos a la voluntad de Dios.
    La más longeva de todas las aves es el águila, que tiene una forma muy aleccionadora de la vida, y tiene una linda metáfora para darnos. Llega a vivir unos 70 años, pero para llegar a esa edad, tiene que tomar una difícil decisión: a los 40 años sus uñas están apretadas y blanditas, y por lo tanto no consigue atrapar a sus presas con las que se alimenta. Su pico, puntiagudo y largo, se curva demasiado y casi termina apuntando contra el pecho, y sus alas están ya envejecidas y pesadas porque sus plumas están gruesas. Entonces, tien dos alternativas: morir, o enfrentar un proceso de transformación, de renovación, que va a durar cerca de 150 días.  Este proceso consiste en volar hacia lo alto de una montaña y quedarse ahí, en un nido cercano a un paredón en donde no tenga necesidad de volar. Allí comienza a golpear su pico contra la pared para arrancarlo. Luego tiene que esperar un pico nuevo con el que va a desprender una a una todas sus uñas. Cuando las uñas nuevas empiezan a nacer comienza a arrancar sus plumas y espera a que nazcan las nuevas. Después de 5 meses, sale con su vuelo renovado y va a vivir alrededor de 30 años más.
    En  nuestra vida a veces tenemos que animarnos a tomar decisiones serias, dolorosas: arrancarnos a nosotros mismos adhesiones a un sistema de vida insano y que no es el que Dios quiere para nosotros. Y libres del peso de la propia voluntad o de mandatos que vienen de afuera, podemos aprovechar el resultado valioso de esa resurrección.

Yo renaceré, ciervo en primavera. Tal vez regresaré gaviota de escollera
sin un pasado que olvidarme, sin nada mas que preguntarme, con un camino por delante
Yo renaceré amigo fiel , amigo mío, y me transformaré en un ser distinto al que yo he sido
águila blanca de montaña que vuela más no sueña, que va de frente que no engaña
Yo renaceré amigo,  y tu estarás conmigo, y sé que encontraré toda la fuerza que yo ansío
sin miedo alguno de caerme, seguro al fin de levantarme, seré un eterno caminante
Yo renaceré sin mis pasadas frustraciones y,  amigo mío, intentaré hacer verdad mis ilusiones
tendré mi rumbo definido, feliz así de haber nacido mirando al cielo, al infinito

Pasa la vida y el tiempo no se queda quieto . Llego el silencio al fin con la soledad
Y en que lugar anida de mis sueños nuevos y que me dará una mano cuando quiera despertar

Volver a empezar, que aun no termina juego . Volver a empezar, que no se apague el fuego
Queda mucho por andar y que mañana será un día nuevo bajo el sol . Volver a empezar..

Se fueron los aplausos y algunos recuerdos y el eco de la gloria duerme en un placar
Yo seguiré adelante atravesando miedos. Sabe Dios que nunca es tarde para volver a empezar

Los grandes cambios sociales, como revoluciones, movimientos políticos, algunas guerras, tienen generalmente fuertes raíces populares. Es difícil pensar grandes cambios sociales., todas las guerras sociales que se dieron en América latina y en todo el mundo, sean obras de un gran político o un gran militar o religioso desequilibrado, etc
Generalmente hay algún líder que las canalice, pero hay una manifestación popular importante que va  cocinando estos grandes cambios sociales hasta que un momento estallan.  O porque hay una insatisfacción generalizada con algún tirano, o mucho desempleo, o crisis económica, o desigualdades sociales muy marcadas, u otros factores que producen en las personas o en los grupos energías de cambio a veces violentas, o más violentas que otras, pero son energías revolucionarias que permanecen en suspenso hasta que aparece un líder capaz de organizarlas y transformarlas en un cambio político. Cuando ya la vida no es vida, no tengo nada que perder, entonces apelo al menos a salvar mi propia dignidad.
    Pero hay otros cambios. Hay otras formas de cambiar la sociedad, los sistemas. Están los cambios silenciosos, las transformaciones en los hábitos. Por ejemplo esto es lo que ocurre entre la Edad Media y la Edad moderna: cambio silencioso, crecimiento de las ciudades…aparece una revolución que no está encauzada por uno o por otro, o si lo está no son nombres relevantes. Se transforman los hábitos, las costumbres, y se van propagando como por contagio, por difusión, por irradiación, por la lenta introducción de nuevas ideas, nuevos valores, por las mixturas de los pueblos, por el contacto con otras culturas… Son revoluciones lentas y sin un epicentro violento, pero son ejemplares. No tienen momentos de pánico social, pero transforman de raíz, como hizo el cristianismo en el Imperio Romano: fue una penetración lenta sin prisa y sin pausa hasta que tomó los cimientos mismos de la civilización y continuó después generando un cambio impresionante en cuanto a la concepción del hombre.
    La sociedad cambia globalmente, va adquiriendo formas nuevas como una fórmula  política nueva, o un sistema económico nuevo. Y por lo tanto se puede pensar que en este momento estamos necesitando, o estamos en los albores, o ya se ven los signos de un ‘gran cambio revolucionario no violento’. Más aún en esta era de comunicación global y de red mundial de información. Porque el modelo alternativo del cambio revolucionario violento o agresivo, casi ha desaparecido o perdió sus características, o se han desacreditado aquellas utopías de los reformadores de la sociedad violentamente. Pero no por eso la gente deja de necesitar un cambio.
    Y la desaparición de la utopía política ha dejado un ejército de insatisfechos en el planeta, de personas que no queremos seguir viviendo así, que hemos advertido que este sistema de vida nos lleva a la infelicidad: la prisa constante, el funcionamiento como máquinas. Algunos han logrado alcanzar ciertas estrategias para sobrevivir, y casi te diría que se ha llegado a pensar que el hombre podría con los años alcanzar un estilo de funcionamiento natural que pueda resistir estos grados de presión, de exigencia, de boicot permanente a su ritmo biológico. Pero la mayoría de las personas, lo que estamos buscando son estrategias para luchar contra esta corriente que atenta constantemente contra la vida de los seres humanos y la vida del planeta. Constantemente hay gente que estamos buscando estrategias para lograr escuchar nuestro corazón y nuestro cuerpo, para aprender a respetar el ritmo de las cosas, y someterse a ese ritmo que, según pensamos los creyentes –y los no creyentes también- nos es dado. Yo no quiero apostar a la locura de que el hombre pueda superar las leyes de la naturaleza y de la vida y del cosmos. Creo que hasta el momento está muy lejos de ello.
     Y somos continentes poblados los que tenemos la sensación de que el planeta y la humanidad necesitan apaciguarse. Y creo que éste es un gran movimiento silencioso que todavía no tiene líder ni jefe ni caudillo. Es una gran marcha de ‘protesta invisible’. Hay un promisorio cambio social que quiere hacer valer la vida, lo único que tenemos. Creo que somos como células portadoras de una fuerza de resistencia contra la corriente, y que somos capaces, si resistimos, de producir un cambio social.    Uno de ellos es el “Movimiento mundial de elogio de la lentitud” (uno de los tantos libros de Carl Honoré). Esto ha generado un movimiento internacional. Incluso aquí en Córdoba sé que ha llegado una propuesta de hacer un barrio de “elogio a la lentitud”. Por todas partes se están produciendo comunidades que quieren vivir lentamente. Hay gente que quiere cambios hacia el futuro de la sociedad del planeta y hacia nuestros semejantes
TODO CAMBIAMercedes Sosa
Cambia lo superficial. Cambia también lo profundo. Cambia el modo de pensar. Cambia todo en este mundo
Cambia el clima con los años Cambia el pastor su rebaño, Y así como todo cambia, que yo cambie no es extraño
Cambia el mas fino brillante de mano en mano su brillo. Cambia el nido el pajarillo. Cambia el sentir un amante
Cambia el rumbo el caminante aunque esto le cause daño. Y así como todo cambia, que yo cambie no es extraño
Cambia todo cambia. Cambia todo cambia
Cambia el sol en su carrera cuando la noche subsiste. Cambia la planta y se viste de verde en la primavera
Cambia el pelaje la fiera. Cambia el cabello el anciano. Y así como todo cambia, que yo cambie no es extraño
Pero no cambia mi amor por mas lejos que me encuentre. Ni el recuerdo ni el dolor de mi pueblo y de mi gente
Lo que cambió ayer tendrá que cambiar mañana así como cambio yo en esta tierra lejana
   
El libro del Apocalipsis es una expresión de las comunidades cristianas avasalladas por un imperio en su momento. Muchas de las simbologías del Apocalipsis –incluso las que se le atribuyen a Satanás- en realidad tienen su primera interpretación más directa en el Imperio Romano o en el César. Estaban ‘muriendo como chorlitos’ y entonces el escritor quiere darles ánimo aunque parezca que el mal arrasa con fuerza invencible.
En este tiempo también arrasa el mal, pero ya no se lo ve como una ‘barra de hierro’, con poderes evidentes y totalmente arrolladores y tiránicos: avanza en una forma arrolladora en el boca a boca, en el cambio de mentalidad, en la adhesión de nuestro corazón a un ritmo y un estilo de vida consumista, individualista, egoísta, egocéntrico, materialista, veloz, inmediatista, hedonista. Y hay un malestar intangible, difícil de precisar.
    Dicen los psicólogos que están cansados de escuchar pacientes que no saben lo que les pasa porque están tan desconectados de sus propios afectos y desde hace tanto tiempo, que son verdaderas ‘máquinas descompuestas’. Si usamos la imagen de la máquina, el ser humano es una máquina, pero una máquina que siente, y necesariamente en estas condiciones se enferma. Es tremendo ver cómo el hombre cuida, idolatra la máquina. Adquirir una nueva computadora, un nuevo auto, un electrodoméstico, es más importante que cualquier mueble o que cualquier cosa que tenga que ver con todo lo esencial de la vida. El hombre no hiere a la máquina, pero hiere al hombre.
    Basta. La revolución silenciosa ha comenzado, y comienza por pequeños actos a los que te convoco, a ver si comenzamos a sintonizar con el ritmo de la vida. Y ojo, que esto no es un escapismo para los que están deprimidos, para los que tienen razones de lentitud por las razones que sea, para los perezosos, para nadie. Eso de que lo humano tenga que dejar de ser eficiente en sus logros y en sus búsquedas no va conmigo. No se trata de buscar un estilo de vida que se fuga del mundo. De lo que se trata es de hacer las cosas con mayor lentitud, de sentir, de recuperar los sentidos –que los tenemos bastante lesionados-. Se trata de no adherir a este mundo neurotizante, nervioso, agresivo, prepotente, inhumano y deshumanizante.
    La revolución silenciosa ha comenzado y va a ser más rápida en la medida en que cada uno de nosotros promueva esta resistencia contra los que optan conciente o inconcientemente por la descomposición de la vida. Hay que tomarle el pulso nuevamente, y para eso hay que recuperar los sentidos. La vida tiene un ritmo, igual que el corazón. Hay que acompasarse al ritmo de ella, ni más lento ni más rápido. Están los incrédulos, los cínicos, los diferentes, que concientes de que esto hace mal no obstante siguen promoviéndolo, exigiéndolo, atropellando a toda velocidad a los demás, al amor, al placer, al gozo de vivir, al descanso, y prefieren que el hombre deje la vida por la producción, a verse siquiera un poquito restringidos en su afán de tener mas poder o de ganar más.
    ¡Ríanse de ellos! No colaboren, no se terminen sumando, no adhieran a su comportamiento oportunista, bájense de ese tren. O de ese avión, porque se va a estrellar.

“Vivimos en la era de la velocidad. El mundo que nos rodea se mueve con más rapidez de lo que jamás lo había hecho. Nos esforzamos por ser más eficientes, por hacer más cosas por minuto, por hora, cada día. Desde que la revolución industrial hizo avanzar al mundo, el culto a la velocidad nos ha empujado hasta el punto de ruptura. Vivimos al borde de la extenuación, y tanto el cuerpo como la mente nos recuerdan constantemente que el ritmo de la vida gira vertiginoso y descontrolado. Esta obra rastrea la historia de nuestra relación cada vez más dependiente del tiempo, y aborda las consecuencias y la dificultad de vivir en esta cultura acelerada que hemos creado. No espere el lector encontrar en estas páginas llamadas al estilo de los luditas, aquellos trabajadores del S XIX que se organizaban para destruir todas las máquinas. Incitación a destruir la tecnología o a buscar una utopía pre-industrial. Ésta es una revolución moderna, apoyada por amantes de la cordura que usan teléfonos móviles y el correo electrónico. La filosofía de la lentitud puede resumirse en una sola palabra: equilibrio. Las personas descubren energía y eficiencia allí donde quizá menos la había esperado: en el hecho de hacer las cosas más despacio.
Elogio de la lentitud es la primera mirada de gran alcance a los movimientos defensores de la lentitud que se abren paso en oficinas, fábricas, barrios, cocinas, hospitales, salas de concierto, dormitorios, gimnasios y escuelas. Este animoso manifiesto, definidor de un movimiento cuyo momento por fin ha Ilegado, le hará replantearse su relación con el tiempo. El precio que pagamos por someternos a este ritmo y  a las urgencias, es muy alto.”

Carl Honoré
”Elogio a la lentitud”

Arde la vida (Peteco Carabajal)
Yo voy dejando notas sobre las piedras  entre las telas suaves por el camino;
solo algunas me las guardo, las que hice mías , las que llevan con ellas mis pensamientos.

Lo demás va quedando en las horas en las infinitas melancolías.
Todo va transformándose a cada instante  como un fuego chispeante, arde la vida.

Quiero cantar palabras que expresen mundos, miradas inocentes, atardeceres,
la soledad, el miedo y las esperanzas, encuentros, emociones o despedidas.

Voy a unirme al clamor de la madre que ha perdido la luz de su vientre.
Todo se va influyendo y nos pertenece a cada ser viviente, una utopía.

Felicidad, arena, agua transparente cómo se nos escapa de entre las manos
si perdemos al ángel que nos protege andaremos sin rumbo, ya sin camino.

Solo existe belleza en las almas traslucidas por nuestras miradas.
Todo va transformándose a cada instante como un fuego chispeante, arde la vida.
   
Mientras leía, pensaba en las consecuencias positivas de hacer todas las cosas más lento
    Un ejemplo sencillo de cómo colaborar para que este movimiento silencioso revolucionario vaya alcanzando todos los estratos de la vida social y pueda ofrecernos un estilo de vida más digno, más humano, más acorde a nuestra realidad, es por ejemplo, el respeto del día domingo: que podamos en la medida de nuestras posibilidades, abstenernos de comprar o de vender. La palabra “domingo” viene del latín “dominus” que quiere decir “Señor”. Los primeros cristianos llamaban domingo, es decir, día del Señor al día posterior al sábado porque en él había tenido lugar la resurrección, que fue como la “nueva creación”. Y la palabra hebrea “Sabat”, que significa “sábado”, quiere decir “descanso”., El Sabat es el tiempo de descanso instituido por Dios mismo al término de la creación (Gn 2,1-3). Ese descanso que Dios mismo lleva a cabo después de la creación, es un regalo que El quiere que respetemos. Dios nos invita no solo a fortalecer nuestra unión con El por medio del culto, sino que nos brinda el domingo como un día para la restauración de las fuerzas espirituales, psicológicas y físicas. Necesitamos ponerle un límite a nuestro trajín y a nuestro afán de cada día. Es una oportunidad para mejorar relaciones interpersonales, para tomar espacios, y por medio del esparcimiento, de la comunicación, restaurar las relaciones que están quebrantadas o fortalecer los lazos que están débiles.
    En este sentido, uno podría llamar al “domingo” “día bisagra”, porque nos ayuda a cerrar serenamente la semana que terminó, y nos dispone para abrir con energías la nueva semana a comenzar. Por supuesto que estamos muy lejos de vivir esta sabiduría milenaria. Mas bien buscamos con qué vamos a llenar ese vacío que nos genera esa bisagra: lo llenamos de tv, de computadora o de lo que fuera. Y sin embargo, esto está puesto para frenar el ritmo frenético, para lograr un descanso, para fortalecer los vínculos. En definitiva: para adquirir silencio, ese silencio en el que todo nuestro potencial humano se vivifica y se repone.
    Los tiempos de descanso son también momentos para encontrarse con Dios, porque Dios ha creado el tiempo, Dios ha creado la criatura humana, porque Dios sabe lo que nosotros necesitamos, porque Dios quiere que busquemos primero y antes que nada el Reino, y por eso necesitamos retirarnos del ruido y de la prisa, para volver nuevamente a descansar en El.
 “Si el Señor no construye la casa, en vano trabaja el obrero. Si el Señor no protege la ciudad, en vano vigilan los centinelas. Es inútil levantarse antes del alba, es inútil velar hasta muy tarde y se desvivan por el pan. Dios lo da a sus amigos mientras duermen” “La herencia que da el Señor son los hijos. Una recompensa es el fruto de las entrañas, son saetas en manos de un guerrero…dichoso el hombre que llena con ella su aljaba, no quedará derrotado cuando litigue con su adversario…” Salmo…
    Es importante discernir entre lo esencial, lo importante y lo urgente. Es importante hacerle caso al Señor cuando dijo “vengan ustedes solos a un lugar desierto para descansar un poco…pero cuando desembarcó y vio una gran multitud que lo seguía, sintió compasión porque estaban como ‘ovejas sin pastor’, y estuvo enseñándoles largo rato” Estas escenas de la vida de Jesús nos presentan a un hombre que sabe descubrir el ritmo de la vida, el ritmo de la vida pastoral, que sabe delegar, que sabe cuidar a sus pastores, que sabe confiar en su comunidad, y que al mismo tiempo sigue sensible y abierto a la sed de las muchedumbres.




 

“AUNQUE DESBORDE DE MALDAD EL MUNDO, ES EL BIEN QUIEN LO SOSTIENE, Y EL BIEN DE DIOS.”

Honrar la Vida

Nó…! Permanecer y transcurrir no es  perdurar, no es existir, ni honrar la vida!
Hay tantas maneras de no ser, tanta conciencia sin saber, adormecida…
Merecer la vida, no es callar y consentir tantas injusticias repetidas…
Es una virtud, es dignidad, y es la actitud de identidad más difinida!
Eso de durar y transcurrir no nos da derecho a presumir,
porque no es lo mismo que vivir honrar la vida!
Nó…! Permanecer y transcurrir no siempre quiere sugerir honrar la vida!
Hay tanta pequeña vanidad en nuestra tonta humanidad  enceguecida.
Merecer la vida es erguirse vertical más allá del mal, de las caídas…
Es igual que darle a la verdad y a nuestra propia libertad la bienvenida!
Eso de durar y transcurrir no nos da derecho a presumir
porque no es lo mismo que vivir honrar la vida!

CUÁNTA POESÍA TIENE LA VIDA QUE NO SE VE, CUÁNTO MILAGRO,
PAN COTIDIANO, QUE NO SE VE. VAYA A SABER CÓMO SE MIRA QUE NO SE VE,
CUÁNTO SE OLVIDA QUE NO SE VE, CUÁNTO SE PIERDE QUE NO SE VE.
VAMOS BUSCANDO TAN APURADOS QUIÉN SABE QUÉ
HASTA QUE UN DÍA NOS DAMOS CUENTA CUÁNTO SE FUE.
VAYA A SABER CON QUE INDULGENCIA QUE NO SE VE
NOS PERDONAMOS MÁS DE UNA VEZ, LO QUE DEJAMOS QUE NO SE VE.
 SÉ QUE NO ES TARDE, QUE NUNCA ES TARDE PARA APRENDER
QUE SI TE QUIERO DEBO DECIRLO MÁS DE UNA VEZ.
VUELVO A Nacer CADA MAÑANA VUELVO A NACER
VOY TRAS DE AQUELLO QUE NO SE VE
QUÉ MARAVILLA: DANDO LA VIDA VUELVO A NACER…Teresa Parodi

JULIO IGLESIAS – ME OLVIDÉ DE VIVIR

   
De tanto correr por la vida sin freno me olvidé que la vida se vive un momento
De tanto querer ser en todo el primero me olvidé de vivir los detalles pequeños.

De tanto jugar con los sentimientos viviendo de aplausos envueltos en sueños
De tanto gritar mis canciones al viento ya no soy como ayer, ya no se lo que siento
Me olvidé de vivir

De tanto cantarle al amor y la vida me quede sin amor una noche de un día
De tanto jugar con quien yo más quería perdí sin querer lo mejor que tenía.

De tanto ocultar la verdad con mentiras me engañé sin saber que era yo quien perdía
De tanto esperar, yo que nunca ofrecía hoy me toca llorar, yo que siempre reía.
Me olvidé de vivir

De tanto correr por ganar tiempo al tiempo queriendo robarle a mis noches el sueño
De tanto fracasos, de tantos intentos por querer descubrir cada día algo nuevo.

De tanto jugar con los sentimientos viviendo de aplausos envueltos en sueños
De tanto gritar mis canciones al viento ya no soy como ayer, ya no se lo que siento.
Me olvidé de vivir

EL TIEMPO ESTÁ A FAVOR DE LOS PEQUEÑOS Silvio Rodríguez
   
El tiempo está a favor de los pequeños, de los desnudos, de los olvidados.
El tiempo está a favor de buenos sueños y se pronuncia a golpes apurados.
El Salvador y el tiempo, la suma del coraje,
se han convertido en sol violento y han emprendido claro viaje.

La noche se enriquece de secretos, la oscuridad del mundo es compañera
preparadora del duro esqueleto que deberá nacer del alba nueva.
Las sombras de las calles son cómplices del día
y por la loma y por el valle viene quemando la alegría.

Y Roque y los demás están atentos con la absorta pupila de lo eterno,
dando voces de amor a cuatro vientos y apurando las ruinas del infierno.
El Salvador desborda las cúspides del mundo
y colosal se eleva y borda con mil estrellas Farabundo.

A veces hay quienes compiten por la cantidad de km por hora que hacen ¿Y el paisaje? ¡Siempre están apurados!
–   
Todo pasa y todo queda pero lo nuestro es pasar, pasar haciendo camino, camino sobre la mar
nunca perseguí la gloria y dejar en la memoria de los hombres mi canción.
Yo amo los mundos sutiles ingrávidos y gentiles como pompas de jabón.
Me gusta verlos pintarse, de sol y gran arbolar bajo el cielo azul temblar, súbitamente y quebrarse
nunca perseguí la gloria.

Caminante son tus huellas del camino y nada más, caminante no hay camino, se hace camino al andar
al andar se hace el camino y al volver la vista atrás se ve la senda que nunca se ha de volver a pisar
caminante no hay camino sino estelas en la mar.

Hace algún tiempo en ese lugar donde los bosques se visten de espinos se oyó una voz de un poeta gritar
caminante no hay camino se hace camino al andar, golpe a golpe, verso a verso.

Murió el poeta lejos del hogar, le cubre el polvo de un país vecino. Al alejarse le vieron llorar
caminante no hay camino se hace camino al andar golpe a golpe, verso a verso.

Cuando el jilguero no puede cantar, cuando el poeta es un peregrino, cuando de nada nos sirve rezar.
Caminante no hay camino, se hace camino al andar, golpe a golpe, verso a verso   Antonio Machado