La violeta del Río de la Plata: “Toda para todos”

martes, 4 de julio de 2017
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Crescencia Perez

 

04/07/2017 – Como cada semana, seguimos las causas argentinas de canonización, desde Roma junto a la Dra. Silvia Correale. Abordó la vida de la Beata Crescencia Pérez, y comenzó diciendo que esta fue la primera causa en la que colaboró.

“Era 1992, fue la primera causa en la que colaboré, por la cual hice el curso, y prácticamente inició mi camino en este servicio eclesial”, contó Silvia.

Beata Crescencia Pérez, nació en San Martín Pcia. Buenos Aires, en agosto de 1897 y jovencita fue a celebrar su Pascua eterna, en mayo de 1932.

Leyendo sus cartas y las declaraciones de los testigos, siendo mi primera causa me llamó la atención su humilde caridad. “El hecho de que los testigos eran concorde en que podría ser reconocida como la violeta del Río de la Plata, o sea, esa flor es una flor delicada, una flor muy bonita, pero a la vez muy sencilla” dijo.

La violeta del Río de la Plata…, y explicó que leyendo las cartas a su familia, se descubría que era todo muy sencillo, de la vida ordinaria, pero era todo muy delicado, con una caridad muy fina. Y con una actitud de la persona que se dona por amor a Dios en todo, hasta en los detalles más chiquititos, esa santidad de la vida cotidiana, de su vocación religiosa, como Santa Teresita del Niño Jesús, que parecía que no había hecho nada, pero lo había hecho todo en la perfección de la caridad.

Silvia reconoció que como fieles laicos el servicio más grande que pueden realizar es este. Porque lo más elevado que existe en la Iglesia es la administración de los sacramentos, y después de eso está el tema de la santidad, las causas de los santos, dijo. “La responsabilidad del postulador es grande. Es un gran don, y a la vez una gran responsabilidad”.

 

¿Por qué te eligen Postuladora de la causa de la Beata Crescencia Pérez?

“Haciendo el doctorado en derecho canónico, me eligen desde la parroquia para que los represente en el Sínodo Romano. Allí, encontré a las religiosas del Huerto del colegio de Roma, entonces yo les comenté que era ex alumna y profesora del Colegio del Huerto. La hermana general entonces, me preguntó si yo no podía ser colaboradora, para ayudar al postulador de la causa, para que lo ayude en la posicio” comentó aclarando que “a través de ella o a partir de la beata Crescencia Pérez, inicié este camino”.

“Para mí fue una alegría inmensa colaborar en esta causa, el postulador de la causa me iba guiando, y me encontré con los obstáculos propios por ser la primera vez que hacía este trabajo” contó Silvia Correale.

Cresce
Su historia

La Hna Silvia Correale hizo una narración sobre la beata:

Creció en una familia muy sencilla pero muy rica de fe en Cristo y de amor entre ellos. En diciembre de 1915, ingresa en el noviciado de las hermanas del Huerto en Buenos Aires, y en ese período muere su papá.

Ella tenía como lema “Toda para todos”, que era un poco el espíritu del Instituto del Huerto, que son hijas de la caridad, San Antonio María Gianelli las fundó para atender a los más necesitados.

Todos los testigos coincidían en subrayar unánimemente su bondad ilimitada, humildad constante y esa aceptación de la voluntad de Dios. Porque ella va a sufrir una enfermedad que la va a llevar a la muerte.

En la segunda etapa de su vida se dedicó a los enfermos, y en aquel entonces, las hermanas estaban en el Sanatorio Marítimo de Mar del Plata, lugar dedicado a la atención de los niños que estaban afectados por la tuberculosis ósea.

Después comenzó a tener problemas de salud a nivel pulmonar y le recomendaron trasladarla a un lugar con un clima mejor que la ayudara a recuperarse. La trasladan a Vallenar, que queda en Chile. En 1928 la hermana Crescencia visitó por última vez Pergamino, se despidió de los suyos y se fue a Chile.

Ella había dicho, “Por cumplir la voluntad de Dios iría hasta el final del mundo”. Y vivió allí en Vallenar, al servicio de los enfermos y de las hermanas de la comunidad, viviendo esta frase: “Señor que te ame tanto como te amas a tí mismo”, ella era de pocas palabras, muy sencilla, pero tenía estas frases que te fumigaban. Era esa sencillez profunda.

Algo muy bonito, es que cuando la comunidad del Huerto dejó Vallenar, la población no quiso que se llevaran el cuerpo de quien ellos llamaban la santita, por eso quedó allí, treinta y cinco años.

Hasta que en 1963, la comunidad dispuso su traslado, pero cuando abrieron el ataúd, se encontraron con el cuerpo intacto, en perfecta conservación, incluso el hábito que llevaba.

En julio de 1986 se trasladó su cuerpo a la capilla del colegio del Huerto, en Pergamino, donde actualmente está sepultado.